Proyecto educativo para niños…

Con prontitud, la Iglesia en Cuba debe y quiere participar en la educación. Ante nuevas realidades que asoman y hasta amenazan con perpetuarse en el escenario educativo actual, corresponde también a los católicos inspirar nuevos espacios o proyectos de enseñanza que, de conjunto con la familia y el Estado, permitan construir una sociedad más humana: formar hombres y mujeres de bien.
No se trata, como algunas personas piensan y esperan, de reabrir aquellos colegios católicos que existieron hasta inicios de la década del sesenta, sino de continuar incentivando y dinamizando iniciativas que, lejos de promover competencias improductivas, ofrezcan caminos alternativos que tiendan a enriquecer o mejorar lo que tenemos. En su misión fundamental de dar a conocer a Jesucristo, la Iglesia asume el rol de educar en los valores éticos que definen al cristianismo y que coinciden con los principios que deben atravesar cualquier tipo de enseñanza: amor, justicia, solidaridad y respeto.
Desde que el Estado asumió, en 1961, el control absoluto de la enseñanza, con una marcada orientación marxista, la Iglesia en Cuba se vio obligada a reducir su participación en este campo a las escuelas parroquiales para laicos y a la celebración de la catequesis doctrinal. No fue hasta finales de la década del ochenta, con la celebración del Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC), que se abrió a una labor más participativa en la educación.
Nuevas y variadas opciones educativas fueron promovidas desde las diferentes pastorales y se inició de modo extenso la opción de la educación a distancia. De igual manera, varias congregaciones religiosas tomaron sus propias decisiones al respecto y desde sus carismas distintivos, promovieron importantes iniciativas que hasta hoy perduran, como es el caso, por solo citar un ejemplo, de San Juan de Letrán, obra de los padres dominicos.
Fue así como comenzaron a aparecer centros de formación en espacios de la Iglesia, abiertos para todo tipo de público. Los cursos que se ofertaban beneficiaban a niños, adolescentes, jóvenes y adultos. Los primeros programas incluyeron materias como computación, idiomas, formación humana, filosofía, ética, antropología, pensamiento y creatividad, entre otras. Hoy la lista de contenidos es mucho más amplia, pero vale destacar aquellos que impulsan el desarrollo empresarial privado. Esta actividad formativa poco a poco se fue ampliando con espacios de diálogo que han propiciado el intercambio entre la Iglesia y otros actores sociales.
Como comunidad que quiere acompañar a la familia cubana en la educación de los más pequeños, en los últimos años varias iglesias y congregaciones religiosas en La Habana han comenzado a desarrollar proyectos en localidades muy puntuales y en beneficio de niños provenientes, en su mayoría, de hogares disfuncionales. También, aunque algo disminuida, en el interior de los templos la catequesis doctrinal continúa. Entre estas iglesias que han abierto sus puertas a iniciativas formativas para niños está Santa Rita de Casia, en la barriada de Miramar, municipio Playa. El proyecto lleva el nombre de Aula Inspírate y acoge a pequeños entre siete y catorce años de edad.

Me educan, me aman
Aula Inspírate surgió en enero de 2015 de la alianza entre la iglesia Santa Rita de Casia e Ingenius, un equipo de cuentapropistas que desde 2012 brinda servicios de informática, electrónica y desarrollo de software. Aunque pensado como espacio de aprendizaje creativo para personas de diversas edades, los cursos e iniciativas ideados para los niños han motivado que muchos padres, incluso de zonas alejadas a esa parroquia, se interesen por matricular a sus hijos.
La joven socióloga Claudia María Bernal Mendoza es la actual coordinadora de este proyecto. Según refiere, del principio a la fecha ha tenido algunos cambios. “Inicialmente –precisa– quiso beneficiar a personas interesadas en temas relacionados con la informática, el desarrollo de software y la electrónica. Sin embargo, pronto surgió la necesidad de ampliar el perfil del proyecto a otros grupos poblacionales, en especial a los niños. De acuerdo a un estudio realizado en la localidad, la mayoría de las familias coincidieron en la necesidad de crear cursos de inglés para niños y repasos escolares de segundo a sexto grado. En la actualidad, funcionan grupos de inglés y teatro para niños entre siete y catorce años. Además, se realizan otros cursos para adultos, pero, sin dudas, nuestro público fundamental es el infantil”.
A los planes de clase para la enseñanza de los contenidos se suman temas como la formación en valores, crecimiento de la persona humana y responsabilidad social. “De este modo –asegura su coordinadora– esperamos incidir en la construcción de un mejor país”.
La publicación del boletín Inspírate, material impreso con frecuencia mensual, es “otra manera de incidir en las familias”, dice Claudia. Aunque dirigido a los niños, está pensado para leer y compartir entre todos los que viven en casa. Los Talleres de Padres también se suman al propósito de que la Iglesia sea, junto con la familia y la escuela, comunidad que coopera con la educación de los más jóvenes. Sobre ello, continúa diciendo Claudia: “Estos encuentros, con una frecuencia mensual, posibilitan el intercambio entre los padres. En un diálogo abierto, comparten sus preocupaciones –que muchas veces resultan parecidas–, exponen conflictos, sugieren consejos para resolverlos, hablan de las barreras comunicativas entre ellos y sus hijos o entre los hijos y los abuelos, en fin, realidades que al final resultan comunes y la oportunidad de compartirlas les ayuda a ver de manera más clara las posibles soluciones. Este encuentro es acompañado por una psicóloga que modera y ofrece herramientas para afrontar las polémicas generadas hoy en muchos hogares. Es una hora de intercambio y enriquecimiento que se define, generalmente, por una línea temática a propuesta de los propios padres”.
La barriada de Miramar no es justamente lo que cualquier habanero identificaría como zona marginal o sitio donde predominen los hogares disfuncionales. Es conocida como una de las áreas de la ciudad con más altos ingresos per cápita. En ella se localizan numerosas embajadas, casas de diplomáticos, sedes de firmas, centros de negocios e inmobiliarias. ¿Por qué entonces pensar el proyecto para esta localidad?
Muy al contrario de lo que podemos imaginar, en medio de todo este esplendor existe un “lado oculto de la luna”. Muchas de las antiguas casonas de la barriada, fueron convertidas en cuarterías, donde habitan, en múltiples y pequeños espacios particulares, varias familias; en cada una de ellas conviven dos y hasta tres generaciones. “Un número significativo de los niños que acuden a nuestros cursos son hijos de madres solteras, quienes, por lo general, son el único sostén económico del hogar”.

Verano diferente
Las semanas de receso escolar o la etapa vacacional suponen un desafío para muchas familias cubanas, que no tienen con quién dejar a sus hijos durante todo el día. Los niños, por su parte, reducen la recreación en ese tiempo a ver televisión, jugar en la calle o mantenerse conectados durante largas horas a un aparato tecnológico (tablet, teléfono celular, computadora, laptop…). Aula Inspírate también pensó en esta realidad y desde hace dos años desarrolla los talleres de verano con una duración de quince días (dos semanas). También en el tiempo de receso escolar planifica un taller sobre medio ambiente.
En la metodología de estos encuentros insertan clases de computación, teatro, manualidades, fotografía, baile y hasta cocina. La concepción general del taller depende de lo que a sus organizadores se les vaya ocurriendo de acuerdo con las demandas del grupo o la disponibilidad de los colaboradores.
“Avanzamos gracias a la colaboración de amigos emprendedores con una gran vocación de servicio. Por ejemplo, Juanky’s PAN (microempresa gastronómica) nos apoya con las meriendas y en esta edición del taller nos impartió un curso de cocina. De igual manera, un miembro del proyecto D’Brujas (microempresa elaboradora de jabones artesanales), ofreció un curso de caricatura. Por otra parte, sin el apoyo de Ingenius, promotor de este proyecto, sería imposible su sostenimiento. No es exagerado decir entonces que gracias a una red de colaboración ya establecida, no solo con emprendedores, sino también con los padres, podemos seguir esta misión, con la gratitud de que con amor, las cosas avanzan”, explica Claudia María Bernal.
Para las familias o personas que no pueden pagar el aporte monetario fijado para cada curso, Aula Inspírate ofrece un número de plazas subsidiadas. De igual manera, el respeto hacia cualquier creencia, ideología o raza constituye una regla imprescindible del proyecto.

Taller por dentro
Justo en el recibidor de la iglesia de Santa Rita de Casia, un montón de niños nos devela un ambiente muy diferente al de recogimiento y silencio que define cualquier espacio eclesial. Los pequeños acaban de salir de una clase de baile, almuerzan y después iniciarán el encuentro de fotografía. La parroquia les ofrece todas sus facilidades y espacios: aulas, instalaciones sanitarias, oficinas… Santa Rita es hoy una casa de puertas abiertas para el bien de la sociedad cubana; hogar accesible e inclusivo. Su párroco, el padre José Félix Pérez, lo quiere así.
Amanda, una adolescente ágil y menuda, dice con cierta presunción: “Esta es mi segunda vez en el taller, soy de las más viejas acá. La paso de maravillas. He creado nuevas y buenas amistades. Aquí me han hablado sobre muchos temas que hoy me facilitan y alegran la vida. Hemos conversado sobre cómo vivir en armonía con las personas que nos rodean, hablamos del respeto, la solidaridad, la amistad… Pero además, eso lo ponemos en práctica desde las clases, cuando trabajamos en grupo, ya sea en los encuentros de manualidades o en las clases de cocina. Si pudiera repetir… repito”.
Por su parte, la mamá de Marta Natasha, otra niña que repite la experiencia, no encuentra palabras para agradecer esta posibilidad que ha tenido su hija. “Ella es otra, se comunica y socializa mejor. El gran cambio lo descubrí en la actividad final del curso anterior, al verla parada, delante de todos, y actuar con desenfado, desinhibida totalmente. Ni yo misma sabía que la niña tenía esas aptitudes. Entonces me percaté de que en este espacio cada niño cuenta, y de que, a pesar del tiempo tan breve de desarrollo del taller, se trabaja de manera personalizada. Yo agradezco cada día de mi vida esta oportunidad. Ojalá y espacios como este se multipliquen”.
Flavia es una joven profesora de teatro. El trabajo con niños la cautiva. Para ella es muy gratificante ver cómo los pequeños, por medio del teatro, llevan a escena lo aprendido en clase. “El resultado final es una gran obra que pone de manifiesto en su argumento valores como la solidaridad, la amistad y el respeto. En el taller, hemos practicado ejercicios de silencio orgánico, improvisación, y ahora trabajamos con títeres, los cuales son elaborados por los propios niños en el taller de manualidades. Disfruto tremendamente esa ilusión que les acompaña el día del cierre del taller, cuando se crecen para mostrar a sus padres lo aprendido”.
Para una católica tan comprometida como María Josefa Chiang, profesora de manualidades y animadora del Proyecto, “esta iniciativa apoya y beneficia la educación estatal y, por otra parte, hace realidad el sueño de muchos catequistas que quieren, desde los espacios católicos, llevar los valores del cristianismo a un mayor número de personas. Experiencias de este tipo debieran multiplicarse en nuestras iglesias. Es necesario para la sociedad que crezcan niños soñadores, creativos y con esperanza en un mundo mejor”.

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