No hemos de esperar de Jesús un Dios que nos quite o resuelva todos nuestros problemas, que aplaste a quienes nos persiguen y calumnian, que acabe con nuestros sufrimientos. Jesucristo ha venido a dar sentido a todo lo que forma parte de la vida cotidiana, a ayudarnos a cargar la cruz de cada día, a encontrar en el darlo todo por Dios y por los hermanos el tesoro que ilumine nuestro rostro de alegría y fecunde nuestra existencia por muy dura que sea. Nuestra fe en Cristo Jesús, convertida en obras de vida como las de Él, es el testimonio que nuestro mundo necesita y espera de nosotros los cristianos. Descubrir la Cruz de Cristo en las cruces de los más pobres y necesitados, en sus heridas y calamidades, resulta imprescindible para acercarnos a ellos con humildad de corazón, sin paternalismos, ni superioridad ni prejuicios humanos, dispuestos a compartir su dolor y a paliar sus necesidades en la medida de nuestras posibilidades. Nadie es tan pobre que no pueda dar al menos una sonrisa, una palabra cálida o un poco de su tiempo a quien sufre más. […]