Alocución, domingo 26 de diciembre, Fiesta de la Sagrada Familia

Por: Arzobispo de La Habana, cardenal Juan de la Caridad García

Hoy 26 de diciembre, domingo siguiente a la Navidad, la Iglesia celebra la Fiesta de la Sagrada Familia. Escuchamos el Evangelio según San Lucas capítulo 2 versículos 41 al 52.

 

(EVANGELIO)

 

Damos gracias a Dios por tantas veces que papá, mamá y los niños, y los hijos hemos vivido como vivieron San José, la Virgen María y el niño Jesús, en las alegrías y en las penas. Gracias Dios Padre por papá y mamá, que hicieron mi hogar sobre roca firme que no se hundió cuando arreciaban los vientos. Gracias papá y mamá, que llenaron la casa de retoños, olvidados de su descanso, sacrificando su vida. Gracias por papá y mamá que enseñaron a amar amando, que iluminaron, exigieron y gratificaron. Gracias Dios Padre, por los hermanos con los que aprendimos a jugar y a compartir, a veces a llorar, con los que amigamos para siempre. Gracias Dios Padre, por los abuelos, bondad personificada, todo regalo y comprensión, todo perdón y paciencia, laboriosidad extremada, gratuidad. Gracias por los otros familiares, los tíos, tan entrañables y los primos tan agradables y divertidos, que enriquecían los juegos, las fiestas, las celebraciones. Gracias Dios Padre, por aquel padrino y aquella madrina que tanto querían y regalaban, tan buenos, tan grandes y tan humildes, a los que ya interiormente hemos canonizado. Gracias Dios Padre, por todos los que entran y salen de la casa, que la oxigenan y agrandan. Por todos los que han ayudado a crecer en la fe, la cultura, la alegría. Gracias familia toda, gracias familias todas, gracias, Dios mío, por mi familia.

 

(CANTO)

 

Benditos los papás:

 

Un papá es el hombre que queremos que esté con mamá, porque él es el hombre de la casa, el que infunde carácter y unidad a la familia, el que resuelve los problemas más difíciles, el que tanto necesita mamá para sentirse segura y los hijos para sentirse protegidos. Un papá es ese que parecía un loco el día que esperaba nuestro nacimiento a la puerta del hospital materno, el que sobornó al portero porque no resistía lo deseos de conocernos y no tenía paciencia para esperar hasta la hora de la visita. Un papá es ese que se preguntaba cómo con sus dos manos podía sostener este muñequito de trapo, que no paraba de mover los pies y el cuerpecito. ¡Oye, pero es igualito a él! Un papá es el que aprende a cambiar los pañales después de miles de intentos fallidos, siempre poniendo la punta del imperdible hacia afuera, ese que cuando tiene que calentar la leche del bebé siempre tiene que ponerse a enfriarla para luego volver a calentarla. Es que no es fácil asentar con la temperatura que requiere el gusto del niño. Un papá es ese que oyó cantos de ángeles cuando por primera vez su hijo articuló la palabra papá. Es ese que nos enseñó a leer, a abrocharnos el cordón del zapato, el que tenía una fijación con la pesada tabla del 7, que no nos dejó tranquilos hasta comprobar que la sabíamos, el que nos dejaba ganarle a las bolas, el que nos hizo el primer papalote, el que curaba nuestra muñeca, con el que aprendimos a decir strike, al que nuestra hermanita le llenaba la cabeza de rolos y hebillitas y luego comprendía por qué todos lo miraban de una forma tan rara en la cola del pan, hasta que recordó el peinado exótico que unos minutos antes le hacía su hijita. Un papá es un modelo de vida, es el buen consejo, la palabra precisa, el silencio y la sonrisa cómplice cuando hemos hecho algo que no queremos que sepa mamá, es el que nos deja jugar con fango y tirarnos agua para tener que ayudarnos a limpiar y a recoger. Un papá es al que se le aguan los ojos y se le aprieta el corazón cuando nos enfermamos y casi nadie se da cuenta de su angustia; es ese de la ternura viril, cuyas manos callosas pueden ofertar las caricias más cálidas y el brazo más puro, es el que cuando mi hermanito se partió la cabeza, y a mamá le quiso dar un ataque, dijo con autoridad y aplomo, que no había pasado nada, pero que se le aflojaron las piernas y no tuvo valor para ver cómo le cosían la herida a su príncipe enano. Un papá es nuestro amigo, pero también nuestro enemigo, sobre todo cuando mamá nos amenaza con eso de “deja que venga tu padre”, es el implacable y una orden suya hay que levantarse temprano, asistir a la escuela, ir a este repaso que nos cae mal, sacar buenas notas, respetar a mamá y querer al hermano. Un papá es el hombre más bueno y más noble del mundo y al que queremos mucho, pero con el que nunca somos cariñosos y muy pocas veces le decimos cuánto lo amamos y deseamos que esté. Un papá es ese que necesitamos toda la vida porque su presencia nos infunde seguridad, paz confianza, porque es el libro de la vida, al cual podemos acudir cuando estamos metidos en un lío, el que siempre olvida nuestras deudas y nos garantiza el pan de cada día. Gracias papá por tu amor, porque eres tan necesario como mamá, por todas las horas de tu vida que nos has regalado, por tu sonrisa, por tu presencia consciente o inconsciente en todos los momentos felices y en los difíciles, porque tu ejemplo nos alentó a querer ser como tú. Gracias Papá Dios por el papá que nos regalaste. Tú, que lo hiciste padre a tu imagen y semejanza, llénalo de tu amor.

 

(CANTO)

 

Benditas las mamás de nuestra familia:

 

Una mamá ese regalo de Dios, el más bello del mundo, en el concurso donde seamos jurado, no hay princesas que pueda ganarle porque ella es la más linda y la más buena. Una mamá es la primera sonrisa, la primera caricia, el refugio seguro, la comida puntual, la primera oración, es la caricia de Dios. Una mamá es la primera lección, el beso más dulce, el primer gesto de amor, el abrazo más cálido, la natilla más rica, los zapatos más limpios, la ropa más perfumada, pero una mamá también es el cintazo más fuerte, un castigo severo, una medicina amarga, una inyección que duele por culpa de aquella dichosa soberbia que nos enfermó de amigdalitis. A una mamá siempre la podemos encontrar allí, cuando queremos que esté y cuando no lo queremos. Una mamá siempre se mete en todo y siempre tiene la solución para nuestros problemas, porque ella lo sabe todo. Las mamás son hadas madrinas acusonas, sobre todo con papá cuando nos hemos portado remal, pero también son nuestras alcahuetas cuando tienen que defendernos del cinto de papá. Las mamás son adivinas, siempre saben en dónde estamos y qué hacemos, aunque no se lo digamos. Son las cuenteras, las mejores del mundo. Si escribieran un libro con los cuentos que inventara, existieran miles de versiones de un mismo cuento, en ese, el que más nos gustó, porque era de su invención y cada vez que se lo pedimos surge otra versión. Una mamá puede ser un conejo o un lobo o una araña, pero también es nuestra primera amiga. Una mamá es aquella mujer de sonrisa perenne, que nos guarda todas las cosas en su corazón y luego las medita, la que no se acuesta hasta que no lleguemos, la que pregunta mucho o no pregunta nada, la que siempre añoramos y a la que siempre vamos. Una madre es una maestra de siempre, el consejo oportuno, ese que nos anuncia el mal que podemos sufrir antes de que suceda, y cuando sucede nos acordamos de sus palabras que no quisimos escuchar. Pero una mamá también quisiera ser el escudo que nos protege de infortunios de la vida, la hacedora de milagros que pudiéramos convertir en nuestra vida en una eterna felicidad. Una mamá es la oración constante de petición expresada en cada instante de la vida por sus hijos y agradecimientos por ellos a Dios. Una mamá, es mi mamá.

 

(CANTO)

 

Benditos los abuelos:

 

Los abuelos son esos seres formidables que Dios nos ha dado como bendición y son notas celestiales que infunden luz y calor a la vida familiar. Gracias a su sonrisa, dulce y pronta a florecer, ríen cualquiera de nuestras bromas. Gracias a sus manos suaves nos consuelan, sanan, acarician y acogen nuestras penas de alma y cuerpo. Gracias a sus pies cansados y andar lento, su compañía se hace más prolongada. Gracias a su disposición, escuchamos historias con un caudal de conocimientos. Gracias a su vista cansada no ven las imperfecciones de sus nietos. Gracias a su escasez de audición no escuchan nuestras malas contestas y expresiones airadas. Gracias a su paciencia sobrehumana, admiten y toleran nuestras incomprensiones. Gracias a su lento pensar, olvidan fácilmente nuestros agravios. Gracias a su disposición, resuelven los problemas de los hijos, de los nietos y vecinos. Gracias a su actuar mesurado, son instrumentos de paz y vínculo de unión. Gracias a su capacidad infantil, son la compañía perfecta de los nietos y los niños del barrio. Gracias a su oración, Dios siempre tiene presente a su familia para alejarla del mal y conducirla por sus caminos. Gracias a su inapetencia, los nietos pueden comer los alimentos más sabrosos y las postas más grandes. Gracias a su experiencia, son nuestros maestros, amigos y ángeles guardianes.

 

(CANTO)

 

Vivan las abuelas especiales:

 

Ha llegado la vejez con ganas de destruirme, pero yo me he puesto firme y contra ella lucharé. El pasado que se fue sacó ida sin regreso y no contento con eso se llevó mi juventud, dejándome sin salud, vieja, fea y sobrepeso. Pero yo no creo en eso, no soy persona achacosa, aunque tengo varias cosas, todos tenemos problemas, aunque crean lo contrario, los juanetes y los callos me ponen en un dilema. Cuando tengo alguna pena siento una gran opresión que nace en el corazón y me llega hasta los sesos y a pesar de todo eso me siento como un cañón. Yo creo que estoy entera y lo voy a demostrar, aunque a veces al andar me molesta una cadera, para caminar afuera, yo necesito un bastón, evitando un resbalón o en la calle algún tropiezo y a pesar de todo eso me siento como un cañón. Tengo en el hombro bursitis, dolor en una costilla y me falla una rodilla porque padezco de artritis. Tengo en la pierna flebitis y en el cuerpo picazón y se me encoge un tendón que me pone el cuello tieso y a pesar de todo eso me siento como un cañón. Cuenta yo no quiero darme de que mi rostro está viejo y al pasar frente a un espejo yo trato de no mirarme y aunque quisiera engañarme mi cara es un acordeón, mi cuerpo es un armazón, pero lucho por vivir y le quiero repetir que a pesar de todo esto me siento como un cañón.

 

(CANTO)

 

Manifestamos nuestra fe en la familia amorosa.

 

Creemos en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, que expresando lo que son, han puesto latido de amor al universo, salpicando de él todo cuanto existe. Creemos por ello en el amor que viene de Dios limpio y desinteresad; creemos en el amor que une al hombre y a la mujer en el sentimiento de la vida; creemos en el amor humano que se proyecta mutuamente en el ser del hijo que nace; creemos en la familia como hogar de convivencia de los corazones que se aman y ponen sobre la mesa diaria los panes de la unidad, la comprensión, la tolerancia y el perdón; creemos en el amor adolescente que despierta tímido y expectante; creemos en el amor de los novios que madura limpio en la confianza y en el conocimiento mutuos; creemos en el amor sereno sufrido y compartido de los esposos. Sabemos que estos amores son tareas y compromisos constantes del hombre, creemos que es posible vivir honradamente el amor en este mundo de hoy y nos sentimos interpelados a liberarlo de esclavitudes. Reconocemos que el amor que vivimos es con frecuencia una palabra vacía, pero creemos que es posible el hallazgo de un amor limpio cuando existe la búsqueda en Ti, Dios nuestro, que eres el amor. Amén.

Dios Padre bendiga al papá y a la mamá; Jesucristo, Hijo de Dios, hecho hombre, bendiga a todos los hijos; el Espíritu Santo restaure la energía y la fortaleza en los abuelos… Y la bendición de Dios y de la paz descienda sobre todos en la familia. Amén.

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