VIII Domingo del Tiempo Ordinario

Por: padre José Miguel González Martín

Palabra de Hoy
Palabra de Hoy

27 de febrero de 2022

La palabra revela el corazón de la persona.

Entréguense siempre sin reservas a la obra del Señor… su esfuerzo no será vano.

Jesús dijo: “El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien”.

Lecturas

Primera Lectura
Lectura del libro del Eclesiástico 27, 4-7
Cuando se agita la criba, quedan los desechos;
así, cuando la persona habla, se descubren sus defectos.
El horno prueba las vasijas del alfarero, y la persona es probada en su conversación.
El fruto revela el cultivo del árbol, así la palabra revela el corazón de la persona.
No elogies a nadie antes de oírlo hablar, porque ahí es donde se prueba una persona.

Salmo
Sal 91
R/. Es bueno darte gracias, Señor.
Es bueno dar gracias al Señor y tocar para tu nombre, oh Altísimo;
proclamar por la mañana tu misericordia y de noche tu fidelidad. R/.
El justo crecerá como una palmera, se alzará como un cedro del Líbano:
plantado en la casa del Señor, crecerá en los atrios de nuestro Dios. R/.
En la vejez seguirá dando fruto y estará lozano y frondoso,
para proclamar que el Señor es justo, mi Roca, en quien no existe la maldad. R/.

Segunda Lectura
Lectura de la primera carta de san Pablo a los Corintios 15, 54-58
Hermanos:
Cuando esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita:
“La muerte ha sido absorbida en la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?”.
El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado, la ley.
¡Gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!
De modo que, hermanos míos queridos, manténganse firmes e inconmovibles.
Entréguense siempre sin reservas a la obra del Señor, convencidos de que su esfuerzo no será vano en el Señor.

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas 6, 39-45
En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola:
“¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo sobre su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: ‘Hermano, déjame que te saque la mota del ojo’, sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.
Pues no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.
El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca”.

Comentario

La Palabra de Dios de hoy, en el evangelio, nos recuerda que siempre somos discípulos que caminamos tras las huellas de Jesús, el Maestro, aprendiendo de Él y confrontando nuestra vida con la suya y sus enseñanzas. El único Maestro es Él. A Él hemos de acercarnos y acercar a todos los que le necesitan, los que caminan sin rumbo, los que han perdido el paso, los que andan como ovejas sin pastor, los que se derrumban bajo el peso de la cruz de la vida, los que sufren por cualquier causa o situación. Y es tarea ineludible del discípulo no quedarse con lo aprendido egoístamente para sí, sino compartirlo con los demás; pues “de lo que rebosa el corazón habla la boca”, como se dice en el final del evangelio de hoy.
La primera lectura nos invita a hacernos una pregunta: ¿Cómo está tu corazón? Y, al preguntarnos, cada uno debe mirar hacia sí, no hacia el otro para juzgar cómo los demás están y deben actuar. Dice el texto: “La palabra revela el corazón de la persona”. Por nuestros hablares nos percatamos de que hay muchas personas con el corazón herido, o maltratado y roto, o vacío y seco, o lleno de superficialidad, odio, rencores, ambiciones insanas, egoísmos. Quizás nosotros también. ¿Qué es lo que abunda en mi corazón?
El corazón de la persona, ese núcleo irrepetible de cada uno en el que arraiga la personalidad, centro de pensamientos, decisiones y sentimientos, no es algo inamovible ni etéreo. Necesita ser cuidado y alimentado para que no enferme o se debilite. Nos pertenece a cada uno como un tesoro que se nos da al inicio de la vida y que guardamos hasta el final. En él influyen la educación que recibimos, las personas con las que convivimos, las circunstancias sobrevenidas en los ambientes que frecuentamos y las opciones que tomamos. Y, por supuesto, la fe, nuestra relación con Dios, o la ausencia de ella. Y se va formando o deformando, creciendo o decreciendo, llenando de bondad o de maldad.
La mejor escuela para formar o reformar nuestros corazones es la de los discípulos de Jesús, manso y humilde de corazón: en la escucha de su Palabra, en el silencio de la oración personal a solas o en comunidad, en la caridad fraterna, especialmente en la atención y cuidado de los más pobres, en la celebración del sacramento de la reconciliación y, sobre todo, en la celebración de la Eucaristía del domingo, comulgando su Cuerpo y su Sangre que nos introduce en su mismo Corazón.
Sin duda el encuentro con Cristo llena y renueva nuestros corazones en la verdad y el amor, al mismo tiempo que elimina de ellos la vaciedad y el sinsentido. Dejarse mirar por Jesús y abrirle de par en par nuestro corazón para que limpie, purifique, haga renacer todo lo verdadero, bueno y bello que viene de Él, será la tarea siempre inacabada de los auténticos discípulos de Jesús. La Cuaresma, tiempo litúrgico que comenzaremos la próxima semana a partir del Miércoles de Ceniza, nos ofrece una magnífica oportunidad para ello.
Hoy más que nunca hemos de gritar a Cristo: ¡Necesito un corazón como el tuyo! Necesitamos llenarnos de su bondad frente a la maldad que nos acecha y seduce; necesitamos llenarnos de su vida frente a la cultura de muerte que nos invade. Necesitamos llenarnos de su paz, frente a la desgracia de la guerra y los enfrentamientos fratricidas que conocemos y sufrimos. Necesitamos llenarnos de su alegría frente a la tristeza y desasosiego endémico que invade los corazones de tantos hermanos y hermanas. Queremos ser buenos como Dios es bueno. Queremos que nuestra vida sea sana y fecunda. Por eso repetimos y nos repetimos: ¡Te necesitamos, Señor!
¡Qué vergüenza nos causa la guerra entre hermanos cristianos! Y no basta echar la culpa de estos desastres a quienes toman decisiones equivocadas o egoístamente planeadas para conseguir objetivos espurios e injustos. No basta pensar que es poco lo que podemos hacer o que no es responsabilidad nuestra. Nuestras conciencias y nuestros corazones han de sentirse profundamente sacudidos por estos sucesos de los cuales somos, en parte, corresponsables porque tantas veces hemos permitido que en nuestros corazones el mal haya vencido al bien, la tiniebla a la luz, la mentira a la verdad, el odio al amor, la venganza al perdón, el pecado a la gracia y la muerte a la vida.
Al mal solo se le vence a fuerza de bien. Y el bien ha de anidar en lo más profundo de nuestros corazones para que, según él, pensemos, hablemos y obremos siempre. San Pablo nos dice hoy:
“Hermanos míos queridos, manténganse firmes e inconmovibles.
Entréguense siempre sin reservas a la obra del Señor, convencidos de que su esfuerzo no será vano en el Señor”.
La fecundidad de nuestra vida y, por tanto, nuestra felicidad en ella, depende de nuestra fidelidad a Cristo. En Cristo encontramos el Bien supremo; dejemos que Él llene nuestros corazones.

Oración

Dios, Todopoderoso, querido Padre de todos:
Unidos como hermanos, te pedimos hoy la paz en Ucrania,
que sufre un dramático momento de tensión.
Que todas las acciones e iniciativas políticas estén al servicio de la fraternidad humana
y no de los intereses partidistas.
Que esa tierra vea florecer la fraternidad y supere las heridas, los miedos y las divisiones.
Te presentamos, Señor, con confianza y humildad,
nuestra preocupación por la situación en Ucrania,
que afecta también a Europa y más allá.
Tú que nos enseñaste que a la diabólica insensatez de la violencia
se responde con las armas de Dios, con la oración y el ayuno,
ten piedad de nosotros, aleja la guerra y demás violencias malignas
y permítenos llegar a soluciones aceptables y duraderas a esta crisis,
basadas no en las armas, sino en un diálogo profundo.
Reina Virgen María, esperamos tu maternal intervención
para que el mundo acoja la paz,
preserva al mundo de la locura de la guerra.
Amén.

Señor, haz de mí un instrumento de tu paz.
Donde haya odio, que yo ponga amor.
Donde haya ofensas, que yo ponga perdón.
Donde haya discordia, que yo ponga unión.
Donde haya error, que yo ponga verdad.
Donde haya duda, que yo ponga fe.
Donde haya desesperanza, que yo ponga esperanza.
Donde haya tinieblas, que yo ponga luz.
Donde haya tristeza, que yo ponga alegría.
Haz que no busque tanto
el ser consolado como el consolar,
el ser comprendido como el comprender,
el ser amado como el amar.
Porque dando es como se recibe,
olvidándose de sí mismo es como uno se encuentra,
perdonando es como se obtiene perdón,
y muriendo es como se resucita para la vida eterna.
Amén.
(San Francisco de Asís)

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