Alocución, 17 de abril, Domingo de Resurrección

Por: Arzobispo de La Habana, Juan de la Caridad García.

Alocución Domingo de Resurrección
Alocución Domingo de Resurrección

Hoy, 17 de abril, al concluir la Semana Santa bajo la primera luna de primavera, celebramos la resurrección del Señor Jesús.

Escuchamos el evangelio según san Lucas, capítulo 24, versículos 1 al 12, proclamado en todas las iglesias católicas anoche en la Vigilia Pascual.

(EVANGELIO)

Hoy los cristianos nos saludamos así:

“Cristo ha resucitado. Verdaderamente ha resucitado”.

La resurrección de Jesús ha dado un nuevo sentido a la vida de todos los cristianos. Comprenden que el dolor no es castigo, sino que lo aceptan como el Señor Jesús. Cambian de actitud, dejan el pecado y el mal atrás; aman sin esperar nada a cambio; son pobres pero están dispuestos a dar, dicen la verdad, no responden con odio a la agresión, se reúnen todos los domingos para dar gracias a Dios y anuncian quién los hace vivir así, con una fortaleza que viene de lo Alto: el Espíritu Santo.

Entre esas personas están las mujeres que fueron al sepulcro, los apóstoles, los santos, las personas mayores fieles toda su vida a la Iglesia de Cristo, los matrimonios que se aman fielmente, los jóvenes entusiasmados con el Resucitado, los monaguillos, los que cocinan y reparten comida, los visitadores de enfermos, los que confían en la Madre del Resucitado, las comunidades en proceso sinodal, los que limpian y adornan el templo, los que tocan las campanas y una inmensa fila de personas de buena voluntad.

Todas estas personas, toda esta Iglesia proclaman que Cristo resucitó glorioso de entre los muertos y se apareció a los apóstoles, y que la muerte no tiene poder sobre Jesús ni sobre nosotros si vivimos la vida de Cristo como resucitados, dejando a un lado el pecado y viviendo la fe en el Resucitado, viviendo la esperanza que confía en el Crucificado-Resucitado, viviendo la caridad para amigos-enemigos.

Y unidos a la inmensa muchedumbre de cristianos a lo largo de los siglos, y a tantos seguidores de Cristo que profesan su fe, rezamos el Creo de los Apóstoles que recitaban los cristianos de Roma antes de bautizarse.

Creo en Dios, Padre Todopoderoso,

Creador del cielo y de la tierra.

Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor,

que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,

nació de Santa María Virgen,

padeció bajo el poder de Poncio Pilato

fue crucificado, muerto y sepultado,

descendió a los infiernos,

al tercer día resucitó de entre los muertos,

subió a los cielos

y está sentado a la derecha de Dios, Padre Todopoderoso.

Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.

 

Creo en el Espíritu Santo,

la santa Iglesia católica,

la comunión de los santos,

el perdón de los pecados,

la resurrección de la carne

y la vida eterna. Amén.

 

(CANTO)

 

El Papa Francisco nos habla de la Resurrección de Cristo:

“¿Por qué buscan entre los muertos al que vive?”; ¿por qué piensan que todo es inútil, que nadie puede remover vuestras piedras? ¿Por qué se entregan a la resignación o al fracaso? La Pascua, hermanos y hermanas, es la fiesta de la remoción de las piedras. Dios quita las piedras más duras, contra las que se estrellan las esperanzas y las expectativas: la muerte, el pecado, el miedo, la mundanidad. La historia humana no termina ante una piedra sepulcral, porque hoy descubre la ‘piedra viva’: Jesús resucitado. Nosotros, como Iglesia, estamos fundados en Él, e incluso cuando nos desanimamos, cuando sentimos la tentación de juzgarlo todo en base a nuestros fracasos, Él viene para hacerlo todo nuevo, para remover nuestras decepciones. Cada uno de nosotros está llamado a descubrir en el que está Vivo a Aquel que remueve las piedras más pesadas del corazón. Preguntémonos, antes de nada: ¿cuál es la piedra que tengo que remover en mí?, ¿cómo se llama esta piedra? A menudo la esperanza se ve obstaculizada por lo piedra de la desconfianza. Cuando se afianza la idea de que todo va mal y de que, en el peor de los casos, no termina nunca, llegamos a creer con resignación que la muerte es más fuerte que la vida y nos convertimos en personas cínicas y burlonas, portadoras de un nocivo desaliento. Piedra sobre piedra, construimos dentro de nosotros un monumento a la insatisfacción, el sepulcro de la esperanza. Quejándonos de la vida, hacemos que la vida acabe siendo esclava de las quejas y espiritualmente enferma. Se va abriendo paso así una especie de psicología del sepulcro: todo termina allí, sin esperanza de salir con vida. Esta es, sin embargo, la pregunta hiriente de la Pascua: ¿Por qué buscan entre los muertos al que vive? El Señor no vive en la resignación. Ha resucitado, no está allí; no lo busquen donde nunca lo encontrarán: no es Dios de muertos, sino de vivos ¡No entierren la esperanza! Hay una segunda piedra que a menudo sella el corazón: la piedra del pecado. El pecado seduce; promete cosas fáciles e in-mediatas, bienestar y éxito, pero luego deja dentro soledad y muerte. El pecado es buscar la vida entre los muertos, el sentido de la vida en las cosas que pasan. ¿Por qué buscan entre los muertos al que vive? ¿Por qué no te decides a dejar ese pecado que, como una piedra en la entrada del corazón, impide que la luz divina entre? ¿Por qué no pones a Jesús, luz verdadera, por encima de los destellos brillantes del dinero, de la carrera, del orgullo y del placer? ¿Por qué no le dices a las vanidades mundanas que no vives para ellas, sino para el Señor de la vida? La Pascua nos enseña que el creyente se detiene por poco tiempo en el cementerio, porque está llamado a caminar al encuentro del que Vive. Preguntémonos: en mi vida, ¿hacia dónde camino? Queridos hermanos y hermanas, démosle al que Vive el lugar central en la vida. Pidamos la gracia de no dejarnos llevar por la corriente, por el mar de los problemas; de no ir a golpearnos con las piedras del pecado y los escollos de la desconfianza y el miedo. Búsquenlo a Él, déjense buscar por Él, búsquenlo a Él en todo y por encima de todo. Y con él resucitaremos”.

 

(CANTO)

 

Todo comienza hoy. El resucitado renueva todo y salimos de nuestros sepulcros y vivimos una vida nueva. El domingo, día del Señor, celebramos la resurrección del Señor y el comienzo de la nuestra. El domingo se nos anuncian buenas noticias en los evangelios y nos fortalecemos con el Cuerpo y la Sangre de Cristo para vivir lo anunciado y escuchado y el Espíritu Santo nos ilumina para ir tras la multitud de creyentes en la resurrección. El domingo cantamos Aleluya, que quiere decir: Alaben a Dios.

 

(CANTO)

 

Por el Creador del Universo, de la naturaleza y de la familia humana. Aleluya.

Por el Jesucristo, crucificado y resucitado. Aleluya.

Por el Espíritu Santo, abogado defensor. Aleluya.

Por nuestra Madre María Santísima que está a nuestro lado. Aleluya.

Por la Santa Iglesia que canta, anuncia el Evangelio, enseña el catecismo, practica las obras de misericordia. Aleluya.

Por la comunidad a la que pertenezco y me ayuda a vivir la fe. Aleluya.

Por la familia, en la que hay tanta gente buena. Aleluya.

Por los vecinos y amigos tan serviciales para con todos. Aleluya.

 

El Vía Lucis, “camino de la luz” es una devoción que complementa la del Vía Crucis. En ella se recorren catorce estaciones con Cristo triunfante desde la Resurrección a la venida del Espíritu Santo, siguiendo los relatos evangélicos.

La devoción del Vía Lucis se recomienda en estos cincuenta días pascuales y todos los domingos del año que están muy estrechamente vinculados a Cristo resucitado.

 

Lo rezamos:

PRIMERA ESTACIÓN.
¡CRISTO VIVE!: ¡HA RESUCITADO!

En la ciudad santa, Jerusalén, la noche va dejando paso al Primer Día de la semana. Es un amanecer glorioso, de alegría desbordante, porque Cristo ha vencido definitivamente a la muerte.

Cristo ha resucitado. Verdaderamente ha resucitado.

SEGUNDA ESTACIÓN.
EL ENCUENTRO CON MARÍA MAGDALENA

María Magdalena, va al frente de las mujeres que se dirigen al sepulcro para terminar de embalsamar el cuerpo de Jesús. Llora su ausencia porque ama, pero Jesús no se deja ganar en generosidad y sale a su encuentro.

TERCERA ESTACIÓN.
JESÚS SE APARECE A LAS MUJERES

Las mujeres se ven desbordadas por los hechos: el sepulcro está vacío y un ángel les anuncia que Cristo vive. Y les hace un encargo: anunciadlo a los apóstoles. Pero la mayor alegría es ver a Jesús resucitado, que sale a su encuentro.

CUARTA ESTACIÓN.
LOS SOLDADOS CUSTODIAN EL SEPULCRO DE CRISTO

Para ratificar la resurrección de Cristo, Dios permitió que hubiera unos testigos especiales: los soldados puestos por los príncipes de los sacerdotes, precisamente para evitar que hubiera un engaño, pero se demostró que Cristo ha resucitado.

QUINTA ESTACIÓN.
PEDRO Y JUAN CONTEMPLAN EL SEPULCRO VACÍO

Los apóstoles han recibido con desconfianza la noticia que les han dado las mujeres. Están confusos, pero el amor puede más. Por eso Pedro y Juan se acercan al sepulcro con la rapidez de su esperanza.

SEXTA ESTACIÓN.
JESÚS EN EL CENÁCULO MUESTRA SUS LLAGAS A LOS APÓSTOLES

Los discípulos están en el Cenáculo, el lugar donde fue la Última Cena. Temerosos y desesperanzados, comentan los sucesos ocurridos. Es entonces cuando Jesús se presenta en medio de ellos, y el miedo da paso a la paz.

SÉPTIMA ESTACIÓN.
EN EL CAMINO DE EMAÚS

Esa misma tarde dos discípulos vuelven desilusionados a sus casas. Pero un caminante les devuelve la esperanza. Sus corazones vibran de gozo con su compañía, sin embargo sólo se les abren los ojos al verlo partir el pan.

OCTAVA ESTACIÓN.
JESÚS DA A LOS APÓSTOLES EL PODER DE PERDONAR LOS PECADOS

Jesús se presenta ante sus discípulos. Y el temor de un primer momento da paso a la alegría. Va a ser entonces cuando el Señor les dará el poder de perdonar los pecados, de ofrecer a los hombres la misericordia de Dios.

NOVENA ESTACIÓN.
JESÚS FORTALECE LA FE DE TOMÁS

Tomás no estaba con los demás apóstoles en el primer encuentro con Jesús resucitado. Ellos le han contado su experiencia gozosa, pero no se ha dejado convencer. Por eso el Señor, ahora se dirige a él para confirmar su fe.

DÉCIMA ESTACIÓN.
JESÚS RESUCITADO EN EL LAGO DE GALILEA

Los apóstoles han vuelto a su trabajo: a la pesca. Durante toda la noche se han esforzado, sin conseguir nada. Desde la orilla Jesús les invita a empezar de nuevo. Y la obediencia les otorga una muchedumbre de peces.

UNDÉCIMA ESTACIÓN.
JESÚS CONFIRMA A PEDRO EN EL AMOR

Jesús ha llevado aparte a Pedro porque quiere preguntarle por su amor. Quiere ponerlo al frente de la naciente Iglesia. Pedro, pescador de Galilea, va a convertirse en el Pastor de los que siguen al Señor.

DUODÉCIMA ESTACIÓN.
LA DESPEDIDA: JESÚS ENCARGA SU MISIÓN A LOS APÓSTOLES

Antes de dejar a sus discípulos el Señor les hace el encargo apostólico: la tarea de extender el Reino de Dios por todo el mundo, de hacer llegar a todos los rincones la Buena Noticia.

DÉCIMOTERCERA ESTACIÓN
JESÚS ASCIENDE AL CIELO

Cumplida su misión entre los hombres, Jesús asciende al cielo. Ha salido del Padre, ahora vuelve al Padre y está sentado a su derecha. Cristo glorioso está en el cielo, y desde allí habrá de venir como Juez de vivos y muertos.

DÉCIMOCUARTA ESTACIÓN
LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO EN PENTECOSTÉS

La promesa firme que Jesús ha hecho a sus discípulos es la de enviarles un Consolador. Cincuenta días después de la Resurrección, el Espíritu Santo se derrama sobre la Iglesia naciente para fortalecerla, confirmarla, santificarla.

 

Cristo ha resucitado. Verdaderamente ha resucitado.

ORACIÓN FINAL

Señor y Dios nuestro,
fuente de alegría y de esperanza,
estamos viviendo con tu Hijo los acontecimientos de su Resurrección y Ascensión hasta la venida del Espíritu Santo;
haz que la contemplación de estos misterios nos llene de tu gracia y nos capacite
para dar testimonio de Jesucristo
en medio del mundo. Amén.

 

Inclinamos la cabeza para recibir la bendición:

Los bendiga Dios Todopoderoso en este día solemne de Pascua, y que su misericordia los proteja de todo pecado. Amén

 

Y el que los ha redimido por la Resurrección de Jesucristo, los enriquezca con el premio de la vida eterna. Amén.

 

Y a todos ustedes, que al terminar los días de la Pasión del Señor celebran con gozo la Fiesta de la Resurrección, el Señor les conceda también alegrarse con el gozo de la felicidad y Pascua eterna. Amén.

 

Y la bendición de Dios Todopoderoso, Padre Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes, sobre sus familias, sobre su Iglesia y sobre su Pueblo… Amén.

 

(CANTO)

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