Misa por los cincuenta años de sacerdocio del cardenal Juan García

Por: Redacción Palabra Nueva

“Yo sin ustedes no soy nada”
 
A la cariñosa y alentadora solicitud que el obispo emérito de Ciego de Ávila, Mons. Mario Mestril, hiciera al actual arzobispo habanero, cardenal Juan García, para que permaneciera otros cincuenta años más de su vida como sacerdote, este respondió públicamente en la misa por sus Bodas de Oro, que estará dispuesto a continuar si el Pueblo de Dios lo acompaña, “porque yo sin ustedes no soy nada”, aseguró.
 
En una emotiva celebración, donde se reunieron obispos, fieles y religiosos, el cardenal y arzobispo de La Habana pidió perdón por las veces que en estos cincuenta años de pastor no ha celebrado misa y por las veces que ha defraudado a su Iglesia. Recordó que el veintiséis aniversario de su ordenación también lo celebró en La Habana, pero en aquella ocasión junto al hoy santo de la Iglesia, Papa Juan Pablo II, en su visita a Cuba.
 
Aseguró haber llegado a este aniversario por la gracia de Dios y la enseñanza de sus padres, quienes con su ejemplo, le mostraron las obras de misericordia, corporales y espirituales. Su camino hacia el sacerdocio estuvo marcado, primero, por su experiencia como monaguillo, siendo aún un niño, y luego, muy joven, repartiendo la comunión a los fieles, por la falta de sacerdotes en la Iglesia cubana de esos años.
 
Fue Mons. Adolfo Rodríguez Herrera, su obispo y hoy Siervo de la Iglesia, quien le preguntó si quería ser sacerdote, y fue también él, quien el 25 de enero de 1972, lo ordenó en la Iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria, en Morón, actual diócesis y provincia de Ciego de Ávila.
 
Los gozos vividos durante sus primeros años de sacerdocio en localidades como Piedrecitas, Cunagua, Céspedes y Morón, se renuevan cada día cuando siente el tañer de campanas de la parroquia más cercana al arzobispado de La Habana, donde actualmente reside, según aseguró en su homilía, en la que evocó también sus años en la Vicaría de Ciego-Morón, cuando los sacerdotes vivían su vida de fe a imagen de aquella comunidad primitiva que se narra en los Hechos de los apóstoles. “Éramos una familia de sacerdotes, de hermanos…”, afirmó.
 
Los gestos de misioneros, de matrimonios, de jóvenes que se han mantenido fieles a la Iglesia a pesar de las persecuciones, lo han ayudado en su camino como pastor; también lo han hecho algunos sacerdotes ejemplares, en especial aquellos que visitan a los enfermos y a los presos. Y recordó entonces la atención y cercanía que la Iglesia mostró a su familia en los difíciles años en que su padre fue preso político, condición en la que murió de un infarto.
 
Reconoció no solo sentirse padre de las monjas, también hijo y hermano de ellas, a quienes tiene como “ejemplo de esperanza”.
 
Uno de los momentos más emotivos de la misa fue la lectura de un mensaje enviado al cardenal por el Papa Francisco, quien recordó aquellas cualidades que motivaron la entrada del padre Juan al colegio cardenalicio.
 
Varios regalos, pero sobre todo la cercanía de los fieles que esperaron para saludarlo al final de la misa, mostraron cuán querido es el actual cardenal cubano, quien se caracteriza por su humildad y entrega.
 
📸 Jesús Navarro Rodríguez

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