Centinelas de la aurora

Por: Yarelis Rico

Yarelis con el Padre Leonel Narváez y Paloma A. Monroy
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Las Escuelas de Perdón y Reconciliación (ES.PE.RE.) en Cuba celebraron su sexto aniversario. De aquella experiencia inaugural en La Habana en 2012, se han desprendido otras en ocho provincias del país gracias a la multiplicación de un voluntariado que cree en el perdón como cimiento para construir una auténtica cultura de paz.
Un encuentro nacional que reunió a más de cincuenta animadores de esta iniciativa en la Isla, tuvo entre sus invitados al padre Leonel Narváez, misionero de La Consolata y creador de la Fundación para la Reconciliación, que nació en Bogotá con el propósito de acompañar a personas y comunidades que sufrían el conflicto armado colombiano. Narváez es, además, el inspirador del programa ES.PE.RE., cuya metodología (premiada en el 2006 por la UNESCO) intenta, a través de dinámicas participativas y espacios conversacionales, detener un ciclo de violencia y generar paz. Acompañándole también estuvo la directora de la Fundación, la psicóloga Paloma Andrea Monroy.
Sus personalidades, a simple vista, sorprenden. Él, un hombre de talante intelectual, pausado en su hablar pero apasionado en la crítica, tal vez por esa convicción que le acompaña tras haber vivido la violencia en Kenya, Mozambique, Uganda, Ruanda, Eritrea y en su Colombia natal, donde acompañó durante tres años y medio los procesos de paz. Ella, una mujer expresiva, constructora y emprendedora de acciones, abierta a nuevas posibilidades y a la suma de nuevos intereses y disciplinas que enriquezcan la metodología ES.PE.RE. Con ambos, Palabra Nueva conversó.

En tiempos en que muchas personas sufren la irracionalidad de una violencia que viene, incluso, justificada por motivos liberadores y emancipadores, puede parecer iluso el hecho de crear escuelas o propiciar espacios donde se promueva la reconciliación, donde se incite a las personas a perdonar. A pesar de la enseñanza cristiana de no responder con violencia a tu agresor, la política, la economía y hasta las relaciones entre las personas siguen más el refrán popular de “ojo por ojo y diente por diente”. ¿Por qué entonces ese deseo aún sostenido de que existan una Fundación para la reconciliación y Escuelas de Perdón?

Padre Leonel Narváez.
Padre Leonel Narváez.

Leonel Narváez (L.N.): “Tras mi experiencia en procesos de paz, me dio por pensar que las causas subjetivas de muchos conflictos violentos (las rabias, los rencores, los miedos) eran agendas nunca discutidas, o sea, ignoradas, pasadas, si acaso, por debajo de la mesa de negociación. Encima sí estaban, bien o mal, pero discutidos, los temas económico, político, militar…, pero el tema de rabias y rencores, nunca era tratado. Con el tiempo llegamos a darnos cuenta de que solo en el continente latinoamericano, el que más nos ocupa, el 80 % de los homicidios (para hablar de la violencia más pura y más cruel) suceden por ajuste de cuenta, por venganza. Y contra eso no sirven ni los militares, ni las cárceles, ni las penas de muerte. Era necesario hacer algo, había que trabajar en el corazón de las personas”.
Paloma A. Monroy (P.M.): “Y la reconciliación era el camino, no la meta. La Fundación nació cuando Colombia estaba en plena crisis, en medio de muchos enfrentamientos. En ese momento los defensores de derechos humanos decían: ‘Vengan, lo que necesitamos es un reconocimiento del daño que se nos está generando: hay una ausencia del Estado frente al cubrimiento de las necesidades básicas; hay una falta de respeto por la humanidad mínima del otro’. Pero esa actitud de reclamo, de beligerancia, de solicitud no era un clima propicio para construir paz, porque el reclamo insistente en mis derechos termina pasando por encima de los del otro. El derecho al reclamo, el derecho a la confrontación termina siendo hogar propicio de una nueva confrontación. En medio de esta problemática, Leonel y el equipo fundador trajeron en la palabra y en las posibilidades, la esperanza. Por eso Fundación para la Reconciliación”.

Es decir, trabajar para que esa reconciliación venga…
P.M.: “Así es, trabajar para que seamos capaces de desarrollar, como personas, como comunidades, como escuela, como barrio, las habilidades que contribuyan al ejercicio de la reconciliación, que posibiliten el encuentro con el otro. Si nos quedamos solamente en el ejercicio mediador, en el ejercicio de la exigencia de los derechos, o solamente en el ejercicio de la justicia, probablemente vamos a seguir siendo cuidadores de lo que nos está faltando como sociedad y no cuidadores de las potencialidades que tenemos.
”Se trata de un cambio también en el decir: ‘sí, tenemos muchas necesidades, pero también démonos cuenta de que existe en nosotros un camino posible. Empecemos a darnos cuenta de que podemos recuperar la confianza, es posible comenzar a restablecer una serie de principios y valores como sociedad’. En ese ejercicio del restablecimiento del sujeto, es decir, cuando nos pensamos y construimos desde el adentro hacia afuera, no solamente valoramos la importancia del desarrollo de un plan de acción, de una agenda de reconciliación, de un ejercicio deliberativo y democrático, también tenemos la posibilidad de pensarnos en relación con el otro y de crear juntos una mejor atmósfera para sacar lo mejor de cada quien”.

Padre, usted es un hombre de Iglesia. ¿Hasta qué punto su formación religiosa y su fe influyeron en su decisión de querer incidir en una sociedad de violencia desde la propuesta del perdón?
L.N.: “En el año 2000 y tal vez antes, porque tuve la posibilidad de residir durante algún tiempo en la región donde vivía la guerrilla, me preguntaba constantemente: ‘¿cómo la Iglesia puede incidir en esta realidad de violencia?’. No solo me preocupaba la violencia relacionada con la guerrilla, también la violencia interpersonal, la familiar, la escolar. Me parecía una contradicción que lo expresado por Jesús sobre el perdón y la misericordia no se hiciera realidad en nuestra Iglesia, que si bien vivía haciendo caridad, liturgias, ceremonias y un montón de cosas más, le faltaba incidir con una acción concreta en la realidad política que vivía Colombia: una guerrilla, un ejército, colombianos matándonos entre nosotros.
”La propuesta de Jesús de llevar el perdón hasta las últimas consecuencias, perdonar lo imperdonable, siempre me ha parecido vital para cualquier persona, sin importar la religión que profese o la ideología que defienda. Sin duda alguna, el mensaje de Jesús fue una gran inspiración para el nacimiento de la Fundación, aunque el proyecto en sí fue organizado por expertos y científicos de las ciencias sociales que no necesariamente eran cristianos. Hace un tiempo dije en Madrid, en la Universidad de Comillas, que la entidad que menos reflexionaba sobre el perdón era la Iglesia católica, y eso, a mi entender, resultaba escandaloso. Lo sigue siendo.
”La Iglesia católica a nivel mundial necesita recuperar la potencia inmensa de la propuesta de Jesús. No nos hemos dado cuenta de que el perdón es la columna vertebral, es el corazón de la propuesta de Jesús. Yo digo siempre, ‘el perdón es lo central, es el corazón, el resto es cosmético’. Hasta qué punto logras la comunión con Dios, si antes no has perdonado; si antes de presentar tu ofrenda, no te has reconciliado con el hermano”.

¿Qué tanto de amor puede exigir un proceso de perdón y de reconciliación como los vividos por las víctimas de la guerra en Colombia? Pienso en esas madres que perdonaron a los asesinos de sus hijos, en las familias desplazadas a causa de ese conflicto armado o en aquellas personas que hoy viven mutiladas.
L.N.: “Amor en exceso. El perdón es el don en exceso. Y ese es el ejemplo de Dios para con nosotros. El padre jesuita Elías Palma lo define como ‘el amor excesivo’. Y esa es la propuesta del cristianismo, tú tienes que amar excesivamente. Todo lo demás es cosmético.
”A mí me ha sido difícil comprender cómo algunas personas, víctimas de la violencia más extrema, han podido perdonar. Y la única respuesta que tengo para eso, es que se les ha salido el Dios que llevan por dentro. Dios habita en nosotros, más de lo que creemos. En Colombia tenemos más de quince contemplaciones de trauma, de horror, hechos victimizantes: que te sacaron de tu tierra, te violaron, mataron a tu esposo o a tu hijo. Hay personas que pueden tener doce y hasta quince de estas enumeraciones, y uno no sabe cómo perdonan. El perdón es también desafiante. Nos desafía constantemente”.
P.M.: “En Cuba pasó algo milagroso. Y es que se pudieron acompañar los diálogos entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FARC) y el Gobierno colombiano. Y dicen quienes estaban sentados en esa mesa, que lo que realmente contribuyó a que se disminuyera la polarización de las perspectivas entre cada una de las dos fuerza, fue la presencia de las víctimas entre ellos”.

Paloma A. Monroy, directora de la Fundación para la Reconciliación.
Paloma A. Monroy, directora de la Fundación para la Reconciliación.

¿Cómo llegar con esta propuesta del perdón a los que no tienen fe?
P.M.: “Nuestra metodología no tiene connotación religiosa ni busca asentarse en ningún pasaje bíblico. El perdón es patrimonio de la humanidad, todos estamos llamados a vivirlo. Por lo general, la persona llega el primer día a la escuela de reconciliación preguntándose ‘¿a qué vine?’, y una de las primeras preguntas lanzadas tiene que ver con eso: ‘pregúntate por tus memorias: ¿quién eres?, ¿de dónde vienes?, ¿cuáles son tus memorias gratas y no gratas?’. Y la persona, desde la gratitud, se devuelve sobre esa pregunta del amor ancestral.
”En un experimento realizado con una experiencia de ES.PE.RE. en México, que incluyó solo mujeres, se le tomaron fotografías a las participantes el primer día de los encuentros y al finalizar la experiencia de la escuela. En las fotos iniciales se les veía, claramente, el iris más pequeño, algún nivel de ojeras y una mirada más decaída. Al finalizar el proceso, no solamente porque se maquillaran más (que ya es en sí una fortaleza, pues tienes el ímpetu para volver a ponerte frente al espejo), sino que, realmente, sus iris estaban más dilatados, tenían una expresión mucho más positiva, menos ojeras y menos arrugas. De acuerdo con estudios de evaluación psicológica en Colombia, particularmente con víctimas de violencia, en el marco del contexto de guerra, nos dimos cuenta de que las Escuelas de Perdón y Reconciliación ayudan a disminuir el insomnio, la ansiedad e incrementan la regulación emocional, que son tres variables de salud emocional.
”Entonces, hablando un poco de amor, no solo relacionado con la fe, sino también con la autoestima, estudios científicos soportan este tipo de proceso que estimula el perdón. Caminar hacia el perdón no es un ejercicio fácil y exige de cierta valentía para superar un evento pasado que resulta doloroso. Pero cuando estás anclado en un recuerdo ingrato, eso se convierte en un tema que estanca tu proyecto de vida. Definitivamente, ahí hay un anclaje que hay que empezar a resolver, que tiene que ver con tu amor propio y con el amor por los otros”.

¿Perdón y reconciliación van necesariamente de la mano?
L.N.: “La reconciliación lleva implícito el perdón. Trabajar en el perdón es caminar hacia la reconciliación. Ambos son medios efectivos para sanar odios y deseos de venganza. El tema del perdón va acompañado de otra palabra, yo diría que una apuntala a la otra: el perdón es un tema de misericordia o de compasión. Ambas palabras ganan cada vez más fuerza en universidades académicas, a tal punto que llegan a decir que el perdón y la compasión son las fuerzas más poderosas que tiene el universo. Nosotros estamos contentos, pero bien impresionados, pues instituciones importantísimas del mundo, no católicas, han manifestado su interés en medir el impacto de las ES.PE.RE.”.

¿Y la Iglesia católica, particularmente, ha manifestado algún interés en esta propuesta?
L.N.: “No, y aprovecho para decirle a los sacerdotes y a los obispos que vale la pena meterle el diente a una propuesta que todavía no hemos utilizado debidamente. Tenemos una poderosa herramienta en las manos, primero para renovar la Iglesia por dentro (curas y monjas que pelean, comunidades religiosas que viven como perros y gatos) y, segundo, para ayudar a esos cristianos de a pie que vienen a nuestras iglesias a fin de que tengan una propuesta concreta para que resuelvan sus problemas con el esposo, la esposa, el vecino… los familiares, en la empresa”.

¿Propone usted entonces sacar el perdón de los confesionarios?
L.N.: “Y llevarlo a la cotidianidad. Hay que salir de las iglesias, callejear el evangelio, como bien dice el Papa”.

¿Hasta qué punto todo el recuerdo ingrato del pasado puede obstaculizar ese proceso de perdón, mucho más cuando en ese recuerdo (focalizado en una persona) también influye o está atravesado por una realidad, un sistema, una política?
L.N.: “Un gran directivo de una entidad internacional dijo que la Fundación, con la propuesta del perdón y la reconciliación, ha aportado muchísimo a la paz en Colombia. Nosotros, en mi país, ni siquiera hemos llegado a tocar un millón de personas, apenas estamos en los novecientos y algo (somos casi cincuenta millones de personas en Colombia) y, sin embargo, pienso que, bien sea por la prensa, la televisión, las entrevistas que nos hacen, hemos ido generando un ambiente propicio en el que quizás no creen en el perdón, pero tampoco creen en las armas, en la violencia, en las cárceles y en las dos penas de muerte para una misma persona. Nosotros en Colombia, sin querer, hemos hecho que el aroma llegue. La propuesta del perdón ha facilitado muchísimo que sigamos construyendo la paz en Colombia”.
P.M.: “La ofensa irrumpe en las ideas, en el imaginario sobre el amor, sobre la vida, sobre las relaciones, sobre la confianza, sobre los principios. La escuela del perdón, asumiendo uno de los enfoques frente al manejo de las emociones, muestra que la emoción resulta a partir de lo que tú crees que está pasando, es decir, es el pensamiento lo que va a generar una reacción emocional. Eso es lo que dice uno de los enfoques teóricos sobre el tema de las emociones. Invitar a la persona a que le ponga nombre e identifique en una persona la ofensa, contribuye a que vuelva a ordenar sus pensamientos y deje de estar siendo dominado por el recuerdo, el cual, en la medida que está desordenado en ella, le genera el nivel de crisis emocional o el nivel de crisis reactiva que puede estar sintiendo. De ahí el nombre de escuela, porque busca entrenar, enseñar”.

¿Qué estrategias futuras tienen diseñadas para llevar esta propuesta a otros públicos, a otros escenarios?
L.N.: “Queremos extender la experiencia a los dos escenarios más importantes de la vida humana, los dos espacios en los que el ser humano ocupa hoy la mayoría de su tiempo: escuelas para los niños (donde ellos permanecen de ocho a diez horas), y la empresa o la fábrica (donde el empleado está también ocho o más horas). Las iglesias se nos están quedando vacías. Y nosotros, los curas, los obispos, tenemos que pensar cómo llegar a los escenarios donde está la gente hoy. Nuestra fundación está decidida a ‘transversalizar’ la escuela con esta propuesta de la misericordia y el cuidado. Con tal propósito hemos diseñado una metodología para meternos en la escuela. Pensamos que debe enseñarse Geografía, Historia, Matemática, Biología… pero siempre para la convivencia y la reconciliación. El futuro de la humanidad depende de cómo convivamos.
”Las fábricas y las empresas acogen mucha rivalidad y venganza. Parte de los resultados productivos no se logran porque las personas no están reconciliadas. En la empresa se suscitan problemas, realidades, conflictos que no dejan dormir bien a las personas. Y ese insomnio, esa preocupación, inciden negativamente en la productividad”.

Aunque sobre el tema del perdón y la reconciliación se viene hablando hace más de dos mil años, hoy, frente a las guerras, los conflictos religiosos y la violencia que se genera en espacios sociales y en las familias, vuelve a retomarse con cierta preeminencia. ¿Podrá la humanidad asumir una cultura del perdón? ¿Podremos aprender a perdonar?

Yarelis con Leonel y Paloma
Yarelis con el Padre Leonel Narváez y Paloma A. Monroy

L.N.: “El tema del perdón y la reconciliación está marcando un cambio de época. El que nosotros estemos llegando con otras religiones a terminologías parecidas: misericordia, compasión, cuidado, perdón… anuncia que estamos entrando en una época diferente. De hecho, lo que está uniendo las religiones no son los ritos, ni los papas, ni los patriarcas o directivos que tengan. Nosotros estamos en la época posreligión. Para mucha gente, las religiones ya empiezan a contar poco. Pero a la gente sí le preocupa la espiritualidad. Entonces, ¡qué bonito poder aprender del hinduista, del bahai, del judío… del musulmán! ¡Qué bonito enriquecerse con las espiritualidades de todos! Pero para eso se necesita tener un corazón reconciliado.
”Los católicos en una época quisimos matar a los musulmanes, en otra época, quisimos eliminar las tribus indígenas, las culturas ancestrales; solo por mencionar dos culturas con las que necesitamos reconciliarnos. O sea, si miramos al futuro, una Iglesia católica, verdaderamente católica, tiene que abrirse a estas nuevas expresiones ecuménicas, es la realidad hacia la cual nos está llevando la historia”. Ω

13 Comments

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