El padre José Francisco: hombre de dos virtudes

Por: Argelio Santiesteban (argelio@cubarte.cult.cu)

Año 1838. Momento pleno de hechos excepcionales en nuestra historia.

En La Habana, abre sus puertas el Teatro Tacón. Un coloso: localidades para dos mil concurrentes. No tiene nada que envidiarle a ninguno de los mejores teatros europeos. Se inaugura antes que el bonaerense Colón, el mexicano Bellas Artes y el norteamericano Metropolitan Opera House.

Sigue extendiéndose nuestra red ferroviaria, la primera de un país hispanoparlante y por una década anterior a la de España.

Otra sorpresa de 1838. El cubano Anselmo Suárez y Romero escribe Francisco, novela antiesclavista; con la cual se adelanta en varios años a La cabaña del Tío Tom, de Harriet Beecher Stowe.

Y, en ese mismo año, en la caribeñísima Santiago, nace un niño…

—¡Eso es una burla, desparpajado articulista! ¡Usted había prometido hechos inusuales y el nacimiento de un niño no lo es! —protesta el lector.

Y nos explicamos. Aquel pequeño, José Francisco, llegó al mundo con una sui géneris cualidad. Era una doble pasión: su fe y un amor irrenunciable por su patria.

 

El personaje

José Francisco Ezquembre1 y Guzmán nació el 28 de julio de 1838.

Cursó estudios en el Colegio Seminario de San Basilio El Magno, primera institución de docencia superior que tuvo Cuba.

Recibió las órdenes en La Habana, cuando transcurría 1861.

De regreso en Santiago, ejerce como capellán de coro de la catedral y secretario del cabildo.

En 1864 fue cesado de sus funciones por autoridades eclesiásticas cuya malquerencia hacia el clero criollo era evidente.

Dos años después, Ezquembre pudo retomar la sotana y pasó a la diócesis de la capital cubana.

Se le nombró cura ecónomo de la iglesia de Nuestra Señora del Rosario de Yaguaramas, en la jurisdicción de Cienfuegos.

 

Los hechos

Cuando se iniciaba 1869, fuerzas mambisas ocuparon el poblado de Yaguaramas, donde el párroco, José Francisco Ezquembre y Guzmán, bendijo la bandera cubana enarbolada por los libertadores, mientras los instaba a perseverar en su lucha.

Resultado: tras un año en prisión, un consejo de guerra lo condena a muerte, por el delito de infidencia.

Playa de Marsillán, en la bahía cienfueguera. Es el 30 de abril de 1870. El padre José Francisco está ante el pelotón de fusilamiento.

Enhiesto, antes de caer acribillado, logra gritar a los verdugos del piquete: ¡Pido al cielo la bendición para Cuba y su bandera!

Hasta el final, se mantuvo apegado a su fe y a su patria. W

 

 

Nota

1 En la documentación, el primer apellido aparece con diversas grafías.

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