¿Existe Dios?

Por: Pauinos en Cuba

Si la pregunta te escandaliza, es señal de que crees en Dios. Si únicamente te inquieta, también es buena señal, pues aun los que dicen no creer en Dios mantienen en su interior una duda inquietante: ¿y si existiera?
El tema es tan viejo como la humanidad y tan actual como el poder de la cibernética. A la pregunta “¿existe Dios?”, han tratado de responder pensadores célebres de todas las culturas, desde la más remota antigüedad. Tanto en Oriente como en Occidente, y así en las culturas autóctonas de América y de otros continentes, Dios ha sido siempre objeto de interrogantes esenciales, como el sentido de la existencia humana y su destino último, el porqué de un orden social necesario, el valor del bien y el misterio del dolor.
Las preguntas acerca de Dios –¿Existe o no existe?, ¿qué relación tiene Él con la humanidad?, ¿qué tengo yo que ver con Él?– son las más humanas, pues nuestra misma identidad y el valor de nuestra conducta cambian radicalmente según creamos o no en un Ser Absoluto, sin principio ni fin, un Hacedor de todo cuanto existe.
Las reflexiones sobre Dios –su existencia, su naturaleza, sus atributos– no han sido hechas únicamente por filósofos paganos. También grandes teólogos como santo Tomás de Aquino, san Alberto Magno, san Buenaventura, se han enfrascado en el tema de la existencia de Dios y han buscado los caminos para ayudar a otros a encontrar una respuesta positiva.
Por supuesto, lo que llamamos “Dios” no es un objeto de laboratorio, ni es el resultado de un recorrido racional. Se ha dicho justamente: “Si pretendes demostrar la existencia de Dios con puros razonamientos, lo que demuestras no es Dios”. Con esto se pretende decir que, aunque la razón nos conduce a admitir filosóficamente la necesidad de que Dios exista, hemos de tener en cuenta también el camino de la experiencia: “No te puedo probar la existencia de Dios a base de planteamientos racionales, pero la vida misma y mi sentir más profundo me dicen que Él existe y me rodea y está conmigo y en mí; experimento su amor y lo necesito y a Él tiendo y sé que en Él alcanzaré el sosiego y la felicidad definitiva y perenne”.
“Ese idiota seré yo…”
Un profesor de Filosofía en una universidad italiana, en su primera lección dijo a sus alumnos: “Si al término de mis lecciones hay alguno que crea en Dios, le digo desde ahora que le será tenido como idiota”. Todos los alumnos guardaron silencio, pero uno se puso de pie y dijo valientemente: “Y yo le digo desde ahora, señor profesor, que ese idiota seré yo”.
Así como es verdad que la fe crece proclamándola, también es cierto que el ateísmo práctico se endurece y difunde siempre más, cuando se cierran todas las puertas a cuanto puede motivar la inclinación natural a la trascendencia, esa “semilla de religiosidad” con que todos nacemos. Las motivaciones que pueden hacer crecer esa semilla son de variada índole, no exclusivamente de carácter doctrinal:
la belleza habla de Dios, admírala;
el amor genuino expresa a Dios, ama;
la naturaleza es un reflejo de Dios, contémplala;
Dios está en la justicia y en la misericordia, practícalas;
Dios se hace presente en la fraternidad, sirve a tu prójimo;
Dios se revela en la humildad y en la pequeñez, sé sencillo;
Dios se percibe con ojos limpios, ordena tu vida.
“Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios”, sentenció el Maestro Jesucristo. Con estas palabras hizo una revelación determinante: a Dios solo puede vérsele con un corazón humilde y limpio.

Rectifica tu conducta
Cuanto más una vida se ensucia moralmente, tanto más la persona se incapacita para percibir la presencia de Dios, y cuanto más una persona excluye a Dios en su vida, tanto más queda expuesta a toda clase de suciedad moral y de desórdenes.
Ordena, pues, tu vida y verás a Dios; rectifica tu conducta y lo sentirás cercano. Y aun cuando no lo percibas, síguelo buscando, pues quien lo busca asiduamente ya está próximo a encontrarlo.
El que apuesta por Dios siempre sale ganando
Te entrego para que continúes tu reflexión, estas consideraciones de Jean Cusset:

“Es difícil creer en Dios, pero es más difícil no creer en Él. La fe tiene más respuestas que el escepticismo. Quizá esas respuestas no sean verdaderas, pero aun si son falsas, son mejores que el silencio. El creyente tiene siempre un asidero, el incrédulo, solo tiene la nada.
”Yo dudo porque soy hombre de fe. No puedo decir con certeza: ‘Dios existe’, pero por lo mismo tampoco puedo decir con certeza: ‘Dios no existe’, en todo caso la posibilidad de ser ofrece más esperanza que la posibilidad de no ser. Apostemos, como Pascal, por Dios. Si perdemos, no habremos perdido nada aparte de la nada. Si ganamos, lo ganaremos todo”. Ω

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