Alocución, 7 de noviembre, XXXII Domingo del Tiempo Ordinario

Por: Arzobispo de La Habana, cardenal Juan de la Caridad García

Hoy 7 de noviembre, domingo 32 del tiempo ordinario litúrgico, escuchamos en todas las iglesias católicas del mundo el evangelio según San Marcos, capítulo 12, versículos 38 al 44.

(EVANGELIO)

Como la viuda de este evangelio, que donó todo lo que tenía para vivir, nosotros somos pobres; todo lo hemos recibido de Dios. Dios nos ha regalado la vida, la familia, la naturaleza, la inteligencia, las artes… Todo lo que nos entrega Dios es para un servicio, una misión, un compartir.

Dios hizo el regalo a nuestros padres de los hijos, y a partir de este regalo, desde el mismo seno materno hasta hoy, hemos recibido los hijos de nuestros padres un cariño, un sacrificio alegre, un trabajo agotador, una preocupación constante llevada a la realidad, una entrega sin límites, y todo esto de manera creciente multiplicada por cada día que pasa. Nuestros padres nos han entregado todo lo que tenían para vivir, lo mejor de sus vidas. Dejaron comodidades para hacernos felices.

Damos gracias a Dios por esta ofrenda generosa para nosotros. Por eso los encontramos tan felices cuando nos ven regresar a nuestro hogar. Ante tal ejemplo y testimonio, respondemos de igual manera, les entregamos nuestro amor, nuestro servicio, no les pedimos como cuando éramos niños, les damos, les devolvemos, que nunca será tanto como ellos nos han dado, y todos compartiendo y entregándonos mutuamente la riqueza del amor, multiplicaremos la felicidad, la alegría y se disiparán los sufrimientos y las penas, y así nos convertimos de pobres en ricos, como la viuda, quien se fue del templo sin dinero pero con una alegría, una paz y unas riquezas infinitas por haber entregado todo con amor.

(CANTO)

Desde hace algunos años el Papa Francisco ha instituido el domingo anterior a la Solemnidad de Cristo Rey, la Jornada Mundial de los Pobres, la cual en este año 2021 la celebramos el domingo 14 de noviembre. Compartamos nuestro almuerzo con una persona o familia. Practiquemos de manera concreta una de las obras de misericordia que nos enseña el Catecismo de la Iglesia católica; recordémoslas:

Espirituales: enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que se equivoca, perdonar al que nos ofende, consolar al triste, sufrir con paciencia los defectos del prójimo, rezar a Dios por los vivos y por los difuntos.

Obras corporales de misericordia: visitar y cuidar a los enfermos, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, acoger al peregrino, vestir al desnudo, consolar al preso, enterrar a los muertos, y como familia en Sínodo nos preguntamos: ¿Cómo y cuándo practicamos juntos una de estas obras de misericordia?

(CANTO)

El dinero es un factor preponderante de nuestra vida, resuelve muchas situaciones, pero no siempre podemos comprar aquello que en oportunidades constituye nuestro más profundo deseo. Se puede comprar, por ejemplo, la cama, pero no el sueño; la comida, pero no el apetito; el libro, pero no la inteligencia; el lujo, pero no la belleza; una casa, pero no un hogar; el remedio, pero no la salud; la convivencia, pero no el amor; la diversión, pero no la felicidad; el crucifijo, pero no la fe; el placer, pero no el amor; una mujer, pero no una esposa; los diplomas, pero no la cultura; las medicinas, pero no la paz; el alcohol, pero no la alegría; un lugar en el cementerio más elegante, pero no en el cielo.

(CANTO)

Damos gracias a las comunidades católicas que ya han entregado su ofrenda monetaria en la colecta del don, es decir la colecta que entregamos a los misioneros que evangelizan en el mundo entero.

(CANTO)

El domingo pasado el Papa ha hablado a los que estaban en la plaza de San Pedro, y ahora nosotros escuchamos al Sucesor de Pedro, que nos enriquece regalándonos su comentario sobre la palabra de Dios:

“La Palabra del Señor no puede ser recibida como cualquier noticia. La Palabra del Señor hay que repetirla, asumirla, custodiarla. La tradición monástica de los monjes utiliza un término audaz, pero muy concreto, dice así: ‘la Palabra de Dios ha de ser rumiada’. Rumiar la Palabra de Dios, podemos decir que es tan nutritiva, que debe llegar a todos los ámbitos de la vida, implicar, como dice Jesús hoy, todo el corazón, todo el alma, toda la inteligencia, todas las fuerzas. La Palabra de Dios debe resonar, retumbar, ser un eco dentro de nosotros. Cuando existe este eco interior que se repite, significa que el Señor habita nuestro corazón y nos dice, como aquel buen escriba del evangelio ‘no estás lejos del reino de Dios’.

”Queridos hermanos y hermanas, el Señor busca, no tanto hábiles comentaristas de las escrituras, busca corazones dóciles que, acogiendo su Palabra, se dejan transformar dentro. Por esto es tan importante familiarizar con el evangelio, tenedlo siempre al alcance de la mano, incluso un pequeño evangelio en el bolsillo, en el bolso, para leerlo y releerlo, apasionarse. Cuando lo hacemos, Jesús, Palabra del Padre entra en nuestro corazón, se vuelve íntimo y nosotros damos fruto en él. Tomemos como ejemplo el evangelio de hoy. No es suficiente leerlo y comprender que hay que amar a Dios al prójimo, es necesario que este mandamiento, que es el gran mandamiento, resuene en nosotros, sea asimilado, se convierta en voz de nuestra conciencia. Entonces, no se queda en letra muerta, en el cajón del corazón, porque el Espíritu Santo hace brotar en nosotros la semilla de esa Palabra y la Palabra de Dios actúa. Siempre está en movimiento, es viva y eficaz. Así cada uno de nosotros puede convertirse en una traducción, viva, diferente y original, no una repetición, sino una traducción, viva, diferente y original. De la única Palabra de amor que Dios nos dona. Esto por ejemplo lo vemos en la vida de los santos, ninguno es igual al otro, todos son diferentes, pero todos con la misma Palabra de Dios.

”Tomemos hoy ejemplo de este escriba. Repitamos las palabras de Jesús, hagámosla resonar en nosotros: amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente, con todas las fuerzas, y al prójimo como a mí mismo, y preguntémonos: ¿Orienta realmente mi vida este mandamiento? ¿Se refleja este mandamiento en mi vida diaria?

”Nos hará bien esta noche, antes de dormirnos, hacer el examen de conciencia sobre esta Palabra, para ver si hoy hemos amado al Señor y hemos dado un poco de bien a los que nos hemos encontrado. Que cada encuentro sea dar un poco de bien, un poco de amor, que viene de esta Palabra. Que la Virgen María, en quien se hizo carne el verbo de Dios, nos enseñe a acoger en nuestro corazón las palabras vivas del evangelio”.

(CANTO)

Rogamos a Dios las riquezas que él mismo nos enseñó a pedir en el Padrenuestro.

(ORACION DEL PADRENURESTRO)

A la Virgen rogamos su compañía en medio de nuestras alegrías y penas.

Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

A San José también le rogamos.

Glorioso patriarca San José, cuyo poder sabe hacer posible las cosas imposibles, ven en mi ayuda en estos momentos de angustia y dificultad. Toma bajo tu protección las situaciones tan graves y difíciles que te confío, para que tengan una buena solución. Mi amado padre San José, toda la confianza está puesta en ti, que no se diga que te haya invocado en vano; y como puedes hacerlo todo con Jesús y María, muéstrame que tu bondad es tan grande como tu poder. Amén.

(CANTO)

Nos unimos espiritualmente a Cristo.

(CANTO)

Y la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes, sobre sus familias, sobre sus enfermos y permanezca para siempre. Amén.

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