Estimados hijos e hijas de la Virgen de la Caridad, en este domingo Cuarto de Adviento escuchamos el evangelio según San Lucas, capítulo 1, versículos 26 al 38.
(EVANGELIO)
Ante el pedido de Dios, la Virgen dijo: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra”.
La Virgen dijo sí a la maternidad virgen, sí a ser la madre del Hijo de Dios hecho hombre, el Mesías, el Rey, el Cordero, el Camino, la Verdad, la Vida.
La Virgen dijo sí en silencio al sufrimiento de José y al sí de José.
La Virgen dijo sí al viaje de Belén y al nacimiento de su hijo en la cueva.
La Virgen dijo sí a pastores y Reyes Magos.
La Virgen dijo sí al matrimonio de Caná.
La Virgen dijo sí a la espada de dolor que atravesó su corazón cuando llamaban loco a su Hijo y lo despreciaban, cuando lo crucificaban.
La Virgen dijo sí a ser Madre de los crucificados y de los crucificadores.
La Virgen dijo sí a ser Madre de los apóstoles y de la Iglesia.
La Virgen dijo sí a todos los imposibles confiada en su Padre Dios.
La Virgen dice sí a todas las súplicas de sus hijos y las presenta al Padre Dios y entre los dos nos entregan lo mejor.
La Madre del sí quiere que sus hijos digan sí.
Sí a la vida del seno materno y a los últimos minutos de la vida.
Sí al catecismo, a los diez mandamientos, al evangelio de Cristo.
Sí al matrimonio natural, fiel y fecundo.
Sí a la oración personal, familiar y dominical en el templo.
Sí a la misericordia, al perdón, al diálogo, a la reconciliación.
Y recordamos que si una Virgen es Madre, si una anciana estéril sintió brincar su criatura en el seno materno ante la llegada de la Madre del Señor, para Dios no hay nada imposible y para ti, sea cual sea tu situación, si te abrazas a Dios y a la Virgen, nada hay imposible.
Repitamos continuamente ante todos los acontecimientos: “He aquí el esclavo, la esclava del Señor, que se cumpla en mí tu Palabra”.
(CANTO)
Dios te salve, María.
Madre del sí, para proscribir el no y acoger siempre el amor que florece.
María silencio, silencio en semillas para que germine en nuestra tierra la palabra de vida.
María la hermosa, hermosa de luz para iluminar los rostros nublados al sol del Hijo.
María de cada día, para desgranar mil instantes del día en cuentas de rosario.
María ternura, para nuestros besos, vuelos de pájaros hacia frentes desiertas.
María sonrisa, para vivir en flores, flores que los caminantes recogen a su paso.
María de las lágrimas, caudal de lágrimas que riega los corazones agotados.
María la excelsa, la bien situada, ruega por mí tan mal situado.
María recuerdo, recuerdo fiel, acuérdate de mí cuando, cubiertos los pies de polvo, entre en la vida.
Dios te salve, María, María madre, María a quien amo. Amén.
(Canción)
Terminen la que están haciendo y no empiecen otra tarea, fue la instrucción de sor Teresa, monja del Amor de Dios, para indicar el final de las clases a sus alumnos. Los estudiantes escucharon que les pedía que cogieran una hoja y escribieran todo lo que no podían hacer. Algunos llenaron sus hojas por delante y por detrás donde quedó escrito: NO PUEDO. Al llegar al escritorio de la maestra colocaban sus declaraciones de NO PUEDO en una caja de zapatos vacía.
Una vez recogidas las hojas de todos los alumnos, sor Teresa agregó la suya. Tapó la caja, se la puso bajo el brazo, se encaminó hacia la puerta y salió al pasillo. Los alumnos siguieron a la maestra.
Al llegar a la mitad del corredor, la procesión se detuvo. Sor Teresa entró en el cuarto de desahogo, dio algunas vueltas y salió con una pala. Con la pala en una mano y la caja de zapatos en la otra, condujo a los estudiantes hasta el rincón más alejado del parque y allí empezaron a cavar.
Iban a enterrar sus NO PUEDO. La excavación llevó más de media hora porque la mayoría de los alumnos quiso cooperar en la excavación. Cuando llegaron a un metro de profundidad, dejaron de cavar. Acomodaron la caja de los NO PUEDO en el fondo de la excavación y la cubrieron rápidamente con tierra.
Alrededor de la tumba recién cavada, había treinta alumnos. Cada uno tenía por lo menos una página llena de NO PUEDO en la caja de zapatos, y la colocaron en el fondo de la tumba, la maestra también.
En ese momento, sor Teresa anunció: “Chicos, por favor, junten las manos y bajen la cabeza”. Los alumnos obedecieron. Enseguida, formaron un círculo, en forma de ronda, en torno de la tumba y tomados de las manos, bajaron la cabeza y esperaron. Sor Teresa dijo su oración:
“Hijos, estamos aquí reunidos para honrar la memoria de NO PUEDO. Mientras estuvo con nosotros en la tierra, afectó en la vida de todos, de algunos más que de otros. Desgraciadamente su nombre ha sido pronunciado en muchas casas, en muchos edificios públicos, en muchos congresos, en muchas iglesias.
”Acabamos de darle una morada definitiva a NO PUEDO y una lápida contiene su epitafio. Lo sobreviven sus hermanos: PUEDO y QUIERO. No son tan conocidos como su famoso pariente e indudablemente todavía no resultan tan fuertes y poderosos.
”Tal vez algún día, con su ayuda, PUEDO y QUIERO tengan una incidencia mayor en nuestras familias, en nuestras casas, en nuestros pueblos. Roguemos que NO PUEDO descanse en paz y que, en su ausencia, todos los presentes puedan hacerse cargo de sus vidas y avanzar diciendo y haciendo PUEDO y QUIERO”. Amén.
(CANCIÓN)
María, tú estuviste desde toda la eternidad en la mente del Padre; tú estabas allí cuando el Padre organizaba todas las cosas, cuando instalaba los montes, cuando hacía los mares, cuando pensaba en los hombres. Tú estabas en la sabiduría del Padre, en la potencia del Padre.
María, desde toda la eternidad, el Padre te vio como inmaculada, como llena de gracia, para poder ser la Madre del Salvador.
María, a ti el Padre te preparó y también a mí.
Desde toda la eternidad el Padre pensó en mí, en mi existencia sencilla, pobre, pequeña; en mi llamado a vivir la santidad aquí y ahora.
María, ayúdame a sentir la alegría de mi misión.
Ayúdame a sentir que el Padre me toma totalmente para vivir en actitud de presentación.
Y tú, que porque fuiste la Inmaculada y la llena de gracia pudiste decir sí, ayúdame hoy a decir sí. Amén.
(CANCIÓN)
Dulce Madre, no te alejes, tu vista de mí no aparte.
Ven conmigo a todas partes y nunca solo me dejes.
Ya que me proteges tanto como verdadera Madre,
haz que me bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén.
(CANCIÓN)
A continuación ofrecemos íntegramente la alocución del cardenal y arzobispo de La Habana, Mons. Juan de la Caridad García.
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