Síntesis de lo compartido en el proceso sinodal tras el trabajo con las fichas de comunión, participación y misión

Por: Redacción de Palabra Nueva

Sínodo, Arquidiócesis de La Habana
Sínodo, Arquidiócesis de La Habana

Introducción

La Iglesia universal anda enrolada en un itinerario sinodal, al que fue convocada por el Papa Francisco. En este momento, se camina el primero de los tramos, quizás el más arduo, pero sin dudas el más hermoso del Sínodo 2021-2023, que se desarrolla en varias etapas hasta llegar al encuentro último de los obispos en Roma. Desde el pasado 17 de octubre nuestra Arquidiócesis camina la fase diocesana del proceso, la que nos llama a reunirnos como Pueblo de Dios para que, mediante la escucha y el discernimiento, logremos fortalecer la Iglesia del tercer milenio.

Los tres primeros meses del actual año han dejado un sabor sinodal en muchos fieles habaneros. Un total de setenta y dos comunidades, entre grupos parroquiales y pastorales, se han reunido para compartir fichas de trabajo sobre los tres ejes fundamentales en los que descansa la sinodalidad. Esta experiencia, además de invitar a los fieles a pensar y a dialogar acerca de cómo se vive la comunión, la participación y la misión en la Iglesia de hoy, prepara a la comunidad para la asamblea parroquial, previa al encuentro presinodal diocesano que se desarrollará los días 10 y 11 de junio próximo.

De manera general, en todas las comunidades se agradeció esta oportunidad sinodal, pues permitió el reencuentro de los fieles después de la etapa de aislamiento por la pandemia y la posibilidad de escucharse unos a otros.

A continuación, ofrecemos una síntesis de lo compartido en las comunidades hasta el momento. Queremos que este texto, el cual se complementará posteriormente con lo debatido en las asambleas parroquiales, pueda servirles como motivación e inspiración, incluso a aquellas comunidades que no han realizado ningún encuentro y a las que invitamos a realizar su asamblea. Recordemos que, en este camino, es importante una participación real de todos los bautizados.

El resumen que a continuación presentamos corresponde al debate sostenido en parroquias, capillas, casas de misión y grupos pastorales (setenta y dos en total), que incluyó, en el caso de la ficha de comunión a 362 fieles, la de participación 367 fieles, mientras que el tema de misión fue compartido por 249 fieles.

Desde el equipo del Sínodo en La Habana, damos gracias a Dios por las comunidades que han iniciado este proceso e invitamos a las que no lo han emprendido a incorporarse a él.

Síntesis

Pensadas para compartir en grupos de diez a quince personas, el equipo asesor del Sínodo en la Arquidiócesis de La Habana redactó tres fichas de trabajo para suscitar un tiempo de diálogo, donde todos los participantes pudieran intercambiar opiniones. La dinámica invita a pensar, de conjunto, en la Iglesia que se tiene y en la que se sueña, a partir de los tres ejes fundamentales que atraviesan el camino sinodal: comunión, participación y misión. De acuerdo con las experiencias compartidas, en los grupos se ha escuchado la Palabra de Dios, se ha orado al Espíritu Santo, se han entonado cantos y se han compartido experiencias: “Hemos hecho una pausa en nuestros ajetreos —asegura una fiel de la parroquia de Monserrate, en Centro Habana—, y nos hemos detenido a escuchar. Para muchas personas ha sido la oportunidad para el reencuentro después de todo lo vivido con la pandemia. De este compartir, al menos en mi comunidad eclesial, han surgido nuevas iniciativas que han reactivado la vida de fe, por ejemplo, hemos retomado con fuerza la adoración al Santísimo”. En otras comunidades, se han reorganizado los grupos de visitadores de enfermos, el trabajo de los consejos parroquiales y hasta el despertar de la catequesis para niños en localidades donde había dejado de funcionar.

De manera general, algunas opiniones coinciden en la necesidad de incorporar a los jóvenes a estos encuentros. En consonancia, han pensado en iniciativas para hacer realidad ese deseo y, de esta manera, contar con sus voces y riqueza espiritual en este proceso sinodal llamado a acoger los sueños, ilusiones, tristezas, frustraciones, retos y desafíos de todos los que conforman el Pueblo de Dios. “No puede pasarse por alto —advierten las Hermanas Carmelitas Descalzas de La Habana— que el Sínodo quiere fomentar la catolicidad de la Iglesia por el carácter inclusivo que tiene, procurando que ninguna oveja quede afuera. En nuestro caso, sentimos un llamado constante de la Iglesia a apoyar desde nuestra dimensión contemplativa, abriéndonos a esa fuerza del Espíritu Santo y haciendo más concretos esos esfuerzos de enlace, de caminar juntas en presencia de la Santísima Trinidad, que espera que seamos familia, que nos amemos con su mismo amor, que es amor de comunión”.

El compartir de las fichas ha propiciado encuentros más allá de las comunidades y ha suscitado la oportunidad de que también los sacerdotes y los diáconos, junto a algunas religiosas, se escuchen entre ellos y dialoguen sobre este camino. En ese deseo sinodal de escuchar a todos los bautizados, los sacerdotes, diáconos y consagrados, también están llamados a salir de sus propios mundos, grandes o pequeños, e integrarse a este deseo de vivir con mayor alegría y autenticidad el Evangelio, hacerlo vida.

De la reunión sostenida con el clero habanero se desprendieron varias prioridades del trabajo futuro, como la necesidad de retomar la agenda pastoral diocesana y vicarial, propiciar encuentros diocesanos y espacios de debate que propicien ser una Iglesia donde nos acompañemos como pueblo, donde se comparta la vida y se escuche al hermano. “Una Iglesia a la que le interese y quiera saber lo que viven los hombres y mujeres de nuestro tiempo, pues nada de sus vidas les puede resultar ajeno”, como expresó una religiosa.

Desde cada pastoral también se pensaron sueños en voz alta, que en su mayoría apuntaron a la necesaria renovación o reanimación de sus estructuras para tener una Iglesia más fortalecida, con mejores familias, mejores jóvenes, mejores catequistas, mejores religiosos, mejores laicos y mayor número de vocaciones.

Una opinión coincidente fue retomar la celebración de la asamblea diocesana de pastoral, la cual deberá hacerse eco de lo expresado en el proceso sinodal, con vistas a planificar el año pastoral 2022-2023. Con las particularidades y objetivos de cada comisión, se insistió en crear una pastoral de conjunto para conformar una agenda diocesana que nos coloque ante la aventura del camino, dispuestos a emprenderlo juntos.

Comunión

Según lo compartido en la ficha de comunión, en las comunidades pequeñas los miembros se conocen mejor entre ellos y el ambiente que se genera en las misas u otro tipo de encuentro, hace que todos compartan la fe, actividades, proyectos, paseos y se sientan como en casa. No sucede igual en las comunidades más numerosas, donde los fieles, si bien se identifican por sus rostros, pocas veces intercambian entre ellos.

Se coincide al afirmar que la comunidad no suele ser acogedora con quienes llegan por primera vez al templo. Por otra parte, siguen quedando fuera aquellas personas que se han alejado por alguna razón, de ellos no se conocen ni sus inquietudes ni dificultades. También quedan al margen los más pobres, los descartados, los marginales, incluso dentro de la celebración dominical.
En algunas comunidades, se advierte que la relaciones se establecen en pequeños grupos afines (fieles con más tiempo en la Iglesia, jóvenes, ancianos, mujeres…). Opinan, además, que algunos grupos pastorales son cerrados con respecto a otros miembros de la comunidad. “Hoy pocos jóvenes llegan a la Iglesia y los que lo hacen no se ven implicados en las celebraciones comunitarias; quizás por ello se van al poco tiempo”, precisa justamente una joven.

Los miembros de las comunidades pequeñas comparten la fe, la vida, actividades, proyectos comunitarios, paseos, dialogan sobre sus preocupaciones, alegrías y tristezas. Llegan a ser amigos. Por lo general, son personas mayores, con muchos años en la Iglesia y un porciento elevado de mujeres.

Los miembros de las comunidades más grandes o numerosas comparten poco, la relación se establece mayormente entre quienes llevan más tiempo en la comunidad o son más activos dentro de ella. En muchos casos, esta relación se reduce a alguna actividad en específico, pero no a un diálogo fraterno, donde se sienta que se habla con un hermano o amigo de camino. Aunque de manera general se insista en escuchar los problemas del prójimo para tratar de ayudarlo, el intercambio se realiza más bien en grupos afines.

Para todos los miembros de las parroquias y comunidades, la acogida del nuevo visitante en la misa dominical es muy importante. En tal sentido, se propone una pastoral para recibirlos con entusiasmo y dejarles saber que la casa de Dios es para todos (esto incluye a las personas que se acercan para ofrecer misas a sus difuntos y a quienes llegan interesados en el bautizo). A ellos se les debe brindar información sobre la fe en un ambiente de diálogo propositivo y de respeto.

Aunque muchas comunidades ya lo hacen, en los debates se insistió en que, al comenzar o al finalizar la misa, es importante presentar a los nuevos que llegan y acercarlos a la comunidad de fieles. Se insiste, además, en llegar a los que se han alejado de la comunidad, escucharlos y animarlos a regresar.

A la hora de concebir actividades para los niños, se debe implicar a los padres y a la familia; algo que bien pudiera extenderse, durante las fiestas patronales a las personas del barrio, pues es significativo que sientan en la Iglesia un lugar de encuentro y hospitalidad.

Se debe insistir en crear espacios más informales de encuentro en la parroquia y también fuera de ella, como paseos, almuerzos, convivencias, retiros, etc., donde se invite a la mayor cantidad de miembros, incluyendo niños, adolescentes y jóvenes. Estos intercambios ayudan a estrechar lazos de amor y unidad entre los hermanos, desde la máxima de no juzgar a nadie y aceptar al prójimo como es, para responder a sus necesidades espirituales.

Se propuso, también, motivar actividades más abiertas desde los distintos grupos pastorales; promover el uso de las redes sociales (grupos de WhatsApp) y favorecer encuentros vicariales que les permita a las vicarías acercarse entre sí.

Aunque todas las parroquias no son iguales, algunas mantienen buenas relaciones con miembros de otras denominaciones religiosas, los escuchan y en ocasiones los invitan a participar de sus celebraciones. Entre ellos se ora por los enfermos. Algunos refieren que la semana de oración por los cristianos debería tener mayor reflejo en la vida comunitaria.

Muchos fieles son del criterio que se ha perdido formación bíblica, “no existe formación humana ni en doctrina social de la Iglesia”, aseguran. Por esta causa, muchos opinan que no se puede sostener un diálogo con otros cristianos, pues los criterios de muchos católicos no se sostienen en una correcta formación. En este sentido, es fundamental también el testimonio de vida. Hay personas en nuestras comunidades que aceptan que les cuesta mucho esta relación.

Participación

En opinión de muchos, la vida en comunidad ha disminuido, se ha perdido esa participación masiva que existió hace unos años. Ello se debe no solo a la pandemia, pues con anterioridad ya muchas comunidades habían perdido a muchos fieles. Hay parroquias donde la falta de comunicación en la comunidad se hace visible, las personas se reservan sus criterios por no querer disgustar a nadie. Sienten el temor de que, al discrepar con la opinión de algunos, digan algo que no sea correcto. En no pocas comunidades solo se escucha al sacerdote y a un grupo reducido de personas asiduas a la misa de los domingos (por lo general, estas personas son reconocidas como las más comprometidas de la comunidad o los más preparados intelectualmente). Algunos refieren escuchar solo la homilía, pues no tienen tiempo para más.
La falta de participación del pueblo en las decisiones de la parroquia ha sido un problema recurrente. En este sentido, se considera que se debe motivar a los fieles a participar en la vida de la comunidad y expresar sus inquietudes, estrechar la relación entre el párroco y la comunidad y entre los representantes de las pastorales y el resto de los fieles.
En las comunidades más pequeñas se tiene más en cuenta la opinión de todos, la cual es respetada, aceptada y puesta en práctica. En ellas existe una relación más cercana entre el sacerdote y los miembros de la comunidad. Aun así, hay personas que manifiestan que no tienen nada que decir.
Son muy pocos los momentos en la vida comunitaria donde los fieles pueden decir lo que realmente piensan. En muchos de ellos existe el temor de ser rechazados por la comunidad, al expresar ideas u opiniones que hieran a otras personas. No existe un espacio destinado a la escucha del pueblo.
En las comunidades pequeñas existe un clima agradable, familiar, solidario, una buena comunicación y atención mutua entre todos, se logran expresar libremente cuando tienen encuentros y actividades, crecen en unidad con Cristo y entre todos. En las grandes parroquias, en cambio, se busca más el grupo o las personas afines para dialogar. En general, aunque las mujeres son mayoría en la Iglesia cubana, se les escucha de manera diferente. El encuentro mayor de participación se da en las misas de domingo (se acepta, con pena, que somos católicos domingueros), por lo que es importante más espacios de contacto, ya sean misas u otras oportunidades que susciten un diálogo que acoja las diversas opiniones (muy pocos opinan que pueden hablar con libertad y confianza).
Existe el deseo de retomar los grupos pastorales, revitalizarlos y ampliarlos, para lograr espacios donde emitir pensamientos e intercambiar sobre temas de interés.

Sobre la misa dominical, algunas opiniones insisten en el desarrollo de una homilía participada, donde se dé la oportunidad a la comunidad de preguntar o dar una opinión sobre algo de lo expresado por el sacerdote. La mayoría de las parroquias coincide en que sienten la celebración dominical como una gran fiesta. Esperan con ansias la eucaristía para nutrir su fe. En ocasiones, las personas llegan con tristeza y problemas, y cuando escuchan la misa salen renovadas. En resumen, la predicación y evangelio son como el bastón que las ayuda a continuar una semana más.
Algunas comunidades sugieren la creación de pequeños grupos para compartir la Lectura de la Palabra, pues así se vive mejor después la celebración de la Eucaristía. También se exhorta a crear grupos de liturgia que sumen a nuevas personas, a fin de que pongan a disposición de la celebración eucarística sus condiciones y talentos. Asimismo, se insiste en una formación real del acolitado y en organizar mejor la pastoral bautismal para acoger y preparar a padres y padrinos.

Muchos fieles agradecen al obispo de La Habana, su disposición a ir y celebrar misas en casi todas las comunidades, en especial en aquellas que por diversos motivos no tienen sacerdote.
Generalmente, las decisiones en la comunidad las toma el sacerdote, pocas veces la opinión de los fieles es tenida en cuenta. Sucede que muchos miembros de las comunidades no están dispuestos a asumir compromisos y aquellos que llegan, y sí están dispuestos a asumirlos, no tienen la formación adecuada ni un camino de fe.

Los consejos parroquiales existen en muy pocas parroquias y comunidades, y por lo general solo funcionan para preparar tiempos litúrgicos fuertes. Sus miembros están desanimados y desmotivados. Hay parroquias en las que sí existe consejo parroquial, pero admiten que sus miembros no se renuevan de manera frecuente.

Misión

En opinión de muchos, la Iglesia debe hacerse sentir más en el barrio y de una manera propositiva llevar la presencia de Jesús, predicar el evangelio y compartir la Palabra. No obstante, es el testimonio de vida la mejor predicación. La Iglesia siempre ha estado acostumbrada a que las personas vayan a ella, pero ya es hora de cambiar, “también podemos salir a predicar”. Por lo general, no se sale a anunciar a Jesús, se espera a que otros vengan. No se está haciendo labor evangelizadora fuera de la Iglesia, solo se está yendo a misa. Se siente miedo de ir al encuentro del otro a hablar de Jesús. La forma de comunicar el evangelio no atrae a los más jóvenes. Existe también una posición de autocensura hacia la labor de misionar: ni siquiera se empieza a hacer, pues se le teme al rechazo de las personas. Muchos de los fieles son personas mayores, ya no les acompañan las fuerzas para salir y misionar. Se extrañan las procesiones por calles aledañas a los templos, este acontecimiento atraía a muchas personas.

Hay que saber identificar también la misión dentro del templo, en especial con quienes llegan por primera vez a él, ya sea para bautizar, ofrecer una misa de difuntos, participar en la celebración comunitaria o simplemente por curiosidad. Muchas de estas personas no son acogidas, y terminan por marcharse. “No hemos sabido llevar la Palabra a ellos”, es una frase repetida.
Aunque todas las parroquias refieren que el evangelio se debe transmitir con alegría, amor, fe y esperanza, como dignos bautizados en Cristo, la realidad demuestra que no se está haciendo así. Resalta la necesidad de ser testimonio creíble de lo que transmitimos. Algunos fieles piensan que hay que renovar aquellos estilos que hoy resultan anticuados, pero sin perder la esencia que nos identifica como católicos. Hay que trabajar más con los jóvenes, transmitiéndole valores, respeto, escuchándolos, acompañándolos…
Se puede transmitir el Evangelio desde el mismo gesto de saludo. Hay que hablar de Dios, no se puede tener miedo a ello. Dios debe ser real en palabras y hechos. Es importante, además, no negar la fe ni ocultarla, dar testimonio en todo momento. Los laicos están llamados a hacer visible la Iglesia, dar a conocer sus acciones, muchas de las cuales no se difunden en Cuba. Es importante disponerse a dialogar siempre con el que no conoce la fe católica, con el sincrético, con el practicante de otra denominación religiosa, desde el respeto y la escucha, desde la fe que acoge con amor.
No hay dudas de que “una de las misiones fundamentales de la Iglesia es ayudar a los más necesitados, dar aliento y ánimo a los más pobres”. En algunas comunidades señalan que la ayuda a los más desfavorecidos es el mejor testimonio de la fe. Insisten, además, en la importancia de identificar las situaciones de pobreza e injusticia para llegar mejor a ellas y colaborar con instituciones en busca de soluciones. Varias comunidades mencionan la necesidad de activar la Pastoral de la Salud y la Pastoral Social para así acoger las distintas situaciones que viven las familias en nuestra sociedad. “Si bien nuestras iglesias hacen caridad en el anonimato, intentar llegar cada vez más a un número mayor es reto y misión para todos los católicos, sin que esto se convierta en un plan para cumplir”. Extender la mano a esa persona que tanto quiere ser escuchada y brindarle el apoyo que necesita, es un camino de cambio en los momentos tan difíciles que vive la Cuba de hoy. La escucha es también un servicio.
La ayuda permite establecer vínculos colaborativos con personas e instituciones de la sociedad cubana, y de esta manera llegar con la Palabra de Dios también a ellas. Es importante transmitir el Evangelio con el ejemplo, y en la medida que se interactúe con otros y se les involucre en la ayuda a los más necesitados, el testimonio cristiano es palpable y creíble.

Seremos conocidos por nuestras obras. En este sentido debemos promover la solidaridad, el amor y la fe en Dios, lo cual nos llevará a construir una mejor sociedad que evite el odio y promueva la ayuda mutua. Se insiste en la necesidad de promover el catecismo en niños y extenderlo al resto de la familia. Acompañar a los jóvenes en el camino por alcanzar sus sueños, siendo una Iglesia que, sin dejar de adecuarse a los nuevos tiempos, insista en recuperar tradiciones que se han perdido. Para ello es importante que confluyan en nuestros espacios mayor número de voces: la de los ancianos, las mujeres, los jóvenes, los consagrados… Algunas comunidades consideran que es necesario fortalecer las relaciones entre el Gobierno y la Iglesia, pero sin crear dependencias y dejando claras la intención de colaborar en la educación, la salud y la comunicación (permitir escuelas católicas, aceptar algún tipo de enseñanza catequética como una asignatura opcional, poder ver o escuchar programación católica en radio o televisión). Refieren, además, que los medios de comunicación de la Iglesia deben incrementarse, ya que una parte de la sociedad está deseosa de conocer y nutrirse de las enseñanzas católicas.

Se necesita una Iglesia de calle, que no se cierre dentro de las paredes del templo. Una Iglesia que ayude, que asista, que promueva acciones, que no tenga miedo a ofrecer su propuesta evangélica, a decir su Verdad, a ser sal y luz dentro de la sociedad cubana actual. Una Iglesia que esté cerca de los presos, de los enfermos, de los pobres, de los que piensan diferente. Una Iglesia orante, abierta al amor.

Se insiste en retomar la misión en los tiempos fuertes (Navidad, Semana Santa) para que las personas sepan lo que está pasando en nuestra Iglesia y la visiten. En tal sentido, es bueno distribuir oraciones en los territorios parroquiales, pues muchas veces las personas están necesitadas de orar, pero no saben cómo hacerlo.

La gran mayoría de los católicos está consciente de que se necesita una mayor formación cristiana, espiritual y humana; estudiar el evangelio y poner en práctica cada una de sus enseñanzas. Para ello es importante que se modifiquen técnicas del catecismo, a fin de hacerlo atractivo a los niños y a los jóvenes. La formación bíblica debe acompañarse de una profunda experiencia de fe. Cada comunidad debe convertirse en un espacio de auténtica acogida, de escucha, donde el respeto nos permita profundizar en un diálogo efectivo.

En el acápite de formación se recomienda:

impartir cursos bíblicos y de espiritualidad;
hacer minicatequesis antes de la misa, que pueden ser cada semana sobre un tema diferente de algún aspecto de la propia misa o sobre algún sacramento;
impartir cursos de comunicación que orienten sobre cómo hablar del Evangelio y comunicarlo a otras personas;
retomar la proyección de películas y espacios de debate a partir de ellas;
fomentar espacios de formación para jóvenes, que permitan combinar los temas catequéticos con otros de su interés (música, baile, moda, política, relaciones humanas, etc.);
retomar los cursos de verano y las escuelas para educadores;
retomar las convivencias de adolescentes y jóvenes.

Conclusiones

Al momento de la redacción de esta síntesis, setenta y dos comunidades se habían reunido para trabajar una, dos o las tres fichas compartidas desde el grupo asesor del Sínodo en la Arquidiócesis de La Habana. Es nuestro deseo de que lo dialogado y aquí expresado, sirva de inspiración para la celebración de las asambleas parroquiales, incluyendo a aquellas comunidades que no han realizado ningún encuentro.

El proceso sinodal, hasta la fecha, ha sido una oportunidad para crecer como comunidad de hermanos y dar testimonio ante el mundo. De nosotros también depende que lo vivido durante esta etapa diocesana no sea letra muerta y lo sepamos asumir todos los días como parte de un estilo sinodal que siempre nos conduzca.

Durante la primera etapa de formación y sensibilización, que se desarrolló a partir de octubre de 2021 y hasta principios del actual año, los fieles católicos manifestaron su preocupación por que los encuentros de grupos y comunidades se convirtieran en parlamento, espacio donde se priorizaran unas voces por encima de otras. Es un riesgo que ha debido asumirse para entonces evitarlo, de ahí la necesidad de escuchar juntos la revelación divina. El proceso sinodal quiere unirnos en un camino donde nadie se adelanta. Los debates son importantes, pero serán pasajeros si no se acompañan por la oración personal y comunitaria, por experiencias profundas de fe, por gestos y acciones puntuales de caridad que dejen atrás la comodidad del templo para salir al encuentro con el otro.

Reconocer las dificultades que acompañan a la Iglesia habanera ha resultado importante para pensar, de conjunto, el horizonte de prioridades diocesanas. En este sentido, los ejercicios de escucha han dejado claro el escenario que acompaña la vida de la comunidad católica de hoy: con fieles desanimados, la mayoría de ellos de edad muy avanzada, con pocos o ningún joven, con una asistencia disminuida a causa de la pandemia, con pocos consejos parroquiales funcionando, en medio de una difícil realidad económica, política y social, etc. Sin embargo, reconocer esta realidad ha sido importante para emprender camino y no perder el rumbo, pues saber la Iglesia que tenemos ayuda a pensarla mejor desde la fe.

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