Muy atípica ha resultado para las Hermanas Misioneras Siervas del Espíritu Santo la celebración jubilar por los veinticinco años de presencia en Cuba al servicio de la evangelización. La llegada de la Covid-19 a la Isla, en marzo pasado, las obligó a repensar lo planificado. Conducidas por la espiritualidad Trinitaria que las define (el Padre Creador, el Hijo Redentor y el Espíritu Santo Santificador), decidieron ajustar su carisma misionero, caracterizado por el anuncio del evangelio, y hacerlo presente en espacios donde no ha llegado, es insuficiente su conocimiento o, simplemente, donde se necesitara de él para colaborar en lo que ya se está haciendo.
Un poco de historia
La Congregación Hermanas Misioneras Siervas del Espíritu Santo fue fundada en Steyl, Holanda el 8 de diciembre de 1889, por san Arnoldo Janssen y las beatas María Elena Stolenwerk y Josefa Stenmans. En la actualidad agrupa a tres mil hermanas, que se distribuyen por cincuenta países de todos los continentes. Como religiosas, viven en comunidades internacionales y multiculturales, las cuales procuran ser signos visibles de la unidad y diversidad de la Iglesia en su misión de proclamar el evangelio.
A su llegada a Cuba, el 22 de marzo de 1996, las hermanas fundaron casa en el poblado de Nicaro, Holguín, donde aún permanecen. Más tarde, abrieron comunidad en Niquero y en Bartolomé Masó-Yara, en las diócesis de Bayamo-Manzanillo y Holguín, respectivamente. Viendo la necesidad de fundar en La Habana, cerraron la comunidad de Masó y se asentaron en la arquidiócesis habanera en el año 2015, en el municipio Arroyo Naranjo, donde encontraron una realidad social que demandaba acciones más concretas y arriesgadas. Lo característico del servicio misionero de las hermanas es trabajar en conjunto con los Padres del Verbo Divino (padres verbitas), pues comparten la espiritualidad y el carisma del mismo fundador.
Desde su llegada al territorio habanero, las religiosas se dispusieron a responder desde el servicio de su carisma a las necesidades pastorales de la arquidiócesis. De ahí que a la permanente misión de acompañar las catequesis y conducir desde su espiritualidad la pastoral vocacional y familiar, comenzaron a atender, junto con los padres verbitas, un comedor en la capilla de Nuestra Señora del Sagrado Corazón (obra en la que se han mantenido trabajando durante toda esta etapa de pandemia).
Muchos rostros y un solo corazón
Justo al inicio del año jubilar por los veinticinco años de presencia en Cuba, Palabra Nueva conversó con la hermana chilena Miriam Pérez (SSpS), quien se encuentra en nuestro país desde el 22 de diciembre de 1997. Días después de nuestra conversación, la realidad del mundo y de la Isla cambiaba ante la presencia de la Covid-19.
Según nos comentó la hermana Miriam, el sueño de su fundador era que las hermanas llegaran a todos los rincones del mundo y formaran comunidades multiculturales, en medio de sociedades con una cultura muy diferente.
“Una de las exigencias de la comunidad es que al llegar al país donde misionaremos, hablemos su idioma. Si no lo dominamos, tenemos que estudiarlo y aprenderlo. Pero no basta con dominar el idioma, es importante conocer la cultura del país, las costumbres, cómo se habla, qué connotación tienen determinadas expresiones. Eso significa que la recién llegada necesite un año o quizás dos, para llegar a meterse un poco más en la pastoral de la misión”.
Una vez en el lugar donde se asientan, ¿cómo se implican con los objetivos de la diócesis?
“Por supuesto que nuestro carisma se ajusta a las necesidades de la diócesis. Por ejemplo, la sola presencia de las hermanas en Nicaro ya decía mucho, pues allí no conocían nada de la vida religiosa. Trabajamos según la demanda de la gente, a partir de lo que íbamos observando en sus comportamientos. Era como ir descubriendo desde el lugar de misión por dónde y cómo responder. Recuerdo que el entonces obispo de Holguín, Mons. Héctor Luis Peña, nos decía: ‘hermanas, ya la presencia de ustedes aquí, dice mucho’.
”Después fuimos para Niquero. Establecernos allí fue como un signo de la presencia de Dios en medio de un pueblito apartado. Nuestra llegada coincidió con el nombramiento de la diócesis; lo que hiciéramos allí estaba bien porque cualquier acción era necesaria. El paso del huracán Denis por la zona, nos hizo comprometernos más con la comunidad en sentido general, católica o no, y a la vez sentirse ella, a través de nosotros, más identificada con la Iglesia. Ya en La Habana, asumimos realidades más concretas desde nuestro compromiso social”.
Año jubilar en medio de la pandemia
Después de un primer encuentro, volvimos a contactar con la Hna. Miriam para conocer sobre la misión de la comunidad en tiempos de Covid.
¿Cómo ha vivido la comunidad su carisma y espiritualidad en este tiempo de pandemia y, coincidentemente, de celebración jubilar?
“Internamente, estamos dedicando más tiempo a la oración en comunidad, creamos una oración de acción de gracias por los veinticinco años y procuramos rezarla todos los días. Tenemos como intención principal que se termine la pandemia, y a esto sumamos las intenciones que nos pide la gente, por los enfermos de las comunidades cristianas, por nuestros familiares que están lejos de nosotras, por nuestra congregación que ha tenido que suspender el Capitulo General después de estar todo organizado… Disfrutamos juntas algunas películas, compartimos lecturas y nos mantenemos informadas de lo que acontece”.
¿Hasta qué punto vivir en medio de la gente, en las actuales circunstancias del país, compartir carencias y dificultades, les ayuda o no en el cumplimiento de su misión?
“Con nuestra presencia y cercanía, acompañamos con acciones caritativas a las personas. Este ha sido un Año Jubilar de acción de gracias, pues el amor al prójimo lo hemos experimentado especialmente en medio de esta situación tan compleja. Desde los comedores que atendemos en Niquero, de conjunto con Cáritas, hemos ayudado cada mes a un grupo de personas necesitadas. En La Habana, los martes y viernes, con los Padres del Verbo Divino, cocinamos y ofrecemos comida en un comedor en la capilla de Nuestra Señora del Sagrado Corazón (obra en la que nos hemos mantenido trabajando durante toda esta etapa de pandemia; era solo un día y agregamos otro más).
”Para el Día de los Padres, entregamos a veinticinco de ellos una bolsita pequeña de café y una estampita del Sagrado Corazón. En el mes de agosto, salimos a caminar y les entregamos una merienda a personas necesitadas. Además, dimos una jaba con viandas a veinticinco familias y se localizó esta misma cantidad de niños, en condiciones de vulnerabilidad, a los cuales se les entregó un módulo que contenía refrescos, galleticas, yogurt… En Oriente, a otros veinticinco pequeños les dimos una mochila; no fue fácil, pero poco a poco se logró.
”También estamos haciendo la ‘pastoral telefónica’; es decir, llamamos a personas que necesitan ser escuchadas y acompañadas, ya porque sean mayores y vivan solas o porque estén enfermas”.
También se les ha visto en las redes sociales de manera activa. ¿Ha sido una iniciativa de estos tiempos o algo que ya tenían y continuaron?
“Creamos un grupo de WhatsApp, ‘Oremos laicos’, con personas de la parroquia Santa Lucia, el Santo Calvario y el Sagrado Corazón para rezar por la realidad del mundo y por las intenciones de los que pertenecen al grupo. Compartimos las reflexiones dominicales de las diócesis de La Habana y de Bayamo-Manzanillo.
”A mediados de marzo de este año hicimos un video con motivo de nuestro Año Jubilar y lo compartimos en las redes sociales con una breve reseña histórica de nuestra presencia como congregación en Cuba, el proceso que hemos hecho hasta ahora en los lugares y apostolados que tenemos.
”Al grupo de Jóvenes misioneros de la Santísima Trinidad (JMST), al no ser posible la misión de verano que cada año realizamos, le pedimos que vivan su espíritu misionero en las parroquias, y en la medida que han podido, lo han hecho. Con ellos tratamos de seguir en contacto y en comunión por medio de WhatsApp. Las comunidades de Nicaro y Niquero, ya en fase tres, han procurado mantener las pastorales con el cuidado que se requiere”.
Significa que este ha sido un tiempo de creatividad…
“Todo lo que te he compartido anteriormente, lo hemos hecho inspirándonos en el texto bíblico donde Jesús dice: ‘Todo lo que le hagas a mi hermano, a mí me lo estás haciendo’. También nos motiva las palabras que nos dejó nuestro padre fundador: ‘Sea conocido, amado y glorificado Dios Uno y Trino, la omnipotencia del Padre, la sabiduría del Hijo y el amor del Espíritu Santo’. Esto es lo que quisimos reflejar con nuestra presencia y con las obras de caridad que hemos realizado. Lo recibido es más que suficiente: una sonrisa, gratitud, confianza, amor… De este modo, hemos ajustado nuestro carisma y espiritualidad a un Año Jubilar acompañado por una pandemia, siendo creativas en un tiempo de crisis para el mundo. Continuaremos dejando que el Espíritu Santo nos guíe en esta misión aquí en Cuba. ‘¡Oh Espíritu Santo!, ¿qué regalo quieres ofrecer al mundo a través de nosotras?’”.
Una última pregunta, ¿cómo la congregación, presente en tantos lugares del mundo, vive este tiempo de pandemia?
“Con el interés de saber cómo nuestra vida y misión está siendo afectada en todo el mundo por la Covid-19, la Congregación decidió crear un boletín electrónico interno de noticias mientras dure la pandemia. Esta iniciativa promueve la solidaridad en toda la comunidad y comparte información sobre lo que las hermanas hacemos en los cinco continentes donde estamos presentes. Desde Cuba, hemos compartido las experiencias vividas en nuestras tres comunidades, también la realidad de la Iglesia y de la sociedad toda”. Ω
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