Introducción
Artistas, poetas y filósofos observan la realidad y tratan de comprenderla, ordenarla, adornarla y nombrarla con su propio lenguaje. Las diferentes ciencias y artes se aproximan a la realidad con una mirada especializada. Las personas comunes, con frecuencia, pasamos de manera distraída en busca de comida y de las cosas más inmediatamente necesarias para vivir, vemos lo mismo todos los días sin observar ni interpretar los matices. Los artistas, los poetas, los filósofos… y los humoristas suelen tener una mirada global, pero también en detalle y miniatura. Ellos tienen sus microscopios y telescopios para observar la realidad y captar sus matices. Unas veces miran con lupa, otras, observan con raros espejos convexos o cóncavos, pero siempre reflejan la realidad que miran.
Las artes, las letras y la filosofía (sin adjetivos que restrinjan o nublen su mirada) nos ayudan a encontrar sentido para vivir. Al igual que la religión, dan a la vida un carácter de trascendencia. Algunas personas dicen que las artes y letras no son útiles porque no nos dan alimentos para poder sobrevivir, y tampoco incrementan la producción ni los servicios como las ciencias y la tecnología. Sin embargo, aportan una calidad de vida necesaria. Nos plantean preguntas vitales: ¿Dónde estás? ¿De dónde vienes y a dónde vas? ¿Cuál es tu horizonte? ¿Qué debes dejar atrás? Son generadoras de sentido y de significado para nuestra vida: ¿Qué significado tiene tu vida? ¿Por qué y para qué haces lo que llevas entre manos? ¿Por qué vives de este modo y no de otro? ¿Qué sería la vida sin música y sin poesía?
Particularmente, la filosofía (sin adjetivos que la deformen) puede ayudar a desenmascarar y combatir discursos o prácticas que conducen a la deshumanización o aniquilación del ser humano. La filosofía puede darnos alimento de tipo moral que nos ayude a sobrevivir con alegría y calidad, de modo que las personas y los grupos humanos no vayan a extinguirse ni a eliminarse mutuamente, aunque exista la capacidad técnica de hacerlo. Si no hay sentido para vivir, es fácil que llegue la guerra, la destrucción y la autodestrucción o la esterilización.
Repensar la sociedad para contribuir
a la humanización de nuestra realidad
La democracia no es un sistema de gobierno perfecto, pero permite gozar de libertades individuales y favorece la vida en sociedad sin negar la dignidad de cada persona. Al mismo tiempo que nos reconoce iguales ante la ley, permite vivir en libertad, emprender, decidir, elegir… La educación y la filosofía deberían ayudar a formar ciudadanos democráticos. La filosofía nos invita a pensar, a conocerse a sí mismo, a indagar el mejor modo de vivir en sociedad. La filosofía debe promover virtudes cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza) y virtudes sociales (diálogo, tolerancia, solidaridad, búsqueda del bien común, subsidiariedad) que nos ofrecen la base para una sociedad democrática.
No basta con decir las palabras o desear el incremento de los valores, sino que hay que analizar lo que significan y ver cuándo están presentes o ausentes en la historia. Donde no hay libertad de pensamiento, se instalan las dictaduras. Para evitarlo, la filosofía debería implementarse en todas las aulas para enseñar a pensar, conocerse y repensar la sociedad en que vivimos. La educación puede servir para afianzar una dictadura o para favorecer la libertad. Si promueve el diálogo y la libertad de pensamiento, habrá democracia; pero si anula la creatividad y fomenta la uniformidad, favorecerá las dictaduras.
Los individuos necesitan de la sociedad, pero la sociedad necesita ser repensada por los ciudadanos para que pueda ser transformada y para que no se anquilose. El pensamiento no se ejercita en masa sino individualmente. Vivimos en grupo, familia, sociedad, pero pensamos en singular. Y después de pensar hay que expresar, nombrar, dialogar. Los nombres, las ideas y las palabras tienen significados que derivan del pensamiento previo. Por otra parte, se corre el peligro de creer que la abundancia de palabras, nombres e informes denota mayor sabiduría. No siempre es así. Tampoco la abundancia de riqueza garantiza la calidad de las personas. Se pretende poseer riqueza, información, relaciones, ideas para dominar. Con frecuencia importa más tener la razón e imponerla que buscar la verdad. Con frecuencia, los discursos oficiales se tejen con mentiras o con medias verdades.
Quien se identifica ciegamente con sus ideas no admite que existan otras, ni tolera que le cuestionen las propias. Entonces, en ausencia del diálogo y la opinión, sin discusión alguna, surge el fanatismo o la superstición. Solo quedaría la posibilidad de que el arte, el humor, la filosofía hagan sus críticas sensatas para desenmascarar las mentiras. Ahora bien, para eso hay que tener el deseo de buscar la verdad. Toca a la filosofía despertar el hambre de la verdad, el deseo de su búsqueda, aunque suponga esfuerzo, nadar contra corriente, dolor y lucha en el lento proceso para ascender hasta observar nuevos horizontes.
Lugares donde repensar la realidad
para mejorar la sociedad
Los pragmáticos con afán utilitarista dicen que la filosofía “no sirve” y que solo vienen los cambios por la acción y no por el pensamiento. Podemos añadir para reivindicar el servicio de la filosofía que “no debe servir ni ser esclava” de nadie en particular. Cuando queda encadenada y es marcada con signo de pertenencia y se adjudica un dueño, a un poder establecido, se convierte en simple instrumento servil de propaganda doctrinaria, pero deja de ser “filosofía” (amiga de la verdad). Ello no significa que deba ser rechazada por las instituciones. Si alguien quisiera mejorar el pensamiento y la calidad de los valores en una institución o sociedad, debería aliarse con la filosofía sin mordaza para detectar trampas y mentiras, y poder innovar con la guía de la verdad.
Por tanto, déjese entrar a la filosofía en las iglesias y seminarios, en las universidades, en los congresos, en las escuelas, en los hogares, en las academias particulares, en los teatros, en las plazas y en las calles. Debe ser una filosofía libre y sin sobrenombres. De lo contrario, ya sabemos lo que ocurre: en los países capitalistas de libre mercado, la filosofía está ausente porque no produce nada para vender; en regímenes socialistas de control estricto, la filosofía está presente por doquier para adoctrinar. En ambos casos, ella pierde su naturaleza y su función: servir a la verdad, enseñar a pensar y cuestionarlo todo.
Sería deseable que la filosofía tuviera su cátedra en las aulas y pudiera pasearse libremente por las calles. Se puede vivir sin filosofía y no tener necesidad de pensar, andar en la mentira y no desear la verdad, pero los ciudadanos de esa sociedad tendrán peor calidad de vida. Estar atentos a los problemas de la gente y expresarlos es importante, como hizo Sócrates. Repensar la sociedad, cambiar las leyes, elaborar una idea del Estado basado en la justicia, como hiciera Platón, también es importante. Una sociedad que no se repiensa a sí misma está condenada a la barbarie y puede convertirse en una cueva de ladrones. La filosofía permite pensar a los ciudadanos para repensar una sociedad civilizada. La filosofía no ha de ser una invitada o transeúnte de paso, tampoco es una turista ilustre. Es una Maestra necesaria que puede orientar a maestros, gobernantes, legisladores, médicos, trabajadores, padres y madres. Ojalá pudiera instalarse en nuestros hogares, escuelas, hospitales, fábricas, oficinas, plazas y calles.
Lenguaje y pensamiento:
identidad y pertenencia
El pensamiento necesita expresión del mismo, y se realiza mediante el vehículo del lenguaje oral, escrito y audiovisual. El lenguaje sin pensamiento lógico y comprensible es verborrea. El pensamiento sin un medio de expresión adecuado se vuelve estéril. Con frecuencia, será necesario hablar varios idiomas o tener diversos códigos para poder entenderse. Otras veces será necesario interpretar el espíritu de un texto y lo que se quiere decir con una palabra.
No todas las personas entienden lo mismo cuando se dice la palabra “democracia”; no todos los políticos interpretan de igual forma el concepto de nación, soberanía, Estado, república, etc. Los psicólogos tienen diversas teorías sobre el desarrollo de la personalidad. La expresión de esencias e identidades requiere poner nombres, pero el significado de los mismos reviste cierta ambigüedad que es necesario aclarar para iniciar un diálogo sincero y honesto. De lo contrario, los discursos se convierten en monólogos de sordos, y se confunde el significado de las palabras.
También puede ocurrir que a una misma identidad individual se le apliquen varios nombres. Así tenemos que a la misma persona se le denomina como compañero, trabajador, señor, camarada, puro, caballero, productor, consumidor, ciudadano, individuo, persona… Entonces, la persona interpelada se pregunta: ¿Quién soy? ¿Cómo me identifico? ¿Cómo me considera esta sociedad a la que pertenezco?
No será fácil deducir una respuesta clara para estas preguntas, pero las palabras tienen significado que dan matices diversos a la realidad que expresan. No existen sinónimos iguales o equivalentes.
En otras ocasiones, el lenguaje se vuelve mentiroso y contradictorio. Es lo peor que puede ocurrir con las palabras. Si alguien llama oscuro a lo que es claro, se trata de una tragedia para la razón o de una enfermedad visual. Si alguien confunde el rojo con el verde es un daltónico. Sin embargo, hay quienes se empeñan en confundir manipulando el lenguaje y el significado de las palabras. La confusión y la mentira en el lenguaje minan la razón humana y la confianza, arruinan las sociedades y degradan los valores de la persona. En los siguientes ejemplos veremos los resultados de tales plagas.
El gerente de una empresa sueca de acero propuso en su discurso programático anual que era necesario introducir cambios para producir más y disminuir la contaminación atmosférica. Sin embargo, siguió con el mismo paradigma en la gestión de personal y en el mantenimiento de las máquinas. Era obvia la continuidad y la inercia, aunque el discurso había propiciado el cambio. El resultado final fue el malestar de los trabajadores, la disminución de la producción y el aumento de contaminación ambiental.
Un rector de universidad, después de diez años de funcionamiento, propuso cambiar los estatutos, reglamentos y leyes por considerarlos pasados de moda y ser reflejo únicamente de la visión de los profesores que habían creado dicha universidad. Para tal fin, el rector creó una comisión que revisara los antiguos estatutos y redactase los nuevos. Sin embargo, dicha comisión estaba constituida solo por el diez por ciento de los profesores del claustro, sin considerar el apoyo de juristas externos, especialistas, representantes de los estudiantes, administrativos, etc. El resultado final fue algunos cambios en la disposición de los números y acápites en los estatutos, pero continuó el espíritu de los mismos. En consecuencia, un significativo número de alumnos y profesores abandonaron ese proyecto educativo.
Pluralidad y unidad en el lenguaje
Aunque la unidad territorial, política, lingüística y cultural puede favorecer la cohesión de un grupo y de una nación, no siempre la uniformidad expresa comunión de ideales. Puede existir pluralidad de lenguas en una misma nación o federación de estados, y conservar estos la indisoluble unidad social y política mediante diversos mecanismos cordiales y racionales.
La pluralidad de lenguas mezclada con soberbia, envidia y egoísmo produce la confusión de Babel. El resultado fue la división y la separación, cada grupo según su lengua y sus ideas, con odio recíproco. Sin embargo, la diversidad de lenguas en medio de la concordia y la armonía permite el entendimiento mutuo, el amor recíproco y la unidad de todos. Esta armonía cósmica es propia de la acción del Espíritu en Pentecostés. El amor siempre es fuente de unidad y entendimiento.
No es lo mismo uniformidad que unidad. La uniformidad responde a los intereses de quien pone o diseña el uniforme. Y quien regala el uniforme pone las reglas para el desfile. Cualquier uniformidad militar, educativa, empresarial, partidista, sindical, social, política… está diseñada para que exista un mando supremo que dirija los movimientos externos. Sin embargo, la unidad brota más bien desde el interior de las personas (desde la pluralidad de individuos con personalidad propia), no se impone por decreto sino por adhesión voluntaria y por sinergia grupal. La unidad requiere diálogo, humildad y condescendencia, integridad de vida, aceptación de los diferentes y de los débiles.
La unidad requiere ascesis. Por eso, los antiguos monjes (mónachos) se retiraban al desierto (éremo) para buscar la integridad del corazón y la unidad en el espíritu. Aunque cada uno viviera en soledad y estuviesen separados físicamente, mantenían la unidad espiritual y se reunían para dialogar, recibir o dar consejos, acompañarse y ayudarse en los momentos difíciles. Para lograr la unidad familiar y social también se requiere el ejercicio, la ascesis, la soledad y el encuentro, la reflexión y el diálogo.
Conclusiones
Pensar lo que se desea hacer con la propia vida y poder decidirlo es un derecho de toda persona humana, capacitada para el servicio a los demás mediante su decisión responsable y libre.
Repensar y poder transformar la sociedad en que vivimos es una exigencia, un deber y un derecho de todo ciudadano. El ser humano se construye y humaniza dentro de una sociedad, y la sociedad se mejora mediante el aporte de cada persona que contribuye con su razón, su trabajo y su bondad a dejar el mundo mejor que como lo encontró cuando llegó a él.
La familia, la escuela, la universidad, la vida pública son lugares para repensar cómo mejorar la vida de las personas y cómo transformar la sociedad para que llegue a ser más humana. El amor a la verdad y a la sabiduría es patrimonio de toda persona y debería poder expresarlo y ejercitarlo en cualquier lugar.
La expresión del pensamiento necesita de un lenguaje adecuado y veraz. La ambigüedad, la mentira, la confusión, la contradicción, el doble sentido y la falta de diálogo impiden el desarrollo del pensamiento fecundo y personal. Una persona sin pensamiento propio y una sociedad sin filosofía están abocadas a la rutina improductiva y a la repetición estéril. Sufrirán la identidad personal y la pertenencia social. Ω
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