Alocución, 23 de octubre, XXX Domingo del Tiempo Ordinario

Por: Monseñor Eloy Domínguez, Obispo Auxiliar

Alocución 23 octubre 2022
Alocución 23 octubre 2022

Buenos días en el Señor. Quien les habla es Monseñor Eloy Domínguez, Obispo Auxiliar de esta diócesis, y hoy quiero compartir en este domingo con ustedes la Palabra de Dios; pero ante todo agradecer a aquellos que hacen posible esta emisión radial, que Dios los bendiga y los siga animando en esta hermosa tarea. Hoy en todas las Iglesias católicas del mundo se proclama el evangelio según San Lucas, capítulo 18 versículos del 9 al 14. Dispongamos nuestra mente y nuestro corazón para escuchar y meditar la palabra de Dios.

(Evangelio)

Alabado sea nuestro Señor Jesucristo por los siglos de los siglos… Amén.
Para que se entienda el evangelio de hoy, hay que explicar primero quiénes eran los fariseos y los publicanos. Los fariseos eran una secta religiosa dentro de la religión judía, la secta más numerosa en tiempos de Jesús. Se dice que fueron seis mil sectarios, muy cumplidores de su religión y observaban la ley de Moisés muy bien. Eran orantes, pero aquí era donde estaba su pecado, que es el que Jesús censura en el evangelio que se acaba de proclamar. Por ser tan cumplidores de su religión de su ley, se creían mejores que los demás y despreciaban a los pecadores. La soberbia se adueñaba de ellos, y cómo podemos ver, esto no agradaba a Dios. Era un culto falso, eran como los sepulcros blanqueados por fuera y por dentro, llenos de putrefacción de los cadáveres.

Por otra parte, estaban los publicanos. ¿Quiénes eran los publicanos? Eran cobradores de impuestos, funcionarios del imperio romano. El país donde vivió Jesús, era una colonia romana, ellos, los judíos no eran libres desde hacía muchos años, porque habían perdido su libertad y ahora quienes gobernaban eran los romanos. Ya por esta razón, el pueblo los odiaba y los despreciaba, porque no solo cobraban la cantidad de dinero que tenían que cobrar, sino que además cobraban más con la finalidad de embolsillárselos para ellos mismos.

Sin embargo, el fragmento evangélico escrito por San Lucas, que en este domingo se nos presenta a nuestra reflexión, nos pone al publicano en un proceso de conversión. Proceso que empezó por donde tiene que empezar todo proceso de conversión. Reconociendo todas las cosas que hizo mal. Y siente el dolor interno por sus pecados. Lleve en el alma un peso a causa de todo el daño que ha hecho a las demás personas, los ha extorsionado y los ha explotado. Ha vivido a costa de los demás, pero la gracia de Dios lo tocó y es cuando decide pedir perdón a Dios por el mal que ha hecho.
La escena del evangelio de hoy, es gráfica. Delante, en el templo está el fariseo dando gracias a Dios porque él sí es un buen religioso. Cumple con la ley de Moisés, pero añade algo peor: “y yo no soy como ese publicano, que está en la parte trasera del templo porque los publicanos eran pecadores públicos”. Aquí está otro gran pecado del fariseo, el creer que, por cumplir la religión, se es superior a los demás. La autosuficiencia dominaba su alma mientras que el publicano arrodillado pedía perdón a Dios por todos los pecados cometidos. Se humillaba ante Dios. Jesús con ese bisturí que poseía para conocer el alma de las personas, añadió: “Les aseguro que el publicano volvió a su casa justificado, porque todo el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado”. El publicano reconoció sus pecados y no se atrevía a llegar a la parte delantera del templo y, sin embargo, el fariseo buen cumplidor de la religión judía no bajó justificado por autosuficiencia y orgullo.

Te invito hoy, en este domingo, a hacer un examen de conciencia. Vamos a mirarnos por dentro ante Dios con sinceridad y te pregunto, ¿quiénes somos nosotros? El fariseo orgulloso o el publicano que se reconoció pecador y necesita de Dios para que lo haga bueno, porque en fin de cuenta, el fariseo, como cumplía todos los mandamientos, no necesitaba de Dios, Dios le sobraba, pues se consideraba bueno por el cumplimiento de la ley. Su autosuficiencia lo dominaba, no solo con respecto a los demás, sino también con respecto a Dios. La tesis del fariseo era; soy bueno y por lo tanto no necesito de Dios.

Te pregunto, cuántas veces nosotros, personas religiosas hemos pensado eso y no nos damos cuenta del pecado, del orgullo con relación a Dios. Queremos ser buenos sin contar con la ayuda de Dios. También podemos ser autosuficientes cuando pensamos que nos la sabemos todas. ¿Dónde? En los estudios, en el trabajo, en la vida. Somos orgullos creyendo que nuestras familias son mejores que las demás y cuando vemos el caso de personas que la vida las ha llevado por caminos muy tortuosos y tienen mucho defectos y pecados públicos, pues nos creemos mejores que ellos y decimos lo mismo que el fariseo. “No somos como ellos”.

¿Cuántas heridas tendrán esas personas en su vida para ser así? ¿Qué historia personal y familiar habrán tenido en su vida que les ha hecho ser de esa manera? No hagamos nunca eso. No nos creamos mejores que los demás, porque en fin de cuenta no lo somos. Aquí todos tenemos nuestros pecados, ocultos y públicos. ¿Por qué no imitar al publicano y todos los días pedirle a Dios que perdone nuestros pecados, porque santo que sepamos, los que están en el cielo? En la tierra tenemos un camino para llegar a ser santos, pero no lo somos aún. Al final de nuestras vidas, Dios dirá si somos santos o no, según las obras buenas o malas que hayamos realizados. No hagamos daños a las demás personas, no pongamos traspié a los demás con el fin de subir en esta vida. Seamos humildes, orantes y cercanos a Dios como lo fue el publicano de la parábola de hoy… Amén.

(Canto)

En este día, la Iglesia católica celebra el Domund. ¿Qué es el Dmund? Domingo Mundial de las Misiones, que es el día internacional en que todas las Iglesias rezan especialmente por la causa misionera. Hoy en las Iglesias del mundo se organiza una colecta para colaborar con la misión. Con lo recaudado se sostiene la presencia la Iglesia en los territorios de misión, sirviendo de apoyo anual que permite anunciar la buena noticia en todo el mundo y estar más cercanos con los que sufren. Todos los cristianos están llamados a dar testimonio de Cristo en el lugar donde se encuentra.

(Canto)

También hoy, la Iglesia cubana celebra la fiesta de San Antonio María Claret, día del catequista. La Conferencia de Obispos Católicos lo declaró patrón de la catequesis en nuestro país, por ser un gran misionero.

Antonio María Claret, santo misionero apostólico, sacerdote y arzobispo de Santiago de Cuba durante los años 1851 y comienzo de 1857, fue una figura muy querida por los pobres y esclavos de la Isla. Por sus buenas obras y su compasión por los más desposeídos, después de su muerte, se convirtió en una figura de protección espiritual para la mayoría de los cubanos. Tenía 42 años cuando fue nombrado arzobispo de Santiago de Cuba. El lema que eligió para su escudo arzobispal fue todo un proyecto de vida. El amor de Cristo nos apremia.

Antes de embarcarse para

Cuba y después de ir a Madrid a recibir el palio y la cruz de Isabel la Católica, efectuó tres visitas: a la Virgen del Pilar, en Zaragoza, a la Virgen de Monserrat y a la Virgen de Fusimaña en Salen, su patria chica y aún le dio tiempo antes de partir para concebir una nueva fundación. Las religiosas en sus casas o las hijas de Inmaculado Corazón de María, actual filiación cordimariana.
San Antonio María Claret, vivió seis años en Cuba, ya que fue nombrado arzobispo de Santiago de Cuba, fue un incansable predicador del evangelio. El territorio del arzobispado de Santiago de Cuba iba desde Maisí hasta lo que hoy es Ciego de Ávila y este obispo lo recorrió a mula, a caballo, en carreta, visitando todas las parroquias del territorio que tenía asignado. Esta es la razón por la que ha sido nombrado patrono de los catequistas cubanos. En este día, queridos catequistas, debemos tomar conciencia de la responsabilidad que todos tenemos en la Iglesia de la educación en la fe, especialmente de los más jóvenes.

El catequista es un cristiano que recibe un llamado particular de Dios aceptando la fe. Ese llamado lo capacita para el servicio de trasmisión de la fe y para la tarea de iniciar en la vida cristiana. El Santo Padre Francisco, a menudo, cuando piensa en los catequistas, se refiere al cristiano que se ha puesto al servicio de la Palabra de Dios, que frecuenta esa palabra diariamente para hacer de ella su alimento y anunciarla a los demás con eficacia y credibilidad. Así como junto a todos los bautizados, el catequista está llamado a anunciar la alegría del evangelio, no solo desde la teoría, sino principalmente a partir del encuentro personal con el Señor, en los sacramentos, en su palabra y en el camino cotidiano. Los catequistas son aquellos que asumen en nombre de todos, esa responsabilidad. Pero todos debemos ser catequistas con nuestra vida cristiana, nuestra palabra y nuestro ejemplo. Todos en la comunidad estamos invitados a participar de una forma u otra en la misión de la catequesis. Necesitamos muchísimos jóvenes que se lancen con entusiasmo a catequizar con espíritu misionero. Anímate, comprométete con Jesús, él te necesita y tú eres generoso.
Queridos catequistas que me escuchan ¿Tienen ustedes el espíritu incansable del padre Clare para anunciar a Jesucristo? ¿Se desaniman ante las contrariedades que tienen las catequesis, que son muchas? ¿Confían en Dios para que sea Él quien abra los corazones de aquellas personas a quienes ustedes les anuncian el evangelio: niños, adolescentes, juveniles, jóvenes y personas adultas? Encomiéndense siempre a los ruegos de San Antonio María Claret e imítenlo.

(Canto)

Presentemos ahora con corazón confiado nuestra oración por toda la Iglesia y por las necesidades del mundo. A cada súplica respondemos, “te lo pedimos señor”.
Por la Iglesia, para que proclame con valentía la buena noticia de la salvación en todos los rincones del mundo… Roguemos al Señor.

Te lo pedimos Señor…
Por el Papa Francisco, por el obispo Juan de la Caridad y su auxiliar Monseñor Eloy Ricardo Domínguez, por los sacerdotes de nuestra parroquia y por cuantos en la Iglesia tenemos la misión especial de anunciar y alentar a los que anuncian la buena noticia… Roguemos al Señor.
Te lo pedimos Señor…
Que ha solicitud de nuestro Padre el Papa Francisco, sigamos soñando con una Iglesia totalmente misionera y una nueva estación de la acción misionera en las comunidades cristianas… Roguemos al Señor.
Te lo pedimos Señor…
Por los catequistas, para que el Señor ilumine sus mentes, anime sus corazones y fortalezca su salud para que puedan entregarse con generosidad al servicio de la Palabra… Roguemos al Señor.
Te lo pedimos Señor…
Por nuestros hermanos, que de una u otra forma colaboran con su tiempo, su trabajo, sus dones para hacer posible la misión y el ministerio de la catequesis, para que el Señor les bendiga, los anime y sostenga en la alegría del anuncio de la Buena Noticia… Roguemos al Señor.
Te lo pedimos Señor…
Por todos nosotros, para que procuremos hacer el bien y tengamos especial cuidado con los que más lo necesitan… Roguemos al Señor.
Te lo pedimos Señor…
Que con la fuerza del Espíritu Santo podamos reafirmar contra todo pensamiento la fe en la acción del espíritu para que colaboremos con generosidad en la misión de la Iglesia… Roguemos al Señor.
Te lo pedimos Señor…
Recemos en este domingo del mes de octubre, mes del rosario a la Santísima Virgen por todos nuestros misioneros cristianos y por la labor del catequista en nuestra nación.

Dios te salve María, llena eres de Gracia, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte… Amén.

El Señor esté con ustedes… Y la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos ustedes, especialmente sobre los misioneros y catequistas y sus seres queridos y los acompañe siempre. Amén.

Feliz domingo y animados siempre juntos en el Señor.

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