Testimonio de Vida Consagrada

Por: Redacción de Palabra Nueva

Danisandro de San José Sánchez Peña
Danisandro de San José Sánchez Peña

Fray Danisandro de san José Sánchez Peña OFM Conv.

¿Cómo se produjo su acercamiento a la Iglesia? ¿Por qué su decisión de consagrarse a la vida religiosa? ¿Por qué esta Orden y no otra?

“Mi acercamiento a la Iglesia ha sido desde pequeño, tuve la gracia de crecer en una familia donde desde niño me enseñaron el amor a Dios y a la Virgen Santísima. Recuerdo que mis padres no iban a la Iglesia porque no sacaban tiempo para ir, sin embargo, mi madre me enviaba a la catequesis con una vecina. Tengo como referente de mi amor a la Iglesia la fe sencilla y en silencio de mi abuela. Aunque nunca leyó un libro de teología, en la praxis era una teóloga, pues se planteaba preguntas sobre Dios muy profundas.

”Recuerdo que a los dieciséis años, aproximadamente, comencé a sentir que Dios me estaba llamando para algo más grande, entonces no era consciente de que me llamaba para ser religioso. Crecí cerca de una comunidad de religiosas, la Congregación Hijas de Jesús. Mi primera inquietud vocacional se la expresé a una de estas hermanas. Luego le comenté a mi primo que entonces estaba en el seminario diocesano. Mi primo me animó a ir a un encuentro vocacional diocesano para que fuera mirando la variedad de familias religiosas o la posibilidad de entrar al seminario diocesano.

”Sin duda, desde el inicio sentí una fuerte atracción por la vida religiosa. La única referencia que tenía de la vida religiosa era la comunidad de las Hijas de Jesús. El ejemplo de entrega de estas hermanas que habían dejado sus países para venir a servir a Cuba, me animó a optar por la vocación como religioso y misionero. En este proceso de búsqueda en la vida religiosa, llegó a mis manos una hoja de Vida Cristiana. Recuerdo que encontré un pequeño artículo que hablaba de la llegada de los Frailes Menores Conventuales a la parroquia San Pedro Apóstol en Matanzas. Esta fue la primera vez que escuché de esta familia religiosa. Inmediatamente pedí a una de las religiosas de mi pueblo que me buscará la dirección de los frailes. Escribí a los hermanos y tuve la oportunidad de ir a conocerlos personalmente y percibí que en aquella familia religiosa era donde quería vivir mi vocación. El testimonio y la acogida de los frailes ha sido lo que me llevó a tomar la decisión de entrar en la orden. Ya han pasado diecisiete años de ese primer encuentro que marcó mi vida”.

¿Tuvo o no apoyo familiar?

“El Señor no se deja ganar en generosidad y esto lo he tenido claro desde el inicio de mi camino vocacional. La primera vez que le dije a mis padres que estaba sintiendo que Dios me llamaba a ser religioso tuve el apoyo de ellos y de mi familia. Seguramente que mis padres habrán sentido un poco de tristeza de que un hijo se vaya de casa para entrar en una comunidad religiosa. Sin embargo, mis padres respetaron mi decisión y siempre me apoyaron para que fuera a las primeras convivencias vocacionales con los frailes”.

¿Qué se sacrifica y qué se gana cuando se toma una decisión de este tipo?

“Todos aquellos que en algún momento hemos sentido la llamada de ser religiosos nos hemos preguntado qué se sacrifica y qué se gana siguiendo al Señor. Desde mi experiencia me atrevo a decir que al inicio, cuando vine al convento, pensaba que había sacrificado mi familia, sin embargo, me di cuenta que había ganado una nueva familia. ‘El Señor me dio hermano’, así dejó escrito san Francisco a sus hijos en su Testamento. Esta frase de mi Padre fundador ha sido un punto de referencia en mi consagración religiosa. He ganado un estilo de vida en la escuela de san Francisco.

Creo en la fraternidad y sé que es posible vivir una auténtica convivencia en medio de las diferencias. En estos años de vida consagrada puedo decir que lo he ganado todo. Esto no significa que este camino no implique renunciar y sacrificar a lo que en un inicio se me presentaba como un proyecto de realización humana: tener una familia, tener hijos, vivir mi afectividad en el matrimonio; pero al vivir mi vocación como voluntad divina, que acepto desde mi libertad como ser humano, lo que era una renuncia se transforma en una ganancia y en un proyecto de felicidad y plenitud. En mi experiencia de consagrado, he llegado a experimentar que aquello que era esencial en mi vida se torna insignificante. Poco a poco se transforma la visión de la realidad, gracias a una luz fruto del encuentro con la Palabra de Dios”.

Danisandro de San José Sánchez Peña
Danisandro de San José Sánchez Peña

¿Cuáles son las luces y las sombras de la vida comunitaria y de la Orden? ¿Cómo se vive esa realidad en Cuba?

“Todo grupo humano tiene luces y sombras, y la vida comunitaria no está exenta de estas realidades humanas. Desde mi experiencia, puedo decir que las luces de la vida comunitaria es la fraternidad, ya que el amor fraterno está en el centro del carisma de san Francisco. Para mí ha sido una luz encontrar una familia consagrada donde todos queremos vivir como hermanos entre nosotros y con todos los hombres, y en medio de las diferencias llegar a reconocer que todos somos hermanos. Una gran riqueza de la vida religiosa es la puesta en común, saber que cuando llegamos a la comunidad hay hermanos que nos esperan y poder compartir la experiencia pastoral que hemos vivido durante la jornada. La variedad de hermanos de diferentes culturas en una comunidad religiosa puede llegar a convertirse en sombra, si no se vive con apertura y disponibilidad. Creo que el secreto para poder vivir una auténtica relación de vida fraterna, a pesar de la diversidad de culturas de cada hermano, está en la mirada. Se puede vivir con hermanos de cualquier nación y con todos llegar a tener una relación fraterna, cada uno con su posibilidad de entendimiento y de adaptación, cada uno con sus fatigas; sin embargo, lo más importante es reconocerlo como un hermano, mirar con atención a cada uno y esperar su respuesta y desarrollo. Saber esperar abierto a la diversidad y a lo novedoso que puedo recibir del otro, incluso con lo que rompa mis esquemas, pienso que es el secreto.

”Otro riesgo de la vida religiosa es el clericalismo, cuando se pierde la sencillez y se vive el sacerdocio como un estatus que nos da comodidades y poder sobre los otros, mientras que nuestra vocación religiosa es primero la vivencia de ser hermanos menores, y el sacerdocio sería un servicio desde esta visión franciscana.

”Oscurece la vivencia de la vida religiosa la excesiva inmersión en las redes sociales. El religioso puede buscar refugio en este mundo virtual y romper así el contacto real con el medio que lo rodea.
”Nosotros, como hermanos menores, podemos poner al servicio del pueblo cubano nuestro carisma de fraternidad, donde fomentemos un diálogo con todos, reconociendo que somos hermanos. para hacer que cada encuentro humano tenga valor y sea posible, aun en medio de las diferencias, crear los medios necesarios para la convivencia. Esta fraternidad propuesta por san Francisco, está abierta a todos los hombres sin excluir a nadie, a toda la sociedad. Creo que en la Cuba de hoy donde se llega a estigmatizar a los que piensan distinto, como franciscanos estamos llamados a salir al encuentro de estos nuevos leprosos del siglo XXI”.

Situación mundial de la Orden. Hablar de las vocaciones, de los jóvenes. ¿Cómo se ha ido readaptando la Orden a los nuevos tiempos? ¿Cómo lo ha hecho en Cuba?

“La situación actual de nuestra Orden se mantiene estable, ya que el carisma franciscano sigue siendo una propuesta interesante y atrayente para los jóvenes de toda raza y cultura. En algunos países hay un crecimiento de vocaciones (Asia, África) mientras que en los países de antigua tradición cristiana se está verificando una disminución. A pesar de que la agregación juvenil hoy resulta más difícil, en todas nuestras presencias se está buscando la manera de acompañar a los jóvenes, con iniciativas de pastoral juvenil y una atención específica al discurso vocacional.

”Nuestra Orden ha tomado en serio la invitación del Papa Francisco de salir a las periferias existenciales del hombre de hoy. Uno de los medios que se utiliza para realizar esta misión es también el uso de las comunicaciones sociales. Este modo de llegar a todos por medio de las redes ha sido muy fructífero durante la pandemia, lo cual no significa que hayamos descuidado el encuentro personal para anunciar la Palabra de Dios. Teniendo en cuenta que vivimos en un mundo más globalizado, en la Orden se ha potenciado la riqueza de la interculturalidad, lo cual se manifiesta en varios ámbitos de nuestra familia religiosa: casas de formación, comisiones para el trabajo misionero, comunidades con la presencia de hermanos de varias naciones…

”En Cuba, nuestra Orden inició su presencia en el 2001. El primer contacto con la cultura y el contexto social particular nos obligó a una seria reflexión sobre la capacidad de adaptación de nuestro carisma. La larga experiencia histórica nos ofreció la herramienta necesaria para experimentar, una vez más, la universalidad de nuestra espiritualidad y su actualidad permanente. Me parece que la propuesta de vida fraterna en comunidad es lo que todavía llama la atención a los jóvenes cubanos, acostumbrados a vivir en una sociedad donde, muchas veces, prevalece la atención a la ‘masa’”.

Narrar un día en su vida ¿Cómo hace para permanecer y vivir su vocación?

“Un día en mi vida se construye de hechos comunes y simples, sin grandes acontecimientos, pero en esta cotidianidad y vivencia de lo común dejo actuar la gracia de Dios que se hace presente en los pequeños milagros de mi existencia humana. Tengo la costumbre de levantarme muy temprano, mi primer encuentro es con el Señor en la oración comunitaria que es la fuente de nuestras vidas. Después tengo los trabajos de la casa, donde debo salir con los hermanos a buscar las cosas que necesitamos, y otros servicios pastorales en la parroquia y la visita de los enfermos. Algo propio de nuestra vivencia franciscana conventual, que además de compartir y vivir la fraternidad en la oración, vivimos esta realidad en la mesa fraterna y en el capítulo conventual (encuentro en el que los hermanos nos sentamos a ver cómo caminamos personal y comunitariamente). También tengo tiempo de estudio y lectura espiritual.

”Intento con la ayuda del Señor cada día permanecer y vivir con sencillez y entrega mi vocación. Creo que el secreto está en la fidelidad a la oración personal y comunitaria, y en la eucaristía donde cada día celebramos su presencia y escuchamos su Palabra que nos alimenta y nos instruye. De esta experiencia de Dios, que se manifiesta en mi cotidianidad, encuentro la fuerza para vivir mi vocación religiosa”.

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