En el encuentro de las calles de Amargura y San Ignacio se encuentra el Hotel Raquel. El hermoso edificio que muestra una fachada barroca y decorados de inspiración art nouveau, albergó a principios del siglo xx un negocio de importación de tejidos. En él destacan el lucernario y varios elementos de la cultura hebrea recreados en distintos espacios, incluso el menú que allí se ofrece está especializado en platos de la cocina de tradición judía.
En la colección de este hotel se destaca un lienzo poco conocido de Víctor Manuel que nos remite a la dramática historia de los pasajeros del buque Saint Louis que arribó a La Habana a finales de mayo de 1939. Se trata de una cuidada reproducción del cuadro original, propiedad del Sr. Isaac Lif quien accedió, a petición del Historiador Eusebio Leal, a la realización de la copia.
“Víctor Manuel García ha dejado en esta obra casi desconocida, a todo color, la vibración de su espíritu sensible del sufrimiento humano, tocando el lienzo con el halo de espiritualidad y delicada belleza que fue el signo de su talento”, expresó Leal al referirse a esta pieza conocida como Diáspora o Los olvidados que, al parecer, es el título que le dio el artista. La fecha de su creación se ubica a principios de la década de 1940.
El cuadro nos muestra madres con hijos pequeños en brazos y muchos niños mal acomodados, desnudos o de blanco, todos sueñan y esperan. Personalmente me ha estremecido la imagen de una niña vestida de rojo que obviamente destaca casi al centro de la composición. Muchos años más tarde una escena muy breve y similar nos conmueve en La lista de Schindler, la niña de rojo es el único color en medio de la trama narrada en blanco y negro para acentuar la dureza del relato. Esta pequeña se ha convertido en un ícono del cine, su imagen ha vuelto a aparecer este año junto a fotografías de refugiados ucranianos como símbolo de fuerza. Para los hebreos el rojo es la vida, el hombre, la humanidad por extensión. La aparición en el camino de la vida de un signo de este color significa conseguir una nueva meta.
La historia de los refugiados del Saint Louis comienza en el puerto de Hamburgo el 13 de mayo de 1939. Más de novecientos judíos abordaron el crucero de lujo, sabiendo ya el riesgo que corrían. Las fronteras alemanas comenzaban a cerrarse y otras naciones imponían límites a la cantidad de judíos que podían acoger. Autoridades cubanas en Alemania gestionaron visas por un valor de doscientos o trescientos dólares cada una, cifra muy considerable en la época. La isla sería, probablemente, un destino de tránsito hacia Estados Unidos.
Desde el primer momento, muchas familias o madres que escapaban solo con sus hijos, se sintieron a bordo, a salvo del horror. El capitán alemán Gustav Schroder y la tripulación ofrecieron un trato amable y respetuoso a sus pasajeros. Se dice que les permitía realizar sus celebraciones religiosas en el salón principal de donde se retiraba un retrato de Hitler que lo presidía.
La travesía transcurrió sin contratiempos hasta llegar a las costas cubanas, todos se prepararon en cubierta portando las pocas pertenencias de emigrantes, con grandes esperanzas observarían la bahía y la ciudad, en su vista más espléndida, un día, seguramente hermoso de primavera en La Habana. Pero muy pronto las certezas de una acogida en puerto seguro se desvanecieron… las autoridades cubanas no les permitieron atracar y dieron falsas expectativas a un posible desembarco que cada mañana era pospuesto.
Transcurrieron seis días de negociaciones, se les pidió una suma de quinientos dólares para nuevos permisos que solo veintinueve pasajeros pudieron pagar. Era conocido que el director de emigración Manuel Benítez traficaba con la venta de estos documentos. El presidente de la República, Federico Laredo Brú aprobó el Decreto 937 que derogaba las visas otorgadas por la embajada de Cuba en Alemania. Se sabe, además, que existieron presiones del gobierno de los Estados Unidos para que se frenara el asilo de emigrantes judíos, alegando que las cuotas estaban ya cubiertas.
Ante la difícil e inesperada situación, ocurrieron varios hechos trágicos a bordo: el inicio de una protesta, dos intentos de suicidio y el pronunciamiento de una llamada “maldición” sobre la isla de Cuba que duraría cien años. Esta ha quedado en el recuerdo de algunos de quienes vivieron los sucesos o los escucharon de sus padres y abuelos.
Al agotarse todas las posibilidades de acogida, el buque se acercó a las costas de La Florida, pero encontró la misma posición de las autoridades migratorias. Aunque el presidente Roosevelt intentó acoger al menos a un grupo de pasajeros, el secretario de estado Cordell Hull y representantes demócratas se opusieron.
Tras un intento desesperado e igualmente infructuoso de arribar a Canadá, el capitán decidió regresar a Europa, ya escaseaban el agua y los alimentos, comenzaron a aparecer las enfermedades, la desesperación y el pesimismo resultaban agobiantes. El Comité de la Junta Americana de la Comunidad Judía contactó con Bélgica, Reino Unido, Francia y los Países Bajos que acordaron recibir un número determinado de pasajeros en cada nación. Desde el puerto de Amberes, a donde llegaron finalmente, fueron repatriados a sus nuevos destinos signados todos por la expansión de la Segunda Guerra Mundial.
Muchos llegaron a sobrevivir, doscientos cincuenta no lo lograron.
El Capitán Gustav Schroder fue condecorado con la Cruz de la Orden del Mérito de la República Federal Alemana y reconocido post mortem como Justo entre las Naciones, distinción otorgada a personas de confesión no judía que merecen respeto y recompensa divina.
Otras oleadas de refugiados llegaron a nuestro país y a otras regiones de América en diferentes embarcaciones: el Orduña, el Flandre y el Orinoco. La desventurada travesía del Saint Louis ha sido ampliamente documentada. Fue llevada al cine en 1976 por Stuart Rosemberg, El viaje de los malditos o de los condenados. Leonardo Padura Fuentes en su novela Herejes de 2013, parte de estos acontecimientos históricos para desarrollar una interesante trama policial. Armando Lucas Correa publica en 2016 La niña alemana, donde narra la historia desde las vivencias de la pequeña Hannah Rosenthal. La revista Opus Habana Vol. VII, No. 1 de 2003 publica un artículo sobre Diáspora de Víctor Manuel.
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