Músicos cristianos en foto premiada

Por: Miguel Terry Valdespino

Una familia musical: excelente pretexto para una foto.
Una familia musical: excelente pretexto para una foto.

Foto: María Fernanda Terry Pérez

Un trío musical, compuesto por los miembros de una familia cristiana  residente en Caimito, dan vida a la imagen fotográfica con la que recientemente la joven María Fernanda Terry Pérez obtuvo el Premio del Concurso Internacional de Fotografía Cuba es Música, organizado por Musicuba, el festival Un Puente hacia La Habana y la Productora Havana Vive.

Taymara Blanco Díaz (madre), Carlos Alberto Miranda Ortega (padre) y José David Miranda Blanco (hijo), son los tres rostros que aportan luces a la imagen galardonada y cada uno de ellos puede contar una hermosa historia acerca de lo que han sido su vida, sus proyectos y sueños dentro del rico universo del pentagrama y la fe.

Taymara, además de vocalista y compositora, es licenciada en educación musical y graduada de nivel medio en la Escuela de Instructores de Arte y actualmente se desempeña como profesora de lectoescritura (solfeo) en la Escuela Provincial de Arte Eduardo Abela, en San Antonio de los Baños, actividad que la cautiva plenamente.

Lleva en los genes la pasión por el magisterio, pues su padre José del Carmen Blanco Godínez sobresalió en la enseñanza de la gimnasia artística y en las especialidades de Física y Astronomía, mientras que otros miembros de su familia también ejercieron la docencia durante largos años.

“Con la lectoescritura -comenta Taymara- sucede como con los maestros de primer grado: cuando comienza el curso ven a un alumno que no sabe leer ni escribir, pero al final ven a otro distinto, porque ya aprendió a hacer ambas cosas. Ese cambio  nos  regala a los maestros una alegría infinita”.

Carlos Alberto, conocido popularmente como El Panda, es natural de Artemisa, graduado de un curso de Práctica de Conjunto (preparación de tríos, cuartetos, quintetos, septetos…) y es verdaderamente un hombre orquesta: puede tocar el tres, el trombón, la guitarra y la percusión casi completa. Por esta facilidad para  moverse de un instrumento a otro, logró integrar desde la Banda del Estado Mayor de la Marina de Guerra hasta una infinidad de agrupaciones: Sonido Latino, Ciclón Habanero, Sandunga, Los Artemiseños… y en especial el grupo de música cristiana Maranata (El Señor viene, en idioma arameo).

Sus antecedentes familiares se centran con fuerza especial en el ámbito de la música, dentro del cual los suyos sobresalieron en la enseñanza de solfeo y la ejecución del trombón, el clarinete, la trompeta… Confiesa que  asumir en serio la fe cristiana lo llevó a abandonar para siempre sus tiempos de vida bohemia, repleta de irresponsabilidades, alcohol, peleas  y diversiones de todo tipo, y esta fueza del Evangelio la llevó con éxito hasta  el hogar de sus padres, donde la abundancia material estaba malamente  unida con  oscuros excesos de todo tipo.

Hoy, tanto él como Taymara son miembros de la Iglesia pentecostal de Caimito y atienden de manera puntillosa la formación musical de su hijo José David, estudiante de séptimo grado, en la especialidad de violín, en la Escuela Provincial de Arte Eduardo Abela.

“José David ha tocado música cristiana. Le hemos enseñado ese legado. Es un niño que nació en bendición, él solo ha visto buenas acciones por parte de su familia -dice orgulloso su padre- y ese ambiente musical, humano y cristiano tan positivo lo estimula especialmente en su formación. No solo a él, sino a cualquier niño que esté rodeado de estas mismas circunstancias”.

Cuenta con tan solo 12 años el violinista José David y ya sueña en grande: está decidido a ingresar en la ENA y  ejecutar algún día Las cuatro estaciones, de Antonio Vivaldi, y el Capricho número 24, de Niccoló Paganini. Me explica este sueño, quizás no muy futuro, al tiempo que me enseña el modo tan exigente de sostener y ejecutar un violín.

“Si a la hora de tocar empleas una mala técnica, los dolores te atacan todas las partes del cuerpo, se te pueden correr los dedos, la muñeca, jorobar la varilla, ponerte nervioso… y convertirse tu actuación en un verdadero dolor de cabeza”, asegura.

Mientras disfrutamos de fragmentos del documental El arte del violín, José David pronuncia el nombre de un sinnúmero de instrumentistas de talla planetaria, virtuosos que tocaron o tocan en los teatros más relumbrantes y han puesto de rodillas a la crítica especializada más exigente.

“El violín es muy difícil -argumenta su padre-. La guitarra tiene trastes (divisiones) y eso ayuda mucho en la ubicación de los dedos a la hora de emitir cualquier nota. El violín no los tiene, es un instrumento de tacto y precisión y cuerda frotada. Te guía sobre todo la intuición a la hora de ejecutarlo”.

Tanto Taymara como Carlos Alberto han compuesto, de manera individual y a dúo, una notable cantidad de piezas de sentido aliento cristiano, como Llamaste a mi puerta, Santo espíritu, ven; Mi guardador…, grabados en los estudios de Radio Progreso, pero escasamente promocionados más allá de los límites de las iglesias y los eventos cristianos en el país, carencia que no acompaña a la divulgación de esta música en otras naciones de Latinoamérica y Estados Unidos. Sin embargo, no sucede así con las obras musicales compuestas para los dioses del panteón africano. Esas sí tienen promoción en las diferentes radioemisoras y canales de la televisión en Cuba”.

Taymara musicalizó los Salmos 23 y 121, a los que enriqueció con estribillos y coros inspirados en los propios Salmos, mientras que dos sus creaciones, la guajira Por lo que has hecho en mí, y el sucu-suco Bienaventurado el que cree, en colaboración con Fraide Martínez Toledo,  fueron recogidos en el Nuevo Himnario Evangélico Cubano, publicado por el Consejo de Iglesias de Cuba en el año 2004.

“Nosotros tuvimos una hermosa experiencia en el Primer Festival  Internacional de Música Cristiana celebrado en Cuba -cuenta Carlos Alberto-. Debió requerir muchas aprobaciones para poder realizarse. Pero al fin tuvo lugar. A este éxito contribuyó especialmente Tony Loeffler, un músico norteamericano muy reconocido, predicador del Evangelio en lugares tan dificiles como las prisiones. Pero la explosión de la covid trajo como consecuencia la imposibilidad de realizar la segunda edición. No obstante, somos optimistas en cuanto a la posibilidad de concretarlo de manera sostenida en los próximos años”.

Esta familia ha disfrutado intensamente el premio recibido a la imagen que los tiene como protagonistas. Y no es para menos. Es una instantánea sin dudas hermosa, detrás de la cual una profunda página de amor late al ritmo de la fe, la música y la vida.

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