XX Domenica del Tempo Ordinario

Di: Padre José Miguel González Martín

Parola di oggi
Parola di oggi

Solennità dell’Assunzione della Vergine Maria

15 agosto 2021

Nel cielo apparve un grande segno: una donna vestita di sole e di luna sotto i suoi piedi e sul capo una corona di dodici stelle.

Benedetta tu fra le donne e benedetto il frutto del tuo grembo!

 

Letture

 

Prima lettura

Lettura dal libro di Apocalisse 11, 19a; 12, 1. 3-6a. 10ab

Il santuario di Dio fu aperto nel cielo e l’arca della sua alleanza apparve nel suo santuario.

Un grande segno apparve nel cielo: una donna vestita di sole e di luna sotto i suoi piedi e una corona di dodici stelle sul suo capo; ed è incinta, e grida nelle doglie e nel tormento del parto.

E un altro segno apparve nel cielo: un grande drago rosso che ha sette teste e dieci corna, e sulle sue teste sette diademi, e la sua coda trascina un terzo delle stelle nel cielo e le getta sulla terra.

E il drago si fermò davanti alla donna che stava per partorire, per divorare suo figlio quando lei lo aveva partorito.

E diede alla luce un figlio maschio, che pascerà tutte le nazioni con una verga di ferro, e suo figlio fu rapito presso Dio e presso il suo trono; e la donna fuggì nel deserto, dove ha un luogo preparato da Dio.

E ho sentito una grande voce nel cielo che diceva:
“Ora la salvezza, la potenza e la regalità del nostro Dio e la potenza del suo Cristo sono state stabilite”.

Salmo

Sal 44, 10. 11-12. 16

R /. In piedi alla tua destra c’è la regina, ingioiellata con l’oro di Ofir.

Le figlie dei re ti vengono incontro,
in piedi alla tua destra c’è la regina, ingioiellata con l’oro di Ofir. R.

Ascolta, figlia, guarda: porgi l’orecchio, dimentica il tuo popolo e la casa di tuo padre;
il re della tua bellezza è affascinato: prostrati davanti a lui, perché è il tuo signore. R.

Li portano tra gioia ed eccitazione, entrano nel palazzo reale. R.

Seconda lezione

Lettura della prima lettera di san Paolo ai Corinzi 15, 20-27a

Fratelli e sorelle:
Cristo è risorto dai morti: il primo di tutti. Se per mezzo di un uomo è venuta la morte, per mezzo di un uomo è venuta la risurrezione. Se per Adamo tutti morirono, per Cristo tutti rinasceranno.

Ma ciascuno al suo posto: prima Cristo, come primizia; poi, al suo ritorno, tutti coloro che appartengono a Cristo; poi gli ultimi, quando Cristo restituirà a Dio Padre suo regno, una volta annientato ogni principato, potestà e forza.

Cristo deve regnare finché Dio non farà dei suoi nemici lo sgabello dei suoi piedi. L’ultimo nemico che sarà distrutto è la morte. Perché Dio ha messo tutto sotto i suoi piedi.

Vangelo

Una lettura dal santo vangelo secondo Luca 1:39-56

In quei giorni Maria si alzò e si affrettò sul monte verso una città di Giuda; Entrò nella casa di Zaccaria e salutò Elisabetta.

Accadde che, appena Elisabetta ebbe udito il saluto di Maria, il bambino le sussultò nel grembo. Isabella fu piena di Spirito Santo e alzando la voce esclamò:
“Benedetta tu fra le donne e benedetto il frutto del tuo seno!

Chi sono io che la madre del mio Signore mi visita? Ebbene, appena il tuo saluto è giunto alle mie orecchie, la creatura è saltata di gioia nel mio ventre. Beata colei che ha creduto, perché si compirà ciò che il Signore le ha detto”.

Maria ha detto:
“L’anima mia proclama la grandezza del Signore, il mio spirito esulta in Dio, mio ​​Salvatore; perché ha guardato all’umiltà del suo schiavo.

D’ora in poi tutte le generazioni si rallegreranno di me, perché grandi opere ha compiuto in me l’Onnipotente: il suo nome è santo e la sua misericordia raggiunge i suoi fedeli di generazione in generazione.

Con il braccio compie prodezze: disperde i superbi di cuore, abbatte i potenti dai troni ed esalta gli umili, ricolma di beni gli affamati e rimanda a mani vuote i ricchi.

Aiuta Israele, suo servo, ricordando la misericordia – come aveva promesso ai nostri padri – a favore di Abramo e della sua discendenza per sempre”.

Maria rimase con Isabel per circa tre mesi e tornò a casa.

 

Commento

Quest’anno celebriamo la domenica della solennità dell’Assunzione della Beata Vergine Maria. Non celebriamo un titolo, un nome o una celebrazione in più della Vergine Maria, ma “L’Assunzione della Madonna al cielo in corpo e anima”, uno dei quattro dogmi o verità fondamentali sulla Beata Vergine Maria che, insieme la maternità divina, la sua immacolata concezione e la sua perpetua verginità, la Chiesa ci invita a credere ea professare. Le letture che commentiamo oggi sono quelle della Solennità.

Cosa significa ciò che celebriamo e quali conseguenze ha per noi?

Celebriamo che Maria è gloriosa ed esaltata in cielo, nell’eternità, insieme al Padre e al Figlio suo Gesù Cristo, nella totalità del suo essere corporeo e spirituale. Così la formula un moderno teologo domenicano:

 

“Lo que se celebra es la muerte y resurrección de la Santísima Virgen María, es decir, los misterios del final de su vida y su resurrección por la gracia de Dios que la asocia como compañera inseparable de su Hijo eterno en la vida eterna. El realismo de la muerte es impronta necesaria de nuestra redención -hemos sido redimidos por una muerte humillante- y no podemos subrepticiamente callarla o disimularla. Y también la vida de la Virgen santificada por esa redención tuvo que pasar por la muerte, con su sentido auténtico y universal de dejar para siempre la vida mortal, el cuerpo caduco con el que nacemos. Y, en segundo lugar, pero ya fuera del tiempo, resucitar por obra de Dios para la vida nueva e inmortal. Así fue la muerte y resurrección de Cristo y es a la que configura la muerte y resurrección de su madre santísima. Lo contrario sería ocultar el sentido de la muerte de Cristo”.

Efectivamente, así nos lo recuerda San Pablo en la segunda lectura de hoy. Cristo ha muerto y ha resucitado en primer lugar, el primero de todos, señalando el camino que todos deberemos recorrer, en el cual, ha querido que su Madre santísima fuese inmediatamente tras Él. Ella ya goza de la plenitud a la que todos estamos llamados y a la que un día llegaremos. Ella es la imagen de la nueva humanidad muerta y resucitada, el anticipo de lo que seremos, la prenda y el modelo de lo que un día, por la fe en Cristo y la fidelidad al Padre, con la fuerza del Espíritu Santo, llegaremos a ser. Cristo es el nuevo Adán y María la nueva Eva, cabezas de la humanidad nueva en la que ya no hay muerte ni dolor, sino felicidad y vida eterna junto a Dios. Así pues, celebramos hoy la Pascua de María, fruto y consecuencia inmediata de la Pascua de su Hijo Jesucristo a la cual quiso asociarla de manera única e irrepetible.

Y he aquí lo que esta fiesta significa para nosotros. Por la fe y el bautismo todos los cristianos hemos sido asociados también a la Pascua de Cristo y esperamos gozar un día de la plenitud en la que ya está nuestra Madre María, traspasando el umbral de la muerte para llegar a la vida eterna junto al Padre. Vivimos ya en esperanza lo que para María es realidad. Nuestros cuerpos, transfigurados como el de Cristo y el de María gozarán de la resurrección de la carne que profesamos en el Credo. Por que la muerte nunca es el final de todo sino una simple puerta a la eternidad. Dios nos ha dado la vida de manera única, definitiva e irrepetible, y nunca nos privará de ella, sino que la plenificará con la gloria de la resurrección, y estaremos con Él y viviremos con Él para siempre.

Pero, ¿cuál es el camino para llegar hasta allá?

Ya nos dijo Jesús que Él es el Camino, y la Verdad y la Vida. Pero pareciera como si su imagen y ejemplo nos resultaran un tanto difíciles de asumir, elevados de imitar. Quizás por eso tuvo a bien mostrárnoslo de manera cercana y sencilla en María, la sierva del Señor, la mujer fuerte.

El evangelio de hoy nos dice, en primer lugar, que María se puso en camino hacia la casa de su pariente Isabel para contemplar en ella la obra de Dios y ofrecerle su ayuda. María, fiel a Dios y llena de Dios, de su gracia, miraba a los demás como Dios nos mira. María era en aquel momento el mejor reflejo de la misericordia de Dios. María nos invita a nosotros a ponernos en camino, a no dejarnos atrapar por la cultura del mal y de la muerte, a mirar al mundo desde los ojos de Dios y reflejar en nuestras palabras y obras su bondad y su misericordia. Ponernos en camino hacia Dios y hacia los demás, desprendiéndonos de lo que nos estorba y entorpece. Un camino que tantas veces no es de rosas sino de espinas, en el que aparece la cruz a cada paso.

En tal camino María fue siempre mujer sencilla y humilde, llena de fe y de verdad. Su pariente Isabel le dice bendita y bienaventurada porque creyó al Señor, se fio de su palabra. Del mismo modo nosotros, con María y como María, desde la pequeñez de nuestra historia, desde la humildad y pobreza de lo poco que somos y tenemos, hemos de reafirmarnos en la fe en Dios y en la verdad que solo en Él podemos encontrar.

Frente a la pequeñez de su esclava, María entona el cántico a la omnipotencia de Dios. El Magníficat recoge maravillosamente la tensión y la distancia entre lo pequeño de la humanidad y lo grande de Dios, entre lo aparentemente frágil e inservible y la omnipotencia divina, entre la debilidad de una joven y la fuerza inmensa del Altísimo para quien nada es imposible. Es el mejor retrato que tenemos de María, donde mejor definimos lo que Ella fue y sigue siendo para nosotros: servidora de Dios y también nuestra; Madre de Dios y también de cada uno de nosotros.

 

Oración

Madre óyeme, mi plegaria es un grito en la noche.
Madre guíame en la noche de mi juventud.

Madre sálvame, mil peligros acechan mi vida.
Madre lléname, de esperanza, de amor y de fe.

Madre guíame, en las sombras no encuentro el camino.
Madre llévame, que a tu lado feliz estaré.

Madre una flor, una flor con espinas que es bella.
Madre un amor, un amor que ha empezado a nacer.

Madre sonreír, sonreír, aunque llore en el alma.
Madre construir, caminar, aunque vuelva a caer.
Madre solo soy el anhelo y la carne que lucha.
Madre tuyo soy, en tus manos me vengo a poner.

Madre óyeme, mi plegaria es un grito en la noche.
Madre guíame en la noche de mi juventud.

 

Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.

Amén.

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