En la primera celebración ritual de hoy en homenaje al cardenal Jaime Ortega y celebrada en la catedral habanera, se evocó la figura del hombre que, al convertirse en arzobispo de La Habana, supo enamorarse de ella y amarla hasta el dolor.
En su homilía, Mons. Ramón Suárez Polcari, canciller de la Arquidiócesis, recordó cuando el todavía joven Mons. Jaime llegó a la plaza difícil que es la capital cubana y reanimó la acción pastoral de la Iglesia, dando prioridad, entre otras acciones, a la recuperación y restauración de muchos templos.
Pastorales como las de Familia, Jóvenes, Cultura, Penitenciaria y Comunicación vivieron un renacer con el impulso dado por el nuevo obispo. “En mi caso –precisó Mons. Polcari–, fui nombrado por él como asesor de la pastoral juvenil. Eso fue lo primero que me pidió al llegar a La Habana y resultó para mí una experiencia maravillosa”.
“Jaime fue un hombre con visión de futuro, un fiel servidor de Cristo y de su Iglesia. Me siento feliz de haber estado cerca de él. No perder la esperanza fue, para mí, el consejo sabio de un amigo cercano y que transmito siempre a los jóvenes católicos”, aseguró.
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