Notas para un Calendario

Por: Armando Núñez Chiong

palabranueva@ccpadrevarela.org

Hay razones suficientes para considerar tan paradójica como fértil una aparente pausa pandémica Covid-19, en lo que atañe a la producción de dramatizados en la Televisión Cubana. De 2020 a la fecha hemos visto las series Rompiendo el silencio (Rolando Chiong, temporada 2); Promesas (Mirta González Perera); De amores y esperanzas (Raquel González, temporada 3); La otra guerra (Rolando Peña y Miguel Sosa, temporada 2); además de dos telenovelas también exitosas, Vuelve a mirar (Ernesto Fiallo) y la que actualmente pasa, Tú (Léster Hamlet), propuestas dramáticas a las que hay que agregar un puñado de Tras la huella, la un tanto discutible —por los resultados, no por la intención— segunda jornada de teleteatros, con cinco puestas en pantalla… y probablemente algunas otras realizaciones escapadas ahora mismo a la memoria de este redactor.

Es decir, que si a destacar vamos el impacto que ha tenido la serie juvenil Calendario, debe reconocerse ante todo que esta producción de la Televisión Cubana y RTV Comercial ha conseguido el reconocimiento gracias a méritos muy propios, pues ve la luz escoltada de manera más o menos inmediata por propuestas que —según los estándares conseguidos (sostenidos), y al margen de detalles y diferencias— generan optimismo. Eso sin contar la competencia que significan las disímiles fuentes de entretenimiento audiovisual a la que hoy por hoy tienen acceso los televidentes.

Igualmente, la realización se inserta en una respetable corriente de obras cubanas que toman como asunto conflictos propios del ámbito adolescente, específicamente estudiantil, entre las que han destacado, con matices diferentes según sus respectivos fines, títulos como Doble juego (Rudy Mora, 2002), la primera historia de La cara oculta de la luna (Rafael González, 2005) y Mucho ruido (Mariela López, 2009).

Y no se trata, conste, de enumerar títulos por el mero ejercicio de recordarlos, sino porque ayudan a establecer distancias, valorar logros y distinguir rasgos que singularizan, además de que permiten reconocer lo que al respecto se ha hecho, lo que tal vez quede pendiente, y lo que aportan al “aquí, ahora” del acontecer cubano los realizadores de Calendario.

Se va llegando, así, al primer logro: es una serie oportuna, pertinente, sobre todo porque (a las puertas del referéndum sobre el Código de las familias, considerado capital para el tejido social cubano y no libre de polémicas), viene a apoyar el tema de la inclusión, algo privilegiado por muchos países, apoyado por la Organización de Naciones Unidas, y que, además, se ha asumido como política pública por el Estado cubano, que igualmente tiene definidas en algunos documentos programáticos el tratamiento de algunos de los más escabrosos problemas presentados, entre los cuales quizá el más doloroso sea el de las diferencias sociales que, lamentablemente, no pueden superarse con buenas intenciones, aunque sí debería asumirse siempre con el valor y el humanismo presentes en la serie.

Casi todos los problemas que Calendario muestra han sido ya abordados por otros dramatizados, eso está claro. Pero concentrarlos y trasladarlos a un grupo etario tan sensible como el juvenil, y la forma —desenfadada, amena, valiente, veraz— en que lo ha hecho, sin duda constituye el punto de partida y el mayor mérito del guion, a cargo del ya imprescindible Amílcar Salatti y con la colaboración de Beatriz Roussó y Dely Fernández.

Súmese a lo anterior la dirección de alguien tan experimentado como Magda González Grau, quien aportó una puesta “sencilla”, donde primó la linealidad (flash backs solo los imprescindibles, bien colocados), y no hubo elementos que pusieran en peligro la legibilidad del discurso, que fluyó con un tempo garante siempre del interés. Solución inteligente —diríase que esencial—, para una serie que para nada oculta su ánimo de contribuir al bien común.

Algo muy bien manejado ha sido también el casting. Entre los “mayores” los desempeños resultan discretos, funcionales, como demanda la historia, con una excepción para Clara García, actriz cuyo buen desempeño está todo el tiempo reforzado por el carisma y la simpatía que despierta. Sobre todo, la actriz sabe aportar la dulzura que demanda el personaje sin exageraciones o “ñoñerías” que desencaminarían el trabajo.

En este último sentido, las palmas son para los muchachos. Ninguno estuvo fuera de tono, aunque no faltaron caracteres que bien pudieron tentarlos a diseñar personajes a partir de estereotipos (la muchacha promiscua, el oriental, el gay, el guapo…). Mesura, tacto para aportar rasgos esenciales sin exageraciones o lugares comunes… o por lo menos solo con los imprescindibles, inteligentemente incorporados.

Algo hubo en las historias, sin embargo, que preocupó por su ausencia durante buena parte de los capítulos: abordar el arrepentimiento, saber pedir perdón, y tener valor para asumir la responsabilidad y las consecuencias de los errores cometidos. Solo en el capítulo 8 (último visto al momento de redactar esta reseña) algunos de estos problemas empezaron a ceder, cuando al fin apareció parte de las disculpas pendientes.

Estas líneas son conscientes de lo peligroso que resulta adelantar ideas como las anteriores para un juicio que, en modo alguno, puede ser definitivo todavía, pero de todas formas asumen el riesgo. Sirvan, por ejemplo, estas dos preguntas como una provocación para realizaciones futuras, y no (porque no lo son) como exigencias para la obra que ahora se comenta: ¿Es siempre pertinente el perdón, libre de responsabilidad y reparación, aun cuando se reconozca la culpa? ¿Aportaría a la formación ética de la juventud, sin traer en ningún caso consecuencias? Recuérdese que algunos errores dejan secuelas muy dolorosas, y lo peor, si se pasan por alto pueden repetirse.

Solo dos de los libros que constituyen el universo literario que la propia serie reconoce como referente, son suficientes para reflexionar al respecto: Corazón, de Edmundo de Amicis (1886) y Las aventuras de Tom Sawyer, de Mark Twain (1876).

Ejemplos en Calendario: hay un joven que se ha hecho filmar mientras tenía relaciones sexuales con una compañera, acto deplorable que queda discutiblemente impune en la serie. Es el mismo estudiante que irrespeta a su profesora en el aula, al instarla a reconocer un pasado infeliz, a pesar de que a todas luces ella se ha enmendado. A estas alturas solo se ha disculpado por lo primero, aunque ha compartido con su profe en una fiesta del grupo.

Es como si dijéramos: si no hay que reparar lo mal hecho, pues se pueden seguir cometiendo errores, que después con escuchar una charla y pedir (a veces) disculpas, está resuelto el problema. Algo parecido sucede con el estudiante que sustrae un libro, ofende al dueño e incluso da a conocer su contenido íntimo a los compañeros de clases. Antes había agredido a quien lo ayudaba. No se está extrañando aquí el castigo, sino el rigor, una dosis razonable y educativa de severidad, que en absoluto está reñida con la redención y la posibilidad de volver a empezar.

Todo esto sin olvidar, desde luego, que se está hablando de un audiovisual dirigido preferentemente a la juventud, con todo el tacto que eso demanda, lo que se está tratando de evitar es el paternalismo.

Otra cosa que vino a resolver el capítulo 8 es el tratamiento del adulterio entre la protagonista y un compañero de trabajo. No resultaba muy edificante la ligereza con que ambos se habían entregado a lo que parecía una aventura. Pero el interés manifiesto de él por salvar su matrimonio, aun a expensas de su zona de confort laboral, y los escrúpulos de ella, comienzan a matizar la trama, que ahora sí va acercándose a una historia de amor que debe vencer obstáculos.

El ya mencionado capítulo 8, en fin, ha venido a ser una especie de parteaguas que cerró definitivamente, al menos en lo esencial, algunas tramas, y empezó a resolver conflictos pendientes. Con fiesta y todo, al estilo de los finales.

Veremos qué traen entonces las entregas pendientes. Créasele a este redactor cuando afirma que, entusiasmado por los logros y valores de la serie, preferiría un contenido que con mucho matice los comentarios aquí realizados. De cualquier forma, quedará la satisfacción de haber disfrutado los resultados de una obra que, sobre todas las cosas, apuesta por ese porvenir de todos, por todos y para todos que vimos en el último capítulo presentado. W

Be the first to comment

Leave a Reply

Your email address will not be published.


*