¿Por qué te fuiste de Cuba?

Por: Redacción de Palabra Nueva

Vivir en Cuba
Vivir en Cuba

A continuación publicamos las respuestas de una profesional de alta calificación, máster en Bioquímica, que reside en Canadá. Prefiere no decir su nombre pues, además de que conserva familiares en nuestro país, todavía hay un miedo “que no se cura”, según sus propias palabras. Para quienes la lean, pidió ser identificada como Mariposa.

¿Por qué te fuiste de Cuba?

“Razones hay muchas, aunque la razón principal fue darles un mejor futuro a mis hijos y porque no quería que crecieran en Cuba. Ya había muchas cosas que no me gustaban o no estaba de acuerdo; cosas que no quería que ellos vivieran o sufrieran.

”Yo nunca pensé en irme, sin embargo, fue una pregunta vigente desde el primer momento con mi esposo. Cuando decidimos comenzar un proyecto de vida juntos y nos casamos, recuerdo que él me preguntó, ¿cuál es el plan?, ¿irnos o vivir aquí lo más dignamente posible? A lo que yo respondí categóricamente: yo no quiero irme. Aún era idealista o tenía alguna esperanza de que aquello pudiera cambiar. Yo tuve la suerte de ir a trabajar y vivir cuatro meses y medio en un país del primer mundo. Cuando regresé a Cuba, la noche que regresé, no se me olvida, tuve una sensación incomparable. Pensé: yo estoy siendo castigada por algo que no hice.

”Poco tiempo después, salí embarazada por segunda vez y decidimos que debíamos irnos; que ese no era el país donde queríamos que crecieran nuestros hijos. Podría decir que no estaba tan mal, comparada con otras personas, pero después de vivir en el extranjero y conocer el mundo real, el mundo surreal de Cuba te asfixia. Hay tantas cosas que están mal y que sabes que no puedes arreglar y que no van a cambiar en muchos años. Recuerdo que una vez le dije a un amigo al respecto: ‘cincuenta años en la vida de un país no es nada, pero para una persona es toda la vida’. Por eso yo decidí vivir la mía y la de mi familia lo mejor posible”.

¿Cuándo y cómo saliste de Cuba?

“Salí de Cuba definitivamente el 21 de mayo del 2015. Poco tiempo después de regresar de mi viaje al extranjero y decidir emigrar, me enteré gracias a un amigo de que existía el proceso de emigración de trabajadores calificados para Canadá, específicamente para Quebec. Con él me informé de todo lo que debía hacer, los documentos y los trámites necesarios, porque salir de Cuba no es una tarea fácil. Lo primero era cambiar de trabajo, pues yo trabajaba para el Consejo de Estado, en un centro de investigación, y ellos no te autorizaban la salida. En aquel entonces todavía existía la carta blanca o permiso de salida. Por suerte, cuando me fui ya no, por lo que no tuve que pedir ningún permiso.
”Mi profesión en ese entonces era una de las más solicitadas, por lo que me daba una gran ventaja, pero no era suficiente, tuve que estudiar francés. Me matriculé en la Alianza Francesa de La Habana, pero necesitaba alcanzar un nivel alto en francés lo antes posible para hacer los exámenes y poder aplicar al programa de emigración. Por tanto, contraté a un profesor particular para que me entrenara para el examen. Logré en seis meses presentarme a esa prueba y obtener el nivel que necesitaba para aplicar al proceso. No fue fácil, yo estaba recién parida y, gracias a que estaba de licencia de maternidad, estudiaba todo el tiempo y mi familia me ayudaba con los niños.
”Después de eso, tuve que reunir los papeles, que en Cuba es un trabajo arduo. Necesitaba certificaciones de matrimonio, de nacimientos, los títulos académicos, las traducciones de los documentos, en fin… Finalmente, debía llenar todos los formularios, completar todo el dossier y enviarlo. Y después esperar. Nosotros tuvimos suerte, en dos años recibimos la visa canadiense como residentes permanentes. Pero hay muchos otros que estuvieron en la misma época que nosotros en el proceso y se demoraron cuatro, cinco años, o más, y algunos todavía están en Cuba”.

¿Qué te aportó, o no, esa ida en lo personal y profesional?

“Me aportó, sobre todo, la libertad de decidir qué hacer con mi vida, cuándo, cómo y dónde quiero vivir mi vida. Me dio la libertad de poder hacer planes y no solo sobrevivir el día a día. Personalmente, me ayudó a crecer como persona, a madurar. La emigración es dura. Yo soy una persona que se adapta fácilmente a cualquier lugar, no soy de extrañar en exceso, pero igual es difícil. Materialmente tienes lo necesario, y más, para vivir aquí donde vivo, lo básico como dice la gente. Pero también puedes soñar con tener todo lo que desees y lograrlo si te planificas bien. Solo con tu esfuerzo puedes ser rico (que a pesar de que siempre nos han metido en la cabeza que es malo, no lo es), si haces bien las cosas. Personalmente, me enseñó a agradecer cada día a la vida por estar en este nuevo país, a disfrutar de cada instante, a sacar experiencias y enseñanzas de lo ‘malo’ y a deleitarse con las cosas buenas de esta vida, que son muchas.
”Profesionalmente, me trajo nuevos retos. Logré insertarme en mi medio, lo cual es bien difícil para los emigrados. Pude hacer una maestría, casi completamente pagada por el gobierno de Canadá, y luego trabajar en mi ramo. He podido continuar trabajando en la investigación y desarrollo en la industria farmacéutica. Al mismo tiempo, he podido explorar otros horizontes. Ahora también soy consejera en seguridad financiera. Es una nueva carrera que me permitió conocer mejor cómo funcionaba el sistema acá, cómo funcionan realmente los bancos, las tarjetas de crédito, en fin… Se trataba de un mundo desconocido para mí, más viniendo de Cuba. Me permitió aprender a manejar mis finanzas personales y poder hacer realidad mis sueños y los de mi familia”.

¿Qué consideras que ganaste en ese proceso? ¿Qué perdiste?

“Como te decía, gané la libertad antes que todo. Ya sé que la palabra libertad es muy amplia, pero es lo primero que me viene a la mente. Maduré y crecí como persona. Aprendí a ser más tolerante, y, a la vez, a pensar más en mí. Gané la felicidad de mi familia; creo que somos una familia bien unida y feliz. Gané tranquilidad y mucha. Vivo en un país donde no tengo que preocuparme por las necesidades básicas; donde puedo planificar mis vacaciones de verdad; donde puedo viajar; donde con mi trabajo puedo mantener a mi familia de manera honrada; donde puedo trazarme metas y cumplirlas; donde puedo ver a mis hijos crecer libres. A ellos puedo decirles, con la mayor confianza del mundo, que ellos podrán ser lo que quieran ser, que podrán estudiar y vivir donde quieran, en cualquier parte del mundo y no por eso serán tratados de desertores u otro calificativo absurdo.

”¿Qué perdí? Perdí la inocencia, perdí la ingenuidad, perdí el idealismo. Fuera de eso, todo lo demás ha sido ganancia, tanto de las cosas buenas, como de las malas. Extraño el calor de la gente en cierto sentido. Acá la gente es más fría, por así decirlo; es solidaria, pero a su manera. Saludar con besos y abrazos, sucede solo en reuniones con latinos. Eso me falta”.

¿Qué dejaste atrás?

“Dejé atrás a mi mama y a mi hermana, a mi mejor amiga, a algunos amigos (aunque no tantos, porque la mayoría ya se habían o se han ido de Cuba). Dejé parte de mi familia, porque la otra también ha emigrado”.

¿Qué haría falta para que volvieras a Cuba? (Si es que volverías bajo alguna condición).

“Si te refieres a vivir permanente, nada. No creo que vuelva a vivir en Cuba; tendrían que cambiar demasiadas cosas. Entre las cosas que no me gustaban en Cuba era la vulgaridad constante, eso que llamamos ‘el cubaneo’. No creo que, aunque Cuba cambie para una Cuba democrática y con derechos, eso cambie. De visita tal vez iría, pero después de los últimos acontecimientos, no creo que lo haga por bastante tiempo. Para eso haría falta no sentir miedo de que algo me pudiera pasar; miedo de que no me dejaran regresar a mi país actual, del que también soy ciudadana; no tener miedo de que se lleven a mi hijo al servicio militar, aunque no sea residente cubano y sea ciudadano canadiense. Tendría que poder usar mi pasaporte canadiense y no obligatoriamente el cubano… En fin, no creo que Cuba esté en mis opciones futuras”.

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