Homilía del cardenal Stella en la S.I. Catedral de Pinar del Río

Por: Cardenal Beniamino Stella

Cardenal Stella en la S.I. Catedral de Pinar del Río
Cardenal Stella en la S.I. Catedral de Pinar del Río

Queridos hermanos y hermanas:

Con gran alegría y gratitud he venido hasta esta bella tierra de los Mogotes de Viñales, del tabaco mundialmente conocido y, sobre todo, bella por la bondad de su gente, para celebrar los veinticinco años de la visita a Cuba del Santo Padre Juan Pablo II. Quiero, ante todo, saludar con afecto a su obispo, monseñor Juan de Dios Hernández y a cada uno de ustedes, sacerdotes, diáconos permanentes, religiosas, catequistas, misioneros, animadores de Cáritas y fieles laicos que se han congregado para esta liturgia de Acción de Gracias. Una plegaria hacemos por el querido monseñor Siro, celoso pastor, humilde y fiel, que nos acompañó en aquellos días de gracia de 1998.

Quiero manifestar mi cercanía y mi oración por todos los habitantes de esta región del país, quienes sufrieron en el pasado mes de septiembre las afectaciones de un devastador huracán que destruyó tantas viviendas, sembrados, infraestructura económica y social, y dañó algunos templos. Tendremos una súplica especial en esta Santa Misa por aquellos que todavía no logran recuperarse, material y psicológicamente, de tan fuerte impacto. Al mismo tiempo, damos gracias al Señor por la solidaridad y la caridad, que tanto dentro como fuera del país, se ha ido recibiendo para aliviar y paliar las consecuencias del paso del ciclón. Pediremos que no falte ni decaiga.

En esta Eucaristía somos invitados por el Señor a reflexionar y orar sobre la misión de la Iglesia. Tomando como punto de partida las lecturas proclamadas, podemos sintetizar la misión de la Iglesia en tres aspectos que se complementan: el anuncio, la santificación y la caridad.

Anuncio: el Señor Jesús, después de resucitar de entre los muertos, envió a sus discípulos al mundo entero y les encomendó el anuncio del Evangelio, de la Buena Noticia de la Salvación a toda criatura, sin exclusión. La Iglesia nació así, misionera, orientada al mundo. El Papa san Juan Pablo II era tan consciente de ello, que hizo de los viajes apostólicos a cada nación que pudo, una prioridad de su Pontificado. Él sabía que no todas las personas podían ir a verlo o encontrarlo en Roma. Por eso decidió ser él el que fuese a verlos y encontrarlos. Nos mostró que la Iglesia no vive para sí misma, sino para toda persona, porque la Iglesia tiene un don que comunicar a los hombres: que Jesucristo, el Señor ha vencido al mal y a la muerte. Al ser la segunda persona de la Trinidad, nos ha mostrado el verdadero rostro de Dios. Al ser hombre, nos ha mostrado el verdadero camino de una humanidad plena. Todo ser humano, incluso cuando no sea consciente de ello, busca saber qué significa ser hombre o mujer, qué sentido dar a su vida, a sus luchas, sus dolores y alegrías, sus fracasos y sus esperanzas. Jesucristo nos lo enseña y la Iglesia tiene la misión de hacerlo presente en cada tiempo y lugar. Por tanto, lo primero que esperan los pinareños y artemiseños de ustedes es el anuncio de esta noticia maravillosa. Y eso se lleva a cabo con el testimonio, la catequesis, el catecumenado de adultos, la formación en las casas de misión.

Santificación: Jesús ha querido también que su Iglesia, que es su Cuerpo presente en la historia, comunique no únicamente un anuncio, sino su propia vida, la vida del Eterno, la vida de Dios. Es lo que hace la Iglesia fundamentalmente, a través de los sacramentos. ¡Qué importante es ser conscientes de que, por medio de los signos sacramentales, nosotros participamos de la misma vida de Dios, la vida inmortal, la vida del Resucitado! De ahí la responsabilidad de cuidar bien las celebraciones del bautismo de los niños y de la eucaristía, sea la dominical o aquella que el pueblo sencillo frecuenta cuando viene a orar por sus difuntos. Al mismo tiempo, cobran gran valor los sacramentos del perdón y de la unción de los enfermos, donde el Señor nos cura y sostiene en las enfermedades del alma y del cuerpo. Por el sacramento del matrimonio los esposos pueden amarse fiel y generosamente, con el mismo amor con el que Cristo ha amado a la Iglesia, su esposa. Y por el sacramento del orden, el Señor asegura a su Iglesia la permanencia de su único pastoreo en el servicio de aquellos ministros que Él mismo ha elegido. En un mundo donde muchas veces la vida no es apreciada o donde tantos hermanos nuestros viven mal o sin esperanza, es hermoso saber que, como Iglesia, podemos recibir y compartir la Vida de aquel que dijo: “Yo he venido para que tengan Vida, y Vida en abundancia” (Jn 10,10).

Caridad: la Vida de un Dios que es Amor, no es otra cosa que amar. Testimoniar la presencia de Dios es, en la práctica, amar y servir. Ahí llega a plenitud lo que hemos acogido en el anuncio y celebrado en los sacramentos. Jesús se ha presentado en medio de los hombres como aquel que vino a servir, a lavar los pies, a curar y restaurar las heridas del pecado, a donarnos un corazón nuevo como el suyo. Como bien nos recuerda la parábola del juicio final en el Evangelio de Mateo, el Señor se atribuye como hecho a Él mismo, cualquier gesto de amor y de servicio que hayamos ofrecido en esta tierra a los hambrientos, los sedientos, los desnudos, los enfermos, los migrantes, los presos, los desvalidos (cf. Mt 25,31 y ss.). Por eso, es también misión de la Iglesia la caridad, la promoción de la justicia y de la dignidad de todo ser humano. Ustedes han dado un maravilloso testimonio de este servicio de amor a raíz del paso del huracán Ian, pero es verdad que habitualmente lo hacen a través de las Cáritas diocesana y parroquiales, y del estudio y promoción de la Doctrina Social de la Iglesia. San Juan Pablo II, en la misa que celebró en La Habana, hace veinticinco años, afirmó: “La Iglesia es maestra en humanidad. Por eso (…) presenta la cultura del amor y de la vida, devolviendo a la humanidad la esperanza en el poder transformador del amor vivido en la unidad querida por Cristo. Para ello hay que recorrer un camino de reconciliación, de diálogo y de acogida fraterna del prójimo, de todo prójimo. A esto se le puede llamar: el Evangelio social de la Iglesia”.

Iglesia de Dios en Pinar del Río: Recorran también en esta hora, llena de desafíos y pruebas, el camino hermoso del anuncio, de la santificación y del servicio en la caridad a sus hermanos. Pero recórranlo juntos, sinodalmente, pues he sabido que aquí tuvieron una linda experiencia de camino sinodal durante la fase diocesana. Dios ha bendecido a esta Iglesia con esa habitual y connatural vivencia de cercanía, participación y comunión, donde todos los miembros del Pueblo del Señor han discernido y orado juntos lo que el Espíritu les pide para ser fieles a la misión recibida del Maestro. A la Santísima Virgen de la Caridad del Cobre, a san Rosendo y a san Juan Pablo II pedimos la intercesión, para que este pueblo de Dios en Pinar del Río y Artemisa sea lo que el Señor sueña y espera de ustedes. Amén.

DIÓCESIS DE PINAR DEL RÍO Misa: Por la Evangelización de los Pueblos
S.I. CATEDRAL Prefacio: V C
26 de enero de 2023 1ª. lectura: Hechos 1, 3-8
  Salmo: 18. A toda la tierra alcanza…
  Evangelio: Mateo 28, 16-20

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