Sexto Domingo de Pascua

Por: padre José Miguel González Martín

Palabra de Hoy
Palabra de Hoy

22 de mayo de 2022

Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros,
no imponerles más cargas que las indispensables.

El Señor, Dios todopoderoso, es su santuario, y también el Cordero…
la gloria del Señor la ilumina, y su lámpara es el Cordero.

“El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará,
y vendremos a él y haremos morada en él”.

Lecturas

Primera Lectura

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 15, 1-2. 22-29

En aquellos días, unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban conforme al uso de Moisés, no podían salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más de entre ellos subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre esta controversia.
Entonces los apóstoles y los presbíteros con toda la Iglesia acordaron elegir a algunos de ellos para mandarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas llamado Barsabás y a Silas, miembros eminentes entre los hermanos, y enviaron por medio de ellos esta carta:
“Los apóstoles y los presbíteros hermanos saludan a los hermanos de Antioquía, Siria y Cilicia provenientes de la gentilidad.
Habiéndonos enterado de que algunos de aquí, sin encargo nuestro, los han alborotado con sus palabras, desconcertando sus ánimos, hemos decidido, por unanimidad, elegir a algunos y enviarlos con nuestros queridos Bernabé y Pablo, hombres que han entregado su vida al nombre de nuestro Señor Jesucristo. Mandamos, pues, a Silas y a Judas, que les referirán de palabra lo que sigue: Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponerles más cargas que las indispensables: que se abstengan de carne sacrificada a los ídolos, de sangre, de animales estrangulados y de uniones ilegítimas. Harán bien en apartarse de todo esto. Saludos”.

Salmo

Sal 66, 2-3. 5. 6 y 8

R/. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Que Dios tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación. R/.
Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia,
y gobiernas las naciones de la tierra. R/.
Oh, Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga; que le teman todos los confines de la tierra. R/.

Segunda Lectura

Lectura del Libro del Apocalipsis 21, 10-14. 22-23

El ángel me llevó en espíritu a un monte grande y elevado, y me mostró la ciudad santa de Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios, y tenía la gloria de Dios; su resplandor era semejante a una piedra muy preciosa, como piedra de jaspe cristalino. Tenía una muralla grande y elevada, tenía doce puertas y sobre las puertas doce ángeles y nombres grabados que son las doce tribus de Israel.
Al oriente tres puertas, al norte tres puertas, al sur tres puertas, al poniente tres puertas, y la muralla de la ciudad tenía doce cimientos y sobre ellos los nombres de los doce apóstoles del Cordero.
Y en ella no vi santuario, pues el Señor, Dios todopoderoso, es su santuario, y también el Cordero.
Y la ciudad no necesita del sol ni de la luna que la alumbre, pues la gloria del Señor la ilumina, y su lámpara es el Cordero.

Evangelio

Lectura del santo Evangelio según San Juan 14, 23-29

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
“El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.
El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Les he hablado de esto ahora que estoy a su lado, pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien les enseñe todo y les vaya recordando todo lo que les he dicho.
La paz les dejo, mi paz les doy; no se la doy yo como la da el mundo. Que no se turbe su corazón ni se acobarde. Me han oído decir: ‘Me voy y vuelvo a su lado’. Si me amaran, se alegrarían de que vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo. Se lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda crean”.

Comentario

En la Palabra de Dios de hoy aparece un nuevo protagonista que, quizás hasta ahora, en este tiempo pascual, nos había pasado desapercibido: el Espíritu Santo, que fue guiando constantemente a los primeros cristianos para el crecimiento de la Iglesia. En este libro de los Hechos de los Apóstoles, que el Papa Francisco llama libro de cabecera de los discípulos misioneros, es el Espíritu Santo el agente principal de la misión. Las dificultades que tuvieron los apóstoles para aquilatar la identidad propia del cristianismo frente a las tradiciones judías, los recelos, los obstáculos, las persecuciones, incluso las contradicciones internas, fueron siendo superadas poco a poco desde la humildad y la docilidad al Espíritu Santo.

El cristianismo surgió en el ámbito religioso del judaísmo. Jesús era judío. Los primeros cristianos todos eran judíos. Y en los primeros pasos de la Iglesia todavía no eran capaces de tomar distancia de las prácticas religiosas judías, como por ejemplo la circuncisión, que para ellos era tan importante. Jesucristo inauguró un nuevo modo de relación con Dios, de religión, que va más allá de las prácticas y tradiciones, que se apoya por encima de todo en la intención del corazón, en la recta conciencia, en la hondura del espíritu, en la sana libertad de los hijos de Dios. También a nosotros el Señor nos sugiere, a través de la Palabra de hoy, renovarnos en esta dirección. La religión nunca puede ser una carga sino todo lo contrario, una liberación. Lo cual no significa que todo valga, o que todo esté permitido. Pero lo importante no es lo que se ve o se cuantifica. En palabras de un autor conocido: “Lo esencial es invisible a los ojos”. Y solo Dios, Padre bueno, conoce lo profundo del corazón y de las conciencias.

Nunca faltarán controversias en nuestra vida y en la vida de la Iglesia, acompañadas de enfrentamientos, altercados, incluso divisiones tantas veces tan innecesarias como inútiles. Que nunca nos falte la apertura a su Espíritu, al Espíritu Santo, que con su sabiduría guía nuestros pasos por caminos insospechados, por valles a veces oscuros y tenebrosos, por enrevesados laberintos, de los cuales sólo Él sabe y puede sacarnos.

Dios Padre es espíritu, libre como el viento, diáfano como la luz, cristalino como el agua, radiante como el sol, que se nos comunica por medio de Jesucristo su Hijo, el Cordero degollado, que es su lámpara y su santuario. En Cristo nos encontramos con el Dios vivo y verdadero que existe desde siempre, que nos ha dado la vida para siempre y que nos espera al final de nuestros días terrenos.
Ambos, Padre e Hijo, han entrado en la historia de la humanidad para siempre por medio de la Encarnación del Verbo. Y quieren entrar en la historia de cada uno de nosotros, hacer morada, vivir en nuestro corazón, cambiar y enriquecer nuestro ser y existir. Que su Espíritu se funda con el nuestro, el de cada uno, en un abrazo de paz, de obediencia a sus mandatos, de alegría y valentía, de fe y esperanza.

Oración

Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno.
AMÉN.

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