Maña para ser feliz

Por: Yarelis Rico

“Bettyna, pincel mágico”, así la bautizó el Payaso Azul. Betty considera que con la compañía de este reconocido artista, su personaje tuvo un gran desarrollo. “Con él cantaba, bailaba, pintaba, animaba…”.
“Bettyna, pincel mágico”, así la bautizó el Payaso Azul. Betty considera que con la compañía de este reconocido artista, su personaje tuvo un gran desarrollo. “Con él cantaba, bailaba, pintaba, animaba…”.

Arcoíris en el pelo de colores, la nariz que alumbra como el sol, vestida de rosa y amarillo, y hasta parece una flor. ¿Quién es? Y todos los niños gritan entonces al son de la canción: ‘¡Bettyna!’”. Al fragmento anterior, tomado de una reseña publicada en la prensa de Almería, España, le seguía la pregunta: “¿Quién es Bettyna?”.
Es una payasa cubana, habanera, que en la actualidad podemos encontrar en las ferias de arte del Pabellón Cuba, en el parque Almendares o en la gran celebración anual del libro; también en fiestas de cumpleaños y actividades de proyectos comunitarios. Durante más de diez años trabajó en España. Un día decidió regresar a su país y esa decisión la convierte hoy en una mujer feliz y realizada. Bettyna es el nombre artístico de Beatriz (Betty) Padilla Díaz.

Bettyna“Soy una payasa y maquillista que disfruto lo que hago. Vivo de hacer reír a los demás, en especial a los niños, para quienes trabajo. En mi personaje encuentro mi realización profesional y personal; necesito de Bettyna, así como del aire para respirar. En momentos de mucho estrés, he actuado y, al bajar del escenario o del ladrillo o la piedra donde me haya subido, he experimentado una paz tan grande que, a partir de ese instante, todo fluye mejor.
”Me costó mucho encontrarme en la vida. A mi mamá le preocupaba que los años pasaran y yo no definiera mi vocación. Desde pequeña estuve relacionada con el arte. A los tres años comencé a tomar clases de pintura en el Museo Napoleónico, participé en festivales de canto, danza… Recibí clases de teatro, practiqué gimnasia rítmica. Al finalizar el bachillerato, estudié artesanía y diseño. Hice prácticas en una academia de artes manuales y después ejercí como profesora. Trabajé en una escuela primaria de aquí del Vedado, donde daba clases de manualidades a los niños. Aquello era para mí una gran diversión.
”Esa formación multifacética que tuve desde la infancia y agra-dezco a mi madre, me permitió trabajar también como bailarina, incluso, fuera de Cuba. Recuerdo un viaje a México, donde por primera vez vi a un chico haciendo figuras con globos, globoflexia, y quedé embobecida con su arte, al punto que marcó una pauta importante en mi vida: aquello, sencillamente, me encantó.
”Volví más tarde a México a trabajar durante un año en una academia de danza. Regresé a Cuba e ingresé en la empresa de música tradicional Ignacio Piñeiro. Estudié guion y dirección artística también. Fue el actor y director artístico Rolando González Miranda, quien vio en mí una actriz con todas las condiciones para asumir un personaje infantil y me invitó a trabajar con él en eventos para niños. Ahí surgió Bettyna, la actriz. Al principio era una mariposa, tierna, suave, cariñosa. Cuando actuaba con los payasos, observaba que algunos niños salían temerosos, lloraban, no se acercaban. Yo también de pequeña fui así, a mí me daban miedo los payasos. Quise adecuarme entonces a la sensibilidad de los niños y decidí modificar maquillaje y vestuario. Llené de fantasía y colores mi personaje. Ya era Bettyna, la payasita.
”Pasado un tiempo me fui a España, allá realicé estudios superiores de Educación Infantil y continué con mi trabajo de animadora, aunque también asumía, de vez en vez, el personaje de Bettyna. Visité varios países. En Francia me impactó profundamente la Plaza de los Pintores de París. Me cautivó ese movimiento de artistas con pinceles y caballetes que pintaban sobre lienzos y cartulinas. Ahí dije: ¡Qué fantástico sería maquillar rostros de niños! Averigüé cuáles eran las pinturas apropiadas para hacer maquillaje de fantasía, que es como se llama el arte de pintar sobre rostros. Me preparé, estudié mucho… Sentía que me había encontrado a mí misma. Fue así como comenzó esta historia de Bettyna, la payasita que pinta la cara de los niños.
”Cuando entendí cuál era mi vocación solo me dije: ‘Pues, ¡manos a la obra!’. Eso fue en Almería, Andalucía, España. Pero allá me sentía como mutilada. Cada año necesitaba venir y estar un tiempo en Cuba. Extrañaba al público de Cuba, al niño cubano, para mí mucho más expresivo y más comunicativo. Así estuve, de España a Cuba, durante unos cuantos años, hasta que un día regresé y decidí no irme más. Aquí no han faltado espacios donde presentarme.
”Tengo anécdotas lindas, interesantes. Recuerdo a un niño que quiso que lo pintara de felino; lo maquillé, pero cuando se miró al espejo, enseguida lo apartó y se lo quitó de enfrente. Le pregunté: ‘¿es que no te gustó?’. Al momento me abrazó fuerte y me dijo: ‘Es el regalo más lindo que me han hecho en la vida. Hoy es mi cumpleaños y estoy superfeliz porque soy un tigre’. He tenido, igualmente, experiencias inolvidables con niños autistas; dicen que tengo facilidades poco comunes para relacionarme con ellos y maquillarlos sin ningún tipo de problema.

“Soy compositora y cantante de mi canción… Diseño también mi vestuario. Todo eso lo veo como parte de la realización del personaje”,
“Soy compositora y cantante de mi canción… Diseño también mi vestuario. Todo eso lo veo como parte de la realización del personaje”

”Cuando maquillo, no me importa el tiempo. Quiero que los niños queden complacidos. Es como regalarles la oportunidad de convertirse, al menos por un tiempecito, en el personaje que han querido o soñado ser. Por lo general, ellos me piden lo que desean y yo, a partir de lo que quieren, empiezo a crear, aunque siempre voy un poquitín más allá.
”Creo firmemente que la manera en que te vistes, el maquillaje que uses, tu expresión corporal, enuncia tu trabajo. Cuando salgo como Bettyna, cuido mucho de presentarla lo más bonita que pueda, cuidada, educada, afectiva, sonriente… Quiero brindar lo mejor de mí a ese público que disfruta y aprende conmigo. En ese sentido cuido el vocabulario que utilizo, la música que, como regla invariable, siempre será infantil, e intento rescatar muchos de esos juegos que apenas hoy los niños conocen. Siento que se están perdiendo los valores tradicionales. Los niños tienen que jugar, estar en movimiento.
”Vivo de mi trabajo, pago impuestos como cualquier artista por cuenta propia de este país. Sin embargo, no todo es dinero. Le pongo más amor a mi trabajo que lo que puede representar económicamente para mí. Además, y eso lo digo con toda propiedad, cobro el mínimo de lo que puede pagarse por espectáculo o maquillaje de fantasía. Igual, he ido a miles de cumpleaños, a comunidades, hospitales, escuelas, donde no he aceptado ni un solo peso por mi trabajo.
”En estos momentos estoy desempeñando varios roles, soy mamá, trabajadora y realizo múltiples tareas domésticas. Solo le pido a la vida que me dé salud y fuerza para seguir haciendo lo que me gusta. Nunca me cansaré de dar gracias a los padres, los admiro y respeto; de ellos he aprendido mucho.
”Lo más importante de mi vida y que uno a este proyecto de trabajo, son mis hijas: Rocío, de nueve años y la pequeña Rubí, esa criaturita que fue toda una sorpresa. Ambas llenan mi vida y todo lo que necesita una mujer para ser feliz. Rocío estudia coro y flauta, Rubí imita a Bettyna.
”Mi vida con mis hijas es una gran diversión. Esta es la casa del barrio, aquí vienen muchos niños a jugar. Así que lo que hago como Bettyna no es más que la extensión de esa mujer, de esa madre, de esa hija o hermana que soy fuera del espectáculo. Y cuando vives y actúas tal como eres, es imposible ser infeliz, así estés en Cuba o en cualquier otro lugar del mundo”. Ω

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