En la cultura yace el alma nutricia de la nación

Marcoleta
Marcoleta

El Padre Jesús Marcoleta es un caballero y habla como tal. Hombre de cultura y memoria, sabe reconocer en el presente el rastro de un largo relato: el de una isla con afanes y trabajos tan antiguos como ella misma, que se mueve en un mar a menudo efervescente. El Padre Marcoleta habla despacio sobre esa isla y deja que la nostalgia endulce la conversación, como si se tratara de azúcar sobre el café. Pero no hay nada polvoriento en el recuerdo. Cada palabra suya es una tensión intelectual que se proyecta al futuro, nuestro futuro, el de Cuba.

Querido Padre, la formalidad del oficio me obliga a tratarlo de usted, pero me gustaría que esta conversación fuera un diálogo de amigos, terciados por el amor a la memoria de Cuba. ¿Qué ha olvidado el cubano de hoy sobre sí mismo? ¿Qué debe recordar?

“A veces parece imponerse la noción de que el cubano ha olvidado su propia historia y los valores sobre los que se fue sedimentando el patrimonio de la nación. Pero habría que anotar, en favor de esta amnesia, que durante años la enseñanza de la historia en nuestras escuelas casi llegó a ignorar los ricos procesos de formación de la nación. A la etapa republicana —y la república fue la niña mimada en el corazón de los próceres de la independencia— se la ha llamado república «mediatizada». Y a la etapa que se inició con la revolución de 1959, como la «última y definitiva liberación del pueblo cubano». Ha sido como una especie de teología de la historia, en la que una secreta savia nos fue conduciendo a lo que vivimos hoy.

“Se ha manipulado abiertamente la historia, se han ridiculizado actuaciones y personalidades, cuando no borrados, para hacernos creer que lo que vivimos ha sido la consecuencia lógica de una marcha que habría de terminar en una nación comunista. Hoy los mejores académicos se rebelan contra esta falacia.

“Los caminos independentistas se fraguaron bajo los influjos de la revolución francesa, que a su vez gravitaron tanto sobre gestas similares de Norte, Centro y Suramérica. Los aires democráticos de los Estados Unidos de América sobre Cuba fueron notables desde la primera mitad del siglo XIX. Y todos estos ideales de libertad y democracia se proyectaron sobre la república nacida en 1902. Para comprenderlo bien hay que ver los textos constitucionales de Guáimaro, Jimaguayú, de 1901 y de 1940.

“Habrá que volver a todo ello, revisitar la matriz cristiana de nuestro patrimonio. Ya la épica revolucionaria de 1959 da signos de total agotamiento. No han faltado antorchas encendidas en medio de la noche”.

¿Qué es legítimo pedirle a la Iglesia —a sus obispos, sacerdotes, religiosas— en el contexto que viven sus laicos? ¿Qué palabra, qué acto, qué tipo de acompañamiento?

“Lo primero que te diría es que soy alérgico, por pensamiento y formación, a referirme a la Iglesia como tú lo haces: por una parte obispos, sacerdotes, religiosas y religiosos y, por otra, los laicos. Al menos en Cuba ha sido un cariz distintivo de nuestra eclesialidad la unidad, que no quiere decir homogeneidad. Pero el tipo de relaciones que veo entre nosotros no la conozco en otras iglesias. El Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC) fue posible también por ese talante de nuestros pastores y laicos. La mayor parte sufre y conoce muy de cerca los trabajos tan duros, las cargas tan fuertes que el cubano de a pie tiene que pasar y soportar.

“Detrás de varias gestiones por la liberación de presos políticos ha estado la demanda callada de nuestros pastores. Tras el cese de aquellos terribles actos de repudio 1980 estuvo su labor. No olvido los largos listados de nombres en nuestras parroquias adonde acudían los padres y familiares para conocer si sus hijos estaban vivos en la base naval de Guantánamo. Centenares de proyectos de asistencia sanitaria, alimentaria y de promoción humana han sido canalizados a través de las manos de obispos, sacerdotes y religiosas, instituciones parroquiales y de Cáritas.

“Pero quizás lo que más valoro es que ellos han estado —hemos estado— para escuchar, consolar, acompañar, orientar. En un país donde se proclamó que el odio de clases era un motor impulsor del desarrollo de la sociedad, predicar a Cristo y su Reino ha resultado muy molesto para algunos.

“Sí te diría que, secuestrada por no sé qué fantasma, la Iglesia en Cuba hace ya que puso a un lado aquellos planes de formación laical en materia de doctrina social católica, o frenó y hasta desmanteló acompañamientos como los impulsados por el Centro de Formación Cívica y Religiosa de Pinar del Río, o abandonó a un itinerario de languidecimiento progresivo a la Comisión de Justicia y Paz. Alguna vez me he preguntado por los frutos negativos que estas decisiones o indecisiones han operado en el sostenimiento de nuestra esperanza. ¿Te imaginas lo que hoy significaría un grupo de personas bien formadas en esta materia, trabajando al servicio del pueblo desde una vicaría de la solidaridad?”.

¿Cómo vivió usted los acontecimientos del 11J en Cárdenas, ciudad que, a juzgar por las imágenes, era casi un campo de batalla? ¿Al cabo de varios días, qué valoración pudiera darme sobre la situación cubana actual?

“Nací en 1963. Desde esa fecha hasta acá nunca se había permitido la más mínima manifestación pública espontánea. El gobierno ha sido siempre muy cuidadoso en apagar toda chispa, no dejarlas pasar de chispas. Supe lo que era una manifestación popular durante mis años de estudiante en el seminario pontificio de Santo Domingo, en la República Dominicana, pero me era ajeno.

“En Cárdenas hubo una revuelta muy grande el 13 de junio de 1962, que la historia la recoge como la «huelga de los calderos». Ha quedado en el imaginario cardenense como el acontecimiento que selló el inicio del proceso de destrucción que hoy exhibe nuestra ciudad, lo que no es cierto porque todos los pueblos y ciudades de la isla ostentan más o menos el mismo grado de desmantelamiento. Al siguiente día de aquella jornada, fueron paseados tanques de guerra por la arteria principal, estos tanques llevaban escobas amarradas en su frente. Durante años se podía ver el daño causado por las esteras de estos vehículos en el pavimento de la Avenida de Céspedes.

“Lo del 11 de julio no tiene precedentes. Estaba hablando por teléfono en mi casa cuando percibí un clamor ensordecedor de «libertad, libertad, libertad». Colgué y me asomé a la puerta de la calle, todos los vecinos se mostraban tan estupefactos como yo por lo que veíamos pasar por la esquina de las calles de Jénez y Coronel Verdugo en dirección hacia el parque José Antonio Echeverría. Pero no se quedaron allí, siguieron hacia no sé qué rumbo. Luego comencé a ver las imágenes que me llegaban por WhatsApp. No pude ver la televisión porque se cortó el servicio eléctrico, poco después el de internet. Cuando a las casi veinticuatro horas fue restituida la electricidad, vi las imágenes que han pasado. Cárdenas ha sido eso, un campo de batalla. Pocas vidrieras de comercios han quedado sanas.

“Las imágenes muestran hechos inadmisibles contra bienes públicos y contra agentes de la autoridad, pero también a jovencitos del Servicio Militar General protegidos con grandes escudos antimotines, en plena Avenida de Céspedes, entre Velázquez y Cristina, llenos de miedo, mirando constantemente hacia atrás, buscando el respaldo de sus superiores experimentados pero a distancia. Si la muchedumbre enardecida hubiera decidido avanzar, habría sido una masacre.

“Mi valoración vale poco. Me gustaría escuchar la de los ingenieros sociales del gobierno. La retórica empleada afirma que ha habido revolucionarios confundidos y elementos marginales alentados por el imperio. Pero creo que lo único que permitió que prácticamente toda la isla estallara en un grito de rebeldía, a partir de la ciudad de San Antonio de los Baños, ha sido la inmediatez que facilitan las redes sociales.

“A las calles no salieron los Arechabala, ni los Bacardí, ni los Lobo Olavarría, ni los Fanjul, ni los Falla Bonet, ni los Gómez Mena. Fueron los González, Martínez, García, Hernández de 15, 16, 18, 25 años de edad que corearon ‘libertad’, se acabó’, ‘patria y vida’, ”abajo el comunismo’, ‘no tenemos miedo’, y algún epíteto soez y zafio. No eran alumnos de La Progresiva, de Belén, de las Ursulinas, de las Dominicas Francesas, del Candler College; sino de Víctimas de la Coubre, de José Smith Cómas, de Fabricio Ojeda, de Renato Guitart.

“No había un líder que enardeciera las masas con un discurso perturbador, ni carteles, ni retratos de Pedro Luis Boitel Boitel, de Osvaldo Payá Sardiñas ni de Laura Pollán Toledo.

“La ciudad volvió a su calma, luego de hechos inadmisibles y punibles, patrullada por hombres fuertes y modernamente armados, y por brigadas de civiles equipados con bates de béisbol y maderos.

“En los justos reclamos verbales y en los actos vandálicos se ha dado una simbólica que habrá de ser escuchada y respondida en el diálogo con la sociedad si no se quiere cerrar la pequeña hendija a la esperanza que ha quedado. A mayor represión y falta de auténticas respuestas, corresponderá un mayor sentimiento de frustración en la población. Un próximo estallido podría llegar a ser de proporciones indeseables.

“El gobierno debe llegar a entender que el pueblo se cansó, que se siente con hambre, sin medicamentos, sin trabajo, sin ilusiones. Lleno de trabas y de cargas insoportables en precios, tarifas e impuestos leoninos. Que, saturado de discursos triunfalistas, ha percibido que no tiene libertad. Que las manifestaciones no han sido ni son el problema, sino el síntoma del hartazgo y el cansancio. Como aquellos antiguos recibos de la empresa eléctrica, cuando el cliente resultaba moroso en el pago, ha sido un ‘último aviso’.

“Únicamente un pueblo fatigado grita así. La fatiga de los pueblos produce estos estallidos sociales. Es curioso que también se coreó la consigna más predicada por la izquierda latinoamericana: ‘el pueblo unido jamás será vencido’. O la famosa frase del Fidel Castro ‘cuando un pueblo enérgico y viril llora la injusticia tiembla’.

“Tras imágenes como las de un grupo de jóvenes mestizos, volcando un auto patrullero de la policía y vertiendo sobre él un contenedor de basura, o la de un anciano aprovechando el saqueo de un comercio para hacerse con un paquete de papel higiénico, se esconde una gramática popular que habría que descifrar muy bien. Creo que no se equivocaron los antiguos en el Derecho romano: vox populi suprema lex”.

¿De qué manera puede ayudar la cultura cubana —el pensamiento de sus padres fundadores, la belleza de sus piezas musicales, su literatura— a fortalecer el alma del pueblo? ¿Cómo puede practicarse, al cabo de tanto tiempo de confusión, un retorno a la cubanía esencial?

“Tengo mucha fe en la cultura cubana. Es muy fuerte y difícil de ponerla de rodillas. Cuando en las primeras décadas del siglo XIX se redondeaba el concepto de cubanía, se publicaron tres obras que enaltecían nuestros elementos más poderosos: Tranquilino Sandalio de Noda sus Cartas a Silvia, donde exaltaba la naturaleza pinareña; Cirilo Villaverde su Cecilia Valdés o la Loma del Ángel, con el reflejo de la belleza del mágico mundo y los horrores de nuestro mundo moral; y la primera historia sobre la Virgen de la Caridad del Cobre.

“Más tarde, si el doctor Fernando Ortiz nos descubrió la africanía de la música cubana, Gonzalo Roig fraguó en una zarzuela, Cecilia Valdés, lo que fue ya fusión de uno de nuestros elementos más cohesionadores: la música.

“En el ámbito de la cultura cubana, de sus artistas, literatos, intelectuales y científicos, están los actores más lúcidos de la nación. De hecho la Iglesia con quien siempre dialoga es con el mundo de la cultura, pues con los actores gubernamentales sólo es posible un intercambio sobre cuestiones muy puntuales de logística.

“En la cultura yace —no dormida sino en constante ebullición— la savia, el alma nutricia de la nación. Ayuda y tendrá que ayudar a ver con claridad, a resituar los horizontes, a despertar las ansias dormidas de belleza, de bienestar y esperanza.

“En Cárdenas, mi ciudad natal, se puede constatar cómo ha sufrido la cultura, pues se demolieron tres teatros y un museo, se destrozaron las bibliotecas y archivos de instituciones educacionales y cívicas, se ha hecho desaparecer bajo la mirada impasible de aquellos a quienes les corresponde salvaguardarlo, el patrimonio arquitectónico de una población preciosa donde se sentía el gusto de vivir.

“Lo que ha sucedido en Cárdenas ha ocurrido en todos los pueblos del país. Cerraron los liceos, las sociedades regionales, los partidos políticos, los periódicos, las revistas, las escuelas y universidades privadas, los colegios gremiales de profesionales y no profesionales. Todo fue puesto en manos del Estado. Un botón de muestra: aquí en Cárdenas, donde estuvo el museo ahora está instalado un gimnasio; el museo se estableció en el ayuntamiento, el ayuntamiento en una casa particular; la funeraria en los tribunales de justicia y estos en una ferretería y salón de bailes, hasta hace muy poco. Pero en frase de la doctora Dulce María Loynaz, ‘la Cultura sigue’. Y ayudará al fomento de ideales en el corazón del cubano.

“La Loynaz aseguró que ‘esta es una verdad incontrovertible y es además, una verdad en la cual todos necesitamos creer. Es una verdad casi mística, de aquella de que se nutre la vida de las criaturas conscientes, las que no pueden vivir como hongos o los infusorios, de una tierra sin sol o de un agua estancada’. Y esto lo dijo un 22 de marzo de 1952, cuando habían transcurrido doce días del golpe de estado encabezado por el general Fulgencio Batista Zaldívar”.

Vamos a ejecutar un acto de malabarismo predictivo —la futuridad lezamiana—: ¿por las señales que hemos visto en el camino, qué pudiera venir ahora? ¿Qué imaginas cuando sueñas la Cuba futura?

“Las señales… La Iglesia ha hablado mucho desde el Papa San Juan XXIII, de los signos de los tiempos. Lo hicieron las asambleas generales del episcopado latinoamericano de Medellín y Puebla. El ENEC también habló de los signos de los tiempos. Jesús de Nazaret, junto con sus coterráneos, sabía ver en los cielos las señales de las tormentas y el buen tiempo. Y recomendaba construir sobre roca y mantener encendidas y con aceite en reservas las lámparas de la esperanza. Porque Dios, tú sabrás, viene al encuentro del hombre desde el futuro.

“De presente veo a unas autoridades asumiendo el peso de un país en ruinas, que aniquiló su industria y cultura azucarera, su marina pesquera y mercante, que ha apostado por la industria turística y las remesas de familiares cubanos en el exterior, que empobreció, con sucesivas leyes de reforma agraria, la producción agrícola y pecuaria. Que encara los rigores de un embargo norteamericano y de una pandemia.

“No acabo de entender cómo en nuestro país se pueden elaborar tantas vacunas y candidatos vacunales y no se puede poner en el botiquín de cada familia una aspirina y un frasquito de mercurocromo.”Los que se han declarado en continuidad, saben que también lo son de este desastre de vida y de hacienda, donde ya casi nadie nos quiere prestar ni un centavo porque le debemos a las once mil vírgenes y a los otros tantos santos machos.

“Si ante los reclamos tan claros y espontáneos de tantos sectores de nuestro pueblo se sigue respondiendo con cosmética y maquillaje, pretendiendo ganar tiempo y batallas sin llegar al combate, las masas de cubanos frustradas y hartas del engaño y de la burla, harán escuchar nuevamente su clamor.

“Sueño el sueño martiano de una Cuba con todos y para el bien de todos, tan amplia y democrática como el mar de Nicolás Guillén, amiga de todos los que saben de amistad. Quiero una Cuba con oportunidades reales, donde todos sientan gusto por vivir aquí. Quiero nuevamente a un campesinado dueño de sus tierras y escuelas donde los padres sean los que decidan la instrucción que reciban sus hijos. Sueño con una auténtica libertad de pensamiento y de expresión donde nadie sienta miedo de decir lo que guarda en su corazón ni los periodistas se autocensuren. Sueño con hombres y mujeres que con plena libertad y sujeción a leyes justas puedan fundar industrias, comercios y negocios propios donde den rienda suelta a su talento y esfuerzo.

“Sueño con una Iglesia, auténtico pueblo de Dios, adorante, eucarística, profética; sin fronteras y solidaria en el amor.

Comprometida con el hombre camino de esa Iglesia orante, misionera y encarnada. Sueño con el manto de la Virgen de la Caridad cubriendo a cuanto cubano acuda a ella para librarnos de ‘llantos y de afán'”.

Nota: El Padre Jesús Marcoleta es el Asesor Religioso de SIGNIS-Cuba.

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