Virgen de la Caridad: el secreto está en el amor

Por: Mario Vizcaíno Serrat (mvserrat@gmail.com)

Foto: Víctor Manuel Menéndez Hernández
Foto: Víctor Manuel Menéndez Hernández

A pesar de que lo hacen cada año, siempre sorprende el respeto sagrado con el que los cubanos acompañan a la Virgen de la Caridad del Cobre cada 8 de septiembre, mientras cantan y oran durante un recorrido por calles de sus ciudades.

La procesión del jueves pasado en el municipio de Centro Habana unió a católicos y devotos de la Patrona de Cuba en su deseo de reverenciar a esa imagen de mujer con su hijo en brazos, un gesto de admiración al que se sumó, como suele ocurrir, esa parte de la sociedad que quizás no frecuenta las parroquias pero respeta a la Virgen y a los siglos de comunión con los cubanos que ella representa. Como suele ocurrir, otras personas la veneraron en casa, a la manera de cada cual.

Los católicos coinciden en que la Virgen de la Caridad del Cobre ha sido la más cubana de las advocaciones marianas desde que en 1628 apareció durante una tormenta, en la bahía de Nipe, en el oriente del país, y salvó a tres pescadores de un posible naufragio. Desde entonces, con la leyenda de los tres juanes a cuestas —en alusión al nombre de Juan que llevaban dos de los pescadores— los cubanos miran a la Virgen como a una protectora de sus vidas, más aún en momentos o tiempos de desesperanza, peligro, precariedad.

Aunque cada cual establece con la Caridad del Cobre una relación íntima y secreta, sería revelador saber lo que los cubanos de la Isla y de fuera le pidieron a la Madre de Dios el jueves pasado. En los rostros de los que fueron a la procesión había ojos acuosos, euforia, alegría, llanto, pero era imposible dejar de notar la satisfacción común de acompañar a la Patrona de Cuba sujetada en el aire, como suele ser representada.

En la ceremonia, los devotos hicieron oraciones y rogaron por los fallecidos a causa de la COVID-19 y las víctimas de desastres como el derrumbe en el hotel Saratoga y el incendio de los Supertanqueros de Matanzas. También oraron por quienes han muerto mientras viajaban por selvas, ríos o mares en busca de otros horizontes.

Declarada Patrona de Cuba por el papa Benedicto XV, en 1916, a pedido de los veteranos mambises, la Virgen de la Caridad siguió ganando adeptos con el transcurso del tiempo, como una prueba del peso de la identidad y la tradición, unidas a la influencia de la fe cristiana que la Iglesia católica nunca dejó de cultivar en la sociedad, incluso durante la confrontación que la llevó casi al silencio, a partir de la década de 1960.

Más allá de fervores y diferencias en las formas de manifestar la fe, la procesión por la virgen de la Caridad del Cobre del 8 de septiembre en La Habana volvió a mostrar que es imposible apagar el amor a Dios, las creencias y las tradiciones, tengan base cristiana o popular, como ocurre en Cuba.

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