Father Alberto Reyes Pías: “A new Cuba, without truth or goodness, has no future”

Por: Xavier Carbonell, presidente de SIGNIS Cuba

Father Alberto Reyes
Father Alberto Reyes

No le tiembla la voz cuando habla de Cuba, cuando escribe crónicas, mensajes, libros enteros sobre la isla y sus dolores. Su camino, sin dejar de ser hondamente humano, es el camino de Dios. Por eso, con el padre Alberto Reyes, sobran las biografías y explicaciones: es un cura, un hombre que se ocupa de cuidar a los suyos y devolverles la capacidad de hablar, denunciar, razonar. Su “Historia de una resistencia”, donde repasa las fuentes de su vocación sacerdotal en el contexto cubano, es uno de los libros más leídos por los jóvenes, a pesar de que se le encuentra con suma dificultad en bibliotecas eclesiales y colecciones privadas. Con brevedad y énfasis, ha tenido a bien responder estas preguntas para SIGNIS-Cuba.

Querido Padre, parece que el oficio de profeta siempre viene acompañado de un naufragio. En ese inventario de marinos pueden encuadrarse Jonás, Pablo de Tarso e incluso, salvando las distancias, Robinson Crusoe y Lemuel Gulliver. Todos comparten el fervor por una visión del futuro, su anuncio contra todo riesgo, y el descalabro en una isla que, a menudo, no quiere o no puede escuchar. Si su vida fuera una de estas ficciones, ¿qué episodios de profetismo, aventura o naufragio consideraría más significativos?

“Yo diría que el oficio de profeta viene más bien acompañado de tormentas, donde puede haber naufragios o no, pero tormentas sí, siempre. Mirando las ficciones que propones, para mí lo más significativo es que, en ningún caso, hay rendición. Todos pasan por dificultades, trabajos y angustias, pero siguen adelante, y son capaces de mantener viva la esperanza”.

Usted es un compañero incansable de los jóvenes. Dentro de diez o veinte años, usted verá cómo esos muchachos a los que acompañó cumplen el rol que les toque en la república del futuro. ¿Qué consejo les daría contra la repetición, la corrupción, la falta de ideales, la deshonestidad?

“Les diría que aprendan a ser fieles a la verdad y al bien, sean cuales sean los precios que esa fidelidad tenga que pagar. Una Cuba nueva sin verdad y sin bondad no tiene futuro”.

El cubano, hombre de analogías y dobles sentidos, busca en su variante más seria un ejemplo en la historia para contrastarse. ¿Dónde encontrar ese arquetipo que nos ilumine? ¿En la España después de 1976? ¿En las antiguas repúblicas soviéticas luego de 1989? ¿Qué se puede sacar de aplicable al caso cubano en todo aquello?

“Para decir lo que podemos sacar de aplicable, yo tomaría prestadas las palabras de Monseñor Adolfo cuando dijo que ‘el odio no puede ser más fuerte que el amor, el mal no puede ser más fuerte que el bien, la oscuridad no puede ser más fuerte que la luz, la mentira no puede ser más fuerte que la verdad, la muerte no puede ser más fuerte que la vida’. Lo aplicable desde otras experiencias es que los momentos oscuros de la historia siempre terminan, y triunfa la luz.

“El mejor arquetipo para una nueva sociedad es Cristo y su Evangelio. Lo digo con una imagen del final de una película rusa de después del cambio. Se trata de una señora que le pregunta a un joven: ‘¿Esta es la calle que lleva a la Iglesia?’ A lo que el joven responde: ‘No, señora, esta calle no lleva a la Iglesia’. La señora insiste: ‘¿Seguro que esta no es la calle que conduce a la Iglesia?’ Y el joven le asegura: ‘No, señora, esta calle no lleva a ninguna Iglesia’. Ante esta respuesta enfática, la señora se encoge de hombros y dice: ‘Pues si esta calle no conduce a la Iglesia, no conduce a ningún lugar'”.

De un lado los burócratas grises; del otro, poca seriedad y poder de convocatoria; por aquí, un periodista chilla su versión del asunto; por allá, entre turbantes y brillantina, otro dice lo suyo. Parece que solo hay guías, próceres y padres en los polvorientos libros de historia ¿Por qué no hemos generado un liderazgo creíble? ¿Qué sucedió para que, ni de un bando ni de otro, pueda decirse: “este es un hombre justo, digno y decente, a quien puedo seguir”?

“Un liderazgo creíble nace cuando una persona ha aprendido a amar unos valores: la verdad, la justicia, la honestidad, la libertad… En Cuba llevamos décadas donde el único valor indiscutible ha sido la fidelidad a la ‘Revolución’, lo demás no ha importado. Eso por un lado, y por otro, el hecho de que cada vez que una persona ha enarbolado esos valores y se ha contrapuesto, evidentemente, a un sistema que se basa en la mentira, en el sometimiento y la manipulación, ha sido barrida, hostigada, desterrada… Y eso ha hecho que lo mejor de nuestro pueblo haya terminado emigrando o sometiéndose al miedo”.

¿Dónde estaba usted durante los sucesos del 11J? ¿Qué sintió o intuyó? ¿Qué siente aún con todo aquello?

“Cuando ocurrieron los sucesos del 11J yo hacía dos días que acababa de llegar a Miami para una visita temporal. Sentí mucha esperanza en la posibilidad de un cambio real en mi isla, y el miedo de que, al no existir un liderazgo y al producirse una represión tan brutal, el miedo y la desesperanza volvieran a hacer presa en la gente y todo este deseo de libertad quedara pospuesto una vez más. Esas dos sensaciones se mantienen aún ahora. Quiero creer que por fin mi pueblo será capaz de hacer oír su voz profunda, su deseo claro de libertad, y me da miedo que la siembra del terror que se ha hecho y que se sigue haciendo logren silenciar el alma desesperada de mi pueblo”.

Las islas a menudo se dejan seducir, y es dable que el profeta se convierta en fundador, y el náufrago se encariñe con la tierra y pueda llamarla hogar, patria incluso. Cuando la utopía se encarne y la palabra anunciada se cumpla, ¿cómo será la Cuba futura? ¿Se alzarán las anclas y seguirá el viaje?

“El paraíso no es de este mundo. La Cuba del futuro no será perfecta. Como decía también Monseñor Adolfo, ‘las cruces no se acaban, se cambian’, y un país siempre tendrá retos, problemas y males, porque el pecado habita en el ser humano y sería ingenuo pensar que en la Cuba del futuro no habrá corrupción, mentiras o violencias. La lucha por mejorar la sociedad es eterna, pero la cuestión está en el grado de las cosas. Yo no sueño una Cuba perfecta, pero sí una Cuba de muchos más y muchos menos. Más libertad, más justicia, más verdad, más posibilidades, más humanidad…, y menos sufrimientos inútiles, menos opresión, menos manipulación, menos mentiras.

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