¡Dios quiere tantas cosas de mí!

Por: Dr. Javier Molina López

CUARESMA

Director asistencial

Orden Hospitalaria de San Juan de Dios

El 8 de marzo de 2020 celebrábamos la fiesta patronal y solemnidad de san Juan de Dios, fundador de la Orden Hospitalaria con la que trabajo desde hace casi dos años. Lejos estábamos de imaginar en ese momento lo que sería sufrir una epidemia devenida pandemia mundial, en esta ocasión con una enfermedad altamente contagiosa, y mortal en algunos casos, que imponía nuevos códigos a la vida en cuanto a la relación entre los seres humanos, a la comunidad médica y hasta a la forma de vivir y celebrar nuestra fe.

Sin embargo, un año después, en la misma celebración miramos al pasado reciente con una especie de asombro por nuestra capacidad de resiliencia, de sobreponernos a situaciones adversas, de crecer y de adoptar nuevas formas de vida a partir de reconstruir nuestra realidad con una fuerza que nos robustece y nos lleva a un crecimiento físico y espiritual solo comprensible a la luz de la fe.

En esa misma línea miramos el presente, el cual se me presenta como una realidad compleja, llena de matices, de incertidumbres, también de cansancio y, al mismo tiempo, con ilusiones y esperanzas… Y surge la pregunta: ¿qué quiere Dios de mí en esta Cuaresma?

La experiencia de trabajar como médico en una institución de asistencia social de la Iglesia en la Cuba de hoy, conlleva una riqueza incalculable tanto profesional como espiritualmente, pues en ella se conjugan dos vocaciones que siempre he deseado y me hacen muy feliz, el ejercicio de la medicina y el servir a mi Iglesia como laico comprometido.

Esta situación sanitaria ha resultado muy compleja para todos los profesionales de la salud, mucho más para los que trabajamos con personas vulnerables, pues ello implica un cuidado mayor. Todos conocemos los terribles efectos de esta enfermedad en las personas de la tercera edad, por tanto todo esfuerzo ha sido poco por salvaguardar la integridad de los ancianos con discapacidad severa y trastornos mentales en edades geriátricas que atendemos en nuestras instituciones: el Hogar Clínica San Rafael y el Sanatorio de San Juan de Dios.

En ambas clínicas se ha tenido que transformar la organización interna para trabajar y vivir con los asistidos por períodos de quince días, tiempo que estamos fuera de nuestras casas, alejados de la familia, de la comodidad del hogar… Han sido jornadas de trabajo intensas que se han extendido en un largo tiempo, al cual no logramos definirle un horizonte claro de terminación.

A todos, comenzando por los asistentes a pacientes, los enfermeros, los auxiliares generales y todo el personal que cuida directamente a nuestros ancianos, se le han practicado exámenes de PCR continuamente, y a todos, sin excepción, se les ha exigido o nos lo hemos autoexigido, apelando a la sensibilidad del lugar donde trabajamos.

La respuesta de nuestros colaboradores ha sido maravillosa, independientemente de sus diversos ámbitos de trabajo. No ha importado quedarse un día más, entrar cuando no has descansado lo suficiente porque no se ha completado la otra “tripulación” (palabra que se usa para designar el equipo de trabajo que se constituye por estos períodos de tiempo)… La riqueza espiritual que emana del servicio al necesitado es inimaginable, todavía más cuando no solo los pacientes se convierten en “necesitados”, sino también colaboradores. Cuando, además, el escenario donde se aprende, se ha trasformado tanto a partir de la propia realidad que se vive y deviene aprendizaje constante, si bien edificante, inmensamente rico y fecundo.

La presencia (pequeña en número físico pero grande en compromiso y en servicio) de los hermanos hospitalarios, sus consejos certeros, sus silencios oportunos, su confianza en las decisiones médicas, en el cumplimiento en las orientaciones de las autoridades sanitarias, su apego al carisma, a esa hospitalidad que descubre nuevos horizontes… ha sido ejemplo para todos. De igual manera, las hermanas de la Caridad de Santa Ana, quienes desde hace años acompañan nuestro camino, testimonio vivo en el hogar San Rafael, han continuado asistiendo a la ancianas y ocupándose de las necesidades del barrio y de las personas que acuden a la institución en busca de cualquier ayuda, ya sean vecinos o los propios colaboradores. Ellas siguen compartiendo y animando los momentos celebrativos en las nuevas condiciones que nos impuso la pandemia.

Aun en los momentos más difíciles de los últimos tiempos con el peligro inminente de enfermar, hemos visto crecer la solidaridad, la sensibilidad y el amor. Hemos visto a personas que, sin abandonar su rol de trabajo, han asumido otros desempeños y han brindado apoyo emocional a los que han quedado “aislados” por ser contactos de un caso positivo, con la larga espera que implica un resultado que define su salud y la de su familia.

Se han descubierto nuevas formas de llevar esperanza y aliento por medio de las redes sociales, los grupos de WhatsApp y los mensajes de nuestros sacerdotes cargados de ánimo. Gracias a estas formas de contacto, personas con algún medicamento lo han cedido al que lo necesita en un momento dado… En fin, muchas formas creativas y válidas que mitigan la necesidad social de estos tiempos.

Cuando pienso nuevamente en la pregunta, creo que la respuesta no es singular, sino plural: ¡Dios quiere tantas cosas de mí! Dios quiere una respuesta de fe más contundente, más madura, más comprometida.

Doy gracias infinitas al Señor por permitirme vivir en medio de esta Galilea, de colocarme allí para que sacie mi vocación, esa que él me ha susurrado y que pido me anime cada día a construir con una fe sencilla. Ω

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