El primer cementerio de rango: una historia desconocida

Para cualquier ciudad o pueblo la historia de su cementerio es importante. Este siempre ha tenido valores agregados, desde aspectos inherentes a la salubridad hasta cuestiones culturales. En el caso de los cementerios de La Habana no ha sido diferente. Cuando se habla de ellos, inmediatamente se piensa en el Cementerio General de San Lázaro, más conocido como el de Espada y en el de Colón, uno de los más reconocidos a nivel mundial por su riqueza patrimonial. Ambos han alcanzado mayor notoriedad también debido al hecho de haber sido necrópolis generales. Mas no fueron los únicos que existieron en la capital en tiempos coloniales. Entre 1817 y 1894 se fundaron el cementerio del Cerro (1817), el de Los Ingleses (1832), Los Molinos (1833), Atarés (1850), el provincial de San Antonio Chiquito (1868), el Bautista (1887) y el de Los Chinos (1894), por citar solo algunos ejemplos del siglo xix, período que nos ocupa.
Ciento veinticuatro años antes que todos los cementerios mencionados, ya había uno en La Habana. Fue el primero, el que más tiempo brindó sus servicios, el adelantado en todos los aspectos. Era el Cementerio de Jesús del Monte. Hoy nos adentraremos en los recovecos históricos más generales por los que transitó esta necrópolis al sur de la ciudad para develar una verdad importante, que puede hasta deshacer mitos establecidos.

El Cementerio de Jesús del Monte
No debe haber duda alguna de la existencia temprana de un cementerio formal en Jesús del Monte, territorio de extramuros de La Habana. En 1689 se erigió la ermita El Buen Pastor de Jesús del Monte, por iniciativa del obispo Diego Evelino de Compostela. Visto desde hoy, la existencia de un cementerio pudiera parecer normal, pero según la costumbre de esa época, no lo era. En este caso, el hecho fundacional fue motor impulsor de múltiples cuestiones en la jurisdicción, entre ellas el surgimiento del camposanto local, en tiempos en que se enterraba en el interior de las iglesias, este fue un hecho raro. Cuando alguien no recibía sepultura en suelo santo por algún motivo, los familiares debían dar cuenta obligatoriamente a la iglesia del fallecimiento, al año exhumar y llevar los restos mortales para alguna de ellas. Eso era una disposición sinodal, se puede decir que era ley de época: “y luego que mueran estos, en distancias de dichas cuatro leguas, den cuenta á los jueces eclesiásticos y curas de las parroquias de la parte y lugar donde los enterraron, para que pasado el año se les dé sepultura eclesiástica […] lleven los huesos a dichas parroquias para este efecto, y paguen á los curas sus derechos parroquiales”.1 Esto, textualmente, era lo que estaba establecido y había que cumplirlo. El propio obispo Compostela diseñó el orden de los entierros dentro de los templos.
La existencia de un cementerio en Jesús del Monte era totalmente atípica. Se desconoce si fue una iniciativa parroquial, algo poco probable, o una disposición del mitrado, lo que se sabe es que era del conocimiento de este.

Primeras referencias
En el libro primero, de baraja,2 del importante archivo parroquial, se encuentra un asiento de enterramiento fechado el día 24 de noviembre de 1693 que expresa: “En la estancia del barrio de Arroyo Apolo jurisdicción de esta iglesia ayuda de parroquia de Jesús del Monte, perteneciente a Juan del Pozo [ilegible] enterramos [ilegible] llamada María de nación arará esclava del susodicho [ilegible] sepultada en el cementerio nuevo de esta iglesia [ilegible] de una misa rezada de cuerpo presente [ilegible] en veinte y cuatro de noviembre de 1693 y lo firmé =Manuel Rodríguez Casanova”.3 Existe otro en la sección de entierros de españoles, con fecha 16 de diciembre de 1693 que certifica el entierro de una niña llamada María, hija de Diego Díaz y María Carminati. Estos dos registros demuestran la existencia de un cementerio formal en el lugar. En ninguno de los dos casos se cita el sitio exacto donde estaba ubicado, pero debió ser en los alrededores de la rudimentaria iglesia o en algún lugar de la loma de Jesús del Monte.
Ambos asientos son muy importantes por más de una razón, pero la que nos interesa es la que expresa que, ambos cuerpos fueron enterrados: “en el cementerio nuevo de la iglesia”. Este es un testimonio muy valioso, además, también se tiene la seguridad de que en Jesús del Monte jamás se enterró dentro del templo. La ermita primero fue un bohío y luego se construyó de piedra y tejas. En este momento fue que comenzaron a aparecer las primeras notificaciones de entierros en el cementerio.
Sobre este camposanto no hay muchos más datos, pero los libros del archivo ratifican que se continuó enterrando y siempre se especificaba textualmente que se hacía: “en el cementerio de esta ayuda de parroquia”. Aunque esto fuera una fórmula exigida, si se decía categóricamente así, es porque así era. Todo confirma la existencia de un cementerio perfectamente configurado, subordinado a una iglesia y que era del conocimiento de la jerarquía eclesiástica. En la época esto no era normal, algo funcionaba diferente allí. Quizás se permitió por ser la iglesia ayuda de la Parroquial Mayor en un amplio y distante territorio rural. En la Parroquial sí existía un osario a cielo abierto para los casos que especificaba la disposición sinodal, pero un individuo de la jurisdicción de Jesús del Monte tenía que recorrer una gran distancia para llegar hasta ella.

Un extraño cementerio
Se sabe también de la existencia de un cementerio llamado “de madera”.4 No existen referencias tampoco sobre el lugar donde se encontraba ubicado, aunque todo inclina a pensar, por determinadas citas, descubrimientos arqueológicos y por los análisis que se han realizado, que se hallaba en la falda o la base de la loma y no junto al otro cementerio. Siempre se hacía notar la direccionalidad del enterramiento para diferenciar los sitios y hasta la clase social del fallecido. Inequívocamente era para personas muy pobres, fueran estos blancos, negros o esclavos. En el archivo no es difícil encontrar un asiento de entierro donde el beneficiado5 aclaraba que el individuo había sido enterrado en el de madera por acto de caridad.
De este otro huerto del señor no existen muchos más datos que las referencias a él cuando se enterraba a alguna persona y una nota de 1846, después de pasado el temporal San Francisco de Borjas:6 “el cementerio y atrio se han caído casi todos los muros, el otro cementerio de madera se ha caído”.7

Nuevas etapas de desarrollo
del Cementerio de Jesús del Monte
Cuando el obispo Espada comienza a dar los primeros pasos para la consolidación de un cementerio general en la ciudad y se emiten las primeras Órdenes Reales en la metrópoli que regularían el funcionamiento de estos sitios, se suprimieron en la Isla los enterramientos dentro de los templos como medida sanitaria, pero hubo que forzar la implementación y uso de los cementerios. Era algo nuevo en Cuba, aquí las personas estuvieron siglos haciendo otra cosa que ya era tradición y obligación. Nadie piense que fue un proceso simple. Hubo que convencer, explicar, exhortar, romper tradiciones e incluso, fue preciso reglamentar. En este esfuerzo participaron figuras notables como Tomás Romay.
El Cementerio de Jesús del Monte continuó dan-do servicio normalmente, cumplía con todos los requerimientos que se exigían para hacerlo, por tanto, superó y resistió el embate de las fuerzas a favor del proyecto de cementerio general. Se encontraba a una legua de la ciudad en un lugar alto, se enterraba en la tierra, era a cielo abierto, no producía contaminación al aire, no existía el peligro de filtraciones contaminantes a las aguas, se exhumaba ahora a los dos años como mínimo, ya tenía bóvedas de familias y era controlado y administrado por la Iglesia. Estas eran las normativas de la Corona y él las cumplía. De todo ello existen pruebas. El proyecto del obispo Espada no fue el primero, como muchas veces se afirma, anteriormente la Sociedad Económica había promovido uno, incluso se comenzaron los trabajos constructivos en terrenos próximos a la zona del Arsenal, pero se desistió a favor del proyecto de Espada que también era miembro de número de la Sociedad.
En ese período comienzan a aparecer en los libros de la parroquia referencias sobre enterramientos en el cementerio del atrio.8 Esto pudiera parecer un dato inocuo, pero no lo es. Se quería hacer notar el hecho de manera puntual, para que no fuera entendido el sitio como un simple lugar de enterramientos. Era un verdadero cementerio y así se debía considerar. Esto facilitó la investigación, pues indicó, por primera vez, el lugar donde se encontraba ubicado.

¿Dónde estaba el atrio?
Lo que resultó conveniente, se convirtió inmediata-mente en una gran incógnita que había que descifrar. Para ello, hubo que acudir a la utilización de otros métodos y herramientas investigativas fuera del archivo. Fue preciso recurrir a técnicas de antropología gráfica o visual. Se utilizaron los grabados de época donde aparece la iglesia. Se revisaron los planos de planta que se conservan en el Archivo Diocesano del Arzobispado de La Habana y hubo que hacer análisis y levantamientos por ingeniería inversa9 en el área que ocupa la iglesia actual. Conociendo lo que hay y lo que queda de la vieja iglesia, que es bastante en el caso de Jesús del Monte, se podía llegar a determinar el lugar, dentro del área, donde se ubicaba el objeto de inmueble que buscábamos.
Las evidencias recolectadas develaron el sitio donde se hallaba el famoso atrio. Este solo pudo estar en el espacio existente entre la torre lateral de la época y la capilla izquierda del templo.
En las imágenes de época, este espacio aparenta ser muy reducido, pero no es así físicamente si lo apreciamos hoy. Hay que tener en consideración también que el templo actual ocupa una parte de este antiguo terreno. No debemos olvidar que el Cementerio de Jesús del Monte era una necrópolis local y que sus dimensiones respondían a las necesidades del territorio.

Puntos cumbres para el camposanto
La ciudad y su periferia fueron azotadas por una epidemia devastadora de cólera en el año 1833 que provocó gran mortalidad. El cementerio general, que nunca fue gran cosa, prácticamente colapsó. Fue necesario abrir algunos sitios de enterramientos provisionales que permitieran asumir la carencia de facilidades para esa finalidad. El de Jesús del Monte cubrió las demandas del territorio y determinado número de desvíos procedentes del cementerio general. Según datos aportados por José Antonio Saco10 y Ramón de La Sagra,11 verificados todos en los libros de entierro del archivo parroquial, se le dio cristiana sepultura a 147 individuos fallecidos debido a la epidemia y a todos aquellos que murieron en la zona por otras razones, sin ningún tipo de contrariedad, lo que demuestra la capacidad y operatividad del cementerio local.
En 1846, La Habana fue castigada por el ciclón San Francisco de Borjas. La iglesia sufrió notables daños, pero el cementerio quedó casi destruido. Se solicitó al obispo y al Gobierno Superior Civil autorización para llevar a cabo reformas. Lograr la aprobación fue una tarea titánica. Ya existía determinado interés por promover la construcción de un nuevo cementerio general y cualquier solicitud de este tipo chocaba con esos propósitos. Los temores existentes en la insalubre Habana luego de la epidemia de cólera, más la demos-trada insuficiencia del cementerio general para asumir otro evento de esa envergadura, determinaron que se permitiera la autorización de la reforma. La Junta Parroquial era intrépida e inteligente, lejos de las intenciones planteadas, presentó todo un proyecto de nuevo cementerio, solapado en la imagen de “reforma”.

El proyecto de 1848
Ahora el cementerio circunvalaría a la iglesia, aprovechando para ello unos terrenos donados por un miembro de la Junta, estos se encontraban, extrañamente, al fondo del templo. Veamos algunos aspectos –entre muchos otros– del proyecto, según consta en el documento original presentado, que se conserva en el Archivo Diocesano del Arzobispado de La Habana:

“El cementerio se construirá a espaldas del templo a continuación del atrio, formando un paralelogramo de treinta varas de frente y cuarenta de fondo.
”El frente llevará una portada de cantería y ladrillo cuyas dimensiones forma y orden de arquitectura serán según se señala en el referido plano con las respectivas molduras que el acto demanda, con su puerta o reja de fierro, sobre un sardinel12 doble de piedra de San Miguel y en el frente una lápida de mármol con la inscripción que designa dicho plano, con letras de bronce doradas”.

Todo se ajusta a lo descrito. Hay muchos más elementos que pudieran ser mostrados, pero es imposible en este espacio. Al ser estudiada y analizada íntegramente la documentación original, se corroboró que los resultados de la investigación realizada respecto al atrio por ingeniería inversa, habían sido correctos, la definición de su lugar fue totalmente acertada.
El 23 de noviembre de 1848 terminaron las obras. De esta manera, Jesús del Monte pudo contar con un cementerio de rango14 remodelado, que cumplía con las condiciones necesarias para brindar un buen servicio necrológico y que permitía que el espacio se mantuviera activo durante más tiempo, a pesar de que, desde hacía muchos años, La Habana tenía un cementerio general.

1855, intento de un nuevo proyecto
de cementerio en Jesús del Monte
Ya en 1855, el Cementerio de Jesús del Monte estaba enclavado dentro de una zona urbanizada. El entorno se había convertido en el centro del territorio. La feligresía de la parroquia creció y era necesario remodelar la iglesia y el cementerio para satisfacer las nuevas necesidades objetivas.
Por estas razones, se generó una propuesta para la construcción de un cementerio más notable. Todo parece indicar –por los detalles de la investigación–, que se estaba intentando provocar una respuesta negativa con el propósito de utilizarla como pretexto para eliminar el cementerio en función de lograr consolidar un mejor templo. Una nueva epidemia de cólera afectó a La Habana en el propio año de 1855 y otra vez la necrópolis jesusmontina tuvo que asumir su papel. Esto detuvo momentáneamente las gestiones de la Junta Parroquial.
El obispo,15 al conocer la situación, emitió la Cir-cular 57 que disponía el traslado del camposanto a otro sitio más conveniente, donde se pudieran crear las condiciones adecuadas para sus funciones. La circular beneficiaba a la parroquia, porque permitiría utilizar los terrenos para un nuevo templo. En 1857, aún se “perfilaban los trámites” del posible traslado, según establecía la Circular 57, hasta se habían donado unos pésimos terrenos, pero se demoraba en ser cumplida la disposición. La causa fundamental era que, en ese preciso instante, los poderes en La Habana trabajaban en la consolidación de otro cementerio general.
La Junta Parroquial de Jesús del Monte hace una solicitud al obispo en 1862. Ahora pedía que se detuvieran las operaciones de la parte izquierda del cementerio y se autorizara el traslado de las bóvedas y los restos humanos que se encontraban en la zona. Este era el espacio del antiguo atrio. No fue hasta abril de 1864 que se entregó a la Junta Parroquial una nota del Gobierno Superior Civil, por el conducto del promotor fiscal, donde se señalan los derechos que tenían los propietarios de las bóvedas a que se les respetara. En el caso de que estos aceptaran la situación, se les habilitaría, de mutuo acuerdo, en el otro lado del cementerio, el lugar equivalente para hacer el traslado de los restos mortales de sus familiares, así como la posibilidad de mantener la posesión. La Junta trabajó sin descanso en ese asunto. Hay constancia escrita de que, una vez puesta de acuerdo con los propietarios y exhumados los restos del lugar, se procedió a roturar el terreno a la profundidad necesaria hasta que no apareció ningún resto humano. Tanto fue así que hoy se han realizado trabajos profundos en dicha zona y a diferencia de otros lugares relacionados con el antiguo cementerio, nunca han aparecido restos humanos allí. Este también fue el motivo por lo que tampoco se encontraron trazas constructivas en el área durante el estudio de ingeniería inversa realizado.
Con este paso se logró eliminar un amplio sector del cementerio. Ahora solo le quedaba el lado contrario y el fondo. En el año 1868, todavía seguía sin realizarse el traslado y tampoco se terminaba de consolidar la construcción del nuevo cementerio general para La Habana, pero ya se estaba enterrando en San Antonio Chiquito, embrión de lo que posteriormente sería la necrópolis de Colón: “Nuestro Cementerio contraviniendo la opinión de muchos fue fundado o recibió el primer cadáver justamente el 9 de noviembre de 1868 […] inicialmente se comenzó a enterrar en los terrenos de la estancia La Currita, justamente al lado de un caserío que se llamaba San Antonio Choquito, tomando el cementerio el nombre del poblado”.16 Esto funcionaría como fuerza opuesta para cualquier proyecto de cementerio que se presentara en La Habana, además, la lucha para tal fin se centraba en las figuras del obispo Jacinto María Martínez y Sáez, hombre de posturas firmes, y del gobernador general Francisco Lersundi y Ormaechea en su segundo mandato, otra figura compleja.

Fin del Cementerio de Jesús del Monte
Luego de ganado el espacio referido, se logró construir un nuevo templo que se concluyó en 1870. Esto no fue tarea fácil, pero no me detendré en otra historia. Aún estaba pendiente el traslado del cementerio o lo que quedaba de él.
En 1878, el párroco, ante el inconveniente del pedazo de cementerio que permanecía en Jesús del Monte, veintitrés años después de emitida la Circular 57, informó al obispo y por su medio a las autoridades superiores civiles que, teniendo en cuenta el deplorable estado y el agotamiento de las capacidades: “hemos resuelto que desde el día veinte los Cadáveres procedentes de las referidas poblaciones y deban ser sepultados con ataúd sean conducidos al cementerio general de esta ciudad y los que no lleven este requerimiento o sean pobres de solemnidad al provisional de Atarés”.17
El obispo, de inmediato, autorizó la clausura de-finitiva del cementerio luego de 185 años prestando sus servicios. Según consta en el archivo de la iglesia, los últimos entierros efectuados en el camposanto, se corresponden con los asientos 947 / folio 296 y el número 949 / folio 297 del libro 10 de entierro de españoles, fechados el 3 de junio de 1878.

Algunos hechos importantes
relacionados con el cementerio local
Es imposible concluir este trabajo sin antes hacer alusión a algunos hechos históricos de la localidad que tuvieron repercusión en la historia de La Habana y de Cuba, relacionados también con el Cementerio de Jesús del Monte.
En febrero de 1723, se produce la tercera y última de las sublevaciones de los vegueros,18 esta terminó de forma sangrienta. Ocho de los cultivadores ejecutados fueron sepultados en el cementerio local.
Otro hecho histórico de importancia relacionado con el cementerio sucedió en 1835. José Luciano Franco señaló una rebelión de esclavos en el barrio del Horcón, perteneciente a la jurisdicción de Jesús del Monte en esa época, que posteriormente estimuló una réplica en los esclavos de las dotaciones del propio Jesús del Monte.19 En el libro 4 de entierros de pardos y morenos del archivo parroquial, correspondiente al período comprendido entre el 13 de octubre de 1821 hasta el 22 de julio de 1840, se pueden encontrar consecutivos e idénticos, cuatro interesantes asientos de entierros que dicen: “Asiento: 1038, Folio: 191. En trece de julio de mil ochocientos treinta y cinco años, se enterró en el cementerio de esta iglesia auxiliar de Jesús del Monte jurisdicción de la ciudad de la Habana a un adulto negro de los sublevados en la tarde del anterior, remitido por el capitán juez pedáneo de este partido D. Ignacio Sedano, sin más filiación, y lo firmé. Juan José Pérez de Oliva”. Cuatro de las víctimas de la sublevación también descansaron en paz en el camposanto. Larga sería la lista, si intentara hacer alusión a las personalidades que fueron enterradas en el cementerio parroquial, estas son simplemente dos muestras que, por su importancia histórica, he querido hacer notar.

Referencias bibliográficas
Tres importantes autores del siglo xix hicieron alusión en sus obras al cementerio: Domingo Rosaín, Antonio de Gordon y Acosta y Domitila García de Coronado. Pioneros todos en documentar los cementerios en nuestro país. Sus obras son de consulta obligada para cualquier investigador que pretenda trabajar el tema. Todos cometieron el mismo error. Describieron lo que quedó del cementerio luego del proyecto de la nueva iglesia de 1870. No realizaron ninguna investigación sobre lo que fue y representó en realidad esta necrópolis.
Al leer sus trabajos, parece que el Cementerio de Jesús del Monte era algo insignificante y que había surgido en 1848. Para que el lector tenga una mejor idea, veamos lo que dijo Domitila García de Coronado: “consta este cementerio de un solo patio que más bien parece un jardín de Piza. Hemos tenido ocasión de inspeccionar algunas de sus bóvedas que son preciosas. Solo se enterraban allí los que poseían panteones […] en resumen, casi un Cementerio particular”.20 Nada más lejos de la verdad que esa afirmación de Domitila García de Coronado, pero no se le puede reprochar nada a la eminente intelectual camagüeyana, ella solo describió lo que vio en el lugar. Ahora bien, note el lector un detalle interesante. Domitila dijo esto en el año 1888, describió el buen orden y estado de la sección del cementerio que conoció, hasta lo comparó con “un jardín de Piza”. Sin embargo, el párroco había dicho en 1878 que se encontraba en un deplorable estado, por lo que el obispo lo mandó a clausurar. Tal cosa confirma que, en ese momento, lo que se pretendía era terminar de eliminar el cementerio, pues ya no tenía sentido allí. Pero los propietarios de los panteones mantuvieron sus posesiones hasta muchos años después, la necrópolis se resistía a dejar de existir.
Estos criterios se han reproducido hasta nuestros días, les muestro un ejemplo: “Inicialmente se comenzó a enterrar en el atrio y en la falda de la loma en la que se encuentra la iglesia de Jesús del Monte, pero luego se erigió la necrópolis al fondo del templo en 1848 […] quedando clausurado el 20 de agosto de 1860 […] Al edificarse la nueva iglesia de Jesús del Monte se tomó una buena parte del cementerio para el templo, siendo por ello destruida la entrada de la necrópolis, quedando solo un pequeño espacio donde hay restos de la capilla”.21 Estimo que no hay mucho más que decir sobre el asunto, este constituye un buen ejemplo de réplicas de criterios no verificados adecuadamente y cargados de errores. Fue publicado en la revista Bohemia en abril de 1956. En asuntos de historia, es preciso el cruzamiento de fuentes e informaciones, resulta muy complejo poder llegar a conclusiones absolutas y se corre siempre el riesgo del equívoco, un error puede cambiar completamente la visión de las cosas y trascender en el tiempo.
En 1897, el obispo dirige un documento al gobernador general planteándole entre otras cosas: “en virtud y para aprovechar ese terreno construyendo en él algo que pueda ser útil á la iglesia propone […] que se le autorice para por medio de la Gaceta Oficial, y otros periódicos hacer conocer á los propietarios de aquellas bóvedas que en el tiempo que V. E . I se sirva determinarles como plazo exhumar los repetidos restos y hagan extracción de sus lápidas y si estos no lo verificaran transcurrido ese plazo facultar al infrascripto para hacer aquella en la forma que proceda y V. E. I tenga á bien prescribirlo”.22 Más abajo, en la nota aparece escrito: “No se cumplimentó”. Pero algo se hizo porque el cementerio desapareció y en imágenes de principios del siglo xx ya se ven casas en estos terrenos. Esta es, precisamente, la zona donde más restos de antiguos enterramientos se han encontrado.

A manera de epílogo
Muchas veces la historia que repercute no es reflejo fiel de la real. Las causas pueden ser múltiples, desde intereses de época hasta el desconocimiento. En el caso del cementerio parroquial de Jesús del Monte, las tergiversaciones actuales sobre lo que verdaderamente fue, radica en las insuficiencias y el descuido que hemos tenido siempre en los asuntos de historia local en Cuba y por la transferencia de análisis hechos por autores que no eran historiadores. Ellos solo relataron lo que vieron en un momento determinado. También es una secuela de los posicionamientos epocales donde estuvieron inmiscuidos los poderes, en estos casos siempre se hacen más notables las cuestiones que les convenía a ellos. No tenga nadie duda, en el asunto que analizamos, lo que importaba hacer notar en las diferentes épocas eran los cementerios de Espada y luego Colón, por eso el local no era relevante.
La historia del Cementerio de Jesús del Monte es digna de ser conocida y divulgada correctamente, porque no fue un minúsculo lugar de enterramientos en la ciudad, se trató del primer cementerio de rango de La Habana, el que prestó servicios ininterrumpidamente durante más tiempo, record que aún no ha sido superado. Fue, entre todos los que ha tenido la ciudad, aunque parezca rara la afirmación, el pionero. Ω

Notas
1 Sínodo Diocesano (1680): “Que los que murieren en el campo, cuatro leguas en contorno de las ciudades, villas y lugares se lleven á enterrar y dar sepultura eclesiástica á las iglesias”, Habana, Imprenta del Gobierno y Capitanía General, edición de 1844, Constitución VIII, p. 85.
2 Libro de baraja: libro único donde se plasman todos los acontecimientos, este puede estar separado por secciones [acotación del autor].
3 Manuel Rodríguez Casanova fue teniente de cura desde el 10 de julio de 1690 hasta el 12 de mayo de 1695 de la ayuda de parroquia de Jesús del Monte.
4 Cementerio de madera: se desconoce el origen de la terminología, algunas fuentes sugieren que era el cementerio donde se enterraba a los esclavos y no existían bóvedas de familia, de ahí “de madera”, como sinónimo de pobreza. Otros investigadores –peninsulares– lo asocian al lugar donde se realizaban los entierros en sarcófagos de madera, esto significaría lo contrario, porque para la fecha era algo privativo de la clase con mayores recursos.
5 El beneficiado: párroco principal a cargo de una parroquia, el que recibe todos los beneficios.
6 Véase Lázaro Numa Águila: “Entre huracanes”, Palabra Nueva, año XXV, núm. 265, La Habana, diciembre de 2016, p. 37.
7 Arzobispado de La Habana, Fondo Diocesano, Leg. 4, Exp.1, año 1848.
8 “Atrio: En las iglesias cristianas se trataba de un patio porticado situado a la entrada, servía para acceder a ella. Muchas iglesias todavía conservan un atrio, aunque su forma es muy diversa, en general, suele estar señalizado con columnas y cadenas pues se trata de lugar sagrado”. Diccionario LAROUSSE, versión digital (2013).
9 Ingeniería inversa: Proceso que se lleva a cabo en un objetivo u obra para obtener información, tiene el fin de determinar cuáles son sus componentes, de qué manera interactúan entre sí y cuál fue el proceso de fabricación. El método se denomina así porque avanza en dirección opuesta a las tareas habituales de ingeniería.
10 José Antonio Saco: Historia de la aparición del cólera en la isla de Cuba en 1833, Biblioteca de Clásicos Cubanos, Volumen-II, La Habana, Oficina del Historiador de la Ciudad, 2002, pp. 211-226.
11 Ramón de la Sagra: Tablas necrológicas del Cólera Morbus, La Habana, Imprenta del Gobierno, Capitanía General y Real Sociedad Patriótica, 1833, p. 1.
12 “Sardinel (del cat. Sardinell): 1) Obra hecha de ladrillo puesto de canto y de modo que coincida en toda su extensión la cara de uno con la del otro. 2) Escalón que forma el borde externo de la acera”. Diccionario de la Real Academia Española.
13 Archivo Diocesano, Arzobispado de La Habana: Expediente Iglesia de Jesús del Monte, Proyecto de cementerio de la iglesia de Jesús del Monte de 1848.

14 Cementerio de rango: terminología utilizada en las Órdenes Reales de la época para establecer la categoría oficial de cementerio reconocido [acotación del autor].
15 Francisco Fleix y Solans (1846-1864). Consúltese el Episcopologio de la Iglesia católica en Cuba: http//www2.fiu.edu/~mirandas/obispo/bio-f.htm.
16 Elvira Corrales Cerezo: “El Cementerio de Colón es el octavo de la ciudad de La Habana”, Bohemia, La Habana, 11 de abril de 1956, p. 36.
17 Archivo Diocesano, Arzobispado de La Habana: Expediente Iglesia de Jesús del Monte, Proyecto de cementerio de la iglesia de Jesús del Monte de 1848.
18 Consúltese Lázaro Numa Águila: “El hecho, su representación visual y una historia verdadera”, Palabra Nueva, año XXIII, núm. 247, La Habana, febrero de 2015.
19 Véase José Luciano Franco: La trata de esclavos en el Caribe y en América Latina, París, UNESCO, 1981.
20 Domitila García de Coronado: Cementerio de La Habana: Apuntes de su fundación, La Habana, La propaganda literaria, 1888, p. 29.
21 Elvira Corrales Cerezo: ob. cit. en nota 16, p. 109.
22 Archivo Diocesano del Arzobispado de La Habana: La Habana, Legajo Parroquia de Jesús del Monte.