Homilía del Cardenal Stella en la S.M.I. Catedral de La Habana

Por: Cardenal Beniamino Stella

Cardenal Stella visita a Cuba
Cardenal Stella visita a Cuba

 Queridos hermanos y hermanas:

Con profunda alegría nos reunimos para celebrar la Eucaristía en esta Santa Metropolitana Iglesia Catedral, cuando recordamos, con tanto agradecimiento, la visita a Cuba del querido Papa san Juan Pablo II, hace veinticinco años.

Como muchos habrán podido saber, la Providencia Divina quiso que yo fuera el nuncio apostólico de Su Santidad en aquella memorable fecha de enero de 1998. Seguramente, este ha sido uno de los motivos por el que los obispos de Cuba han querido invitarme a compartir con ustedes estos días de conmemoración y renovación de la vida eclesial. Agradezco sinceramente esta gentileza de mis hermanos, los obispos cubanos, y en la persona del Sr. cardenal Juan García, de monseñor Emilio Aranguren Echeverría, obispo de Holguín y presidente de la Conferencia de los Obispos Católicos de Cuba y de monseñor Eloy Domínguez, obispo auxiliar de La Habana; saludo con afecto a todos y cada uno de los hermanos en el episcopado. Expreso el gozo de poder compartir estas jornadas con monseñor Giampiero Gloder, nuncio apostólico, y le agradezco la hospitalidad y toda su disponibilidad de servicio para el buen desenvolvimiento de esta visita pastoral. Doy las gracias también a los queridos sacerdotes, las religiosas, los diáconos permanentes, los seminaristas y los fieles laicos de esta Iglesia del Señor, por el testimonio de comunión y de fidelidad en medio de tantos desafíos y pruebas. Dirijo mi saludo fraterno a los representantes de otras Iglesias y comunidades cristianas, ortodoxos y evangélicos. Gracias igualmente a las altas autoridades presentes, encabezadas por el vicepresidente de la República señor Salvador Valdés Mesa, y a los distinguidos miembros del cuerpo diplomático, que han querido acompañarnos.

La visita del Santo Padre Juan Pablo II había sido largamente deseada por la Iglesia y una parte significativa del pueblo cubano. Fue preparada con pasión y esmero por los cristianos católicos y precedida por un emotivo recorrido de la Virgen de la Caridad, que peregrinó por las parroquias y comunidades, haciéndonos palpable la fe de tantos, que habían seguido creyendo en el Señor y venerando con amor a la Patrona de Cuba.

Con una mirada retrospectiva, que quiere ser fundamentalmente una mirada de fe, reconocemos la presencia de san Juan Pablo II como un momento de gracia y bendición para esta nación, para todos sus hijos e hijas. Los cubanos, convocados por el Señor Jesucristo, pudieron hacer pública profesión de fe en las calles y plazas, proclamaron a sus hermanos la Buena Noticia de la salvación y así, muchos se reencontraron con sus raíces cristianas, volvieron a abrir el corazón a Dios y redescubrieron a la Iglesia como una realidad que hacía parte de la vida nacional, al servicio de todos, sin exclusiones. Los que se habían mantenido fieles, en medio de condiciones difíciles, se veían confirmados ahora en su fe por el Sucesor de Pedro. Asimismo, ¡cómo no recordar agradecidos a ese Pastor bueno, que fue el cardenal Jaime Ortega, quien puso alma, vida y corazón para animar y preparar aquella visita, y toda la vida de esta Iglesia arquidiocesana durante largos años!

Hoy hemos vuelto a escuchar el mismo Evangelio que se proclamó en la Misa que celebrara san Juan Pablo II en la Plaza de la Revolución José Martí. Me gustaría proponerles que nos detuviéramos brevemente en tres momentos del pasaje evangélico.

Primero: “Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en Él”.

Queridos amigos: la mirada fundamental de la Iglesia es a su Señor. Si la mirada de nuestro corazón y nuestra mente se desvía de Cristo, perdemos la vitalidad, la alegría, el compromiso misionero. Dirigiéndose a los sacerdotes en este mismo lugar, san Juan Pablo II les dijo: “Conscientes de que ‘el auxilio nos viene del Señor’ (Sal 120,2), de que solo Él es nuestro sostén y ayuda, los aliento a no dejar nunca la oración personal diaria y prolongada, configurándose cada vez más con Cristo, Buen Pastor, pues en Él se encuentran la fuerza principal y el verdadero descanso (cf. Mt 11,30). Así podrán afrontar con alegría el peso del ‘día y del calor’ (cf. Mt 20,12), y ofrecer el mejor testimonio para la promoción de las vocaciones sacerdotales y religiosas, que son tan necesarias”.

Segundo: “El Espíritu del Señor esta sobre mí, porque Él me ha ungido”.

La misma contemplación del rostro del Señor nos conducirá a redescubrir la unción del Espíritu Santo. Jesús se ha presentado en el mundo como el Ungido, el Mesías, el Cristo, el que viene de lo Alto y muestra, justamente por estar lleno del Espíritu Santo, el verdadero Rostro de Dios. La Iglesia, de la cual formamos parte por el Bautismo y la fe en la Santa Trinidad, es un pueblo de ungidos. En Cuba, como en tantas partes del mundo, la Iglesia se renueva constantemente. Algunos miembros del pueblo santo de Dios han partido al encuentro del Señor o han emigrado a otros lugares. Y también, llegan siempre otros hermanos, sobre todo, los catecúmenos y los niños pequeños, cuyos padres y padrinos los traen a bautizar a los santuarios y templos. Es un desafío importante para los catequistas y agentes de pastoral, ayudar a los antiguos y nuevos cristianos a saberse y vivir bajo la unción del Espíritu de Dios. Es el Espíritu el que forma en nosotros a Cristo y solamente cuando nos abrimos a la acción del Espíritu, estamos en grado de mostrar los sentimientos, las actitudes, los criterios de Cristo, que son los que nos hacen auténticamente cristianos.

Tercero: “Para anunciar una Buena Noticia a los pobres”.

Así como Cristo, lleno del Espíritu, es enviado por el Padre a los hombres, la experiencia del Dios que nos revela Jesucristo no nos encierra en nosotros mismos, sino que nos abre a todos, especialmente a los pobres. Esta pasión por comunicar la Buena Noticia ardía en el corazón de san Juan Pablo II. Por eso no reparó en las limitaciones de sus años y dolores, para venir a abrazar al pueblo cubano. Con su bastón, con su mano temblorosa y su andar despacio, el Papa Santo vino a Cuba porque tenía una noticia buena que comunicar. Lo expresó ya en el aeropuerto de La Habana, apenas aterrizado: “No tengan miedo de abrir sus corazones a Cristo, dejen que Él entre en sus vidas, en su familia, en la sociedad, para que así todo sea renovado. La Iglesia repite siempre este llamado convocando sin excepción a todos: personas, familias y pueblos, para que, siguiendo fielmente a Jesucristo encuentren el sentido pleno de sus vidas, se pongan al servicio de sus semejantes, transformen las relaciones familiares, laborales y sociales, lo cual redundará siempre en beneficio de la Patria y la sociedad”.

Si pudiera añadir algo a las palabras del Santo Padre, me gustaría subrayar lo de Buena Noticia. Queridos hermanos y hermanas: que nunca se oscurezca esta dimensión, esta centralidad, incluso cuando las situaciones difíciles de la cotidianidad intentaran convencernos de que esto es una utopía. El Señor Jesús, en las complejas realidades de la Palestina de su tiempo y san Juan Pablo II, en las nada fáciles coordenadas de su Polonia natal y luego, durante su largo Pontificado, testimoniaron que, cuando se está lleno del Espíritu del Señor y tenemos la mirada fija en Dios, se encuentran siempre vías y modos creativos para evangelizar. La Iglesia ofrece a los hombres un tesoro, una noticia buena, es más, la mejor noticia, la que todo hombre y mujer anhelan, también nuestros contemporáneos postmodernos. Somos amados, somos salvados, somos perdonados y redimidos, con un amor que no tiene fecha de caducidad, un amor lleno de misericordia que nos precede, nos acompaña y nos aguarda. En la misma línea de san Juan Pablo II, el actual Papa Francisco, nos insiste en esto y destaca, además, que el anuncio, el testimonio y la comunicación de esta Noticia provocan alegría y conminan a la esperanza. Estos son mis deseos y mi oración para estas jornadas entre ustedes: que la Iglesia en esta tierra, con su vida y predicación, sea fuente de gozo y de esperanza para todos los cubanos y cubanas. La Virgen de la Caridad y san Juan Pablo II nos lo alcancen con su intercesión ante el Señor. Amén.

ARQUIDIÓCESIS DE LA HABANA Misa: 3er Dom. TO. Ciclo C
S.M.I. CATEDRAL 1ª. lectura: Nehemías 8, 2-4ª. 5-6. 8-10
24 de enero de 2023 Salmo: 18 Tus palabras, Señor, son…
  Evangelio: Lucas 4, 14-22

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