Entrevista al padre José Castor

Por: Xavier Carbonell, presidente de SIGNIS Cuba

Signis-Padre Castor
Signis-Padre Castor
“Quiero una Cuba resucitada”
Cuando le preguntaron, al día siguiente, qué estaba pensando cuando salió a acompañar a los manifestantes del 11J en la ciudad cubana de Camagüey, el Padre José Castor dijo que había rezado en busca de claridad para actuar. El resultado de esa oración fue su cercanía a las protestas, para acompañar a aquellos que reclamaban sus derechos pacíficamente y evitar la violencia. Su integridad le costó una herida en la cabeza —su agresor lo golpeó con un bate— y el resto de la jornada en prisión. Hablamos hoy con ese hombre manso y de razón práctica, sobre cómo vivió los acontecimientos y de qué modo aquel día cambió a Cuba y a su gente.
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Querido Padre, Descartes se propuso buscar un camino filosófico que le proporcionara la misma seguridad del proceder matemático. Así halló lo esencial en el alma humana y su capacidad para la reflexión y la duda, el anhelo por explorar sus límites espirituales y su vocación por la libertad. El cubano carece de paciencia para embrollos filosóficos, pero necesita hoy más que nunca un fundamento y un faro. ¿Dónde encontrar una certeza para regalar al cubano? ¿En la religión, en la política, en la supervivencia?
“La certeza más grande la encontramos en el amor. Vivir es amar. Nosotros creemos en Dios, que es amor, y Jesucristo —nuestro faro, nuestro fundamento— nos enseña que amar es la clave: amar a Dios sobre todas las cosas, amar al prójimo como a uno mismo. Por eso, amar, en la religión, en la política, en la vida. El que más ama más vive, más fuerza tiene para vivir. A nosotros, como cristianos, nos toca amar y enseñar ese amor como el camino de la vida. Muchas veces los cubanos dicen que la política no sirve; nosotros hemos de enseñar que puede ser un arma muy grande para hacer la caridad. El que ama no se equivoca. Aprender a vivir es aprender a amar. Enseñar a vivir es enseñar a amar. Nosotros, los cubanos, tenemos una madre que nos coge de la mano por ese camino: es la Virgen de la Caridad del Cobre.
“Hay quien piensa que el sacerdote, la religiosa, el obispo, no deben involucrarse en la esfera pública ni emitir opiniones políticas. Se desaconseja la palabra y la obra, mientras que se recomienda la omisión. Usted, evidentemente, tiene claros sus principios en este sentido, ¿podría compartirlos con nosotros?
“Cristo nos dijo: ‘Ustedes son la sal de la tierra y la luz del mundo’. Valga la obra de los cristianos para ser sal, que conserva lo sano y corrige lo corrupto. Y la palabra, para aclarar el camino cierto de la verdad eterna: sean la luz del mundo. Y los sacerdotes, los consagrados, hemos también de consagrar el mundo en el terreno político. La Doctrina Social de la Iglesia contiene las enseñanzas de su magisterio acerca de lo social. Hay un momento en que para la enseñanza cristiana toca mostrar la riqueza de esta Doctrina Social, que lleva la fe a lo social, a la experiencia humana. Creo que este es el momento en que nos toca, en Cuba, aplicar la Doctrina Social de la Iglesia, que hace que se cumpla por parte de la Iglesia —la esposa de Cristo, la que lo conoce a él— el misterio de su Encarnación.
“Nos toca a los pastores y consagrados guiar a todos, también a los políticos. Cristo convulsionó en su momento todas las esferas, incluso la política. Lo mismo calificó a Herodes que a los fariseos, enfrentó al Sanedrín judío, que ubicó a Pilatos y lo evangelizó. Yo creo que, como decíamos con la clave del amor, nos toca amar a la Patria, amar a los cubanos, y poner nuestro corazón para que nuestra sociedad sea como el Reino de los Cielos, y se cumplan esas palabras que rezamos: «Venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”.
Quisiera pedirle tres consejos para el joven cubano de hoy, que lo ayuden a sobrellevar la frustración, la incertidumbre y el miedo actuales; y también el vértigo de la nueva época, que con toda certeza se aproxima.
“Para los jóvenes cubanos de hoy, ante la frustración, pues [recomiendo] la perseverancia, el autosuperarse, el esfuerzo por establecer metas alcanzables por las que luchar, conocerse a sí mismos. Saber distinguir las fuerzas y las propias debilidades. Con las fuerzas vamos a dar, vamos a aportar; con las debilidades, pues, ser humildes, reconocerlas con la verdad y cambiar. Ante la incertidumbre, tenemos a Cristo, que es el camino, la verdad y la vida; saber sacrificar lo superfluo y lo vano por lo firme y duradero; saber ser amigos, y cuidar a los que nos aman como grandes tesoros. Aprovechar el momento y todo lo bueno que tiene.
“Ante el miedo, nosotros confiamos en el Señor, el que hizo el cielo y la tierra: a Él es al único que hay que temer, y ese temor a hacer el mal es la clave de la sabiduría. Todo el mundo tiene «fecha de vuelo», así que lo importante es andar bien para cuando llegue la hora de despegar. Ante la nueva época, un arma que nos puede ayudar es el silencio, el silencio para pensar, para reflexionar, y allí encontrarse con uno mismo. Encontrarse con Dios, para ser como él, para aprender y admirarlo, y ver el mundo con una sana distancia. Ante la nueva época hay que saber que no todo lo que brilla es oro, no pensar que lo moderno tiene que ir contra lo eterno, sino que, más bien, tiene que entrar en armonía con lo eterno.
“No todo lo que es del pasado es malo, sino que hay que aprovechar todo lo válido que dé a las nuevas generaciones. Lo virtual no puede sustituir a lo físico. Hay que aprovechar toda la realidad que nos da lo virtual para amar más, no quedarnos solo con lo que nos gusta —el like—, con lo que nos agrada o con lo que es fácil, sino saber amar a los que más nos molestan, a los más difíciles, al que podamos llegar, al prójimo: al amigo se le escoge, al prójimo se le ama.
“A los jóvenes cubanos [les diría que] nos toca ser parte de este mundo, dar lo que nosotros tenemos como particular en nuestra cultura. Ser así parte de la armonía mundial. Ante la escasez, no creer en el robo, sino de la obra que puede salir de tus manos. Ante la opresión de los que no te respetan, pues no creer la mentira, sino pensar en todo lo que podamos decir que sea verdadero. Ante el mundo de hoy no es tampoco bueno tener sexo comoquiera y con quienquiera, sino buscar construir un matrimonio, en el amor del hombre y de la mujer. Ánimo y no tengan miedo”.
La comunidad cubana se conmovió profundamente cuando escuchó la noticia: el Padre Castor ha sido golpeado y encarcelado en Camagüey. Otros cientos de jóvenes continúan encarcelados y han sido maltratados en inéditas jornadas de violencia. ¿Qué cambió el 11J y cómo lo vivió usted? ¿Cuál es su apreciación del presente y el futuro que nos espera?
“Bueno, ¿qué cambio el 11J? Algo se rompió dentro —un impedimento para la acción, una reja que nos encarcelaba—, se abrió una esperanza, empezó a alborear una luz. ¡Todavía no ha amanecido! Pero ya se ven luces. Con mucha alegría de ver esa esperanza lo viví, ese asombro que se veía en la gente. Yo recé, preguntándole a Dios qué hacer, cuando supe que los camagüeyanos iban a salir. Me encaminaba entonces a casa, cuando no pude sino ir a acompañar a los que irían. Traté de evitar las confrontaciones, las detenciones de los que ejercían su derecho de expresión. Evité la violencia hacia los manifestantes y hacia las autoridades. Evangelicé en el calabozo, siendo el más viejo, hablando lo mismo de la Sábana Santa que de la Cruz de Jerusalén, o del difícil problema de la gracia divina y la libertad humana. Cuando los jóvenes preguntaron si Dios había tachado a Cuba del mapa, les dije: «No, hoy no ha sido algo de suerte, ha sido algo que hemos construido». ¿Cómo veo el presente? La penosa respuesta de la violencia, que no es el camino.
“Sin embargo, las puertas y pequeñas mejorías que se han hecho, como debe ser, y evidentemente ese deseo de los jóvenes de ser protagonistas de su historia, de empujar por otro camino, de tanta gente que quiere algo mejor para nuestra nación. El despertar de los cubanos que viven afuera, que han ejecutado acciones asociadas para ayudar a la nación. Para el futuro, el deseo de cambiar, por parte de los jóvenes, y esa verdad hay que usarla para quebrar la obstinación de los que no buscan sino mantener el poder y el dominio sobre todo. Mejor construir el futuro —¿verdad?— que conjeturar lo que pueda pasar”.
¿Cabe soñar, después de tanto dolor e incertidumbre, una nueva Cuba, una Casa Cuba, un hogar común? ¿Cómo la ve usted, en los sueños y la esperanza?
“¿Soñar? ¡Claro que sí! Soñar nadie te lo puede quitar, y cabe mucho al ver la parte buena, lo valioso, todo lo que se ha visto en nuestro pueblo, este valor que se ha visto ahora. ¿Cómo veo a Cuba? Como el lugar donde se unan todos los cubanos que hay por el mundo. Que puedan sentir que esto es de ellos y que puedan venir, regresar, y traer todo lo que han recopilado por ahí de experiencia y de bienes para invertir aquí y sacar todo lo bueno que podamos sacar. Yo no sé lo que se nos pueda ocurrir, porque el cubano es tan creativo que digo que, si tuviéramos las posibilidades, el cubano inventaría una máquina que camine lo mismo con marabú que con soya [ríe]. Sueño ver los aeropuertos llenos de extranjeros que quieran venir a trabajar, a vivir aquí, porque hay buenas personas, porque se puede estar en paz y tranquilidad, porque no te van a robar tus cosas; hay buenas esposas para hacer familias, buenos hombres que cuiden a las mujeres. Quiero y sueño con que se explote nuestra alegría, esa proverbial alegría del cubano extrovertido. Que podamos nosotros alegrar al mundo con todo nuestro liderazgo, todo lo que se nos ocurra. Quiero una Cuba resucitada. Que así sea”.

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