He sido salvado por el Amor

Texto y fotos Yandry Fernández Perdomo.

Diácono Junior Antonio Delgado Martínez.
Diácono Junior Antonio Delgado Martínez.

En tus palabras de agradecimientos recordaste con mucha emoción al padre Pablo Bejarano. ¿Qué significado tuvo él en tu vida y a quiénes agradeces también en tu vocación al sacerdocio?

“El padre Pablo Bejarano Martínez, Misionero de Guadalupe, de estar vivo celebraría justamente este 28 de agosto 60 años de sacerdocio. Por eso escogí este día para la ordenación. Me decía, cuando eran los últimos días de su vida terrena: ‘Solo le pido a Dios llegar a tu ordenación’. Entonces creo que para honrar este deseo suyo, este 28 de agosto he pensado en la ordenación diaconal.
”Justamente pensaba: ‘No estás físicamente’. Y me venía a la mente un pasaje de la Carta a los Hebreos en que dice el autor de la carta que Dios escuchó a su Hijo y lo dejó morir. Pues pienso que también hizo eso con padre Pablo, lo dejó morir para que no se alegrara con un gozo humano limitado, sino en un gozo eterno, de recoger el fruto de su siembra en mi vida y particularmente en la parroquia de San Nicolás de Bari que es bendecida con vocaciones. Fue al padre Pablo, a quien por primera vez yo dije ‘sí’ a la pregunta, ¿quieres ser sacerdote? Yo le dije un 28 de enero de 2007: ‘Sí padre, pero’… Y por la gracia de Dios ahora puedo decir sí, pero sin el ‘pero’. Él con mucha paz me dijo: ‘Tranquilo si es de Dios será’. Su palabra sigue resonando en mí estos días y él fue el que me envió al Seminario, el que estuvo acompañando mi proceso vocacional.

”También otro sacerdote, particularmente el padre Jorge Luis Gil, que es de San Nicolás, sin él saberlo también influyó muchísimo. Juntos, cuando éramos adolescentes, hacíamos celebración de la Palabra y nos íbamos a misionar. El diácono Sergio, diácono permanente de la parroquia de San Nicolás de Bari, fue también un instrumento clave para ir descubriendo lo que el Señor me pedía. Monseñor Rodolfo con mucha paciencia fue como el alfarero que me moldeó en el grupo vocacional. Ahora puede que se vaya algún nombre, pero particularmente estos han sido los sacerdotes en mi camino vocacional y los acompañantes espirituales, esos que me dieron cocotazos para caer en la cuenta. Entre ellos están: el padre Oscarito que también se alegra en el gozo eterno del Señor, el padre Chema, en España y los padres franciscanos, muy queridos por mí, sin ellos no creo que hubiera sido posible esta ordenación”.

Eres el último de los tres seminaristas que se ordenaron diáconos en el mes de agosto en la Arquidiócesis de La Habana en medio de unas circunstancias bien difíciles para el país, ¿qué significado tiene esto para ti?

“Dice el Papa Francisco que Dios es el Dios de las sorpresas. De hecho, pensaba en eso estos días. No solo con esta circunstancia del coronavirus. Si a mí diez años antes, cuando el obispo me envió al Seminario, me dice que me iba a ordenar sin su presencia, algo previsible ciertamente por los cálculos matemáticos, era de esperar que no me ordenara el cardenal Jaime, pero ningún cálculo era susceptible de estimar que no estaría físicamente un hombre tan lleno de salud, de vida. Si me dicen que no hubiera estado él, mi párroco ni mi familia, yo diría que eso no es posible.
”Me resuena ese pasaje del Evangelio: ‘Para Dios todo es posible’. Él se va abriendo caminos y nos dice que no tengamos miedo y que allí donde menos esperamos, Él hace brotar la vida, la alegría y la esperanza”.

Junior, a veces los jóvenes no queremos asumir compromisos tan trascendentes y duraderos y un tanto arriesgados como lo son las vocaciones religiosas y al sacerdocio. ¿Qué mensaje das a esos jóvenes que tienen una vocación hacia la vida religiosa y qué aconsejas a aquellos seminaristas que se están formando en estos momentos?

“Antropológicamente el hombre siempre es el mismo desde la antigüedad hasta hoy. Es cierto que también influyen, por supuesto, todas estas coordenadas particulares de nuestra sociedad, pero pienso que hay un gran temor no sólo para dar el paso a una vocación particular tan arriesgada como tú decías, en el sentido de renunciar como el sacerdocio, como la vida religiosa, incluso, la vocación cristiana, porque en el fondo nos parece que se pierde algo. Es curioso, muchas veces cuando la gente nos encuentra, nos dice: ‘¡Ay!, pero ustedes no se pueden casar, no pueden tener hijos’. Es como si en el fondo perdiéramos, como si en el fondo no se pudiera ser feliz tanto como sacerdote, como religiosa o como religioso, como cristiano, incluso, a veces llama la atención cómo lo primero que preguntan los jóvenes es qué se puede hacer o qué no se puede hacer, qué se le prohíbe.

”No es nada de eso. Uno descubre ciertamente que lo que pierdes es lo que sobra, es lo que estorba en el camino y se experimenta el gozo de decir: ‘He sido salvado’. He sido salvado por el amor, por su Palabra que me ayuda, que me empuja con la fuerza de la resurrección a buscar siempre caminos de felicidad que no están en esos paraísos artificiales en los que los jóvenes de hoy quieren buscar una realización de vida. ¡No está ahí! Está en Jesucristo, camino verdad y vida.

”Con mi testimonio, con mi vida también entregada, los animo a escuchar la voz de Dios y animo también a mis hermanos seminaristas que no tengan miedo. Dios es siempre más grande que nuestro pecado, que nuestros tropezones, que nuestra vagancia, que nuestras torpezas. No olviden aquella lucha de Jacob. Él se faja con el ángel y le dice: ‘No te soltaré hasta que no me hayas bendecido’. Pues los animo a todo eso en el combate de la vida cristiana”.

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