Este jueves tuvo lugar en la parroquia de San Pedro Apóstol, en Quivicán, la ordenación diaconal de Julio César Rodríguez Díaz, por imposición de manos y oración consecratoria del Cardenal Juan de la Caridad García Rodríguez, arzobispo de La Habana.
“Ante esta multitud ingente de testigos diaconales, bautiza con amor, predica con la debida preparación y de manera que el pueblo te entienda, distribuye la comunión a los enfermos que la necesitan tanto como las medicinas, sé testigo del amor declarado públicamente en la Iglesia por los esposos y ayúdalos a crecer en el amor y nunca te canses porque la tarea es ardua e inabarcable”, así fueron las palabras que le dirigió el Cardenal García en su homilía al recién ordenado diácono, Julio César.
A la ceremonia de ordenación asistieron alrededor de una veintena de sacerdotes en representación del clero de La Habana, acompañados de un grupo de fieles de la comunidad de Quivicán junto a su párroco, el padre Lázaro Roberto.
En las palabras de agradecimiento y con lágrimas en los ojos, Julio César recordó la importancia de los párrocos en su formación como son el P. Miguel Falcón, el P. Troadio Hernández, el P Néstor Joya, Mons. Silvano y P. Alfredo San Juan.
Esta fue la primera de las tres ordenaciones diaconales que tendrán lugar en la Arquidiócesis de la Habana en el mes de agosto. Las próximas dos serán los días 22 y 28, en las parroquias de Los Pinos (Seminarista Lázaro Cánova) y San Nicolás de Bari (Seminarista Junior A. Delgado) respectivamente.
El diaconado transitorio, como lo es en este caso, es un tiempo de aprendizaje y preparación antes de la ordenación sacerdotal. Los diáconos en la Iglesia bautizan solemnemente, distribuyen la Eucaristía, asisten y bendicen los matrimonios, llevan el viático a los moribundos, leen la Sagrada Escritura y la explican a los fieles, presiden el culto y la oración de la Iglesia, administran los sacramentales y presiden los funerales.
Al concluir la ordenación diaconal de Julio César Rodríguez, #PalabraNueva conversó con el visiblemente emocionado nuevo diácono de la Iglesia habanera.
«Ser sacerdote en Cuba, no fuera de Cuba»
Texto y fotos: Yandry Fernández Perdomo
Julio César, en tus palabras de agradecimiento mencionaste con mucha emoción a aquellos párrocos que marcaron tu vida, ¿qué importancia tuvieron ellos en que hoy fueras ordenado diácono de la Iglesia católica?
“El padre Néstor Joya fue quien me inició en la fe, mi padrino, y me encaminó en mi proceso vocacional. Después Mons. Silvano Pedroso me entregó a las puertas del Seminario San Carlos y San Ambrosio. El padre Troadio Hernández, en un segundo momento, cuando tuve que salir del seminario, me acompañó junto con la comunidad y regresé.
”El presbítero Miguel Falcón también ha sido un padre en todos los sentidos para mí porque me ha ayudó a formarme pastoralmente, sobre todo, en el servicio de lo que es la iglesia, la comunidad como tal, no solo en la parte catequética, sino en la parte ministerial. Ya no se encuentran entre nosotros mi padrino, el padre Joya, ni tampoco el padre Miguel, por eso me emocioné mucho durante la ceremonia. Ellos han sido muy importantes a lo largo de mi vida”.
En medio de estas circunstancias difíciles que vive hoy la Iglesia en La Habana y el mundo a causa de la pandemia, ¿qué sentimientos brotan dentro de ti ante los nuevos retos que tienes por delante?
“Pese a las dificultades debido a esta enfermedad, la cual ha sido mortal para el mundo entero y para Cuba también, y ahora, cuando pensábamos que nos librábamos, ha florecido nuevamente con mucha fuerza, a pesar de todas estas situaciones, me siento muy feliz porque me he podido realizar en el servicio hacia Dios y hoy me he consagrado como servidor al Señor y para el pueblo. Espero poder servir y ayudar a las personas en todo lo que pueda”.
¿Qué mensaje les darías a los seminaristas que aún están en proceso de formación y a aquellos que tienen una vocación sacerdotal?
“Sean muy perseverantes, si siguen los planes de Dios y vocacionalmente se sienten llamados por Él, no se desanimen, no pierdan la esperanza. Aunque se presenten obstáculos, que van a ser muchísimos (soy un testimonio vivo de ellos), si Dios quiere, como me decía Monseñor Carlos Manuel de Céspedes, serás sacerdote; pero sacerdote en Cuba, no fuera de Cuba”.
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