El debate sobre si se lee menos en la actualidad que en tiempos pasados no está del todo resuelto.
Para algunos estudiosos de este asunto, el desarrollo reciente de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, con sus cambios de paradigmas, ha provocado a nivel global una crisis sin precedentes en el hábito de leer, una visión apocalíptica sobre el fenómeno, de acuerdo con los postulados del semiólogo italiano Umberto Eco.
Otros, con una mirada integrada, según el propio Eco, opinan que la alfabetización en buena parte del planeta, unida a ese mismo avance tecnológico, ha facilitado el ejercicio de la lectura, aunque no necesariamente de literatura de arte y tampoco la de mayor calidad.
Lo cierto es que la presencia de internet y su amplia gama de alternativas están afectando las preferencias en el consumo de información, ahora más relacionadas con las dinámicas sociales de la actualidad. Con mayor frecuencia, las personas tienen más acceso a productos informativos de otra índole que a literatura de ficción, la muestra está en la cantidad de horas que dedican al ordenador o a los teléfonos celulares, así como al uso creciente de las redes sociales.
Expertos opinan que el edificante hábito también se está viendo seriamente afectado por la industria del ocio y el entretenimiento, sobre todo en edades tempranas, con la irrupción en el mercado de productos de alta demanda como los videojuegos, preferidos por niños y adolescentes, grupo etario idóneo para la formación de futuros lectores. El desplazamiento de la lectura por otras maneras de esparcimiento resulta preocupante, lo cual ha hecho saltar las alarmas en autoridades e instituciones culturales de buena parte del mundo.
Cuba, de tardío acceso a las nuevas tecnologías, también se ha visto afectada por los mencionados cambios de paradigmas de la información y comunicación contemporáneos, aunque en el alud cubano de la lectura influyen otros factores, subjetivos y objetivos, que han hecho cambiar el panorama de la isla en los últimos decenios, sobre todo a partir de los años noventa, después del derrumbe del llamado campo socialista, cuando se desató la crisis general conocida como Período Especial.
Al respecto, el premiado escritor cubano Leonardo Padura, en entrevista con medios de prensa internacionales, declaró que la industria editorial nacional está en “un estado paupérrimo, agravado por el parón de la pandemia, pero provocado sobre todo por la falta de recursos del Estado para respaldar al sector con la impresión de libros literarios, porque de otros tipos —políticos, de propaganda— se suelen publicar más”.
De igual forma, la casi nula circulación de revistas especializadas, la desaparición de peñas y grupos afines, provocada por el éxodo de profesionales, sobre todo de los entornos literarios, han influido sobremanera en el descenso de lectores, a pesar de la existencia de iniciativas y el esfuerzo, a veces con el mínimo de recursos, de pequeñas editoriales y otras entidades como El Observatorio Cubano del Libro y la Literatura, que tienen como objetivo la promoción literaria y de la lectura.
Otro aspecto fundamental relacionado con la lectura en Cuba tiene que ver con la Feria del Libro de La Habana, actividad de ese tipo más importante a nivel nacional, que tampoco ha estado a la altura de años precedentes. El aumento de los precios, junto con el alto coste de la vida en general, provocada por la depresión económica imperante, ha reducido los índices de compra de libros, situación de la que se quejan libreros y personal afín al sector, quienes argumentan estar ante una disminución de las ventas nunca antes vista. Incluso, la asistencia al acto cultural masivo de mayor envergadura en el país, no siempre está dirigida a la adquisición de textos en función de la lectura, muchas veces es para el goce de actividades colaterales, como la venta de comida y fiambres.
Según estudios recientes, la desidia hacia la lectura, en lo particular, y la literatura de ficción, de forma general, está creando en el mundo un sujeto que desdeña esos hábitos, fuente principal del conocimiento en el proceso civilizatorio. Se habla de una nueva generación que ha sido catalogada como “un tipo de analfabeto informado”, individuo de escasa capacidad para el juicio y serias dificultades con el lenguaje. Se constata, asimismo, una decadencia de la tradición espiritual, que va en aumento.
La crisis económica internacional y la más reciente inflación desatada por más de dos años de confinamiento a causa de la pandemia, son otros factores que se consideran en el desapego de la lectura.
La academia es sitio para la educación, pero no siempre se desempeña como lugar que incentiva el hábito y el amor por la lectura; en realidad, este debe correr a manos de la familia.
Daniel Pennac, escritor y pedagogo francés, propone en sus libros que la literatura es una máquina de percibir, por lo cual, es una necesidad dejar de presentar la lectura como una obligación. Se debe recuperar la idea de placer y ofrecer la oportunidad de disfrutarlo libremente. El verbo leer no admite el imperativo, dice Pennac. Simplemente, leer es una necesidad.
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