Si del paquete se trata…

Por: Daniel Céspedes Góngora

A propósito de La breve historia de un largo camino

“El paquete” ha venido a acelerar lo que ya estaba aconteciendo: la libertad de selección y la manera de ver un audiovisual. Aun así, siguen las vacilaciones en forma de preguntas: ¿Cuántos paquetes hay? ¿Cuál es el mejor? ¿Valdrá la recomendación del “facilitador” del paquete −¿se podrá decirle ya paquetero?−. ¿Qué veré después de haber aplicado mi propia política de descarte? ¿Cómo clasifico lo que en verdad merece verse? De hecho, ¿qué es lo que vale la pena de verse? No para responder directamente todo esto nace Si del paquete se trata. El propósito es más bien estimular al espectador a partir de una serie, un documental, un largometraje, sobre todo largometrajes.

Más que una sección de reseñas, será de comentarios críticos. Unir datos con ideas sueltas sin argumentos no me interesa. Aunque reseñar es más que lo anterior. Recomendaré una obra cinematográfica del paquete y, el lector/espectador, estando o no de acuerdo conmigo, habrá visto la obra o la buscará para apreciarla por primera vez. Es cuanto espero. Aunque agradeceré mucho otros comentarios sin que partan por necesidad de cuanto escribí.

En fin, no podemos negar el influjo en nuestras vidas del paquete “cubano”. Ha marcado un antes y un después en la manera de interactuar con el cine desde nuestra casa y a la hora precisa. ¿Cuál? Esa que hemos elegido por conveniencia personal. Ni más ni menos.

Si del paquete se trata se inaugura esta semana con la película La breve historia de un largo camino, que ya lo adelantaré: es de una quietud y belleza tan inquietantes que no puedes dejar de verla. He decidido llamar este comentario Ella ya ha estado en el camino. Pronto se entenderán las razones.                                  

La breve historia de un largo camino
La breve historia de un largo camino

Partiendo de las primeras imágenes y del propio título: The short history of the long road (La breve historia de un largo camino), el largometraje de 2019 de Ani Simon-Kennedy, pudiera catalogarse al instante de road movie y hasta casi de buddy film. Pero, a diferencia de la constante imposición del azar en el tránsito físico y simbólico a que nos convidan por lo general las películas de carreta, desde el inicio de esta trama se está al corriente tanto de que buscan sus personajes como de un por ciento de cuanto son capaces. De lo que no estamos claros es de los contratiempos que padre e hija –Clint (Steven Ogg) y Nola (Sabrina Carpenter)− afrontarán. He aquí la clave para permanecer sentados y centrar nuestra atención en todo lo que sucederá.

El guion había alcanzado en el Bentonville Film Festival de 2015 el premio al mejor guion. El festival, que tuvo como presentadores a Geena Davies y Bruce Dern, reconocía un proyecto de película llamativa en ciernes. Sólo había que encontrar financiación y el elenco justo para un drama de superación propia y compromiso sincero con el tejido sociocultural estadunidense.

No hubo pretensión de erigir una historia existencialista y menos de toma vistas de puntos territoriales notables o menospreciados. Sin embargo, acontecen intervalos de reivindicación y crítica, lo que entraña por consiguiente análisis sutiles, puntos de vista, giros en la banda sonora… De hecho, cuando se nos presentan a los dos primeros personajes: Clint y Nola, asistimos a la declaración de un modo de vida, que no es por necesidad un programa al pie de la letra, aunque posea matices de manifiesto vital. En este caso, sería la liberación de las responsabilidades que implica pertenecer a un solo contexto, incidir en él.

¿Huida, desapego, rechazo? ¿De qué van estos personajes? “No todos quieren vivir como nosotros”, le dice Nola a su padre mientras avanzan en la pequeña casa rodante. “Por supuesto que lo hacen. El miedo es lo único que detiene a estas personas. Tienen sus caminos de entrada. Tienen sus patios traseros, tienen sus piscinas. Tenemos nuestra libertad”. Termina respondiéndole él a su hija.

Un cambio de fortuna brusco, hará que la etapa no tan iniciática de la chica exponga más la fase de peregrinación presente de antemano en el relato cronológico. Nola aprenderá a andar sola y a insertar de otra manera las afueras a su mundo interior. Las afueras supone reparar en lo conocido y lo ignoto: paisajes suburbanos y desérticos, sucesivas moradas e individuos que irán apareciendo como el mecánico interpretado por Danny Trejo, quien propicia otro tono muy agradecido en las relaciones de la chica con los demás.

Del mecánico a Blue, la nueva amiga a quien, en un momento de confianza Nola le manifiesta del porqué la educaron en casa y no en una escuela habitual: “(…) el estado de la educación en Estados Unidos está en ruinas. Ha estado en esta profunda crisis desde la década de 1950. Tuve la mejor educación del mundo y no costó ni un centavo”. La educación de ella se refleja además en una madurez a fuerza de lecturas fragmentarias y películas discontinuas pero prolongadas por su imaginación. Ello le permite comprender los conflictos de personas de distintas generaciones. Nola, que ha quemado etapas, ha aprendido también a mirar y escuchar. Literalmente, se diría que tiene más calle que lo que representan sus años. Aun siendo una chica de rutinas, sus vivencias la colocan a un nivel superior de adolescentes y jóvenes contemporáneos.

En una película de más mujeres que hombres, la guionista y directora Ani Simon-Kennedy ha tenido el acierto de que un chico no le haga la corte a su protagonista. La estampida hormonal de Nola se centra en seguir adelante, sin esperar mucho de la gente para no decepcionarse. Lo que no significa que renuncie a conocer a otras personas. A donde la lleve el camino va ella porque, queriéndose tal cual es, puede entonces amar lo que vale amarse del vasto mundo.

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