Cuba necesita sacerdotes cubanos

Por: Yarelis Rico Hernández

Cardenal Stella en el Seminario en La Habana
Cardenal Stella en el Seminario en La Habana
📷 Roberto Carlos Rodríguez Espinosa
“Me duele que en ocasiones el sacerdote no tenga sentido de pertenencia a su tierra. Nosotros pertenecemos a la Iglesia, esa es nuestra casa, nuestra familia, nuestra esposa. Si nuestra familia es nuestra comunidad, debemos sufrir por ella con gran sentido de fidelidad”.
Así habló el Cardenal Beniamino Stella a los seminaristas que se preparan en el Seminario San Carlos y San Ambrosio, en ocasión de su visita a esta institución este viernes 27 de enero, en su periplo conmemorativo por los 25 años del Viaje Apostólico a Cuba de San Juan Pablo II.
Después de presidir la misa, acompañado por el Cardenal Juan de la Caridad García, el Nuncio Apostólico Mons. Giampiero Gloder y el Obispo Auxiliar, Mons. Eloy Ricardo Domínguez, el Cardenal Stella intercambió con los seminaristas, a quienes recordó que para un sacerdote resulta fundamental la obediencia y la entrega personal: “Hay que confiar mucho en el Señor y entregarse”, sentenció.
En su opinión, lo que más debe cuidar un sacerdote es su vida espiritual y su oración. “La oración -dijo- es la que nos salva, nos permite volar alto”. Asimismo, comparó el ser cristiano, y especialmente sacerdote, con subir una montaña muy alta. “Para ello hay que prepararse, entrenarse, y eso no se consigue sin la oración”. Como ejemplo de buen sacerdote destacó al Papa San Juan Pablo II, a quien calificó como hombre de oración y de mucha valentía espiritual. “Ese espíritu fuerte nacía de su larga y profunda oración”.
En la homilía pronunciada antes, Mons. Stella insistía en que Cuba necesita más que nunca sacerdotes cubanos, “que amen a su pueblo del cual forman parte y en el seno del cual Dios los ha elegido para que comuniquen a sus compatriotas la Buena Noticia de la Salvación, la Gracia que otorgan los sacramentos y el consuelo del amor del Pastor que acompaña y da la vida por sus ovejas”.
Recordaba, además, que en la vida de un sacerdote hay momentos de luces y de sombras, pero corresponde a cada consagrado acoger el misterio de la llamada como Dios quiere y no como quiera cada quien. “Jesús acepta nuestra debilidad y la transforma con su amor, con su presencia, pero tenemos que confiar en Él, dejarnos guiar por Él”.
Sin dudas, fue una noche diferente en el apartado edificio habanero, donde comparten en comunidad Padres formadores, profesores, colaboradores y amigos de la casa junto a los 19 seminaristas que allí cursan sus estudios.

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