Alocución, Domingo 25 de Diciembre, Natividad del Señor

Por: Arzobispo de La Habana, cardenal Juan de la Caridad García

(Canto)

Hoy los cristianos escuchan cantos por el nacimiento de un niño que dividió la historia de la humanidad en dos épocas: antes de Cristo y después de Cristo. Hoy les anunciamos, hermanos y hermanas, una Buena Noticia, una gran alegría para el pueblo… Escúchenla con corazón gozoso.

Habían pasado millones de años desde que Dios quiso crear de la nada el cielo y la tierra. Habían transcurrido muchos siglos desde que la luz y la vida fueron suscitados por el poder de Dios y la tierra se llenó de árboles y plantas, los mares de peces, el aire de pájaros, los bosques de animales. Después, incluso, de muchos siglos, Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, sopló sobre él, el espíritu de la vida y después de la desobediencia y del pecado, prometió la venida de un Salvador.

Dos mil años después de que nuestro padre Abraham salió de su país de Ur de Caldea para llegar a la tierra prometida como primicia del pueblo elegido…; quince siglos después de la liberación del pueblo de Israel, cuando Dios lo hizo salir de Egipto…; después de años de larga espera y destierro, cuando Dios mandaba profetas a su pueblo para mantener despierta la esperanza en las promesas de un Mesías que debía liberar a Israel del yugo de sus opresores…; en la ciento noventa y cuatro olimpiada de Grecia, en el año 752 de la fundación de Roma…; el año 42 del reinado del emperador Octavio César Augusto, cuando una inmensa paz reinaba sobre toda la tierra, Jesucristo, el Dios eterno, el Hijo del eterno Padre, quiso consagrar el mundo con su misericordiosa venida anunciada por Gabriel el Arcángel, concebido por obra del Espíritu Santo, nació en Belén de Judea, hecho hombre el Salvador.

(Canto)

Hoy en todas las iglesias cristianas del mundo, se lee el evangelio de Lucas capítulo 2, versículos 1 al 12.

(Evangelio)

Es muy fácil hacer presente en nuestras mentes el nacimiento de Cristo. Todas las madres recuerdan el tiempo del embarazo y el día del nacimiento de su criatura. Todas las madres recuerdan las inquietudes, incertidumbres y esperanzas del embarazo y también la alegría inmensa que sintieron al oír el llanto de su criatura. Todos los padres recuerdan la preocupación por su esposa embarazada y el corre corre para tener todo listo para recibir la nueva criatura, fruto del amor de los esposos. Todos los padres recuerdan cuando contemplaron por primera vez a su hijo o hija y nunca han olvidado el gozo indescriptible que vivieron.

Todos los hermanos recuerdan la inmensa curiosidad y ansiedad por conocer al hermanito o hermanita y el gran deseo de cargarlo o cargarla, que tal vez las abuelas no permitieron. Con estos recuerdos inolvidables rehacemos lo que vivieron san José y la Virgen y disfrutamos la alegría del nacimiento de Cristo.

Celebramos hoy y en estos días que el Hijo de Dios, quien es Dios desde la eternidad, se hizo niño como nosotros y este niño nos dice que la vida es un don de Dios, una alegría para todos, una risa interminable, un amor sin medidas, una entrega sin límites, un maestro de los grandes, un puente de unión en discusiones.

El niño Dios vino para hacernos felices. Hagamos felices a todos los niños quienes el único regalo que piden es el amor de papá, mamá, abuelos, hermanos y amigos. Teniendo este regalo sobran los otros regalos. Hoy es el día de amarlos, cargarlos, abrazarlos, acompañarlos. Un modo de regalar este amor es llevarlos a contemplar el misterio de la Navidad en las iglesias donde está representado el nacimiento del Niño Dios. Se encuentran nacimientos en el Arzobispado de La Habana, Habana 152 esq. Chacón; en la Santa Metropolitana Iglesia Catedral de La Habana, Empedrado y San Ignacio. También en la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, Reina 463 esq. Belascoaín; en la iglesia del Espíritu Santo, Cuba y Acosta; en la iglesia Nuestra Señora de La Caridad, Salud y Manrique. También en la iglesia de San Juan de Letrán, calle 19 entre J e I; en la Iglesia del Sagrado Corazón. Línea entre C y D. En el Hogar Anexo de Santovenia, Calzada del Cerro No. 1357 y en todas las iglesias de Cuba.

(Canto)

Rezamos al niñito de Belén.
Niñito de Belén, que estuviste nueve meses en el seno virginal de María, acompaña y bendice a los frutos benditos de todas las embarazadas…
Niñito de Belén, haz que papá y mamá estén todos los días de la vida unidos junto a sus hijos…
Niñito de Belén, ayuda a nuestras familias a dar gloria a Dios en la casa y en la Iglesia y así haya paz entre toda la familia…
Niñito de Belén, enséñanos a tratar con amor a los viejitos de la casa como tú lo hacías con san Joaquín y santa Ana…
Niñito de Belén, escucha las súplicas que te presenta ahora la familia reunida frente al nacimiento… Amén.

(Canto)

El próximo viernes 30, la Iglesia celebra la Sagrada Familia. Queremos dar gracias por nuestras familias.
Gracias por los padres que hicieron esta casa sobre roca firme, que no se hundió cuando arreciaban los vientos…
Gracias por nuestros padres que llenaron la casa de retoños, olvidados de su descanso, sacrificando su vida…
Gracias por los padres que enseñaron amar amando, que iluminaron, exigieron y gratificaron…
Gracias por los hermanos, con los que aprendimos a jugar y compartir, a veces a llorar…
Gracias por los hermanos, con los que hemos estado unidos siempre…
Gracias por los abuelos, bondad personificada, regalo y comprensión, paciencia, laboriosidad extrema, gratuidad…
Gracias por los otros parientes, los tíos, tan entrañables, y los primos, tan agradables y divertidos, que enriquecían nuestros encuentros y fiestas…
Gracias por los padrinos y madrinas que tanto querían y regalaban, tan buenos, tan humildes, a quienes ya interiormente hemos canonizados…
Gracias por todos los que entraban y salían en la casa, que la oxigenaban y agrandaban…
Gracias por todos los que ayudaron a crecer en la fe, en la alegría, en la cultura, en la educación…
Gracias familia toda…
Gracias familias todas…
Gracias, Dios mío, por mi familia.

(Canto)

El Papa Francisco nos habla sobre la navidad:

“Les invito a detenerse ante el pesebre, porque allí nos habla la ternura de Dios. Allí se contempla la misericordia divina, que se ha hecho carne y que enternece nuestra mirada. Jesús no se ha limitado a encarnarse o a dedicarnos un poco de tiempo, sino que ha venido a compartir nuestra vida, para acoger nuestros deseos, porque ha querido y sigue queriendo vivir aquí, junto a nosotros y por nosotros, se interesa por nuestro mundo que en Navidad se ha convertido en su mundo. El pesebre nos dice que él nunca se impone por la fuerza. Ha venido con gran sencillez, humildad, mansedumbre. Se hace pequeño, se hace niño para atraernos con amor, para tocar nuestros corazones con su humilde bondad, para conmover con su pobreza a quienes se esfuerzan por acumular los falsos tesoros de este mundo.

La Navidad no se trata solo de algo emotivo, sentimental, nos conmueve porque dice la realidad de lo que somos: somos un pueblo en camino y a nuestro alrededor y dentro de nosotros hay tinieblas y luces. Una luz que nos invita a reflexionar en este misterio, misterio de caminar y ver.

La gracia que ha aparecido en el mundo es Jesús. Nacido de María Virgen, Dios y hombre verdadero. Ha venido a nuestra historia, ha compartido nuestro camino, ha venido para librarnos de las tinieblas y darnos la luz. En Él ha aparecido la gracia, la misericordia, la ternura de Dios Padre. Jesús es el amor hecho carne.

Los pastores fueron los primeros que vieron esta tienda, que recibieron el anuncio del nacimiento de Jesús. Los primeros porque eran de los últimos, de los marginados y porque estaban en vela aquella noche guardando su rebaño. Es condición del peregrino velar, y ellos estaban en vela. Con ellos nos quedamos ante el Niño. Nos quedamos en silencio y damos gracias al Señor por habernos dado a Jesús y alabamos su fidelidad.

El Señor nos dice una vez más: “no teman”, como dijeron los ángeles a los pastores, y también yo les repito a todos “no teman”, nuestro Padre tiene paciencia con nosotros, nos ama, nos da a Jesús como guía en el camino a la tierra prometida. Él es la luz que disipa las tinieblas, Él es la misericordia. Nuestro Padre nos perdona siempre y Él es nuestra paz.
¿Tenemos el coraje de acoger con ternura las situaciones difíciles y los problemas de quien está a nuestro lado o bien preferimos soluciones impersonales, quizás eficaces, pero sin el calor del evangelio? ¡Cuánta necesidad de ternura tiene el mundo de hoy! ¿Me dejo alcanzar por Él? ¿Me dejo abrazar por él o le impido que se acerque? Esta es la pregunta que el niño nos hace con su sola presencia: ¿Permito a Dios que me quiera?

La vida tiene que ser vivida con bondad, con mansedumbre. Cuando nos damos cuenta de que Dios está enamorado de nuestra pequeñez, que Él mismo se hace pequeño para propiciar el encuentro con nosotros, no podemos no abrirles nuestro corazón y suplicarle: Señor ayúdame a ser como tú.

(Canto)

(Oración del Padrenuestro)

Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús. Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte… Amén.

Y la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espírito Santo descienda sobre ustedes, sobre sus familias y permanezca para siempre… Amén.

(Canto)

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