María, mujer y madre

Por Jesús Bayo M., fms

María, mujer y madre
María, mujer y madre

¿Qué diremos de María, la Madre de Jesús, con motivo del día de las madres? Quizá no sea muy popular hablar de una madre tan extraordinaria, pero en el lenguaje periodístico se debe difundir aquello que algunas personas pretenden ocultar. No podemos callar la grandeza y la belleza admirable de la mujer, de la madre, de María. La maternidad es una verdad tan maravillosa como la vida, el amor, los hijos, la familia. ¿Quién puede llegar al mundo sin la colaboración de una madre?

María es un testigo y un modelo extraordinario de Mujer, de Hija, de Madre, de Discípula… ¿Cómo no decir una palabra sobre ella en este día de la madre? María es modelo no solo para las mujeres y las madres, sino para toda la humanidad. ¿Cómo no mencionar su radiante testimonio?

María es signo del grandioso sueño que Dios tiene sobre la humanidad. Es la persona que refleja nítidamente la reciprocidad del ser humano con Dios y la relación complementaria entre varón y mujer. Gracias a María, el Dios eterno pudo nacer y habitar entre nosotros.

María vivió en su casa de Nazaret, pero también se mostró en espacios públicos. Estuvo muy presente en el ámbito de la familia y el trabajo junto a Jesús y José, pero también estaba en el templo, en la sinagoga, en la vida pública de Jesús, en las fiestas, en las bodas de Caná, en las peregrinaciones a Jerusalén, en el camino de la cruz.

María vivió entregada a los demás, al mundo y al Dios-Amor. A ella podemos darle ese nombre tan propio de Dios y de las madres: Madre del Amor hermoso y del divino Amor, Madre de la Caridad y de la Misericordia.

María vivió plenamente su maternidad, según el proceso y las etapas sucesivas para constituir una relación de amor y comunicación que no terminará jamás. En la concepción puso todo su ser a disposición de Dios y de la humanidad para dar Vida. Durante la gestación quedó afectada por la presencia del hijo en su seno, por el temor y la esperanza, por el misterio de una nueva vida, por la plenitud de gracia y de santidad. Al dar a luz, con el nacimiento del Hijo, se incrementaron las relaciones por medio del conocimiento y del amor. Ella cuidó, educó y acompañó al hijo durante toda la vida; estuvo siempre a su lado, en la familia y en la vida pública, como madre y discípula. Después de la muerte del hijo se mantuvo fiel y colaboró al nacimiento de la Iglesia, como Modelo y Madre.

La maternidad de María es adecuada porque experimentó los gozos, las tristezas, preocupaciones, los intereses propios de una madre. Es Madre de Dios y es una mujer de nuestra raza. Su maternidad adecuada exigía la libertad en la concepción, en la gestación y a lo largo de toda la vida. Dios le pidió adhesión a su plan de salvación y María lo aceptó voluntaria y libremente.

Su maternidad divina es adecuada porque fue una mujer llena de gracia. ¡Pudo estar tan cerca de Dios porque era muy humana! Era impensable que la madre de Dios fuese infiel al mismo Dios a quien concibió. Si María no hubiera concebido por obra del Espíritu, no se habría encarnado el Verbo. Esto fue posible en el silencio admirable, propio de los misterios del Señor. María es el limpio espejo que refleja este misterio. Las obras más sublimes se conciben en la sencillez de la vida cotidiana. ¡Eso fue la vida de María! ¡Una Mujer y una Madre extraordinaria!

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