Alocución de S.E.R. cardenal Juan de la Caridad García, arzobispo de La habana

Por: Mons. Juan de la Caridad García

Alocución domingo 13 de septiembre.

Gracias a todos los que hacen posible esta alocución en este domingo 13 de septiembre.
Hoy en todas las iglesias católicas del mundo se lee este fragmento del Evangelio según San Mateo, capítulo 18, versículos 21 al 35.

(Canción)
Ya sabemos por experiencia propia que perdonar cuesta mucho trabajo. Cuando la ofensa viene de una persona que amamos y hemos ayudado mucho en la vida. Y ante una ofensa puede surgir en nuestras personas la venganza y devolver mal por mal o la actitud de no hablarle más al ofensor, al que nos ha crucificado, o no ayudarlo más si lo necesita. Ante todos estos sentimientos y deseos negativos, surge Jesucristo con su enseñanza del perdón.

Evangelio San Lucas 23, 34…

El perdón lo resuelve todo.
Si el esposo y la esposa discuten, se ofenden durante el día, al anochecer, si conversan, se piden perdón, la felicidad primera, perdida por el pleito, regresa a la casa y se resolvió todo.
Si pasan días, noches, semanas, meses, un rencor va creciendo y amargando la vida, y mientras más tiempo pase, más difícil es recuperar el amor primero.
Cuando dos hermanos pelean por una herencia o no se ponen de acuerdo, la madre, quien los llevó en su seno materno a los dos, es quien más sufre. Llora más que quien perdió la pelea injusta.
Hace años en un juego de pelota callejero, en una jugada en la cual no se sabía claramente si era out o quieto, dos peloteros se entraron a golpes. Pasaba por la acera una señora mayor y al ver el pleito, se metió en medio de los dos que se fajaban.
Los piñazos de uno lanzados contra el otro, daban en el rostro de la anciana y los piñazos del otro en respuesta, no iban al contendiente, sino a la nunca de la anciana.
Los restantes peloteros, al lograr separar a quienes se fajaban, tuvieron que llevar a la anciana, en estado grave, al hospital. La anciana era la madre de los dos que querían dañarse por una tonta discusión, pero dañaron a la madre. Cuando hay pleitos entre hermanos, quien más sufre es la madre. Las hermanas de la anciana encendieron velas a la Virgen de la Caridad y gracias a Dios la anciana se recuperó y los hermanos pidieron perdón uno al otro y a la madre.
Si tienes conflictos en la casa, en el barrio, en el trabajo, en la Iglesia, regálale un cake a la otra parte y comenzará la paz, la concordia y la fraternidad.

(Canción)

Un muchachito tenía muy mal carácter. Su padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que perdiera la paciencia debería clavar un clavo detrás de la puerta.
El primer día, el muchachito clavó 37 clavos detrás de la puerta. Las semanas que siguieron, a medida que él aprendía a controlar su genio, clavaba cada vez menos clavos detrás de la puerta. Hasta que descubrió que era más fácil controlar su genio que clavar clavos detrás de la puerta.
Llegó el momento en que pudo controlar su carácter durante todo el día. Después de informar a su padre, este le sugirió que retirara un clavo cada día que lograra dominar su carácter.
Los días pasaron y el joven pudo anunciar a su padre que no quedaban más clavos para retirar de la puerta… Su padre lo tomó de la mano y lo llevó hasta la puerta. Le dijo: “Has trabajado duro, hijo mío, pero mira todos esos hoyos en la puerta. Nunca más será la misma”.
Cada vez que tú pierdes la paciencia, dejas cicatrices exactamente como las que aquí ves. Tú puedes insultar a alguien y excusarte, pero la cicatriz quedará para siempre. Una ofensa verbal es tan dañina como una ofensa física.

(Canción)

Para corregir al hermano que se ha equivocado, Jesús sugiere una pedagogía de recuperación, y siempre la pedagogía de Jesús es la pedagogía de la recuperación, siempre recuperar, siempre salvar. Esta pedagogía de recuperación está articulada en tres pasajes. Primero dice en el Evangelio: “Repréndelo entre tú y él solo”, es decir, no pongas su pecado delante de todos. Se trata de ir al hermano con discreción, no para juzgarlo, sino para ayudarlo a darse cuenta de lo que ha hecho.
Cuantas veces nosotros hemos tenido esta experiencia, que alguien viene y nos dice: “Mira, tú en esto te has equivocado, tú tendrías que cambiar un poco en esto. A lo mejor al principio nos enojamos y después agradecemos porque es un gesto de hermandad, de comunión, de ayuda, de recuperación”…
No es fácil poner en práctica esta enseñanza de Jesús, por varias razones. Existe el temor de que el hermano o la hermana reaccionen mal; a veces no hay suficiente confianza con él o ella… Y otras razones. A veces cuando hemos hecho esto, hemos sentido que era el camino del Señor.
Sin embargo, puede suceder que, a pesar de mis buenas intenciones, la primera intervención fracase. En este caso es una buena idea no desistir – “que se las arregle, me lavo las manos”, no, esto no es cristiano–, no desistir, sino recurrir al apoyo de algún otro hermano o hermana. Jesús dice: “Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos, para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos”.
Aunque parezca contra el acusado, en realidad sirve para protegerlo de falsos acusadores. Pero Jesús va más allá: los dos testigos son pedidos no para acusar y juzgar, sino para ayudar. Pongámonos de acuerdo tú y yo y vayamos a hablarle a este que está haciendo algo que se está equivocando, vayamos como hermanos a hablar, esta es la actitud de recuperación que Jesús quiere.
Pensemos en un ejemplo: cuando nosotros vemos un error o un defecto, un desliz de un hermano o una hermana, generalmente la primera cosa que hacemos es ir a contárselo a los demás, a chismosear. Y las habladurías cierran el corazón a la comunidad, cierran la unidad de la Iglesia, el gran hablador es el diablo, que siempre va diciendo las cosas malas de los otros porque él es un mentiroso que busca desunir a la Iglesia, busca alejar a los hermanos y no hacer comunidad. Por favor, hermanos y hermanas, hagamos un esfuerzo para no chismosear. El chismorreo es una peste más fea que el COVID, peor. Hagamos un esfuerzo, nada de habladurías, nada de chismes.

(Canción)

Un maestro de la India pregunta a sus discípulos: “¿Por qué las personas se gritan cuando están enojados?”.
“Porque perdemos la calma”, dijo uno. “Por eso gritamos”.
“Pero… ¿por qué gritar cuando la otra persona está a tu lado?”, preguntó el maestro. “¿No es posible hablarle en voz baja? ¿Por qué gritas a una persona cuando estás enojado?”.
Los discípulos dieron algunas otras respuestas, pero ninguna de ellas satisfacía al maestro.
Finalmente el maestro explicó:
Cuando dos personas están enojadas, sus corazones se alejan mucho. “Para cubrir esa distancia deben gritar, para poder escucharse. Mientras más enojadas estén, más fuerte tendrán que gritar para escucharse a través de esa gran distancia”.
Luego el maestro preguntó: “¿Qué sucede cuando dos personas se enamoran? Ellas no se gritan, sino que se hablan suavemente. ¿Por qué? Porque sus corazones están muy cerca. La distancia entre ellas es muy pequeña”.
El maestro continuó. “Cuando se enamoran más aún, ¿qué sucede?”.
“No hablan, solo susurran y se sienten más cerca en el amor. Finalmente solo se miran y eso es todo. Así es, cuán cerca están dos personas cuando se aman”.
Luego el maestro dijo:
“Cuando discutan no dejen que sus corazones se alejen. No digan palabras que los distancien más. Llegará un día en que la distancia sea tanta, que no encontrarán más el camino de regreso”.

(Canción)

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas contra Ti al desobedecer tus mandamientos,
como nosotros perdonamos a los que nos han calumniado y dañado,
no nos dejes caer en la tentación de la venganza,
y líbranos de esta pandemia y de todo tipo de rencor. Amén.

Dios te salve María, llena eres de gracia,
el Señor es contigo;
bendita tú eres entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores y por todos los enfermos del coronavirus,
ahora y en la ahora de nuestra muerte. Amén.

(Canción)

A continuación ofrecemos íntegramente la alocución del cardenal y arzobispo de La Habana, Mons. Juan de la Caridad García.

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