¿Podremos olvidarnos de la Cenicienta?

Por: Lázaro Numa Águila

Han transcurrido tres meses de la detección y el anuncio del primer caso de infección por el nuevo Coronavirus en Cuba. De manera inmediata, Salud Pública comenzó a desplegar las acciones previstas, muchas ya venían siendo concebidas partiendo del seguimiento al comportamiento de la epidemia en la ciudad de Wuhan en la República Popular China y su propagación por Europa. El Estado activó a sus órganos, fuerzas y medios para el enfrentamiento a la pandemia. Las acciones se encaminaron, desde el inicio, a consolidar la medida que resultaba más eficiente en el enfrentamiento a la Covid-19: el aislamiento social.

La capital del país se posicionó en breve tiempo en el grupo de vanguardia respecto al número de contagiados. A nivel macro sus características urbanas, la demografía, infraestructura turística, extensión territorial, formas de vida social y estado higiénico y sanitario, entre muchas otras variables, propiciaban el hecho. Pero a nivel micro, no todo dentro de ella funciona de igual manera, el conocimiento de este fenómeno es vital para un abordaje efectivo.

Los territorios más al centro mantienen una dinámica de vida diferente a los de la periferia, eso se palpa mejor en el municipio Centro Habana. Sus barrios operan sobre la base de fundamentos históricos, porque su estructura sociológica ha cambiado muy poco desde la etapa colonial hasta hoy y el fenómeno de transferencia cognitiva de raíz ha funcionado de forma incondicionada, incluso, en los menos antiguos como Cayo Hueso y Pueblo Nuevo. El espacio territorial es básicamente el mismo de La Habana antigua y moderna descrita minuciosamente por José María de la Torre a mediados del siglo XIX. La composición étnica se mantiene casi inamovible. En la vida religiosa, aunque se ha diversificado algo, siguen siendo la Iglesia católica y las manifestaciones de religiosidad popular cubana de origen africano, las de mayor representatividad. Los barrios son allí la patria chica y factor de identificación de la ciudadanía que los habita. Estas cuestiones se deben tener en cuenta al abordar cualquier labor social con esta población.

Centro Habana, si no es el abanderado de la indisciplina social en la capital, se encuentra en el pelotón de vanguardia. ¿Qué causas inciden en ello? En primer lugar, la superpoblación. Viven en él casi 40 000 personas por km², la mayoría en situaciones complejas, pues su infraestructura inmobiliaria es casi la misma del siglo xix. Posee la red comercial más amplia de la capital, también heredada de la Colonia y de la República. En ella la ciudad se ha abastecido históricamente, pero hoy solo la población del municipio es suficiente para saturarla. El individuo de la localidad está acostumbrado al tradicional comercio de esquina, la bodega, la carnicería y el puesto de viandas. Si no se ha propiciado una distribución organizada por consejos populares, todos concurren a los pocos establecimientos donde se expenden los productos que precisan. Al no ser la oferta suficiente y equitativa, entonces se explica por qué diariamente se producen las aglomeraciones, el desespero y el desorden.

La indisciplina social que se visualiza en Centro Habana camina sobre la base de profundas necesidades y del desconocimiento de innumerables potencialidades.
La indisciplina social que se visualiza en Centro Habana camina sobre la base de profundas necesidades y del desconocimiento de innumerables potencialidades.

Bajo estas condicionantes es más visible cualquier indisciplina social. En contraposición a lo que se ha visto en la extensa red comercial, los puntos móviles han mostrado otra imagen, se ha visto mejor disciplina, orden y respeto, ¿por qué? Es como crearles una bodega temporal; por el ambiente del barrio, todos se conocen y respetan, nadie puja por sacar ventaja, saben que no les resultará factible y encontrarán respuestas inmediatas dentro de su propio entorno. Esto pudiera parecer un rezago del pasado, en determinada medida lo es, pero funciona así debido a las referidas razones históricas y conceptualizaciones no superadas. El recurso en apariencia marginal, correctamente utilizado, puede resultar eficiente y sería de enorme utilidad. En la situación que estamos viviendo, el conocimiento y manejo de esta cuestión permitiría minimizar lo que hasta hoy se ha estado apreciando en el municipio: una imagen de caos e indisciplina tendiente a ser foco de transmisión del SARS-CoV-2, máxime teniendo en consideración el nivel de asintomáticos que ha ido mostrando la enfermedad.

El acercamiento de la distribución al interior del barrio ha tenido mejor aceptación y resultados.
El acercamiento de la distribución al interior del barrio ha tenido mejor aceptación y resultados.

Otro elemento importante en esta zona es que el barrio constituye “espacio de seguridad” para el individuo que lo habita. Dentro de él se vive una dinámica única, esta involucra a todos y la rige una ley jamás escrita que dicta: “la vida del vecino es solo de él y nadie la interfiere. No lo conozco, no sé, no me interesa”. Eso solo funciona para el ajeno, en el fondo él es como un familiar cercano. Si usted vive ahí, sea doctor, técnico, obrero o desocupado con tendencia delictiva, es un vecino al que le aplica, se respeta o se ignora, pero si fuera necesario “se le da la luz” (dicho de la manera más coloquial posible). Esos son los preceptos, aunque no se avengan a lo “políticamente correcto”, como diría un gran amigo. Se trata de una cuestión histórica y sociológica transferida. En el marco de la Covid-19 que analizamos, esto se convierte en un boomerang, dificulta el trabajo de las fuerzas del orden público, si es que aparecen, en pos de lograr una correcta disciplina. Con mucha rapidez se corre la voz de su presencia y desaparecen de la calle las manifestaciones indebidas. De esta forma, se facilita la indisciplina y con ella se fortalece la transmisión del virus, por eso, según las estadísticas, es muy difícil dejar de encontrar un caso diario de contagiado y transmisión en el territorio. Trabajar con miembros de la comunidad dispuestos a cooperar, puede resultar beneficioso para el logro de una mejor persuasión en cuanto a la disciplina.

Dentro de los barrios la indisciplina llega casi a estado de impunidad gracias al descuido y la falta de control.
Dentro de los barrios la indisciplina llega casi a estado de impunidad gracias al descuido y la falta de control.

La religiosidad en el municipio mantiene niveles altos. En el Consejo Popular Los Sitios, por citar un ejemplo concreto, que es uno de los más comprometidos en el enfrentamiento a la enfermedad, los católicos son personas por las que se siente mucho respeto y consideración. En él existen tres templos importantes de la capital y de la diócesis; desde la niñez el sitiero está próximo a uno de ellos, de manera directa o indirecta recibe su influencia. El sacerdote católico es visto con profundo respeto, no conozco un solo caso de alguna manifestación que afectara la integridad física y moral de alguno. Las manifestaciones religiosas de raíz africana también tienen una fuerte presencia y por el fenómeno del sincretismo mantienen puntos de contactos con la católica, por lo menos a nivel individual. En menor número los protestantes, históricos o no, muestran alguna representación también. Un líder religioso en el barrio es también un líder social, en torno al cual se aglutinan innumerables seguidores, posee gran poder de convocatoria y persuasión. Esta característica pudiera haberse aprovechado mejor en el enfrentamiento a la Covid-19 en la zona, pero, lamentablemente, parece que aún existen grandes prejuicios y restricciones que impiden mejores estados colaborativos. No se trata de sumar a nadie a interés alguno, sino de abrir espacios para incorporar la interacción de todos en función del bien común.

Es raro no encontrar en una cuadra a una persona que, de manera natural, inspire confianza, que sea querida y escuchada, casi siempre de edad avanzada y de sapiencia innata. Ellos tienen un poder aglutinador extraordinario, son líderes naturales, pero lamentablemente en ocasiones se menosprecia su potencial. Tuve la experiencia de ver a una anciana de noventa y cuatro años mover tras de ella al personal de una cuadra entera hacia un centro de vacunación, el cual fue habilitado para suministrar la primera dosis de la vacuna cubana VA-MENGOC-BC, en el propio barrio de Los Sitios, con el objetivo de estimular la inmunidad en las personas de riesgo. Posteriormente, también fui testigo del trabajo que pasó el personal de salud, visitando casa por casa, para lograr que el resto de la población de la zona acudiera al lugar. La propia responsable de la tarea refirió ante mí decepcionada: “Me voy de Los Sitios defraudada, pensé que la respuesta de la población sería mejor”. Si se hubiera buscado en el entorno a los líderes naturales, los resultados de la tarea hubieran sido mejores.

Una ciudadana acude a un centro de vacunación en el barrio de Los Sitios compulsada por una anciana de la comunidad.
Una ciudadana acude a un centro de vacunación en el barrio de Los Sitios compulsada por una anciana de la comunidad.

Nadie piense que la pretensión de estas líneas es hacer ver al barrio en Centro Habana como la octava maravilla, está lejos de eso. Se trata de una estructura y formación social compleja. No nos llamemos a engaño, en ellos hay de todo, pero tienen potencialidades que bien abordadas y con la ayuda de las ciencias sociales se convierten en fortalezas ante cualquier situación difícil como la Covid-19.

Estos tiempos nos han enseñado, entre muchas cosas, el potencial de inteligencia y talento que hay en nuestro país y el nivel de nuestra ciencia en toda su amplitud, hemos visto su aplicación en diversas ramas de la salud, de la producción, de las comunicaciones, de la cultura, pero todavía nos queda por aprender a aplicar las ciencias sociales para el mejor conocimiento del individuo, del barrio, de la comunidad, que nos permita influir de forma efectiva en su comportamiento, aprovechando las potencialidades singulares de cada lugar y sus particularidades con vistas a lograr el objetivo general común. Y me atrevo a asegurar que estas ciencias, que siempre están ahí, intentando como la Cenicienta ser escuchadas y que no se les tenga como elementos “creadores de ruidos indeseables”, en el proceso de reincorporación que se avecina deberán desempeñar, necesariamente, un papel fundamental. Ω

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