Un camino de todos

Durante la Navidad, varias comunidades habaneras comenzaron el camino sinodal, mientras que otras lo continuaron, respondiendo de esta manera a la invitación hecha por el cardenal Juan de la Caridad García, arzobispo de La Habana, el pasado 17 de octubre, para vivir esta experiencia en sintonía con la Iglesia universal.
La humildad, la escucha atenta, el respeto al prójimo, la alegría, la espontaneidad, la valentía en el decir, han sido, entre otras, las claves para que estos espacios se hayan convertido en experiencias de fraternidad y no en desaboridas y frías reuniones. Cada momento ha sido acompañado por la oración comunitaria y la apertura al Espíritu de Dios.
Sin embargo, son más las comunidades que aún no emprenden el camino sinodal que las que ya lo hacen. Si bien no es la cantidad lo que determina esta experiencia, sino la profundidad y el compromiso con que se viva, es importante que lo bautizados se involucren, comenzando por los pastores.
También la pandemia que sigue acompañándonos, impide el regreso tranquilo de muchas personas a las celebraciones comunitarias, por lo que los encuentros deben ajustarse a la situación actual y propiciar desde diversas alternativas el diálogo y la escucha entre todos.
El Sínodo es una oportunidad para hacer y ser mejor Iglesia, y en este sentido, de acuerdo con lo que nos pide el Papa Francisco “todas las opiniones cuentan”. En esa dinámica se han desarrollado estos encuentros, en los que no solo se ha reflexionado a partir de las fichas propuestas por el equipo que anima el proceso en La Habana, sino que se han generado otras iniciativas en correspondencia con la realidad de cada comunidad, grupo, movimiento o congregación religiosa.
Así lo han experimentado en el territorio de Jaruco, donde varias de sus comunidades se han reunido, algunas, incluso, por más de una vez. En el tiempo navideño, el camino también se inició en las comunidades de Madruga y Aguacate; en la Asunción, Guanabacoa; en la capilla Nuestra Señora de Loreto, reparto Buena Vista, Playa; en la parroquia El Salvador de Mundo, en el Cerro; en la iglesia Sagrado Corazón de Jesús, en el reparto Lotería; en la capilla Nuestra Señora del Sagrado Corazón de Jesús, en La Víbora; la comunidad de San Antonio de Padua, en Arroyo Naranjo; la iglesia San Francisco, en La Habana Vieja; la Santa Cruz de Jerusalén, en Miramar y la capilla San Rafael, en Marianao. Comunidades como las del Santuario de Arroyo Arenas, Santa Rita de Casia, en la barriada de Miramar, San Francisco Javier, en Marianao y Nuestra Señora del Rosario, en el Vedado capitalino, ya han realizado dos o más encuentros.
La festividad de la Sagrada Familia resultó un buen momento para que grupos comunitarios, entre ellos de matrimonio y jóvenes, profundizaran en el significado del camino sinodal. Con anterioridad, en el tiempo de Adviento, varios grupos compartieron los miedos y esperanzas que les suscita esta experiencia eclesial. Como colofón, la Fiesta de la Epifanía del Señor reafirmó un deseo recurrente: la necesidad de incorporar a los niños, los adolescentes y los jóvenes a este proceso, pues su espontaneidad y alegría lo enriquecen. Comenzar camino junto a los niños es, sin dudas, una bendición de Dios.
En opinión de algunos participantes, estos encuentros han servido para compartir juntos después de meses de encierro: “tiempo en los que nos ha acompañado el temor por una pandemia que aún no termina”. En ese sentido, hay quien valora esta oportunidad de “muy positiva”, pues se ha podido escuchar la historia del hermano, conocer qué ha vivido durante esta etapa y saber de sus miedos y esperanzas.
Ha sido también, ocasión para dialogar sobre la vida de la comunidad, saber qué realidades la paralizan, comprender que como Iglesia estamos llamados a dialogar, incluso con quienes piensan diferente o practican otra religión, y a hacer efectivo y concreto el compromiso con los más vulnerables, que hoy son muchos en Cuba, dentro y fuera de los templos.
“Como comunidad cristiana —expresa una señora de la capilla Nuestra Señora de Loreto— ha sido hermoso escucharnos y reflexionar juntos. Eso crea comunión, participación y hace también que crezcamos en fraternidad. Hasta ahora no son muchos los que se implican, pero en la medida que se muestre este espacio como una oportunidad para escucharnos mutuamente, seguro que se sumarán otros hermanos”.

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