Cuarto Domingo de Pascua

Por: padre José Miguel González Martín

Palabra de Hoy
Palabra de Hoy

Domingo del Buen Pastor

Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones

8 de mayo de 2022

Yo te puesto como luz de los gentiles,
para que lleves la salvación hasta el confín de la tierra.

El Cordero los apacentará y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas.
Y Dios enjugará las lágrimas de sus ojos.

“Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco,
y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna”.

Lecturas

Primera Lectura

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 13, 14. 43–52

En aquellos días, Pablo y Bernabé continuaron desde Perge y llegaron a Antioquia de Pisidia. El sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento.

Muchos judíos y prosélitos adoradores de Dios siguieron a Pablo y Bernabé, que hablaban con ellos exhortándolos a perseverar fieles a la gracia de Dios.

El sábado siguiente, casi toda la ciudad acudió a oír la palabra del Señor. Al ver el gentío, los judíos se llenaron de envidia y respondían con blasfemias a las palabras de Pablo.
Entonces Pablo y Bernabé dijeron con toda valentía:

“Teníamos que anunciarles primero a ustedes la palabra de Dios; pero como la rechazan y no se consideran dignos de la vida eterna, sepan que nos dedicamos a los gentiles. Así nos lo ha mandado el Señor: ‘Yo te puesto como luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el confín de la tierra’”.

Cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron y alababan la palabra del Señor; y creyeron los que estaban destinados a la vida eterna.

La palabra del Señor se iba difundiendo por toda la región. Pero los judíos incitaron a las señoras distinguidas, adoradoras de Dios, y a los principales de la ciudad, provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé y los expulsaron del territorio.

Ellos sacudieron el polvo de los pies contra ellos y se fueron a Iconio. Los discípulos, por su parte, quedaron llenos de alegría y de Espíritu Santo.

Salmo

Sal 99, 2. 3. 5

R. Nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores. R.
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño. R.
“El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades”. R.

Segunda Lectura

Lectura del libro del Apocalipsis 7, 9. 14b-17

Yo, Juan, vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos.
Y uno de los ancianos me dijo:
“Estos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero.
Por eso están ante el trono de Dios, dándole culto día y noche en su templo.
El que se sienta en el trono acampará entre ellos.
Ya no pasarán hambre ni sed, no les hará daño el sol ni el bochorno. Porque el Cordero que está delante del trono los apacentará y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas.
Y Dios enjugará las lágrimas de sus ojos”.

Evangelio

Lectura del santo Evangelio según San Juan 10, 27-30

En aquel tiempo, dijo Jesús:
“Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano.
Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre.
Yo y el Padre somos uno”.

Comentario

Celebramos hoy el domingo del Buen Pastor, al cual se une la Jornada Mundial de Oración por la Vocaciones, cuando todavía resuenan los ecos de la noche de la Pascua en la que rememoramos la resurrección de Cristo. Ciertamente Jesucristo vivo y resucitado es el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas. De nuevo la figura e imagen, o mejor la persona de Cristo, reclama nuestra atención porque es el centro del mensaje de la Palabra de Dios de hoy.

El evangelio nos presenta a Jesús como el Buen Pastor. Su bondad radica en su opción libre de dar la vida por sus ovejas, es decir, por cada uno de nosotros. Somos tan importantes y valiosos para Él que nos da todo lo que tiene. Nos conoce por nuestro nombre y nos ama personalmente a cada uno; conoce lo bueno y lo no tan bueno, nuestras fortalezas y debilidades, nuestros logros y también nuestros fracasos. Nuestro reto siempre será dejarnos guiar por Él, convencidos de que no encontraremos nunca otro Pastor mejor que Él.

Él ha dado la vida y la sigue dando por las ovejas que ya conoce y que le conocen a Él; pero también por quienes no le conocen y pertenecen a otros rediles, ambientes, culturas, razas o religiones. A esos igualmente los tiene que atraer para que escuchen su voz y haya un solo Pastor y un solo rebaño. Y para esa tarea nos necesita. Nuestra sociedad necesita cambios y reformas para que se acerque más al proyecto de Dios, a la comunidad de hermanos y hermanas en la que nadie quede excluido o descartado, en la que todos quepamos dentro, siendo todos obreros y arquitectos del presente y del futuro. La pluralidad y la diversidad no empobrece, sino que enriquece, cuando la aceptamos y vivimos como una oportunidad más que como una dificultad.

Ciertamente, en un mundo tan plural y globalizado, en el que las relaciones entre pueblos, culturas y religiones se hacen cada vez más necesarias y frecuentes, parecería que lo más apropiado es respetar a cada uno en su credo y condición, sin inmiscuirnos en sus diferentes formas de entender la vida o la divinidad. Aun a sabiendas que la gracia de Dios actúa en el corazón de los hombres y de los pueblos más allá y por encima de las mediaciones ordinarias que Él mismo ha querido e instituido, nosotros no podemos dejar de anunciar explícitamente a Jesucristo como el Salvador de toda la humanidad. No podemos callarnos ni dejar de hablar de Él, porque, por un lado, Él nos lo pide; y también porque su Verdad es un fuego que nos quema dentro, una luz que ha de ser puesta en lo más alto para que alumbre a todos, una convicción de que su humanismo no ha sido superado por nadie y sirve para todos.

Por eso en el día de hoy oramos por las vocaciones en la Iglesia; por las de especial consagración, sacerdotales, religiosas o misioneras; pero también por el resto de vocaciones que, dentro de la Iglesia, se desarrollan como respuesta a la llamada de Dios a ser para Él y para los demás, en la familia, en el trabajo, en el servicio gratuito en favor de otros.

Pedimos al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies; que haya jóvenes que se planteen dejarlo todo por Jesucristo y por el Evangelio, en el sacerdocio, la vida consagrada o misionera. Pedimos al Señor, conscientes de que esta oración nos compromete a ofrecerle lo que somos y tenemos al servicio del Reino. ¿Cómo pedirle al Señor sin decirle: aquí estoy para lo que me necesites? Pedimos también por todos nuestros pastores… el Papa Francisco, nuestros obispos, nuestros sacerdotes… para que en todo momento y lugar reflejen el rostro amable y entregado del Buen Pastor, a quien hacen presente con su ministerio. Pedimos por nuestras familias y comunidades… para que en ellas oremos y crezcamos en la fe cristiana y, de esa manera, se conviertan en semilleros de nuevas vocaciones para la Iglesia. Pedimos especialmente por las Iglesias más pobres y necesitadas en lugares alejados o países con graves conflictos… para que no les falten los pastores que guíen y orienten al pueblo de Dios, celebrando la Eucaristía y los demás sacramentos, predicando la Palabra, escuchando el clamor de los que sufren, compartiendo sus dolores y penas, desgastando y arriesgando sus vidas, haciendo así visible y tangible el rostro amoroso de Jesucristo Buen Pastor.

Por último, recordamos que estamos comenzando el mes de mayo, el mes de María, el mes de las madres y de las flores. Madre es sinónimo de amor; la madre es quien primero nos ha amado como seres humanos, incluso antes de nacer, y a quien primero hemos amado y de quien hemos aprendido a amar. Hoy en Cuba, como en otros países de Latinoamérica, se celebra el día de la Madre. El domingo pasado lo celebramos en España. Muchos recordarán a las madres difuntas con un pensamiento y una oración. También felicitarán a sus mamás con algún obsequio, aunque sea humilde. Hay muchas formas de ser madres, pero todas ellas tienen un denominador y una expresión común. El denominador común es que encarnan, consciente o inconscientemente, el amor que Dios nos tiene a cada uno de nosotros por habernos creado, por ser sus hijos; y, efectivamente, cualquier verdadera madre expresa en sus sentimientos, gestos, palabras, sonrisas, acciones, trabajos, sacrificios… el amor paternal y maternal que Dios derrama sobre sus hijos e hijas a través de ellas.

Y por si en algún caso esto no fuera así, el Señor nos ha dejado a su Madre, a su propia mamá, para que sea madre de todos y cada uno. Madre con un rostro y nombre distinto en cada país o región. En Cuba es nuestra Madre de la Caridad… que significa amor. Amor con amor se paga. Que nunca nos olvidemos de nuestras madres. Que siempre recordemos que Dios, que es Amor, nos muestra su amor por medio de su Madre, también nuestra, María.

Oración

Himno del Buen Pastor

Pastor, que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño,
tú me hiciste cayado de este leño
en que tiendes los brazos poderosos.

Vuelve los ojos a mi fe piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguir empeño
tus dulces silbos y tus pies hermosos.

Oye, Pastor, que por amores mueres,
no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres,
espera, pues, y escucha mis cuidados.

Pero ¿cómo te digo que me esperes,
si estás, para esperar, los pies clavados? Amén.

Oración a la Madre
Madre, venimos del tumulto de la vida. El cansancio físico y anímico, el agobio por el futuro, las necesidades reales del presente, la desilusión ante el panorama que nos rodea, invaden todo nuestro ser.

No es nada fácil aceptar con paz todo lo que sucede a nuestro alrededor… las cosas en las que habíamos depositado tanta ilusión, nos decepcionan. Las personas a las que queremos y ayudamos, nos rechazan o intentan sacar provecho de nuestra bondad. Los proyectos de futuro se desvanecen. Las familias se rompen. La sociedad se disgrega.

Por eso venimos a ti, oh Madre, porque en cada uno de nosotros camina un niño inseguro. Pero junto a ti nos sentimos fuertes y confiados. Nos da mucho ánimo saber que tenemos una Madre como tú. Guiados por tu mano, apoyados en tu brazo, podemos retomar el camino de la vida cada día con nueva esperanza.

Renuévanos por completo para que consigamos ver lo hermoso de la vida. Levántanos para que podamos caminar sin miedo. Danos tu mano para que nunca nos apartemos de tu Hijo Jesús. Danos tu bendición para que nuestra presencia en el mundo sea siempre signo de paz y fraternidad. Amén.

Oración por las Madres

Padre de amor, que quisiste hacer a las mamás, colaboradoras tuyas en la hermosa tarea de la concepción y el cuidado de la vida de los seres humanos que con tanto amor creas cada día, escucha nuestra oración.

Te pedimos, Padre, por todas las mamás del mundo, para que tomen conciencia de la bella misión que les confiaste, y sepan cumplirla cabalmente, con amor y dedicación, alegría y esperanza, siguiendo el ejemplo de María, la Madre de Jesús, tu Hijo amado.

Fortalécelas con los dones de tu amor compasivo y misericordioso, para que puedan ser para sus hijos e hijas, verdaderas maestras y guías en el camino de la vida, y superando con paciencia y vigor, sus limitaciones y dificultades, les den siempre lo mejor de sí mismas con entusiasmo y generosidad.

Llena sus corazones con tu ternura, para que puedan secar con ella las lágrimas de sus hijos. Abrázalas fuerte, para que sean capaces de llevarlos con amorosa autoridad por el camino que conduce a Ti.

De una manera especial te pedimos, por aquellas mamás que, por diversas circunstancias, viven momentos de dificultad, y se sienten temerosas y sin fuerzas para seguir adelante.
Confiamos a tus manos de Padre a las mamás víctimas de la injusticia y la violencia, que, en cualquier lugar del mundo, huyen de sus hogares, para salvar su vida y la vida de sus hijos, con la esperanza de poder construir para ellos un futuro de paz y prosperidad.

A las mamás adolescentes que se ven sorprendidas por su precoz maternidad.
A las mamás de hijos enfermos o discapacitados que luchan por sacarlos adelante.
A las mamás de hijos difíciles.
A las que se sienten solas, a las que están enfermas, a las que viven en la pobreza,
a las que tienen miedo, a las que han sido abandonadas por sus esposos y compañeros,
a las que son ofendidas por sus hijos, a las que nadie reconoce sus muchos sacrificios,
a las que deben enfrentar cada día multitud de problemas que nosotros, en medio de la comodidad de nuestra vida, no logramos siquiera imaginar.
Bendice, Padre a todas las madres.
Bendice a las madres vivas y difuntas de quienes nos dirigimos a Ti.

Y bendícenos a todos nosotros con tu amor de Padre y Madre, que nos protege de todos los peligros, nos guía por el camino de la vida, nos cuida y fortalece, perdona nuestros pecados y sana nuestras miserias. Amén.

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