Y, sin embargo, se mueve

Por: padre Raúl Arderí (rjarderi@gmail.com)

¿Pero el sínodo no se había acabado? Pues no. El sínodo no es un evento que dé paso a otra actividad que nos mantenga ocupados en los próximos meses, como ocurre en la parroquia, donde, después de desarmar el nacimiento y el arbolito, debemos comenzar a preparar la fiesta patronal o las primeras comuniones.

La sinodalidad corresponde al estilo de ser Iglesia, Pueblo de Dios en camino, como la describió el Vaticano II. Para el Concilio este es el modelo más importante que nos permite entender qué es la comunidad cristiana y cuál es su misión en el mundo. Profundizar en la sinodalidad es la mejor manera de llevar a la práctica la letra y el espíritu del Concilio hoy. La Etapa Continental del Sínodo 2021-2024 es la continuación de la fase diocesana y de nuevo ha querido involucrar a todas las comunidades que participaron en la primera. Esta etapa culminará con reuniones regionales que prepararán la Asamblea Sinodal de octubre de este año y en el 2024 en Roma. Por deseo expreso del Papa Francisco y a diferencia de otros sínodos, los fieles no son simples espectadores de todo este recorrido.

Dos senderos fundamentales se perfilan hasta el momento en el proceso sinodal. El primero trata sobre la forma en que nos relacionamos dentro de la comunidad cristiana, tomamos decisiones y cómo entendemos la autoridad eclesial. Dentro de esta temática se escucha con fuerza, en los grupos locales y las síntesis diocesanas, el abuso de poder, la necesidad de los consejos pastorales, la formación de todos (especialmente de los sacerdotes) y el clericalismo. El segundo camino que nos invita a seguir el sínodo es el impulso misionero desde la escucha y la acogida del otro, sin condiciones, para ser fiel al estilo de Jesús. Esta es una cuestión de supervivencia para la Iglesia cubana, como me decía una amiga hace poco. Basta observar el envejecimiento de nuestras comunidades para percatarnos que debemos romper la inercia de vivir de las puertas del templo hacia adentro. Ambas direcciones (testimonio de la fraternidad y misión) están mutuamente relacionadas porque es imposible dar un testimonio creíble del Evangelio, si persisten entre nosotros actitudes autoritarias, o la evangelización será limitada si no se aprovechan las mejores cualidades de todos los bautizados. La pregunta que se impone es: ¿qué podemos hacer en las comunidades locales para responder a estos dos desafíos sin esperar al final del proceso sinodal? Sabemos que el fundamento de la Iglesia es Cristo y por ello esta no perecerá, pero lo que está en juego es si la sal del testimonio cristiano seguirá dando sabor a nuestro ajiaco cultural o se convertirá cada vez más en un ingrediente exótico, sin ninguna relevancia para nuestro pueblo cubano.

La Etapa Continental nos ha permitido escuchar las voces de todas las Iglesias del mundo que participaron en la fase diocesana. Este trabajo, por su extensión, es increíble y novedoso en la historia moderna de la Iglesia católica. El Documento para la Etapa Continental (DEC) ha recogido los aportes de los fieles, reconociendo al mismo tiempo que están ungidos por el Espíritu Santo y son capaces de ir descubriendo qué nos pide Dios. Ahora sabemos que muchos de los desafíos de Cuba son comunes a Pakistán o Burundi, por citar dos ejemplos aleatorios, y también podemos aprender de estas realidades. Pero lo más importante es saber que grupos de todos los continentes comparten un mismo deseo y se esfuerzan por recrear la Iglesia, no para inventar una nueva fe como algunos temen, sino para comunicar toda la vitalidad y la belleza del Evangelio al mundo contemporáneo. Como decía el arzobispo mártir san Óscar Romero, lo mejor del cristianismo está aún por estrenar. Si hasta ahora no lo has participado en el sínodo, las puertas permanecen abiertas para ti: ¡monta, que tú cabes! W

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