¿Qué dejaste atrás? Respuestas, Alejandro

Por qué te fuiste de Cuba
Por qué te fuiste de Cuba

¿Qué dejaste atrás?

 

Aquí responde un graduado cubano, de la carrera de Derecho, que vive en Canadá. No tenía ningún reparo en publicar su nombre y sus apellidos, pero nuestra Redacción prefirió preservar también su anonimato, en aras de unificar el texto. Será identificado como Alejandro.

 

¿Por qué te fuiste de Cuba?

“Salí de Cuba por motivos de trabajo, a Brasil y luego a Europa. Me sentí como un pez que por fin conoció el agua. Poder trabajar y que te paguen; poder hacer planes. Y dejar de flotar como un corcho en supervivencia constante. Cuando regresé a la Isla ya solo tenía una idea: irme. Lo hice por mí, pero sobre todo lo hice por mis hijos. El mundo es enormemente hermoso fuera de la caverna: sin matutinos ni murales, sin CDR, sin marchas, sin colectivismo, sin diversionismo ideológico (me resulta muy gracioso que el programa Word, de procesamiento de textos, no reconoce la palabra diversionismo; así como mi hija no sabe quién fue Fidel. Esas son palabras que pertenecen a mi otra vida)”.

 

¿Cuándo y cómo lo hiciste?

“Me inscribí al proceso de inmigración de trabajadores calificados de Canadá, el famoso robo de cerebros. En este caso, el cerebro robado fue el de mi esposa, que es bioquímica. Yo era abogado, apenas de interés para los canadienses. El sistema de selección es por puntaje, donde cuentan tu edad, profesión, dominio de idiomas, etcétera. La profesión de mi esposa daba doce puntos, yo solo uno. Mis hijos aportaron más puntos que yo al expediente. Tomé el avión un 21 de mayo, un día después de la fecha señalada como celebración de algo ‘que no se debía celebrar’”.

 

¿Qué te aportó, o no, esa ida en lo personal y profesional?

“En lo profesional fue un gran desafío. Tuve que mantener a mi esposa e hijos, mientras ella estudiaba, y para hacerlo enfrenté trabajos de mucho esfuerzo físico (sin tener un “físico” que acompañara al esfuerzo), aunque el gobierno de Canadá le brindó a mi esposa un ingreso mensual por estudiar, a veces superior a mi salario. Una de las grandes mentiras de la propaganda cubana, es esa supuesta impiedad del ‘cruel capitalismo’. Desde la Isla, era difícil imaginar la cantidad de medidas que tienen en Canadá para ayudar a las personas de menos ingresos, las gratuidades, la protección a los trabajadores, a las minorías… Aquí le llaman Estado de Bienestar y la verdad es que se está muy bien.

”Fui fabricante de cortinas (doce horas de trabajo diarias, seis días a la semana); vendedor de seguros; repartidor de comidas en auto; cargador de bloques de carne de res en un frigorífico (del cielo, desde lo alto de una estera, me llovía literalmente carne, mucha carne. Al final de cada jornada barría varios kilogramos de bistec y luego con una pala los botaba en un contenedor).

”Finalmente, luego de que mi esposa terminó de estudiar, me tocó mi turno. El gobierno me pagó el costo de la escuela, el transporte público, el círculo infantil de mi hija y, además, me dio un salario durante un año para que estudiara alguna profesión más acorde a mi curriculum profesional. Elegí la contabilidad y las finanzas. Hoy trabajo en la facturación, en un laboratorio farmacéutico, y sigo vendiendo seguros en mis ratos libres, como un pequeño negocio independiente, en el que, además, doy consejos de inversiones e impuestos a mis clientes”.

 

¿Qué consideras que ganaste en ese proceso? ¿Qué perdiste?

“Gané la libertad. Sé que es una palabra gastada y abusada, pero es así como lo siento. Tengo, vamos a ver… Tengo la libertad de elegir dónde quiero vivir, de qué quiero vivir y cómo quiero vivir. Tanto en lo material como en lo espiritual, tengo opciones. Tengo la oportunidad de dar a mis hijos el futuro que ellos quieran. Sin tener un salario por encima de la media, ellos podrán estudiar en la universidad más cara del país, si así lo desean.

”¿Qué perdí? Los amigos. Estar cerca de mi papá, de mi abuela. Perdí el Malecón con guitarras y ron barato. Perdí el Festival de Cine Latinoamericano. Pero hay cosas que no sé si perdí por irme de Cuba o simplemente las iba a perder de todas maneras con los años. Ya en Cuba cada vez iba a menos conciertos, a menos cine y menos a visitar amigos, si estos no se habían ido ya. Aquí encontré nuevos amigos (que visito mucho más, aunque los quiera menos que aquellos con los que compartía el ron malo y el Malecón). Aquí encontré el Festival de Jazz de Montreal, al que me es mucho más fácil ir, porque el metro pasa cada cinco minutos. Encontré el río San Lorenzo, los bosques, las cascadas…”.

 

¿Qué dejaste atrás?

“Los amigos”.

 

¿Qué haría falta para que volvieras a Cuba? (Si es que volverías bajo alguna condición).

“Haría falta que Canadá convirtiera a Cuba en una colonia suya y a todos los cubanos en canadienses. No creo que volvería a acostumbrarme al ‘cubaneo’. Ni siquiera al ‘cubaneo’ de Miami. Al ‘pipo, apúrate el vaso, que tengo que cerrar temprano’. A la música alta, porque no me importa lo que moleste a los otros. Al tipo que le parece adecuado darte una puñalada porque le pisaste el zapato y eso es moral. No me acostumbraría de nuevo a pedir el último en una cola (aquí también hay colas, pero no se pide último, sino que simplemente te pones detrás de alguien).

”Cuba en mi memoria es todo eso: las tardes en la Universidad de La Habana leyendo poesía; los socios que compartíamos con gusto el agua con azúcar y el vino espumoso; el cristiano de Lawton que me vendía el alcohol al mismo tiempo que me regalaba una Biblia… Pero también Cuba es el policía que me detenía por tener una armónica (decía que era un arma blanca); el compañero de trabajo que se quita el reloj en pleno consejo de dirección para que resolvamos afuera, a los puños, lo que solo con argumentos se debería; el médico de familia que me resolvió un certificado para faltar a la unidad, pero que me pedía a cambio que le donara sangre para cumplir la norma.

”Para que volviera, Cuba no solo tendría que cambiar de sistema político, económico, de gobierno (que sí, que todo eso tendría que cambiar), sino que también Cuba tendría que cambiar todo en lo que se ha convertido luego de tantos años de sinsentido; luego de vivir en ese universo paralelo donde se normaliza lo que no es normal y donde, como dirían en Elpidio Valdés, ‘ya la gente se le acostumbró’. Sin embargo, quién soy yo para exigirle tanto a Cuba”.

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