Leonardo Padura, mientras llega la inspiración

Por: Mario Vizcaíno Serrat

Retrato de Padura hecho por Héctor Garrido delante de una obra del pintor cubano Arturo Montoto
Retrato de Padura hecho por Héctor Garrido delante de una obra del pintor cubano Arturo Montoto

Transcurridos casi dos meses y medio desde la salida en España de su novela más reciente, Personas decentes, el escritor Leonardo Padura desconoce aún el tema de su próxima obra, un impasse creativo en el que se sumerge cada vez que termina un libro.

Mientras le llega la inspiración, disfruta del nivel de lectura que mantiene su novela desde su salida al mercado español, el 31 de agosto pasado, y luego en países latinoamericanos, un volumen que ha estado varias veces entre los diez más vendidos y en una ocasión fue la octava novela en una fila en la que las otras siete eran de escritores españoles, preferidos por los lectores de ese país.

Padura emplea el tiempo entre una y otra novela, por ejemplo, impartiendo un taller sobre el arte de escribir, en la playa con su esposa, la cineasta Lucía López Coll, en el cumpleaños de un amigo, y está pendiente de percances y detalles hogareños comunes en el día a día.

También ofrece entrevistas de prensa, telefónicas o personales, como este diálogo que el premio Princesa de Asturias de las Letras 2015 aceptó para hablar, entre otros temas, sobre los deberes ciudadanos de un escritor, un asunto siempre en debate, sobre el que dijo que en dependencia de las coyunturas de una sociedad, de las condiciones de la época, el escritor debe tener la libertad de participar o no en el debate público. “Pero pienso que debe hacerlo por un deber ciudadano, porque a veces la literatura no es suficiente para elaborar y reflejar una serie de ideas sobre una sociedad, por eso acudimos al periodismo o la ensayística para complementar y aclarar determinadas participaciones”.

Leonardo Padura
Leonardo Padura

“Como digo en ‘Yo quisiera ser Paul Auster’, un texto que incluí en mi libro Agua por todas partes, quisiera poder hablar siempre de literatura, cine y pelota, las tres cosas que más me gustan en la vida, pero no rehúyo la posibilidad y la necesidad de hablar de los conflictos sociales que está viviendo el país”, aclara mientras fuma, sentado a la mesa del comedor de su casa del habanero reparto de Mantilla, adonde los ruidos de los vehículos llegan de manera molesta.

“También depende del trabajo que uno hace. El mío tiene un gran componente de crónica social. Las novelas de Conde hacen un arco de lo que ha sido la vida en Cuba en los últimos treinta años. Y en ese recorrido se advierte la evolución de mi pensamiento y de mi pensamiento con respecto a la realidad cubana, que entonces me permite hacer ese recorrido desde una perspectiva muy generacional, muy personal de mi parte, en consonancia con la personalidad de Mario Conde. Y después de haber escrito novelas como El hombre que amaba a los perros y Como polvo en el viento, estoy más abocado a participar. Pero lamentablemente en Cuba no existen los suficientes espacios públicos para que haya esa posibilidad de que el escritor se pronuncie socialmente”.

“Por ejemplo —prosigue— en España los escritores más importantes de este tiempo tienen sus columnas en periódicos, donde opinan de lo humano y lo divino –Pérez Reverte, Javier Cercas, Muñoz Molina, lo hacía Almudena Grandes, que murió. Ese espacio no existe en Cuba, al menos en la prensa oficial y permitida, lo cual hace posible que para algunos sea fácil refugiarse en la obra literaria y difícil para otros cuando quieren hacer declaraciones”.

Padura, que no ha dejado de hacer periodismo para hablar de diversos temas, considera que esa carencia de espacio ha sido sustituida por las redes sociales, de las que él, sin embargo, ha querido privarse hasta hoy. “Las considero un foro importante, aunque con unos elementos de una cierta perversidad que no me complacen. Las redes sociales les dan voz a los inconformes, a los necesitados de expresarse, pero también permiten un elemento de maldad, de perversidad humana que se manifiesta con mucha facilidad en ese espacio donde hay gente que grita pero sin mostrarse. Por eso me he abstenido de participar en las redes sociales. Me han insistido mucho en que debo tenerlas, pero no me han convencido. Por ahora no quiero”.

Con su esposa, la cineasta Lucía López Coll, la primera lectora de sus novelas
Con su esposa, la cineasta Lucía López Coll, la primera lectora de sus novelas

Pero pudieras tenerlas y utilizarlas cuando quisieras, le advierte Palabra Nueva.

“Es que yo en las redes sería un boccato di cardinale para los fundamentalistas de los diversos colores. Si digo, por ejemplo, que me gusta cómo juegan los Astros de Huston soy un proyanqui, y si me voy por los Industriales, pues soy un comunista de mierda. Todo es manipulable y cuestionable en las redes sociales”.

Al comentar sobre las características de los cubanos, Padura celebró su capacidad “para burlarnos de nosotros mismos”, aunque reconoció que está cada vez más menguada por la dureza de la realidad. “Es una válvula de escape muy importante, como la tienen los judíos. No hay alguien más crítico de las actitudes de los judíos que un judío, y todos los chistes sobre los judíos los inventan ellos”.

Aclaró, sin embargo, que en los chistes de los cubanos estos siempre son los mejores. “Cuando hay tres tipos, un americano, un ruso y un cubano, el cubano es el bárbaro. Tenemos una autoestima muy elevada, y cuando nos hieren esa autoestima funcionamos con términos muy agresivos. Una de las manifestaciones de esa agresividad es la envidia. Nos cuesta mucho trabajo asimilar el éxito de otro cubano”.

Eso no demerita, sin embargo, la calidad de los cubanos como personas, de acuerdo con el Premio Nacional de Literatura de Cuba. “La gente en general es buena”, aclara.

Padura cree que para la mejor relación de amistad debe haber una empatía, una posibilidad de comunicación, que puede venir por cualquier vía: “desde la lectura de un libro hasta que nos gusta la pelota, o tomar vino. Trato de tener una relación abierta en la que se pueda hablar de cualquier cosa”.

“Me gusta mucho bonchar con mis amigos, con quienes a veces utilizo la ironía, como hace Conde, como una forma de defensa, y a veces la uso incluso de forma ofensiva para molestarlos un poco, en la medida necesaria, sin pasar los límites”.

El conocido escritor, sin embargo, se ha visto abrumado por el abandono temporal que ha practicado de modo inconsciente con amigos, debido a los enredos de su vida profesional, que llena casi todo su tiempo. “A veces el ritmo de la vida me supera, y siempre estoy viviendo en un nivel de compromisos y complicaciones que solo a veces puedo administrar”.

Entonces, ¿no te ha hecho daño el éxito?

“No me ha hecho daño, pero me ha complicado la existencia, aunque de una manera satisfactoria”.

Padura asegura que no le gusta poner una valoración política en los requisitos para ser amigo suyo, y trata de que eso no ocurra porque la política es coyuntural. Pero “se vive en un mundo extremadamente politizado, y la realidad cubana es tan politizada, que no puedo ser amigo tuyo y que tú vengas a meterme una muela sobre lo bueno que está esto. Lo fundamental es que haya una empatía y una posibilidad de comunicación. Tengo amigos de todos los niveles y todas las profesiones, incluso me ocurre cada vez más que la gente que frecuento y con la que me reúno no son escritores. Pero, por supuesto, tengo muchos amigos escritores, en Cuba y fuera de la isla”.

Leonardo Padura, con más de cuarenta premios a su obra, entre ellos algunos de los más prestigiosos de la literatura en español, como la medalla Carlos Fuentes, será de nuevo invitado este mes a la próxima edición de la mexicana Feria del Libro de Guadalajara, donde presentará su novela Personas decentes, que transcurre en dos épocas, una a principio del siglo xx, con el proxeneta Alberto Yarini en el centro, y otra en el presente cubano, en torno a la muerte de un represor cultural. Una obra que la crítica literaria fuera de la isla ha catalogado como la más policial, e incluso como la mejor de sus novelas protagonizadas por el singular personaje de Mario Conde.

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