La tristeza también es buena

Por: Mario Vizcaíno Serrat

Aunque la tristeza varía según la naturaleza de cada cual, en períodos de crisis las sociedades parecen compartir desencantos comunes, de ahí la utilidad de buscar recursos, de manera individual y familiar, para sortear esos complicados escollos de tipo espiritual.
En ese camino de rescate de los lodos del mundo interior en que caemos o nos empujan, el Papa Francisco recomendó el consejo de san Ignacio de no dejarse guiar enseguida por los momentos difíciles.
Durante su catequesis, dedicada al discernimiento, este miércoles, el líder de la Iglesia católica acudió a la sabiduría que le ha dado su largo magisterio para advertir que la tristeza a veces funciona como un semáforo. “Párate, párate. Está en rojo, párate. ¿Estoy triste? Quiere decir que algo pasa”.
En las crisis que las sociedades atraviesan, las palabras del Papa resultan útiles si cada uno de nosotros las interioriza y convierte derrotas cotidianas en ganancias.
Tanto es así, que el Sumo Pontífice lamentó que muchas personas toman decisiones importantes, como abandonar a su pareja o la vida religiosa, sin antes detenerse a entender qué había detrás de ese sentimiento de tristeza.
Y es que en períodos de crisis todos los tipos de obstáculos se confabulan para desesperarnos. Entonces, el Papa recomendó buscar la ayuda de un guía espiritual, pero lo hizo del modo sencillo en que los seres humanos entendemos las cosas: “una regla sabia dice que no hay que hacer cambios cuando se está desolado”.
Aunque parezca contradictorio a simple lectura, el Papa aseguró que la desolación, sin embargo, tiene su lado positivo, algo que una sociedad puede aplicar cuando mira hacia delante sin encontrar la famosa luz al final del túnel: “Creo que todos hemos experimentado la desolación. Pero tal vez no todos la sabemos leer ‘porque también tiene algo importante que decirnos’ y por eso no debe perderse”.
Por consejos como estos, los discursos y otras intervenciones del Papa Francisco parecen clases de psicología con mensajes evangelizadores muy humanos y reales, tan cercanos a la vida diaria de hoy, que ejercen una influencia en quienes los reciben con atención.
“Nadie querría estar desolado, triste: esto es cierto. A todos nos gustaría tener una vida siempre alegre, feliz y plena. Sin embargo, esto, además de no ser posible -porque no es posible-, tampoco sería bueno para nosotros. De hecho, el cambio de una vida orientada al vicio puede partir de una situación de tristeza, de remordimiento por lo que uno ha hecho”.
En lugar de ponerse a llorar, el Papa Francisco invitó a tomar la tristeza como una oportunidad de explorar en paisajes más ricos y fértiles que los que la fugacidad y la evasión nos permiten, y aconsejó hacerle caso a santo Tomás, cuando la definió como un dolor del alma que, como los nervios del cuerpo, despierta nuestra atención ante un posible peligro, o ante un bien no atendido.

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