Hermanos desde el alba hasta el atardecer

Por: Fr. Manuel Uña Fernández, O.P.

Fr. Manuel Uña Fernández y Fr. Cirilo González Santamaría
Fr. Manuel Uña Fernández y Fr. Cirilo González Santamaría

Hay personas que forman parte de nuestra historia, porque la Providencia les ha colocado junto a nosotros en varios tramos del camino. Tal es el caso de Fr. Cirilo González Santamaría, a quien conocí cuando éramos niños, por los años cincuenta, y a quien despedí siendo los dos ancianos, un día de tormenta en el convento de San Juan de Letrán, en La Habana. Los dos éramos como Fr. Bartolomé de las Casas, dominicos “de las dos orillas”, de los dos mundos.

A Fr. Cirilo lo vio nacer el corazón de la profunda Castilla, en Torrelara, Burgos, un 22 de julio de 1935. Con doce años sintió la llamada del Señor y entró en la escuela apostólica Nuestra Señora de Gracia, en Almagro, donde tomó el hábito de los dominicos el 27 de septiembre de 1952. Emitió su profesión en el convento Santa Cruz la Real de Granada, el 29 de septiembre de 1953 y el 15 de marzo de 1959, recibíamos los dos el Orden Sacerdotal. Teníamos entonces 23 años.

En 1964 fue enviado a Madrid para hacer un diplomado en Ciencias Sociales y otro en Teología Pastoral. Su primer destino sería la casa de Santo Domingo de Scala Coeli en Córdoba, allí trabajó en la Universidad Laboral como profesor y director espiritual. Luego, en el convento de San Pablo de Armilla, Granada, se desempeñó como Maestro de Estudiantes. Más tarde regresó a Córdoba y fue nombrado párroco de San Martín de Porres, profesor de Religión y director espiritual del Colegio Cervantes-Maristas.

Un año después de mi llegada a La Habana, en el 1994, pidió ser enviado a Cuba. Nosotros, que habíamos coincidido desde la Escuela Apostólica, volvíamos a compartir la suerte allende los mares. Para esa fecha los dos teníamos 59 años de edad. Habíamos sobrepasado el meridiano de la vida y con ilusión aprendíamos a abrir caminos nuevos sumergiéndonos en una realidad nueva que nos invitaba a integrar diferencias y sumar esfuerzos.

Fue nombrado párroco del Sagrado Corazón de Jesús, en La Habana y al año siguiente se le envió a Trinidad, donde permaneció hasta principios de julio del presente 2021. Allí se destacó por su incansable labor pastoral, dándole prioridad a la formación y al servicio caritativo. Desarrolló con tesón el acompañamiento de programas formativos dirigidos a diversos grupos: tercera edad, niños, discapacitados y síndrome de Down, VIH, pastoral penitenciaria y visitadores de enfermos. Se preocupaba, además, de los más desfavorecidos, ofrecía desayuno a ciento cuarenta y cuatro personas en barrios marginales, servicios de lavandería, medicamentos y útiles de primera necesidad. Podemos decir que la frase de nuestro Padre Santo Domingo se hacía vida en él: “No quiero estudiar en pieles muertas mientras hayan personas que mueren de hambre”. Hambre material y sobre todo, hambre de Trascendencia, de formación y espiritualidad.

Sus últimos días en Cuba los vivió en San Juan de Letrán, adonde lo trajimos al ver cómo su estado de salud se deterioraba con rapidez. Juntos teníamos pensado celebrar nuestro 86 cumpleaños, pero no pudo ser.  Sin embargo, la Providencia nos volvió a regalar la ocasión para celebrar la fraternidad, el cuidado solícito de unos por otros, la inmensa riqueza de la Iglesia en Cuba, porque la enfermedad de Cirilo fue “enfermedad compartida” por las religiosas, los doctores y las personas que en ningún momento nos dejaron solos. Gracias a todos pudo ofrecérsele el tratamiento adecuado y gestionarse su rápido traslado a España. En mi escritorio tengo la última foto que nos tomamos antes de su partida, los dos de la mano apoyándonos en el bastón de caña de bambú. Sus ojos le iban diciendo adiós a la vida, al tiempo que me daba las gracias por regalarle un bastón semejante al mío, “de los que se doblan pero no se rompen”.

Dos semanas después de su llegada a la Enfermería de Villaba, el 29 de julio, Cirilo se despedía de este mundo y volvía a la casa del Padre. Teníamos el billete para viajar juntos a Madrid, el próximo 2 de septiembre, pero él se me ha adelantado en el viaje “más largo”. Descansa en paz, querido hermano, desde el alba hasta el atardecer caminamos muy cerca, intercede por nosotros para que continuemos siendo fieles, amando y siendo predicadores de la Palabra hasta el fin, como tú.

San Juan de Letrán, La Habana a 13 de agosto de 2021.

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