Mientras en el verano deportivo la Copa Mundial de Fútbol en Rusia y los Juegos Centroamericanos y del Caribe en Barranquilla, Colombia, acaparan la atención, el invierno estará marcado por el duelo por la corona mundial de ajedrez entre el genio noruego Magnus Carlsen (vigente monarca) y el retador estadounidense Fabiano Caruana.
La lid, pactada a doce partidas, se disputará entre el 9 y 28 de noviembre y estará organizada por World Chess, una compañía de claro perfil ruso con patrocinadores amigos del presidente Vladimir Putin, pero esta vez no habrá ningún representante de ese país.
Carlsen no necesita presentación. Lo llaman desde hace tiempo El Genio, y no creo que exista un calificativo más acertado para quien el ajedrez es la razón de su vida, un hombre por el que su familia apostó y cuyos resultados superaron ampliamente lo que podían haber soñado, pues hoy es el claro dominador tanto en las partidas clásicas como en las rápidas y las blitz.
Es el gran favorito de aficionados, especialistas, apostadores y reporteros de prensa. Sin embargo, su rival no llegó a la discusión de la corona por un golpe de suerte, sino por la suma de un gran sacrifico personal, de trabajo en equipo y de asumir el mundo de los trebejos como un motivo de diversión y no tanto como un trabajo profesional, aspecto que indudablemente le quita presión.
Los medios de prensa se han encargado de promocionar a Caruana como “estadounidense de origen italiano”. Nació en Miami el 30 de julio de 1992, fruto del matrimonio de una italiana y un ítalo-estadounidense.
Su niñez y adolescencia transcurrieron en New York, donde aprendió a jugar con el maestro Bruce Pandolfini, casi por recomendación psicológica, como el mismo jugador señaló en su momento a los medios de comunicación: “Yo era un alumno decente, pero a los cinco años mostraba algunos problemas de disciplina e hiperactividad. Alguien pensó que el ajedrez podría beneficiarme, así que me apuntaron a unas clases extraescolares”.
Por cierto, participó en la Academia que patrocina la GM Susan Polgar en el barrio de Queens, donde también creció Robert Fischer.
Con doce años ya era maestro FIDE y entre muchos títulos en torneos, incluyó también dos medallas de oro en campeonatos panamericanos juveniles, a la vez que asombraba a todos al jugar sesiones de simultáneas. Para ese entonces ya “Estados Unidos le quedaba chiquito” en materia ajedrecística y era el momento de “europeizar” su juego, si quería llegar más lejos.
Europa no solo fue Italia, vivió también en Madrid, Budapest y Lugano. Su juego entonces estuvo asesorado por maestros como Boris Zlotnik y Alexandr Chernin. Y en suelo del viejo continente se convirtió en uno de los mejores jugadores del mundo, capaz incluso de superar la barrera de los 2 800 puntos de Elo.
Sin embargo, en el ajedrez mundial hay una guerra política y aunque el campeón es Magnus Carlsen, Rusia y Estados Unidos pretenden reconquistar una corona que por años ostentaron, los rusos con su “generación soviética” de excelencia hasta Anatoli Karpov y Garri Kaspárov y los estadounidenses con el juego de Robert Fischer como bandera.
Hoy el ajedrez depende del apoyo económico y Moscú lo apostó todo con Sergey Karjakin en el último match mundial, pero Carlsen ganó al final en las partidas rápidas. Ahora Estados Unidos apuesta por Caruana y para eso lo trajo “de vuelta a casa”.
El retorno ocurrió en el 2015 y mucho tuvo que ver el bimillonario Rex Sinquefield. Gracias a su apoyo, la Federación de Ajedrez estadounidense le hizo una oferta a Caruana y este no la rechazó. Una operación parecida también nacionalizó al filipino Wesley So y un año después Estados Unidos ganó la Olimpiada Mundial de Bakú.
Rex Sinquefield, hombre de negocios al fin, no se encarga solo de “poner dinero” para viajes y entrenadores. Su nombre ganó también relevancia con la creación de un club exclusivo del juego ciencia que lleva su nombre y anualmente ofrece un torneo al que asisten los mejores jugadores del mundo. Para la empresa se hizo asesorar por Garri Kaspárov, quien emigró de Moscú a New York porque su radical oposición política a Putin había puesto su vida en peligro.
No obstante, pese a su progresión y calidad natural, a Caruana lo mueve una ambición importante: tiene la oportunidad de lograr para Estados Unidos la primera corona mundial individual desde que Fischer ganara el legendario match ante Boris Spassky, en Reikjavik, hace cuarenta y seis años. Antes que él, lo intentó el “nacionalizado” Gata Kamsky en 1996, pero cayó ante Anatoli Karpov.
Caruana, quien alcanzó el título de Gran Maestro con catorce años, once meses y veinte días, enfoca directamente sus partidas, no da muchos rodeos y parece sentirse cómodo en posiciones dinámicas. Actualmente, muchos consideran que es el jugador de la élite con mayor preparación en las Aperturas, pero tiene como hándicap los finales, pues ha perdido muchas partidas en esa fase del juego tratando de llevar la iniciativa. En estos puntos, parece mejor que Carlsen en el inicio, pero inferior en el final.
Fabiano no es un jugador universal, como lo fueron Karpov o Kaspárov. Claramente, si analizamos sus partidas, se ve una preferencia a salir e4 por encima de d4, por lo que su tendencia es buscar el juego abierto o semiabierto. Estadísticamente, cada vez que usa la Apertura Española gana más del 60 % de las partidas.
Jugando con piezas negras pareciera preferir la Defensa Petroff, aunque utiliza también con cierta frecuencia la francesa y la siciliana en sus variantes Paulsen y Najdorf.
Carlsen y Caruana en los últimos ocho años han disputado 32 partidas clásicas y el balance favorece al campeón mundial 9 victorias por 5 con 18 tablas. Con piezas blancas, Carlsen ha ganado 4 y Caruana 2, mientras que con negras el balance también le favorece 5-3.
Se medirán frente a frente dos jugadores con estilos diferentes tanto en lo ajedrecístico como en lo personal. Carlsen es el jugador “soñado”, el grande, el talento por naturaleza, el que toma las decisiones por la intuición, y a veces arrogante como Fischer o Kaspárov. Por su parte, el retador es más técnico y científico, y capaz de mover una pieza solo después de calcular las más disímiles variantes.
Por tal razón, los especialistas esperan un match muy llamativo, quizás el más atrayente de los últimos diez o quince años. Si hay algo común entre ambos, es que los dos son jugadores batalladores. No es fácil verlos ofreciendo tablas; mientras ven una luz en el camino, siguen la batalla. Eso, indudablemente, provocará partidas interesantes tanto desde el punto de vista ajedrecístico como psicológico.
Un match por la corona del mundo, no es un torneo. Inciden muchos factores y uno fundamental es la preparación. Ambos dispondrán de un equipo de, al menos, cinco o seis grandes maestros de altísimo nivel que se pasarán día y noche preparando variantes de aperturas para conseguir una ventaja competitiva.
Ya para el Torneo de Candidatos, Fabiano Caruana vivió una experiencia parecida en cuanto a preparación. Por casi tres semanas creó un campo de entrenamiento en Miami donde estuvieron su entrenador principal Rustam Kasimdzhanov y otros grandes maestros como el cubano Leinier Domínguez, Christian Chirila y Alejandro Ramírez. La fórmula pudiera repetirla y agregar quizás a otro jugador.
Sin lugar a dudas, la generación de jugadores nacidos entre 1990 y 1995 está en la cima del ajedrez mundial. Ahora mismo hay siete jugadores nacidos en ese período que ocupan plazas en el Top Ten Mundial, mientras Carlsen (1990) y Caruana (1992) discutirán el título del orbe.
En las apuestas, Magnus Carlsen es favorito, pero para muchos Caruana es el preferido sentimental. Luego de ganar el Torneo de Candidatos, con la sencillez que lo caracteriza, Caruana habló de sus posibilidades frente al noruego: “Creo que es alrededor de 50-50. Si vengo bien preparado, sobre todo en las Aperturas, tengo chances. Eso sí, tendré que estar a su mismo nivel, que sería mi nivel más alto. Si puedo conseguirlo, entonces creo que tengo posibilidades de vencerlo”.
El verano deportivo está marcado por la lucha en la Copa Mundial de Fútbol y los Juegos Centroamericanos. En el invierno también habrá lucha, pero el campo de batalla será de 64 casillas. Muchas cosas, más allá de lo puramente ajedrecístico, estarán en juego. De un lado Carlsen “el Grande” por el otro Caruana “el hijo que retornó a casa”. El campeón siempre es favorito, pero reconozco que el retador goza de mucha simpatía. Ya veremos al final quién eleva la Corona. Ω
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