Alocución 25 de diciembre de 2021

Por: Arzobispo de La Habana, cardenal Juan de la Caridad García

Hoy, 25 de diciembre, Día de Navidad, escuchamos en todas las iglesias católicas el Evangelio según San Lucas capítulo 2 versículos 1 al 20:

(EVANGELIO)

Tomado del Martirologio romano:

Pasados innumerables siglos desde la creación del mundo, cuando en el principio Dios creó el cielo y la tierra y formó al hombre a su imagen; después también de muchos siglos, desde que el Altísimo pusiera su arco en las nubes tras el diluvio como signo de alianza y de paz; veintiún siglos después de la emigración de Abrahán, nuestro padre en la fe, de Ur de Caldea; trece siglos después de la salida del pueblo de Israel de Egipto bajo la guía de Moisés; cerca de mil años después de que David fue ungido como rey, en la semana sesenta y cinco según la profecía de Daniel; en la Olimpiada ciento noventa y cuatro, el año setecientos cincuenta y dos de la fundación de la Urbe, el año cuarenta y dos del imperio de César Octavio Augusto; estando todo el orbe en paz, Jesucristo, Dios eterno e Hijo del eterno Padre, queriendo consagrar el mundo con su piadosísima venida, concebido del Espíritu Santo, nueve meses después de su concepción, nace en Belén de Judea hecho hombre, de María Virgen: la Natividad de nuestro Señor Jesucristo según la carne.

(CANTO)

El Papa nos habla de la Navidad:

“El nacimiento de Jesús. Queridos hermanos y hermanas, buenos días. Hoy quisiera recordar con ustedes el evento del cual no puede prescindir la historia: el nacimiento de Jesús. Para cumplir el decreto del emperador César Augusto, que ordenaba registrarse en el censo del propio pueblo de procedencia, José y María van de Nazaret a Belén. Nada más llegar, buscan enseguida alojamiento porque el parto es inminente, pero, lamentablemente, no la encuentran y, entonces, María se ve obligada a dar a luz en un pesebre. Pensemos, el Creador del universo, a él no le fue concedido un lugar para nacer. Quizás fue una anticipación de lo que dice el evangelista Juan: vino a su casa y los suyos no lo recibieron. Y de lo que Jesús mismo dirá: las zorras tienen guaridas y las aves del cielo nidos, pero el hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza. Fue un ángel quien anunció el nacimiento de Jesús y lo hizo a los pastores humildes, y fue una estrella la que indicó a los magos el camino para llegar a Belén. El ángel es un mensajero de Dios. La estrella recuerda que Dios creó la luz y que ese niño será la luz del mundo como él mismo se autodefinirá. La luz verdadera que ilumina a todo hombre que brilla en las tinieblas y las tinieblas no la vencieron. Los pastores representan a los pobres de Israel, personas humildes que interiormente viven con la conciencia de la propia carencia y precisamente por esto confían más que los otros en Dios. Son ellos los primeros en ver al hijo de Dios hecho hombre y este encuentro les cambia profundamente. Cuenta el Evangelio que se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto”.

(CANTO)

“El mensaje del Evangelio es claro: el nacimiento de Jesús es un evento universal que afecta a todos los hombres. Queridos hermanos y queridas hermanas, solo la humildad es el camino que nos conduce a Dios y, al mismo tiempo, precisamente porque nos conduce a él, nos lleva también a lo esencial de la vida, a su significado más verdadero, al motivo más fiable por el que la vida vale la pena ser vivida. Solo la humildad nos abre a la experiencia de la verdad, de la alegría auténtica, del conocimiento que cuenta. Sin humildad estamos aislados, estamos aislados de la comprensión de Dios, de la comprensión de nosotros mismos. Es necesario ser humildes para entendernos a nosotros mismos, mucho más para entender a Dios. Los magos podían también ser grandes según la lógica del mundo, pero se hacen pequeños, humildes, y precisamente por esto logran entrar a Jesús y reconocerlo, aceptan la humildad de buscar, de ponerse en viaje, de pedir, de arriesgarse, de equivocarse. Todo hombre, en lo profundo de su corazón está llamado a buscar a Dios. Todos tenemos esa inquietud y nuestro trabajo es no apagar esa inquietud, sino dejarla crecer porque es la inquietud de buscar a Dios y con su misma gracia puede encontrarlo. Hagamos nuestra la oración de San Anselmo: ‘enséñame a buscarte y muéstrate a quien te busca, porque no puedo ir en tu búsqueda a menos que tú me enseñes y no puedo encontrarte si tú no te manifiestas. Deseando te buscaré, buscando te desearé, amando te hallaré y hallándote te amaré.

”Queridos hermanos y hermanas, quisiera invitar a todos los hombres y las mujeres a la gruta de Belén a adorar al hijo de Dios hecho hombre. Cada uno se acerque al pesebre que hay en su casa o en la iglesia o en otro lugar y trate de hacer un acto de adoración. Dentro: ‘yo creo que tú eres Dios, que este niño es Dios. Por favor, dame la gracia de la humildad para poder entender”.

(CANTO)

“Volvamos a casa con el deseo de los ángeles: ‘“Paz en la tierra a los hombres que ama el Señor’,. Y recordemos siempre: en esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino que Él nos amó. Él nos amó primero, nos ha buscado no olvidemos esto. Este es el motivo de nuestra alegría. Hemos sido amados, hemos sido buscados, el Señor nos busca para encontrarnos, para amarnos más. Este es el motivo de la alegría, saber que hemos sido amado sin ningún mérito. Siempre somos precedidos por Dios en el amor, un amor tan completo que se ha hecho carne y vino para habitar en medio de nosotros, en ese niño que vemos en el pesebre. Este amor tiene un nombre y un rostro, Jesús es el nombre y el rostro del amor que está en el fundamento de nuestra alegría. Hermanos y hermanas, os deseo feliz Navidad, una feliz y santa Navidad y quisiera que si haya felicitaciones; las reuniones de familias, esto es muy bonito siempre, pero que haya también la conciencia de que Dios viene por mí. Cada uno diga esto: Dios viene por mí. La conciencia de que, para buscar a Dios, encontrar a Dios, aceptar a Dios, hace falta humildad. Mirar con humildad la gracia de romper el espejo de la vanidad, de la soberbia, de mirarnos a nosotros mismos, mirar a Jesús, mirar el horizonte, mirar a Dios que viene a nosotros y que toca el corazón con esa inquietud que nos lleva a la esperanza. Feliz y Santa Navidad”.

(CANTO)

El nacimiento de una nueva criatura nos conmueve, nos llena de alegría y entregamos lo mejor de nuestras vidas al recién nacido y a la familia. Eso fue lo que hicieron los pastores. Enterados de la noticia, corrieron hacia la cueva, y al ver al recién nacido con la Virgen María y San José al lado, alabaron y glorificaron a Dios por los que habían visto y oído y trajeron sus pobres y escasos dones, lo que pudieron, para ofrecerlo como auxilio a la recién parida. Es lo que hemos hecho nosotros cada vez que ha nacido un niño y es lo que haremos con los recién nacido y sus padres y familiares. Seguramente los papás y las mamás han recordado el nacimiento de sus propios hijos, la buena noticia de que ella estaba embarazada y comunicarlo al esposo. Radiante de alegría por saber que ya es papá del fruto bendito del amor hacia su esposa. También hubo palabras de esperanza y aliento como palabras desalentadoras y negativas, pero venció el amor a la criatura viviente en el seno materno, como lo muestra la fotografía del ultrasonido. Recuerdan también los esposos el momento del parto, la salida del hospital materno, las felicitaciones de los familiares y vecinos a la hora de llegar a la casa, la primera visita a la Virgen de la Caridad, el bautizo; la esposa puede recordar al esposo el trabajo que pasó él para poner pañales y lavarlos. Cuando se reza el rosario, el Misterio del nacimiento de Cristo se incluye en los misterios gozosos. Necesitamos para cada familia un cronista como San Lucas, quien narró el nacimiento de Jesús, un cronista que cuente lo sucedido con nuestro propio nacimiento. Solo lo podrán hacer los que lo vivieron, pero si no nos lo dicen, cómo los hijos lo sabemos. Y todo para revivir el gozo y la alegría de nuestro nacimiento. En estos días papás, mamás, hijos, toda la familia se pone delante de los nacimientos hechos en las iglesias o en la casa. Los niños le cuentan a su papá cómo es San José, las niñas le cuentan a su mamá cómo es la Virgen María; los padres les cuentan a sus hijos cómo es el niño Jesús, y todos prometemos vivir como San José, la Virgen y el niño Jesús.

(CANTO)

La primicia de nuestro amor es el primer beso que recibimos cuando niños. Debería quedar sellado y certificado: ¿quién me besó primero? El beso es todo un rito, es lo más bonito de la vida, posar tiernamente nuestros labios en las suaves mejillas. Unos labios que acarician, que respetan, que quieren entregar los sentimientos más hermosos y el cariño, la paz y la ternura que entregan y se entregan todos. El beso primero al niño, es el beso de la humanidad, el saludo de la humanidad al recién nacido; la hospitalidad de la especie que abre sus labios, sus brazos, su casa a un miembro nuevo. El beso primero al niño es gratuito. Él no hizo nada para merecer tanto amor, pero él tampoco llamó a la puerta, solamente fue llamado y ahora se le recibe con besos. Es una dicha del hombre amar lo que hace. ¿Quién le besó primero, la madre, el padre, la partera? Quizás no importe, fue el beso de la familia humana y el beso primero de la naturaleza viva. Siempre el que besa primero es el autor de la vida, nosotros no hacemos más que prestar nuestros labios a Dios. Gloria al Padre que nos besó; gloria al Hijo que nos acompaña para enseñarnos a amar; gloria al Espíritu Santo que es capaz de lograr los sueños que van en cada beso que recibimos. Amén.

(CANTO)

El Dios de bondad infinita que disipó las tinieblas del mundo con la encarnación de su Hijo y con su nacimiento glorioso iluminó este día santo, aleje de ustedes las tinieblas del pecado y alumbre sus corazones con la luz d la gracia. Amén. El que encomendó al ángel anunciar a los pastores la gran alegría del nacimiento del Salvador los llene de gozo y los haga también a ustedes mensajeros del evangelio. Amén. Y el que por la encarnación de su Hijo reconcilió lo humano y lo divino, les conceda la paz a ustedes, amados de Dios, y un día los admita entre los miembros de la Iglesia del cielo. Amén. Y la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre cada uno de ustedes, sobre sus familias, sobre sus enfermos, sobre los presos, sobre los que están lejos y permanezca para siempre. Amén.

(CANTO)

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